Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
El Amor es
una Energía, mientras que el amor que sentimos los seres humanos es un
sentimiento, es una emoción, es un conglomerado de apego y deseo que mueve una
energía que afecta al chakra solar y hace que parezca que hay maripositas aleteando
en el estómago. Pero las maripositas más pronto que tarde dejan de aletear, la
energía de deseo se va evaporando y solo queda el apego que nos hace creer que
seguimos con las personas porque las queremos, aunque a veces, decimos, sin
ningún rubor que se ha acabado el amor pero queda el cariño. No, el Amor nunca
se acaba, lo que pasa es que no ha existido nunca, lo que queda es apego, algo
que hay que aprender a eliminar porque es la antítesis del Amor: Donde hay
apego no puede existir Amor, porque el Amor es libertad, el Amor es confianza,
el Amor es respeto, el Amor es comprensión, el Amor es tolerancia.
Decíamos en una de las entradas
anteriores que el viaje hacia el interior, se realiza suavemente, deslizándose
con la respiración consciente, después de dominar los pensamientos, manteniendo
una atención constante y aceptando todo lo que el fluir de la vida nos ofrece,
que no es más que aquello que nos envía el Universo, fruto de la atracción que
nuestros pensamientos han generado con anterioridad.
Podemos resumir todo el párrafo
anterior en una sola palabra “Atención”. Mantener la atención permanente en el
fluir de la vida es el tobogán que nos permite deslizarnos hacia nuestro
interior. Es paradójico, vivir la vida con total atención, que no es más que
ser total y absolutamente conscientes de los sucesos de la vida en el exterior,
hace que podamos llegar al interior y vivir esos sucesos desde dentro.
Y eso es así porque la atención está
desprovista de pensamiento, que es el principal, y casi me atrevería a decir
único, enemigo del ser humano, mucho más que cualquiera de lo que podamos
calificar como peligro extremo, como podría ser encontrarnos de frente con un
ladrón asesino, o estar flotando en el mar sentados en una barca de juguete en
mitad de un tornado. Porque el asesino y el tornado todo lo más que pueden
hacer es acabar con nuestro cuerpo y, sin embargo, los pensamientos ennegrecen
la conciencia y destrozan la vida en el cuerpo.
Recordar, somos seres espirituales
viviendo una experiencia humana. Cuando se acaba el cuerpo se interrumpe la
experiencia en la materia, pero seguimos vivos con toda nuestra luz y nuestra
conciencia al otro lado de la vida. Si se ennegrece la conciencia se va a necesitar
más tiempo, más vidas, más experiencias humanas para volver a dejarla limpia y
clara. Se retrasa, en definitiva, la unión con Dios.
Ya sabemos que para los que viven en
la periferia de la conciencia asomados al exterior en el balcón de la vida, la
vida física es lo más grande y solo pensar en perderla les aterra, pero llegará
el día que piensen en la muerte como una liberación. Una liberación de la vida,
que aunque sea una experiencia hermosa, no deja de ser un tanto monótona y
pesada.
Sigamos con la atención: El secreto
para mantener la atención, es dominar el pensamiento, y se domina el
pensamiento con atención. Es una especie de círculo vicioso. Desde luego no se
puede decir que nos lo pusimos fácil al otro lado de la vida. Es posible que
con una mente menos poderosa hubiéramos terminado antes, aunque bien es cierto
que el mérito no sería el mismo que con nuestra mente actual.
Como no podemos cambiar nuestra
mente, ¡es la que tenemos!, no nos va a quedar más remedio que dominarla, y
para eso podemos, y me atrevería a decir que debemos utilizar algunas herramientas
que sirvan de apoyo para facilitar el trabajo: respiración y meditación.
Vamos a repetir algo súper conocido:
“Todo es energía”. El pensamiento también lo es. Y tengamos en cuenta otra
máxima: “La energía siempre sigue al pensamiento”. Esto quiere decir que donde
va el pensamiento se va la energía. Por lo tanto, si cuando se tiene un
pensamiento se piensa: “No quiero tener este pensamiento”, lo que se está
haciendo es alimentar con energía extra al pensamiento. Es como decir: “No
pienses en un elefante blanco”, ¿Qué es lo primero que viene a la mente?, pues
un elefante blanco. Para eliminar un pensamiento se le ha de retirar la
energía. Para eso lo mejor es llevar la atención a otro lugar que no sea el
pensamiento, y el mejor lugar para desviar la atención, entre otras razones
porque siempre está ahí, es la respiración. Si cuando se tiene un pensamiento,
la persona es consciente de ese pensamiento, y quiere que desaparezca de su
mente, solo tiene que llevar la atención a la respiración y mantenerla, y de
inmediato el pensamiento se esfuma, como el humo.
¿Qué significa llevar la atención a
la respiración y mantenerla? Significa meditar. La definición de la meditación
lo dice: Meditar es mantener la mente limpia de pensamiento.
Por lo tanto, meditar para mantener
la mente sin pensamientos, va a hacer que se viva la vida con total atención, y
va a ser esa atención el lubricante que va a permitir el deslizamiento suave
hacia el interior.
¡Bien, ya estoy dentro!, y ahora
¿Qué? ¿Cómo encuentro eso que estoy buscando?
Calma, sosiega, energiza, aparta las
preocupaciones.
Más confianza en uno mismo, más
tolerancia, más sensibilidad.
