El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 11 de marzo de 2015

Vivir el presente


Perlas para el alma



“No es que pretenda no envejecer, porque si algo he aprendido en este tiempo es a vivir el hoy, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día. Lo que realmente cuenta es apreciar cada instante, apreciar lo fascinante que es el presente. Y esto es algo, que, a veces, se me olvida. Creo que a casi todos nos falta tomar conciencia de la belleza de cada momento”.

Del Diario de Patricia (10)

miércoles, 14 de enero de 2015

El sentido de la vida (1)


La felicidad es como una mariposa.
Cuanto más la persigues, más huye.
Pero si vuelves la atención hacia otras cosas,
ella viene y suavemente se posa en tu hombro.
Viktor Frankl
La felicidad no consiste en adquirir y gozar,
sino en no desear nada,
pues consiste en ser libre.
Epicteto de Frigia
Volvía caminando a casa cuando escuche en una de las múltiples emisoras o altavoces que se escuchan en la calle una especie de discurso o sermón, que hizo que me detuviera un momento para escuchar de qué iba, porque lo primero que escuché captó mi atención. Decía alguien que parecía ser un guía religioso: “El sentido de la vida solo es hacer felices a los demás. Los que tienen esto claro y lo practican son tan o más felices que aquellos a los que ellos intentan hacer vivir la felicidad”.
Seguí caminando con varias preguntas, relativas a la vida, en mi mente: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿Cuántos habrán conseguido crecer a mi lado, y cuantos se habrán sentido desdichados?, ¿Estaré viviendo según lo previsto?, ¿Realmente habrá algo previsto? Si hecho la vista atrás tengo la sensación de haber vivido cuatro o cinco vidas en esta misma vida. Puede servir como ejemplo los veintitrés cambios que he hecho de vivienda, aunque esto, visto así, bien podría únicamente representar que me gusta el cambio. Y si, realmente me encantan los cambios, aunque creo que también han existido mudanzas internas.
 
Son muchas las veces que me he preguntado que hago aquí. La vida siempre me ha parecido tonta y aburrida, a pesar de vivir intensamente, y no solo ahora, sino a lo largo de muchas etapas de mi vida. Pero la vida, por muy intensa, emocionante y llena de contenido, que sea, el saber de ella que no es más que una ilusión y que puede acabar en cualquier instante, hace de ella, según mi parecer, algo dual: Disfruto de ella, pero me gustaría quemar las etapas rápidamente para encontrarme al otro lado. Si, ya sé que la vida es una elección y que es a través de ella como vamos a aprender a amar y a alcanzar la unión con Dios, pero eso no quita que en mi mente aparezca de vez en cuando el pensamiento de ¿Qué hago aquí?
La frase de que el sentido de la vida es intentar hacer felices a los demás, se puede quedar, y de hecho se queda, en eso, en una frase bonita, porque la inmensa mayoría de las personas no piensan en hacer felices a los demás, (con la excepción, lógica, de alguno de sus seres queridos), únicamente buscan ser felices ellos, pero no saben como, y eligen un camino equivocado, que no solo no les acerca a la felicidad, sino que cada vez les separa más de ella.
El mejor sentido que le podemos dar a la vida es precisamente hacer felices a los demás. Es la mejor manera de conseguir la propia felicidad, pero ¿Cómo se hace para que los demás sean felices? Indiscutiblemente se consigue prestando atención a la vida, y aplicando la mejor de las medicinas: No desees para nadie aquello que no deseas para ti. Respeta como a ti te gustaría ser respetado, escucha como a ti te gustaría ser escuchado, agradece como a ti te gustaría que te agradecieran, ayuda como a ti te gustaría ser ayudado, sonríe, se honesto, cumple tu palabra, y sobre todo ama, ama por encima de todo.
Es difícil, lo sé, pero es más fácil alcanzar así la propia felicidad, que esperando que se infle la cuenta corriente. Y una buena manera de comenzar es intentarlo en el propio entorno, en la familia, en el trabajo, con los amigos.
Suerte. ¡Que seas muy feliz, haciendo felices a todos los que te encuentres!

 

sábado, 18 de octubre de 2014

Cambio


Perlas para el alma
 

Si sufren Vds. por algún aspecto de su vida, pueden hacer una de estas dos cosas: Aceptar la situación o cambiarla. Pero hagan algo, ya que si no van a seguir sufriendo.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Desapego (1)


El desapego no es que tú no debas poseer nada
Es que nada te posea a ti.
Ali ibn Abi Talib
Comienza haciendo lo que es necesario,
después lo que es posible,
y de repente estarás haciendo lo imposible.
San Francisco de Asís.
“La ley del desapego dice que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo, renunciamos al interés por el resultado”. (Deepak Chopra).
Pero no se trata solamente de conseguir cualquier cosa en el universo físico, se trata de más, se trata de ser feliz, se trata de permanecer serenos y en paz, se trata de no realizar movimientos inútiles en la vida, se trata de no generarnos falsas expectativas, se trata de no divagar, se trata de ver la vida en su verdadera perspectiva,  se trata de observar a los demás sin prejuicios, se trata de vivir la realidad y no tener una visión distorsionada de la vida, se trata de ser solo un observador imparcial, se trata de aceptar sin más, se trata de ser feliz, se trata de amar porque sí, se trata de no derrochar fuerzas.
 