Mayor intuición y percepción.
Desarrollo de la inteligencia y mayor
capacidad de aprendizaje.
Las hormonas calmantes, melatonina y
serotonina, se incrementan con la meditación, mientras que la hormona del
estrés, el cortisol, se reduce.
La meditación tiene un efecto
profundo en los tres indicadores clave de la edad: la capacidad auditiva, la
tensión arterial y la visión de objetos cercanos.
La gente que lleva tiempo meditando
padece un 80% menos de enfermedades del corazón y un 50% menos de cáncer que
los que no meditan.
Los meditadores segregan más hormona
relacionada con la juventud, la dhea que los no meditadores. Los hombres de 45
años que meditan tienen una media de 23% más de dhea que los que no meditan, y
en las mujeres la diferencia es de un 47%. Esto ayuda a disminuir el estrés, a
incrementar la memoria, a preservar la función sexual y a controlar el peso.
El 75% de los que padecen insomnio
consiguen dormir si practican la meditación.
El 34% de la gente que sufre dolores
crónicos puede reducir significativamente el dolor.
La meditación crea un estado
hipometabólico único en el que el metabolismo se encuentra en un estado mucho
más profundo que durante el sueño. Mientras se duerme, el consumo de oxígeno
baja un 8%, mientras que en la meditación baja entre un 10% y un 20%.
La
meditación es la única actividad que reduce el lactato de la sangre, que es un
marcador del estrés y la ansiedad.
Las hormonas
calmantes, melatonina y serotonina, se incrementan con la meditación, mientras
que la hormona del estrés, el cortisol se reduce.
La meditación
tiene un efecto profundo en los tres indicadores clave de la edad: la capacidad
auditiva, la tensión arterial y la visión de objetos cercanos.
Con independencia de lo que cada uno
está buscando, (casi todo en el mundo de la materia), existe una búsqueda
inconsciente, que se encuentra incluida de manera subliminal en todo aquello
que realiza el ser humano y que no es otra cosa que el encuentro con Dios. Esta
búsqueda se está realizando desde la primera experiencia humana en su primera
vida como ser individualizado en la materia hasta la última, volviéndose
consciente de esa búsqueda en las últimas vidas que el ser humano disfruta en
la materia.
¿Por qué se es consciente en las
últimas vidas de esa búsqueda de Dios, y no en los cientos o miles de vidas
anteriores?, sencillamente por el crecimiento que ha ido realizando la persona,
por su evolución, por la expansión de su conciencia, por vivir justamente desde
el interior. El crecimiento, la evolución de los seres humanos, debido a su
singularidad es lento, muy lento, aunque afortunadamente crecimiento a fin de
cuentas.
La singularidad solo vine dada por el
pensamiento social, por todo lo que nos encontramos al llegar a la vida. La
sociedad nos enseña desde la cuna lo que es prioritario para desenvolverse en
esa sociedad en la que aparece el recién nacido y lo que hay que aprender para
alcanzarlo. No es habitual que en la enseñanza que se imparte a un niño se incluya
la búsqueda de Dios, o se incluya la divinidad del ser humano, o se incluya la
compasión, la misericordia, el perdón y el Amor. Todos estos aspectos son
desconocidos para la sociedad. La sociedad cree que estas son emociones que el
ser humano ha de desarrollar de manera individualizada y que lo que hay que
aprender con respecto a esas emociones es a controlarlas y a reprimirlas.
Todas las enseñanzas van dirigidas a
conseguir cosas que se encuentran en el exterior, con el resultado de todos
conocidos: guerras, hambre, discriminación, inseguridad, falta de respeto y
miedo, mucho miedo a casi todo lo que se mueve y que no se mueve, motivado por
todos los educandos: Se enseña amenazando, se enseña manejando el miedo, se
enseña a temer en lugar de enseñar a amar. Enseñan amedrentando los padres, “Si
no vienes inmediatamente te quedas sin juguetes”, lo hacen los profesores, “Si
no estudias no apruebas, tendrás que repetir curso. Nunca serás un hombre de
provecho”, por las autoridades religiosas, “Eso es pecado te vas a condenar al
fuego eterno”. Todo es atemorizar: “O haces lo que yo digo o….., atente a las
consecuencias”. Esta es la singularidad del ser humano: Venimos a la vida a
aprender a Amar y nos enseñan lo contrario, nos enseñan a temer.
Esta es la razón de la lentitud en
nuestro crecimiento. Y así seguimos vida tras vida hasta que un buen día, mil
vidas después uno empieza a hacerse preguntas: ¿Por qué es tan importante que
gane mi equipo de fútbol?, ¿Qué gano yo con eso?, ¿Cómo puede ser que solo mi
religión sea la auténtica y verdadera?, ¿Estarán equivocados los millones y
millones de personas que siguen a las cinco mil religiones restantes?, ¿No
estaremos todos equivocados?, ¿Cómo puede ser que yo tenga que trabajar para
malvivir y los políticos que mal gobiernan los países, (en teoría para servir a
sus conciudadanos), vivan en la opulencia, solo haciendo declaraciones en
contra de los otros políticos en la prensa, en lugar de trabajar todos unidos
por un bien común?, ¿Realmente existe alguna diferencia entre el partido azul y
el partido rojo?, ¿Cómo puede ser que el banquero que solo es el depositario de
“MI” dinero viva un millón de veces mejor que yo?, ¿Cómo puede ser que se mate
en nombre de Dios?, ¿Cómo puede ser que se coloque alambre de espino en una
línea imaginaria para impedir el paso de seres humanos, en nombre de no sabemos
muy bien qué?, ¿Cómo podemos ser los seres humanos tan ridículos, perdiendo
tiempo y energía en cuestiones inútiles, en fútiles discusiones, en criticas
despiadadas, en mentiras clamorosas, o en deslealtades?