El desapego es una de las cualidades del alma, por lo tanto, conseguir vivir sin apegos es acercarnos un poco más al alma.
Podremos hablar de misiones para la vida, podemos hablar de deudas o de activos kármicos, podemos hablar de cerrar círculos con otros seres que han coincido con nosotros en otras muchas vidas, pero la verdadera razón de la vida es aprender a vivir desde el alma, es aprender a vivir en el cuerpo sin identificarnos, ni poco ni mucho, con lo que ocurre en los planos físico y emocional, es aprender a vivir sin reacciones mentales de ningún tipo, es aprender a vivir en Dios.
El desapego no significa aislamiento personal. El desapego soluciona muchos de nuestros problemas, podríamos decir, sin exagerar, que soluciona todos los problemas que en la actualidad están generando el sufrimiento en los seres humanos. Y cuando eso se consigue el ser humano consigue la tan ansiada libertad porque deja de identificarse con las personas, con las cosas y con las circunstancias, y sobre todo desaparece el miedo de cualquier tipo.
Es entonces cuando el apego desaparece, cuando el ser humano se va a acercar a otras almas, que no a otros cuerpos, que no a otras personas, y eso le va a permitir fusionarse con el alma de su hermano y conocer y asegurarse el mejor modo de ayudarle. Con el desapego, va a aparecer, poco a poco la humildad, humildad con la que se va a dar todo lo que se tiene para servir de manera altruista y luego olvidar lo que cada uno dio de sí mismo. Sólo cuando el desapego y la humildad están presentes, puede un ser humano servir en realidad.
Pero, a fin de cuentas, todo esto no son más que palabras, más o menos bonitas. Lo importante es pasar de las palabras a los hechos. Lo haremos en la próxima entrada.
Continuará………
 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Vivir en Dios


            Aunque mi memoria siempre ha sido un poco débil, olvidando caras, nombres, lugares, situaciones, y también muy selectiva, recordando, supongo, sólo aquello que era bueno para mi propia evolución, sí que hay algún recuerdo que creo que me acompaña desde siempre, casi desde que tengo uso de razón. Y ese algo son mis pensamientos relacionados con la muerte. La muerte siempre me ha parecido apasionante, y aunque en las primeras etapas de mi vida, el contacto con la muerte,  de personas conocidas, me producía cierto temor, era algo que me atraía de manera poderosa, buscando lecturas sobre ella y sobre lo que podría haber al otro de la vida.
            Siempre me ha parecido que la vida, la vida física, a pesar de su grandeza y su hermosura, es algo  pesada, rutinaria, repetitiva, lenta y muchas veces aburrida. Aunque por supuesto tiene grandes excepciones como la paternidad, la abuelidad, el enamoramiento o los cambios. Por eso siempre he pensado en la muerte como una gran liberación, ya que seguimos viviendo una vida sin cuerpo, dejando atrás todo aquello que es inherente a este: la edad, el sexo, la necesidad de comer y dormir, la enfermedad y el dolor.
 
            Pero por si fuera poco pasar toda una eternidad sin los problemas que genera el cuerpo, yo le añadía una razón de peso, de mucho peso: al otro lado de la vida yo suponía que estaríamos más cerca de Dios, más cerca de Su Amor, más cerca de Su Paz, más cerca de Su Armonía, con lo cual pensaba que la vida al otro lado debía de ser la perfección total, debía de ser esa felicidad total y permanente que buscamos cuando estamos en el cuerpo a este lado de la vida.
            Aquí tenía un error, y el error consistía en pensar que los que ya no tienen cuerpo están más cerca de Dios, cuando todos, con cuerpo o sin cuerpo, estamos a la misma distancia de Dios. La sensación de lejanía de Dios en los que vivimos en la materia solo viene dada por la barrera, muchas veces infranqueable, que coloca nuestra mente, pero Dios, siempre está con nosotros.
            Hasta no hace mucho tiempo, sentía cierto reparo en hablar de Dios, o al menos en hacerlo directamente, y Lo sustituía por palabras más o menos cercanas. Hoy no, hoy sé que Dios es Dios, hoy se que Dios lo es Todo, y que el reparo que sentía solo era una debilidad de mi propio carácter, porque influenciado por nuestra cultura, asociaba a Dios con alguna religión, y pensaba, erróneamente, que podía ser señal de debilidad.
Dios es tan cercano en la vida física como en la otra, aunque podamos pensar que no es así, y que sólo está bien visto acercarnos a Él o invocarle cuando las cosas se ponen difíciles esperando que nuestros pedidos o nuestras súplicas sean escuchados, esperando que se produzcan los milagros.
            Se nos olvida que somos los seres humanos los únicos responsables de lo que nos sucede, se nos olvida que nuestra vida solo es el resultado de nuestra programación mental, se nos olvida que nuestra vida solo es nuestra propia elección y que hemos elegido también los medios y herramientas en cada caso, se nos olvida que cada problema, cada situación difícil o inclusive las equivocaciones han de aceptarse como lecciones, peldaños para aprender, oportunidades obsequiadas por Dios para que podamos recordar nuestra propia Divinidad y perfección.
Se nos olvida que Dios está en nosotros.
 

jueves, 25 de septiembre de 2014

Reflexiones


El tiempo transcurre, va pasando la vida. Veremos como van desapareciendo nuestros seres queridos: primero los abuelos, después los padres y, sin darnos cuenta, nos encontraremos en primera línea para dejar la vida.
Hemos visto pasar los inviernos, uno tras otro, hemos visto caer las hojas de los árboles. En nuestros primeros inviernos, siendo niños, corríamos por las rutas de la vida ansiosos por crecer, y después, ya crecidos, nuestros hijos nos tomaron el relevo, como un día lo harán nuestros nietos y biznietos.
Pero según vamos creciendo, hasta envejecer un día, hay cosas que permanecen inmutables: el Sol que nos alumbra cada día, la Naturaleza inmutable en su mismo cambio según las estaciones, y nuestro trabajo sagrado y grandioso en la tierra.
Lo triste, es que muchos de los que crecen, envejecen y mueren, lo hacen sin tan siquiera plantearse, ni una sola vez en su vida, que están haciendo aquí. De la misma manera que no se cuestionan que el Sol salga cada día.
 
Llegamos a la vida porque así lo hemos decidido, nacemos por propia decisión, y lo hacemos para cumplir ese trabajo sagrado, nuestro trabajo, nuestra misión. Trabajo del que no nos acordamos ni poco ni mucho. Por no acordarnos ni tan siquiera recordamos de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Nos olvidamos de Dios, nuestro Padre, nos olvidamos de su Amor, nos olvidamos que Él es nuestro origen y nuestro destino. A veces me pregunto, ¿Cómo será el momento en el que dejemos el cuerpo y nos encontremos nuevamente cara a cara con Dios? Es claro que nos está esperando, con paciencia, con alegría. Él mejor que nadie sabe que todos nuestros momentos de sufrimiento y soledad, son ilusión vivida por la mente, y sabe que pasarán a formar parte del aprendizaje y bagaje del alma, como sabe que desaparecerán de inmediato en el momento que volvamos a poner nuestros pies en casa, en la casa del Padre.   
Y para Él, para el Padre, no importará cuales hayan sido nuestros comportamientos, no importará si nos sentimos culpables, Él nos ha perdonado antes incluso de cometer el mal. ¿Qué padre no perdona a su hijo?, ¿Qué padre no recibe con los brazos abiertos al hijo pródigo? Porque eso es lo que somos, como el hijo prodigo, nos fuimos de casa y nos olvidamos. Pero para Él somos sus bebés aprendiendo a vivir, aprendiendo a amar, en esta escuela que es la vida.
 

domingo, 14 de septiembre de 2014

La vida del alma


“Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces la voluntad se hace sincera; cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige el corazón. Cuando se corrige el corazón, entonces se cultiva la vida personal; cuando se cultiva la vida personal, entonces se regula la vida familiar; cuando se regula la vida familiar, entonces la vida nacional tiene orden; y cuando la vida nacional tiene orden, entonces hay paz en este mundo. Desde el emperador hasta los hombres comunes, todos deben considerar el cultivo de la vida personal como la raíz o fundamento”.
Confucio
            Nuestros progenitores y nuestros educadores se encargan de prepararnos para la vida física. Lo hacen con fe, con dedicación, con ilusión, llegando al éxito en muchísimas ocasiones, ya que consiguen que sus hijos y alumnos sean, al menos visto desde el exterior, según el dicho: “personas de provecho”. Han conseguido finalizar unos estudios, más o menos avanzados, en función de su valía y dedicación, tienen un trabajo, han conseguido formar una familia y llegan a tener una vida más o menos holgada. En resumen se podría calificar como una vida de éxito, dentro de la normalidad.
            Pero detrás de esta vida visible que parece una vida de éxito, existe otra vida, no tan visible, en la que se esconden otras condiciones, que hacen que la vida que hacia el exterior parece una vida normal y de éxito, sea un rotundo fracaso.
            Fracaso que puede ser por múltiples razones: Bien podría ser porque no utilizan el aprendizaje obtenido en los estudios, por no haber estudiado lo que realmente les atraía, sino que estudiaron lo que decidieron sus padres. Bien podría ser porque no consiguen estabilidad en sus trabajos, al trabajar en algo que no les atrae, ni poco ni mucho. Bien podría ser porque la pareja en la que habían volcado todas sus expectativas de felicidad, se desploma como muñeco de paja.
            ¿Cómo puede ser que personas, en teoría, preparadas para la vida, fracasen tan estrepitosamente?
            Si, están preparadas para la vida, pero ¿Para qué vida están preparadas?, ¿Para la vida del cuerpo o para la vida del alma? Pues están preparadas, perdón, mal preparadas para la vida del cuerpo, olvidándose completamente de la vida del alma.
 