Cuando el ser humano comienza a
cuestionar todo lo que le rodea está preparado para acelerar el paso en el
camino que comenzó a transitar hace mil vidas. A partir de ese momento el
camino se torna solitario porque es la única manera de encontrar las
respuestas, ya que estas se encuentran en su propio interior y para ese
trayecto del viaje a su interior no necesita compañía. Es SU búsqueda, es SU
trabajo, es SU crecimiento, es SU encuentro con Dios.
Y ahora sí, aunque el camino se
transite en solitario podemos mostrar cuales son las etapas.
¿Cómo entrar en el interior de uno
mismo? Es muy posible que esta sea la segunda pregunta del millón. Después del
¿Quién soy?, ¿De dónde vengo?, ¿Adónde voy?, esta creo que es la pregunta que
le sigue en importancia a las preguntas de la identificación, a esas preguntas
en las que la respuesta nos sitúan un poco bajo el foco de lo que somos los
seres humanos. Porque una vez sabido quienes somos, hemos de contactar con
nosotros mismos, y ese contacto se va a realizar dentro, mirando al corazón,
escuchando al alma; y para establecer el contacto dentro, hay que entrar, y
para entrar hay que saber cómo.
Ya son muchas las personas que saben
que son hijos de Dios, y saben que hacen aquí, pero no terminan, o mejor no
empiezan a actuar como tal, como abanderados de la Divinidad, podríamos decir,
espero no cometer un sacrilegio, como los auténticos voceros de Dios, como los
auténticos representantes legales de sus intereses en la Tierra, ¿Quién mejor
que un hijo para representar al Padre?
Y ¿Por qué no lo hacen? Pues porque
no saben muy bien cómo actuar, el conocimiento que tienen es meramente
intelectual, falta la experiencia, a pesar de esas meditaciones en las que
cuando finalizan dicen “que fuerte”. Ese “que fuerte”, es como una gota de agua
recibida, en comparación con el océano que les está esperando. La realidad es
que pasar del conocimiento intelectual a la voz de la experiencia por haber
integrado el conocimiento es posiblemente el paso más difícil que hemos de dar
como seres humanos. Y ese paso es precisamente entrar a nuestro interior.
Por eso tenemos que hablar de la
relajación, de la meditación, del viaje a la India, de la charla que escuchamos
al maestro, al gurú o al monje tibetano, por eso tenemos que hablar de una
determinada técnica o de lo intenso que fue el último intensivo. Todo esto son
pasos correctos y posiblemente necesarios, aunque no imprescindibles, para
poder dar el paso hacia nuestro interior, paso que significa dejar de vivir en
la cabeza para vivir en el corazón, paso que significa abandonar la periferia de la conciencia para sumergirnos totalmente en ella.
El viaje hacia el interior, se
realiza suavemente, deslizándose con la respiración consciente, después de
dominar los pensamientos, manteniendo una atención constante y aceptando todo lo
que el fluir de la vida nos ofrece, que no es más que aquello que nos envía el
Universo, fruto de la atracción que nuestros pensamientos han generado con
anterioridad.
Las cinco líneas anteriores bien
podrían ser el prologo de cientos de tratados que hablan de la respiración
consciente, de la atención plena, de la meditación, del perdón y de la
aceptación, de la fuerza de los pensamientos y de las Leyes del Universo.
Cuando me siento delante de la
computadora para escribir lo que será un nuevo post, lo hago solamente con una
idea inicial, una especie de titulo, y nunca sé, en ese momento hasta dónde
puede llegar. Es tecleando que van apareciendo las ideas que se van plasmando
prácticamente sin ser totalmente consciente. En este caso, al llegar a estas
cinco líneas he sido consciente de que me he metido, o me han metido, en un berenjenal,
y de que la salida no va a poder ser lo que pretendía, que era escribir un post
de dos folios máximo, esto se va a tener que convertir en una especie de
tratado. No, por supuesto que no lo voy a hacer, no estoy preparado para eso,
ya hay maestros que han dictado esos tratados, pero si voy a intentar, resumir
ese prólogo de tratados según mi humilde, corta y personal experiencia.
Así que aquí termina esta segunda
entrada. Seguiré, utilizando el mismo titulo en las siguientes
El secreto de todo lo que estás
buscando, sea lo que sea, está dentro de ti. Ya sé, ya estoy escuchando tus
pensamientos, son demasiado fuertes: “Lo que yo busco es una pareja, ¿Cómo la
voy a encontrar dentro de mí?”, o “¿Cómo voy a conseguir dentro de mí el dinero
que necesito para la hipoteca de la nueva casa?”, o “¿Cómo voy a conseguir
encontrar dentro de mí la solución que busco para solucionar el problema del
calentamiento global de la Tierra?”, y tantos más pensamientos de todas y cada
una de las personas que están buscando algo material. O de personas que no
buscan nada material: “Solo quiero consuelo y entender el porqué de la perdida
de mi hijo”.