            Nos preparan y preparamos a nuestros hijos para competir, para defender su espacio, para acumular, sin ser conscientes de que, casi nadie, por no decir nadie, con este aprendizaje, no está consiguiendo algo que parece básico, por ser justamente lo que busca todo el mundo: La felicidad.
            Casi todos tenemos claro que no solamente somos un cuerpo, también somos un alma. Otra cosa sería si la enseñanza, que en la actualidad solamente está centrada en las, llamemos necesidades del cuerpo, incluyera también las necesidades del alma. Y las necesidades del alma no son otras que el aprendizaje y la consecución de los valores. Los valores, que son las cualidades o las aptitudes de las personas, son la guía de conducta de las personas. Algunos de esos valores son: Amor, espiritualidad, libertad, respeto, tolerancia, responsabilidad, justicia, solidaridad, humildad, honestidad, amistad, perdón, bondad, moderación, gratitud.
            ¿En qué escuela o universidad se enseñan esos valores? Podemos estar completamente seguros de que si a la enseñanza actual, se le añadiera la enseñanza de los valores, el resultado sería completamente diferente, ya que las personas no sólo tendrían éxito en la vida de la materia, sino que además estarían alimentando a su alma, que a la postre es la única finalidad del viaje a la materia: el aprendizaje del alma, y centrándolo aún más, el aprendizaje del amor.
            Sin embargo, como esas enseñanzas no se dan en ninguna escuela especializada, no nos queda más remedio a todos los adultos que enseñar los valores a nuestros hijos, sobrinos, nietos y educandos. Y recordar que el ejemplo es el mejor método de aprendizaje. Si quieres que tu hijo aprenda a amar, ama tú; si quieres que sea tolerante, tolera; si quieres que sea honesto, lleva tú la bandera de la honestidad; si quieres que sea humilde no le trates con orgullo; si quieres que respete, respétale a él; y así con todos y cada uno de los valores. 
 

viernes, 12 de septiembre de 2014

Dios nos espera


«Dejad que los niños vengan a mí,
no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.
Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él»
Marcos 10:14
 

En el último mensaje canalizado, el Maestro nos decía: “El corazón de Dios es un mar de infinita bondad que espera por Vds. No es necesario que Le invoquen en oración, ni tan siquiera que digan su nombre. Él está con Vds. en todo momento y en todo lugar”.
¡Dios nos espera!, pero en las condiciones en que se encuentra la humanidad, ¿Cuánto tiempo tendrá que esperar? Los seres humanos ni tan siquiera somos conscientes de que Dios nos está esperando, porque no sabemos que Él es el final de nuestra carrera, Él es la meta, pero también es el inicio, de la misma manera que es el camino, o si lo sabemos no actuamos desde ese conocimiento.
Los seres humanos buscamos a Dios, sin aceptar que Dios ya está en nosotros, y disfrazamos esa búsqueda, que es la búsqueda autentica, la búsqueda definitiva, con pequeñas búsquedas, con jueguecitos, con pequeñeces.

 
Viajamos a lugares recónditos de la Tierra en busca de espacios fantásticos de energía. Energía que despilfarramos nada más llegar a casa, cuando no por el camino, juzgando situaciones, criticando personas, no aceptando nuestra vida o parte de ella, siendo deshonestos con nosotros mismos y los demás, manteniendo rincones de ira o de rencor en nuestro corazón, desaprovechando las oportunidades para ayudar y servir a los demás.
Podemos retirarnos del mundo durante unos días para mantenernos en silencio y meditar. Y al llegar a casa, volvemos a hablar por los codos, volvemos a dejar que la meditación se convierta en algo que hacemos el día que “tenemos tiempo”, o el día que estamos bajos anímicamente.
Podemos asistir a conferencias y cursos de crecimiento personal, para ser un poco más conscientes ya que proliferan como setas. Cursos que serán olvidados a los pocos días de su realización, sin haber puesto en práctica nada de lo aprendido en ellos.
Somos especialistas en frases bonitas, que ninguno pone en práctica, pero que quedan bien en el muro de nuestras redes sociales.
¿De qué sirve todo eso?, para hablar de ello, para sentirnos importantes, para hacer demostraciones de nuestra pseudo-espiritualidad, para que otros se queden con la boca abierta ante nuestra sabiduría espiritual. Pero realmente son pequeñeces, son jueguecitos, porque mientras tanto seguimos enojados con los hermanos, engañando a la pareja, criticando todo lo que se mueve, no dedicando el tiempo suficiente a los hijos, dudando de todo, no respetando a nada ni a nadie, teniéndole miedo no solo a la muerte, sino también a la misma vida. Y sobre todo se nos olvida lo más importante, nos olvidamos de Dios, nos olvidamos de quienes somos, nos olvidamos de dónde venimos, nos olvidamos adónde vamos, nos olvidamos para que estamos aquí, nos olvidamos de quienes son realmente los que nos rodean.
Hemos de ser conscientes de que lo que realmente hemos venido a hacer en la  vida es retornar a Dios, porque de Él venimos, y podemos hacerlo de frente, sin rodeos, a lo grande. ¿Cómo?, amando. Cualquier otra cosa no sería más que darle vueltas una y otra vez a la vida, a una vida que nos enmaraña en las redes de su ilusión una y otra vez, y así llevamos cientos o miles de vidas. ¿Cuántas más nos esperan?, ¿Cuánto tiempo tendremos a Dios esperando por nosotros? Tenemos suerte de que Su paciencia es infinita, y sobre todo tenemos suerte de que nos ama. Termino que no podemos utilizar nosotros, ¿o sí? Alguna vez te has hecho la pregunta: ¿Amas a Dios?
 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Son mas importantes tus obras que tus titulos


            Leía una canalización de un Maestro Ascendido, una de tantas de las que circulan por la red, pero con visos de realidad, que contrariamente a lo que creemos que nunca más volvían a encarnar los Maestros Ascendidos después de su ascensión, (al menos yo lo creía así), los Maestros Ascendidos pueden volver a la Tierra, si así lo deciden, para realizar determinados trabajos.
            Puede ser que en esa encarnación, lleguen al conocimiento de lo que son, o puede que no. Pero en ambos casos, normalmente, salvo excepciones, necesarias para la realización de su trabajo, su vida es idéntica a la del resto de mortales. Es decir, no solo nacen, crecen, envejecen y mueren, sino que lo hacen con dudas, con sufrimiento, con miedos. Tienen que descubrir, como todos, su camino desde el principio, tienen que aprender a amar, tienen que encontrar a Dios.
            La mayoría de los seres humanos, supongo que ellos también, tenemos verdadera pasión por conocer quiénes somos, y sobre todo por saber cuál es nuestra misión en la vida.
 
            Pero si reflexionamos serenamente en esas dos cuestiones, seremos conscientes de que no parecen tan importantes.  ¿En qué cambiaría nuestra vida?, ¿Qué ganaríamos con saber, aparte de satisfacer la curiosidad, que somos la reencarnación de un Maestro, de un Santo o de un Arcángel?, ¿De qué nos serviría conocer cuál es nuestra misión más importante?, a fin de cuentas, a la misión vamos a llegar pasito a pasito, la conozcamos o no. Y conocer quiénes somos, si fuéramos alguien, es posible que durante una temporada nos distrajera de nuestro trabajo, e incluso de nuestra vida. Porque nos preguntaríamos, ¿Cómo puede ser que siendo quien soy, tenga una vida de tanta ignorancia y de tanto trabajo para conseguir pírricos resultados?, ¿Por qué, siendo quien soy encuentro tantos inconvenientes?
            Todo el que pisa el teatrillo de la vida, va a tener que recorrerlo, de punta a punta, con el sudor de su frente, cuando no con dolor. Todo el que pisa el teatrillo de la vida va a tener que aprender a amar. Todo el que pisa el teatrillo de la vida va a tener que buscar a Dios.
            No es importante saber quiénes somos, lo verdaderamente importante es saber qué hacer. ¿De qué le vale, por ejemplo, al presidente de un país, ser presidente y que le conozca el mundo entero, si pisotea los derechos de sus conciudadanos?, pues por la misma razón, ¿De qué nos valdría conocer quiénes somos, si no actuamos con bondad, con amor, con compasión?
            Lo importante es saber que hacemos, y como lo hacemos. Lo importante es hacer con amor. 
             Podemos encontrar miles de manuales de cómo acercarse a la espiritualidad, de cómo aprender a vivir desde el corazón, de cómo aprender a amar, y todos son buenos si se siguen al pie de la letra las instrucciones, ya que leer, por si solo no acerca a nada, solo entretiene, o como máximo da un ligero conocimiento. Recuerda: “Vale más un gramo de práctica que una tonelada de teoría.
           ORACION PARA APRENDER A AMAR
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida.
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua.
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo.
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro.
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos.
 Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien.
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión.
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender.
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos.
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo. 

Madre Teresa de Calcuta.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Vivir el presente



Perlas para el alma        

Deben dejar de vivir para el futuro. El presente es un regalo que no saben apreciar. Dios, Nuestro Padre, en su infinita bondad, no dejará que nuestro futuro esté lleno de peligro, o exista en él daño para nosotros.


 