Aunque
también estoy escuchando pensamientos de personas que no están buscando nada en
concreto: “Pero ¿Cómo vamos a entrar dentro con todo lo que hay fuera, para
ver, para oír, para probar, para tocar, para vivir, para sentir, para gozar?”.
Sería bueno ir desgranando conceptos
y saber que significa entrar dentro de uno mismo, sería bueno saber dónde se encuentra
la puerta de entrada, y sería bueno saber cómo es posible conseguir dentro algo
que se encuentra fuera.
Entrar
dentro de uno mismo significa vivir hacia en el interior, sin dejarse
impresionar ni bien ni mal, ni mucho ni poco, por cualquier situación, por
cualquier suceso o por cualquier circunstancia que ocurra en el discurrir de la
vida. Y cuando decimos cualquier situación, cualquier suceso o cualquier
circunstancia, es cualquiera, del tipo que sea, cualquiera de las que en la
actualidad se puedan calificar como buena, (que toquen millones en la lotería),
como mala, (quedarse sin empleo o que se incendie la vivienda), o dramático,
(la muerte de un ser querido). Puedes
añadir esa circunstancia terrible que estás viviendo: “Embarazada del que será
tu cuarto hijo, abandonada por tu esposo y sin ingresos fijos con los que
hacerle frente a la vida”. Puedes añadir, también, tu circunstancia particular
de vida, sin importar la que sea.
Porque vivir
hacia el interior trata de que sin variar ni un ápice tu vida, puedas vivirla sin
sobresaltos, sin agobios, sin miedos, sin dolor, sin sufrimiento, sin ansiedad.
Si, a pesar de esa circunstancia buena, mala, terrible o dramática que estás
viviendo.
¿Cómo puede
ser no sentirse afectado por tantas y tantas vicisitudes como acontecen en la
vida solo con desviar la mirada, del exterior hacia el interior?
Es que no se trata de desviar la
mirada, no se trata de ignorar tu realidad, no se trata de olvidar al instante
cada hecho, no se trata de jugar a “aquí no pasa nada”, no se trata de cerrar
los ojos, no, al contrario, se trata de vivir la vida con los ojos bien
abiertos, se trata de mantener vivo el recuerdo, (que no el pensamiento), sin olvidar
nada, se trata de saber exactamente qué está pasando en cada momento, se trata
de hacerle frente a la vida, se trata, sencillamente, de vivir la Vida, se
trata de vivir la Verdad.
Vuelvo a escuchar vuestros
pensamientos: “Si estoy viviendo la vida, y me encuentro con un episodio
desagradable, tengo que sufrir”. Si, tienes razón, tienes que sufrir, pero las
preguntas siguientes serian: ¿Cuánto ha de durar ese sufrimiento?, ¿Cuánto de
intenso ha de ser?
Es normal que afecten los sucesos que
van ocurriendo en la vida, pero lo que no es normal es que esos sucesos afecten
el resto de la vida o una larga temporada. Todo lo que ocurre sucede en un
momento, El sufrimiento que eso genere no ha de alargarse en el tiempo, debe de
ser asimilado, entendido e integrado en el menor tiempo posible.
La duración del tiempo para asimilar,
entender e integrar los sucesos viene determinado por la madurez de la persona,
por la madurez de su carácter, por la expansión de su conciencia o por el
crecimiento adquirido. O lo que es lo mismo el tiempo de sufrimiento es
inversamente proporcional al punto de su viaje al interior en el que se
encuentra la persona. Es decir, una persona que viva en la periferia de su
conciencia, lo cual significa que solo vive hacia el exterior, va a sufrir lo
indecible y durante un largo periodo de tiempo, mientras que otra persona que
ha conseguido expandir su conciencia y acercarse a su interior va a sufrir
menos, tanto menos cuanto más adentro se encuentra.
¿Significa eso que entrar dentro de uno
mismo endurece a la persona? La respuesta es no, al contrario, la dulcifica, la
hace más amorosa, más comprensiva, más tierna, más tolerante, porque lo que se
encuentra la persona cuando entra en sí, es a Dios, y Dios es Amor.
Al entrar en su interior la persona
conecta con su parte divina, y llega a la comprensión de la razón de su
existencia, llega al entendimiento del por qué de todas las cosas, sabe que
todo es producto de un plan, del Plan Divino, sabe que todo es perfecto, sabe
que cualquier suceso que ocurra o cualquier situación que se presente ha sido
planificado con minuciosidad para su propia experiencia y que lo que debe
extraer de todo ello es el conocimiento que tal situación comporta. Por eso no
tienen razón de ser los enfados por que los resultados no sean los esperados,
no tienen razón de ser los sufrimientos por enfermedades o perdidas, no tienen razón
de ser las decepciones ocasionadas por familiares o amigos, no tienen razón de
ser los miedos ante el discurrir de la vida, y sobre todo no tiene razón de ser
las vueltas y más vueltas que se le dan en la mente a esas situaciones buscando
¿Qué?, buscando nada.
Hay que vivir la experiencia
totalmente despiertos, con total y absoluta conciencia de lo que está
sucediendo para integrar en el alma el aprendizaje, sabiendo que no es más, sea
lo que sea, que un peldaño más en el despertar del sueño de la vida.
Todo esto es lo que sucede por vivir
en el interior de uno mismo. En la próxima entrada veremos cómo llegar a ese
interior y como conseguir lo que buscamos.