martes, 26 de agosto de 2014

La mano de Dios


            Este domingo mi hijo estaba invitado al cumpleaños de un compañero del jardín, y cuando subimos al coche para acercarnos hasta la casa de su compañero, el coche decidió no arrancar. No hacia ningún ruido, era como si la llave de contacto no existiera. Bueno, no nos quedó más remedio que llamar a un taxi para la ida, y la vuelta se solucionó con otra familia que realizaba el mismo recorrido que nosotros.
            Esta no es la historia. La historia comienza ahora. Aunque conocemos mucha gente encantadora en Cusco, ninguno de ellos es mecánico, con lo que no nos quedaba más remedio que iniciar un peregrinaje por los distintos talleres para encontrar algún mecánico que reparara el coche, y además en la casa, ya que este no se movía, y el servicio oficial sabemos que no desplaza a ningún operario a los domicilios. Ya sé que si conseguía otro coche y unas pinzas podríamos nosotros mismos intentar que arrancara, pero no tenemos pinzas y llamar a alguien para que viniera a la casa a primera hora para eso, nos parecía tan molesto que ni tan siquiera pasó por nuestra mente.
            Así que no nos quedó más remedio que llevar al niño en taxi al jardín, y en el momento en que salía el taxi con mi esposa y el niño, llegaba la primera paciente a la terapia, (por cierto, casi con un cuarto de hora de adelanto de lo que es habitual para ella), y al ver que se iban en taxi preguntó: “Y el carro, ¿Está malogrado?,
-          “Si”, contesté yo, “No arranca”. “Y ahora tenemos que empezar a buscar a ver quién viene para repararlo”.
-          “Pues si quieres el teléfono del mecánico donde llevo mi carro. Es bueno, serio, responsable, trabajador, honrado, cobra barato y es posible que si venga”
-          “Sí claro, dámelo si eres tan amable”
Deje a mi esposa una nota en la puerta con el número de teléfono y las bondades de mecánico. Y efectivamente, cuando llegó, llamó y en diez minutos el mecánico estaba en casa. Media hora después el coche estaba reparado.
Alguien puede pensar que fue una casualidad. Y si repasamos la definición de casualidad: “Combinación de circunstancias imprevisibles e inevitables”, podemos aceptar que sí, que fue una casualidad, como tantas y tantas que se dan cada día a millones de personas.
Otros, algo menos pegados a la materia, dirían que fue una causalidad, es decir, una relación entre causa y efecto. Un coche averiado, y la primera persona que llega a la casa, curiosamente conoce a un mecánico, que además es una joya como persona y como trabajador.
Algunos otros, más cercanos a la nueva era, podían decir que eso ha sido sincronicidad, una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal.
Seguro que los más pragmáticos dirían: “Y qué más da, lo importante es que el coche está arreglado”.
 
Estoy muy de acuerdo con los últimos, pero a pesar de estar de acuerdo con ellos, cuando el coche se puso en marcha y mi esposa pudo ir al súper en él, entré un momento dentro de mí y dije en mi interior: “Gracias Señor”. Yo sabía que la Mano de Dios era más que responsable de que nos hubieran puesto en contacto con la persona idónea para solucionar un problema en un tiempo record.
Cuando no le pones barreras a la vida, esta, que no es más que Dios en acción, se encarga de ponerte en bandeja aquello que necesitas. ¿Cómo se pondrían en este caso barreras a la vida? Con el pensamiento.
Desde el momento en que se averió el coche, solo hicimos un comentario: “Mañana habrá que empezar a buscar a alguien que venga a casa para reparar el coche”. Nada más, ni una queja, ni un atisbo de preocupación, sin renegar, sin culpar a la mala suerte de la avería, sin culpabilizar a nadie. Estaba claro que se iba a solucionar, antes o después, ¿Para que dar vueltas a algo que no estaba en nuestras manos?
Dejar de vivir desde los pensamientos le abre las puertas a un buen número de oportunidades que no tenemos cuando le ponemos condiciones a la vida, porque nosotros solos bloqueamos con nuestra mente cualquier oportunidad, ya que queremos que sea lo que nosotros decidimos, lo a nosotros nos gustaría, sin permitir a la vida que se exprese.
Como la vida es Dios en acción. Dejémosle que se exprese y trabaje para nosotros.

sábado, 23 de agosto de 2014

Palos en la rueda de la vida


            La ignorancia no exime de cumplimientos. Alguien puede no conocer para qué sirve un semáforo en rojo, pero si cruza la calle con el semáforo en rojo, es muy posible que un coche se lo lleve por delante, y cuando el atropellado llegue al otro lado de la vida de nada le va a valer decir: “es que yo no sabía para que estaba esa lucecita”. Está muerto y punto.
Por lo tanto, de nada vale, en este lado de la materia, el desconocimiento de si hay vida antes de la vida y si hay vida después de la muerte. Como al otro lado de la vida si que todos tenemos conocimiento de lo que realmente sucede, todos firmamos antes de venir a la vida lo que podríamos denominar nuestro contrato de vida. En él se especifica prácticamente todo: la fecha y el lugar de nacimiento, quienes serán las personas que nos acompañen, padres, hermanos, parejas, hijos, se especifican todos los encuentros, trabajos, estudios, y las condiciones en que se van a dar cada una de las circunstancias, en fin, un manual completo, que se respeta al pie de la letra. En ese manual, ya se encargan los que confeccionan con nosotros el plan de que todo lo que aparece en el reflejado sea posible de cumplir, nadie va a pedir imposibles. Y nadie del otro lado de la vida se va a saltar ni una coma de nuestro contrato, para ayudarnos a avanzar o para recordarnos que hacer, a no ser, claro está, que dicha ayuda este recogida y pactada en el contrato.
            Pero ante eso, no hay que olvidar que se encuentra nuestro libre albedrío, podremos cumplir lo pactado o no. Al llegar a la vida, hay cosas que se van a cumplir si o si, como es la fecha y el lugar de nacimiento, la fecha de la muerte, así como los padres de los que nacemos, pero para el resto, vamos a ser totalmente libres de cumplirlo o no. Pero hay más, que no parece ayudar mucho: Somos totalmente ignorantes, de manera consciente, de todo lo que hemos firmado antes de llegar a la vida. Es claro que no se cumple, en casi ninguna persona, en la inmensa mayoría de las veces, porque sino, nuestras idas y venidas a la materia finalizarían pronto, y no parece que sea sí, ya que todos llevamos a nuestras espaldas una buena cantidad de vidas.
            ¿Por qué no cumplimos nuestro contrato? De entrada, es claro que al no tener un libro de vida, o un manual, o una agenda en la que tuviéramos anotado el plan de vida, no sabemos, ni poco ni mucho, cuales son las decisiones que hemos de ir tomando para llegar a conseguir realizar lo establecido en el contrato, y por supuesto tampoco somos conscientes de cuáles son los hitos a conseguir, cual es nuestra misión, lo que debemos pagar o lo que nos deben a nosotros.
           

          En fin, un desastre. Llegamos a la vida sin saber qué hacer, y los que se encargan de enseñarnos y educarnos, no solo no tienen ni idea de cuál es nuestra misión, sino que tampoco conocen la suya.
            Ante este panorama, ¿Qué hemos de hacer? La primera idea casi sería suicidarse, ¿Qué hacemos aquí, si no sabemos para que hemos venido? Pero si, siempre hay una manera de saber qué camino tomar.
            En todos los seres humanos existen, podríamos decir, dos voces: una es la voz de la conciencia, y la otra es la voz del corazón. La voz de la conciencia es una voz muy tenue, casi un susurro, que de entrada nos va diciendo lo que está bien y lo que está mal. Es importante prestarle atención las primeras veces que nos llega esa voz, porque si no la hacemos caso, corremos el riesgo de que se vaya apagando y al final no vamos a tener la guía de si lo que estamos haciendo es lo correcto o no. Por supuesto, a los que se les apaga esa voz, poco les importa si lo que hacen está bien o mal. 
            Si no escuchamos la voz de la conciencia que nos habla a “toro pasado”, difícilmente vamos a escuchar la voz del corazón, que aún es más tenue, tan tenue que es más un sentimiento o una emoción que una voz. Si no escuchamos la voz de la conciencia, el corazón, es posible, que se haya endurecido, de tal manera, que se haya formado un caparazón que no deje entrar ni salir ninguna emoción. Estos tienen muy pocas posibilidades de cumplir su plan de vida.
            Si se escucha la voz de la conciencia, es posible escuchar al corazón. El corazón, que es el instrumento del alma, tiene todo el conocimiento del alma, que no es otro que el conocimiento del plan de vida. Las palabras del corazón son la intuición. Sin embargo, seguir la intuición aun es más difícil que seguir los dictados de la voz de la conciencia, sobre todo si se pasa la intuición por el tamiz de la mente, tamiz muy tupido, que en muchas, muchísimas ocasiones le es imposible atravesar, porque la misma mente se encargará de rechazarlo: “Que locura si hago eso”, “Que pensará la gente”, “Y ¿De qué voy a vivir”, etc., etc. El resultado es que la intuición se va a quedar en el baúl de los recuerdos.
            Con cada intuición que se queda en el baúl de los recuerdos, hay una parte del plan de vida que no se cumple, y el alma se entristece, y la vida se convierte en dolor y en sufrimiento. Es ponerle palos a las ruedas de la vida, con lo cual esta se detiene y puede llegar a pudrirse, como el agua estancada.
            ¡Sacar los palos de la rueda!, ¡dejar que se mueva la vida!, ¡seguir las intuiciones que no son más que los gritos que da el alma para que se cumpla el plan de vida, su plan de vida!
 Seguir la intuición es como montarse en una alfombra voladora que va a volar directamente al próximo acontecimiento de la vida, seguir la intuición es vivir la vida de la mano con Dios, seguir la intuición es asegurarse una vida plena, alegre y feliz, seguir la intuición es empezar a contar de manera regresiva las reencarnaciones pendientes, seguir la intuición es vivir alineados con el alma.
            Alguien puede creer que seguir la intuición es de valientes, yo tengo mis dudas, aunque parezcan cobardes los que ponen palos a las ruedas, en realidad son unos valientes, porque se van a enfrentar a una vida de dolor, de sufrimiento, de tristeza, de desengaños, de enfermedad, y lo saben. Se van a enfrentar a una vida inútil que les habrá generado más Karma del que se han liberado.
            ¡Quita los palos de las ruedas!, ¡Deja que ruede tu vida!

martes, 12 de agosto de 2014

Regreso a Dios (Una vida de virtud)


Recuerde esto.
Cuando las personas escogen el retirarse del fuego,
el fuego continua dando calor, pero ellos se enfrían.
Cuando las personas escogen alejarse de la luz,
la luz continua siendo brillante, pero ellos están en la oscuridad.
Esto es lo mismo que pasa cuando la gente se aleja de Dios.
                                                          San Agustín          