En
la vida física tenemos un sinfín de oportunidades de crecimiento. Casi me
atrevería a decir que las tenemos todas. Es mucho más rápido el aprendizaje dentro
de un cuerpo que el que se puede atesorar al otro lado de la vida, sin cuerpo.
La
razón es simple. Al otro lado de la vida nada interfiere en nuestro contacto
con Dios, sabemos lo que somos y lo que tenemos que hacer, mientras que en este
lado, dentro del cuerpo, no tenemos ninguna conciencia de lo que somos, no
tenemos conciencia de Dios, no tenemos conciencia de nuestra divinidad, no
tenemos conciencia de la tarea a realizar, nuestra conciencia no va más allá de
nuestro cuerpo físico, al menos en un elevadísimo porcentaje de personas, en realidad
nuestra conciencia mientras permanecemos dentro de un cuerpo está tan
comprimida, y tan impregnada de materia que prácticamente solo tenemos conciencia
de nuestra realidad física.
En
estas condiciones, podemos calificar de auténticos héroes a todos aquellos que,
a pesar de la pesadez del cuerpo, a pesar de la contaminación de la materia, a
pesar de la sociedad, maligna, corrompida y carente de valores, a pesar de la enseñanza
recibida, a pesar de la desinformación, en un alarde de locura, como lo podrían
calificar sus conocidos, o en un alarde de valentía como se contempla desde el
otro lado de la vida, comienzan una lucha consigo mismos para expandir esa
conciencia que permanece dormida en lo más recóndito de sus deseos.
Por
eso el crecimiento realizado desde el cuerpo, es de una rapidez y una eficacia extraordinaria,
ya que contra viento y marea, en contra de lo aprendido, en contra de las
iglesias, en definitiva en contra de la sociedad, el héroe, o el guerrero, como
también se le denomina, comienza, al principio lentamente, tratando de buscar respuestas,
a preguntas sencillas, como ¿Quién es?, o ¿Qué hace aquí, en esta vida que
parece tan injusta?, y cuando descubre lo más importante, que las respuestas no
le van a llegar desde el exterior, sino desde su grandeza interior, la rapidez
en su crecimiento se convierte en exponencial. Desde entonces, a más expansión
de su conciencia, menos recorrido en el camino de la vida tendrá que recorrer.
Los
guerreros se van convirtiendo en héroes a medida que avanzan en su despertar. Sus
batallas las libran, en un principio, a golpe de tambor, que todo el mundo sepa,
o al menos su mundo, que están involucrados en una guerra contra lo
establecido, queriendo incluso arrastrar a los suyos en su propia lucha.
Después comienzan a comprender que cada persona ha de librar su propia batalla
y recorrer su propio camino de despertar, y dejan de tocar los tambores, para
vivir el silencio tanto en su interior, como en su exterior.
Pero
después, cuando se comienza a abrir los ojos, hay que seguir atentos, porque la
mente, con su inmenso poder, va a tratar de amarrar a esa conciencia que se
despega de ella para expandirse más allá de la realidad física, como si de un
globo se tratara, para que se quede en la periferia del cuerpo y no se aleje
demasiado. Entonces el guerrero es como si se convirtiera en un soldadito de
plomo, sin fuerzas para seguir en su despegue.
Hemos
de aprovechar la vida física. Una vida es cortísima, y hemos de permanecer
atentos a esa mente que intenta que el globo no se eleve. No nos puede valer
quedarnos en la periferia de la conciencia, hemos de seguir la pelea. Esta no
se acaba hasta que seamos total y absolutamente conscientes de nuestra
divinidad, y de nuestro Amor por toda la humanidad. Hasta que lleguemos ahí,
aun nos quedan viajes de ida y vuelta. No dejes que te acune la mente haciéndote
creer que como lees libros “raros”, o meditas a veces, ya estás por encima del
bien y del mal. No te dejes engañar, el final sucede cuando Amas, no cuando
hablas del amor.
Es difícil de
explicar, y por lo tanto difícil de entender, el cambio que se produce a nivel
de percepción, del alma que vive libre en el seno del Padre y la que vive
encarnada. Pero podemos intentarlo.
En realidad,
la percepción del alma es la misma, pero el alma encarnada envuelta en la
materia y en la personalidad del ego, no parece tener gran influencia en el
desarrollo de la vida física. No puede, se encuentra atada y amordazada, mientras
que una vez libre de sus envolturas, con la desaparición del cuerpo recupera su
libertad expresando de nuevo su divinidad.
Comencemos
por el principio. El alma organiza su próxima vida, acompañada de guías, de Maestros,
y de las almas que van a compartir con ella la vida física. El alma es
totalmente consciente de su recorrido en la materia recordando todas sus vidas
anteriores.
Quiero hacer
un aparte antes de seguir, para aclarar que no es que el alma recuerde, no lo
necesita. No existe el tiempo en la vida fuera de la materia, ya que el tiempo
solo es una percepción del ego. Por lo tanto al no existir el tiempo puede ver,
en tiempo presente todo lo ocurrido en cualquier tiempo y en cualquier espacio.
Es al encontrarse maniatada en la materia cuando ha de recordar.
La
organización de una vida es una tarea muy compleja, ya que en esa organización tienen
que acoplarse todas las tareas que han de realizar todas y cada una de las
almas que van a compartir la vida física con ella. Y no solamente se ha de organizar
una opción de vida, se han de organizar varias, para poder abarcar los distintos
cambios, que son muchos, que puedan ocurrir generados por el libre albedrío de
los egos que comparten la encarnación.
El estado
habitual del alma es permanecer fuera del cuerpo, ya que en el cuerpo solo se
encuentra durante cortísimos espacios de su eternidad. Pues en ese estado fuera
del cuerpo, el alma es total y absolutamente consciente de lo que ha vivido, de
lo que le queda por vivir, de lo que ha aprendido, de lo que le falta por
aprender, de lo que debe y de lo que le deben, y la planificación de su vida
está ligada a todo ese bagaje, eligiendo padres, hermanos, parejas, hijos,
nietos, amigos, países, situaciones, trabajos, etc., etc. El alma, si de ella
dependiera, trataría de abarcar cuanto más mejor, para terminar en una vida
física todo su trabajo, pero los seres que la acompañan en su programación, únicamente
la dejan que planifique el aprendizaje y la liberación del Karma que podrá
soportar. Intentar más sabiendo que el ego sería incapaz de llevarlo a buen
puerto seria un sufrimiento inútil.
Cuando llega
el momento de encarnar, el alma carga con la mochila de los miedos y de las
emociones que va paseando vida tras vida para liberarse de ellos, y es cuando
el ego recibe esa mochila, que comienza el calvario del alma. Envuelta por la
materia, amordazada y maniatada, no puede hacerse oír para que el ego entienda
que el sufrimiento y el miedo que comienzan a atenazar su existencia, solo son
herramientas para su propio crecimiento.
La minuciosa
programación realizada antes de la vida, se ve amenazada, truncada y parcelada,
con lo que el alma comprueba que no solo no va a avanzar ni un milímetro, sino
que puede cargarse con más Karma para liberar en vidas futuras.
El alma
intenta hacerse oír, enviando imputs al corazón para que el ego aprecie las
intuiciones, que son el lenguaje del corazón, pero nada. Lo reintenta haciendo incluso
enfermar físicamente al cuerpo, pero tampoco
tiene éxito.
Es tan
fuerte la forma de pensamiento de separación de Dios que la sociedad ha creado
como un halo rodeando la Tierra, que son pocos los egos que intentan mantener
en silencio su mente para escuchar a su corazón, e incluso estos, que tienen
acceso a las intuiciones, las malogran en un ochenta por ciento al pasarlas por
el arel de la mente.
Para el alma
la muerte del cuerpo es una liberación, y una vez de vuelta al seno del Padre
comienza una nueva etapa, una nueva planificación.
Esta es la
diferencia entre el alma libre y el alma encarnada. Una sabe que es divina y
disfruta su divinidad. La otra encerrada en la mazmorra del ego, sabe de su
divinidad pero no puede disfrutarla si no consigue que la disfrute el ego, lo
cual es muy difícil en casi todos los seres humanos.
Si has
llegado hasta aquí, intenta mantenerte en silencio el mayor tiempo posible. Haz
que la meditación sea un hábito en tu quehacer diario, y date permiso para
escuchar a tu corazón que sólo habla al dictado del alma. Y el alma solo
expresa su Divinidad.
Esta es la
historia de Ramón, un jubilado a punto de cumplir setenta años, ahora abuelo a
tiempo completo, que como hobby ha dedicado media vida a la búsqueda de algo,
que el mismo no sabe muy bien cómo definir, pero que casi a media voz, como si
le diera vergüenza, dice “busco a Dios, pero me siento tan poquita cosa”.
Ramón es una excelente persona, el
primero en ayudar en las distancias cortas, aunque alejado de los grandes
compromisos, ya sean sociales, económicos, políticos o religiosos. Sus familiares
con ese cariño infinito que sienten por él le dicen con frecuencia: “Ramón, o
papá”, según de donde venga la perorata, “es que no puedes ayudar a todo el que
se te acerca, no puedes perdonar lo que te deben, no puedes hacerte el tonto de
esa manera porque te están tomando el pelo”.
“Mira”, contesta él, “si pueden
devolvérmelo y no lo hacen, no es mi problema, es el suyo. Para mí no es
imprescindible, y si creyendo que soy tonto y me engaña, él es feliz, pues
¡Bendito sea Dios!, allá él con su conciencia”.
Esta es su manera de ir por el mundo.
No entiende de separatismos políticos o religiosos, no entiende la
discriminación, no entiende, por ejemplo, cuando desde las altas jerarquías de
la iglesia condenan sin paliativos a homosexuales, a divorciados o a madres
solteras. “Ahora afortunadamente”, dice, “tenemos un Papa que sí parece que
habla por boca de Dios, al menos más que otros”.
Ramón es un observador, no habla,
solo escucha, y eso le ha hecho conocedor de la idiosincrasia humana. Como él
dice: “Cuando abren la boca ya sé si hablan con verdad o me va a engañar” o,
“dejarles que hablen, pobrecitos, es su única manera de tener protagonismo”.
No ha realizado ningún tipo de cursos
o talleres tan de moda hoy día, no hace intensivos ni retiros, él sólo lee y
medita. Me contaba que le tenía un miedo cerval a la muerte y que a través de
la lectura empezó a pensar en la lógica que tenía la reencarnación y en que
todo lo que venimos a hacer a la vida es aprender, “Aunque tengo que
reconocer”, dice, “no sé muy bien cuál es el aprendizaje. Los autores no se
ponen mucho de acuerdo, lo que me da a entender que no lo saben. Me gusta eso
que tú dices de que sólo tenemos que aprender a amar, parece lógico”.