La humanidad, o mejor, para no ser catastrofista, una parte importante de ella, se encuentra separada de Dios, se encuentra sumergida en un sueño, se encuentra sumergida en el sueño de la vida, viviendo una ilusión, viviendo una fantasía, sin ser conscientes de su origen, sin ser conscientes del camino por el que han de transitar, sin ser conscientes de quienes son sus compañeros de viaje, sin ser conscientes de su equipaje, sin ser conscientes de su destino. Esa parte importante de la humanidad se encuentra dentro de una burbuja tratando de defender su espacio, a capa y espada, contra todo aquel o todo aquello que pueda suponer un peligro para la estabilidad de su burbuja.
            Al vivir separados de Dios los seres humanos buscan unirse a algo, y en su sueño calibran cual puede ser la unión más fructífera para ellos, cual la más cómoda, cual la menos dolorosa, cual la que les va a proporcionar una vida plena y feliz. Pero está claro que no lo consiguen, ya que si lo consiguieran su vida sería una vida sin dolor, una vida sin sufrimiento, y son muy pocas las personas que ante la pregunta de ¿Eres feliz? Contestan “si”, con una sonrisa que hace que sus ojos bailen al son de la música de esa felicidad que sienten. Del resto, unos contestan que “si, a ratos”, otros te responden con una perorata para demostrar que la felicidad no existe, otros te miran de manera extraña como no entendiendo la pregunta, o preguntándote a su vez ¿Cómo puedes preguntar semejante tontería?
¿Será entonces que no consiguen vivir esa vida que desean porque en su maquinación eligen una opción de unión equivocada? La respuesta es “si”. Los seres humanos buscan uniones desde una perspectiva errónea. El error consiste en que buscan las uniones, de cualquier tipo, para satisfacer algo que les atrae de manera inconsciente, el anhelo de paz, el anhelo de amor, el anhelo de felicidad y el anhelo de unión con Dios, que nace del alma. Buscan satisfacer ese anhelo en el exterior, lo buscan en el poder, en el dinero, en los estándares de belleza y moda. Y algo debe de fallar, porque nadie lo encuentra. Algunos parece que lo consiguen, pero no es definitivo, puede durar una temporada más o menos larga, pero al final se acaba y vuelve el sufrimiento.
El anhelo del alma no busca una satisfacción de un día,  de un mes, de un año y ni tan siquiera de una vida. El alma busca una satisfacción que tenga una duración igual a la suya, es decir que dure una eternidad.
No parece que nada caduco pueda durar una eternidad. Por lo tanto hay que buscar en otro lugar, hay que buscar otra opción que sea duradera, más que duradera, que sea eterna. Y  lo podemos encontrar en Alguien tan eterno como el alma, lo podemos encontrar en Su Propio Creador, lo podemos encontrar en Dios.
Nada puede apartar de Dios al espíritu humano. Por lo tanto, el primer trabajo para regresar a Dios es entendernos a nosotros mismos, y convertirnos en seres espirituales. Un ser espiritual es aquel que estando en el mundo, entiende que hay una razón de su estancia aquí, que esa razón es la unión con Dios y que para esa unión necesita vivir desde su alma.
Vivir desde el alma para regresar a Dios requiere cierta dosis de consciencia, de trabajo, de voluntad y de paciencia.
 
Hemos de vivir una vida de virtud. Pero ¿Qué es la virtud?, Para Platón, la virtud es “la perfección del alma”, y para Aristóteles la virtud es una "excelencia añadida a algo como perfección".
La virtud es un hábito, es un hábito mediante el cual potenciamos las cualidades del alma, (inclusividad, amor, alegría y felicidad, participación, soledad, indiferencia espiritual, impersonalidad, desapego, libertad, serenidad, calma interior, responsabilidad, sabiduría e intuición), y como todo hábito requiere un aprendizaje y una repetición; es decir, se requiere voluntad, por lo que bien podríamos decir que la virtud es una cualidad de la voluntad que, además, supone un bien para uno mismo y para los demás.
Los buenos hábitos, es decir, las virtudes, consiguen que se vaya estableciendo el dominio de la inteligencia en la vida del espíritu, es decir, es utilizar la inteligencia. Los vicios dispersan las fuerzas de la persona, mientras que las virtudes las concentran y las ponen al servicio del alma.
Una persona que es perezosa, que tiene el vicio de la pereza, puede fijarse,  propósitos estupendos, pero es incapaz de cumplirlos: su propósito resulta derrotado por la pereza, por la resistencia del cuerpo a moverse. ¡Es imprescindible la voluntad! Voluntad para meditar, voluntad para no juzgar, voluntad para vivir y ser feliz, voluntad para ser cada día mejor, voluntad para amar, voluntad para servir a los demás, voluntad……….., voluntad………., voluntad.
Una persona que tiene virtudes, es decir que tiene voluntad, es libre, es mucho más libre que la persona que no tiene ninguna virtud que es como una hoja movida por el viento. La persona con voluntad es capaz de hacer lo que quiere, cualquier cosa que decida, mientras que la otra es incapaz. La persona que no tiene virtudes, que no tiene voluntad, no decide por sí misma, sino que algo decide por ella.

sábado, 9 de agosto de 2014

Disfrutar la vida


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (6 de Agosto de 2014)        

 
La vida es un regalo divino, es un conjunto de experiencias y aprendizajes invaluables.
            Disfruten cada momento de su regalo porque ese momento no va a repetirse nunca.