Lo que iba asimilando de los libros
lo ha ido incorporando a su propio ser a través de la meditación. Me contaba de
su experiencia meditativa: “La reencarnación me empezó a parecer lógica
observando la tontería de mucha vidas, y sobre todo tantas y tantas vidas vacías,
carentes de amor y de cariño, y sobre todo con tantos engaños. Tenía que haber
algo más pensaba. Pero a medida que avanzaba en mi meditación, era como si en
cada meditación recibiera información adicional, porque al finalizar la
meditación parecía que había integrado en mi ser, en el lugar donde se acumula
la sabiduría, que no se cual es, lo que había leído y aceptado como cierto.
Esto hizo que desapareciera el miedo a la muerte y empezara a plantearme otros
objetivos de vida”.
“¿Cuáles son esos otros objetivos?”, pregunté
yo, dando por sentado que los objetivos anteriores eran los que todo el mundo
tiene, buscar la felicidad, aunque no lo sepan, pero tratando de encontrarla en
los lugares equivocados. “Los objetivos que ahora busco”, contestaba Ramón, “es
hacer felices a los demás. Eso me hace feliz. Lo leí una vez, y no lo entendía
muy bien, pero ahora, al practicarlo, lo he entendido perfectamente. Mi
felicidad pasa por la felicidad de los que me rodean”.
Si tenía alguna duda de la bondad de
este hombre, ahora se había disipado. Pero la razón de esta entrada, no es por
su bondad, ni sus anécdotas, es por lo que me siguió contando Ramón:
“Últimamente me están pasando cosas muy raras, y cada vez con más frecuencia. A
veces es como si me desconectara del mundo. Estoy con mi esposa, con mis hijos
o con mis nietos, y la mente, que ya sabes lo caprichosa que es, da entrada a
un pensamiento del tipo: ¿Qué será de Ana, mi nieta, el día de mañana?, y en
ese momento surge la desconexión y me entra una serenidad especial, y esa
serenidad lleva implícito no que sepa que será el día de mañana, sino que no debo
preocuparme porque lo que va a ser ya lo ha pedido, lo ha pactado y lo ha
programado, así que no va a ser lo que ella no quiera ser”. “Ya sé”, siguió
Ramón, “que eso, ni ella, ni nadie de la familia lo saben, ni tan siquiera yo,
pero la sensación que recibo, o la energía como tu dices, me serena hasta el
extremo de dar las gracias a Dios”.
“Te ha sucedido en más ocasiones”, le
pregunté.
“En muchas más”, me contestó, “prácticamente
cada vez que tengo alguna duda, alguna pregunta, alguna inquietud, de alguna
manera es como si me desconectara de la vida y me enchufaran a no sé donde,
pero me llega tal serenidad que dan ganas de seguir teniendo dudas. A veces
incluso después de eso, se la respuesta a la pregunta que me hacia en mi mente,
y sin que nadie me diga nada, se que lo sé”.
“Ramón”, le interrumpía yo, “eso es
como estar en el umbral del Paraíso. Es como si estuvieras aquí y Allá. Y ¿Qué haces?
Hasta prácticamente
hoy, nunca, o en contadísimas ocasiones entraba en el blog para ver
comentarios. Creo que lo he hecho una o dos veces, con lo que los comentarios
ahí están, pero nada más.
Cuando hoy he entrado
he visto alguno como el que trascribo a continuación: “Hola, me gustaría que
profundizaras en el comentario del enfado del alma, porque no me queda nada
claro que las enfermedades vengan de un enfado del alma”. Este comentario es
del 8 de Abril y fue motivado por una mini entrada, (las entradas minis, que
son casi pensamientos, las recojo en algo que denomino “Perlas para el alma”).
No sé a quién pertenece el comentario porque aparece como anónimo. Espero que
lea esta entrada para aclarar en lo posible sus dudas.
La entrada en cuestión
decía: La verdadera y futura curación se
efectuará cuando la vida del alma pueda fluir sin impedimento ni obstáculo a
través de cada aspecto de la materia, pudiendo entonces vitalizarla con su
potencia y eliminar así los bloqueos que son fuente de enfermedades.
Un sinfín de enfermedades tienen su origen en un enfado del
alma. Solo hay que ser honestos con uno mismo, escuchar lo que dice el corazón
y seguirlo al pie de la letra.
Para entender, en
primer lugar, que el alma se enoje, y en segundo lugar, que sea origen de
enfermedades, por supuesto no de todas, es imprescindible saber que el ser
humano cando nace a una nueva vida tiene, normalmente, un bagaje de vidas
importantes a sus espaldas.
Lo que nace a una nueva
vida es un cuerpo, pero de ese cuerpo, toma posesión “algo” que permanece
inmutable vida tras vida, “algo” eterno, “algo” divino, ese “algo” es el alma.
El alma es un chakra que se encuentra situado a unos treinta centímetros por
encima de la cabeza. El cuerpo físico se encuentra dentro del radio energético
del alma, podemos decir, por lo tanto, que somos un alma que contiene un
cuerpo, más que un cuerpo que contiene un alma.
Es el alma quien
atesora los recuerdos de todas las experiencias vividas en los diferentes
cuerpos que ha ido habitando en la materia. Es el alma quien recuerda muertes
traumáticas, quien recuerda maltratos, quien recuerda engaños y traiciones,
quien recuerda amores y desamores, quien recuerda felicidad y sufrimiento. Es
el alma también quien firma, (por expresarlo de una manera que entendamos), el
contrato de vida, por lo tanto sabe perfectamente la razón de su venida a un
cuerpo, sabe el porqué de cada encuentro, sabe la razón de miedos y traumas,
sabe cuál es el trabajo a realizar y cuando debe hacerse.
El problema es que
cuando alcanzamos el uso de razón para la humanidad perdemos el contacto con el
alma para la espiritualidad. Nos enseñan a creer en lo que vemos y tocamos, y
claro el alma no se ve. Nos hablan del alma, como nos hablan de Dios, pero sin
enseñarnos que es realmente el alma y quién es realmente Dios. Nadie nos habla
de nuestra divinidad, nadie nos dice que somos eternos, nadie nos dice que vivimos
desde siempre y que vamos a vivir para siempre.
Por lo tanto todo lo
que conoce el alma no lo conoce la razón, pero no porque sea imposible, sino
porque vivimos desconectados del alma.
Como no somos capaces
de conectarnos con nuestra alma, de alguna manera tenemos que recibir los
“imputs” para hacer aquello que hemos pactado hacer. Sólo el alma lo sabe. Es
el alma la única que puede hacer algo para que reaccionemos y encaminemos
nuestros pasos hacia el punto que teníamos previsto antes del nacimiento del
cuerpo.
¿Cómo lo hace? El alma
se encarga de enfermar al cuerpo con la enfermedad necesaria para pagar Karma
con el sufrimiento por la enfermedad, o
para visitar a un terapeuta que le enseñe a la persona a meditar para sanarse,
o para encontrarse con alguien que le hable del perdón, o para que haga aquello
que necesita para la realización de su contrato.
Permitirme que haga un
punto y aparte para recomendaros que leáis, si no lo habéis hecho la entrada
que lleva por título “La mochila kármica de los bebés”. En ella relato cuatro
casos en los que los recuerdos que el alma trae de otras vidas están afectando
a la vida actual.
A
estas enfermedades que son un aviso del trabajo a realizar, es lo que yo llamo
“enfados del alma”. No son tales enfados, el alma no se enfada nunca, solo hace
su trabajo para que “nosotros” hagamos el nuestro.
Nos
ahorraríamos enfermedades y sufrimientos si realizáramos el trabajo más
importante: Conectarnos con el alma, vivir desde el alma.
La información que aparece en “La
mochila Kármica de los bebés” ha sido recibida a través de varias canalizaciones
que han realizado los papas de los niños, que presentaban diferentes problemas
a los que no parecía encontrársele explicación. Si alguien estuviera interesado
en realizar alguna canalización podéis escribir a mi correo alvaga88@gmail.com
Ya he tomado las medidas oportunas
para leer a partir de ahora cualquier comentario que se realice en cualquier
entrada. Me llegará de inmediato.
Al
principio de los tiempos, los dioses se reunieron para crear al hombre y a la
mujer. Lo hicieron a su imagen y semejanza, pero uno de ellos dijo:
-Un momento, si vamos a
crearlos a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro y
una fuerza e inteligencia igual a la nuestra. Debemos pensar en algo que los
diferencie de nosotros, de lo contrario estaremos creando nuevos dioses.
Después
de mucho pensar, uno de ellos dijo:
- Ya sé, vamos a
quitarles la felicidad.
- Pero… ¿dónde vamos a
esconderla? – Respondió otro.
- Vamos a esconderla en
la cima de la montaña más alta del mundo.
- No creo que sea una
buena idea, con su fuerza acabarán por encontrarla.
- Entonces… podemos
esconderla en el fondo del océano.
- No, recuerda que les
daremos inteligencia, con la cual, tarde o temprano construirán una máquina que
pueda descender a las profundidades del océano.
- ¿Por qué no la
escondemos en otro planeta que no sea la tierra?
- Tampoco creo que sea
buena idea, porque llegará un día que desarrollarán una tecnología que les
permita viajar a otros planetas. Entonces conseguirán la felicidad y serán
iguales a nosotros.
Uno
de los dioses, que había permanecido en silencio todo el tiempo y había escuchado
con interés las ideas propuestas por los demás dijo:
- Creo saber el lugar
perfecto para esconder la felicidad, donde nunca la encuentren.
Todos
le miraron asombrados y le preguntaron:
- ¿Dónde?
- La esconderemos dentro
de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la
encontrarán.
Todos
estuvieron de acuerdo, y desde entonces el hombre se pasa la vida buscando la
felicidad sin darse cuenta que la lleva consigo.
La
felicidad es un estado interior, de la misma manera que el miedo, la ansiedad,
la culpa, la ira o la tristeza son estados interiores.
¿Por
qué entonces nos fijamos, nos regodeamos y sentimos las emociones inferiores y
no las superiores como la felicidad o la alegría, cuando todas están en el
mismo lugar?
Por
una razón muy sencilla: Nadie nos ha enseñado.
Sentimos
lo que nos han enseñado a sentir, y lo que nos han enseñado es a tener miedo, a
sentir envidia, a criticar, a ser ansiosos, a sentirnos culpables, a juzgar a
los demás, porque ese es el ejemplo de nuestros mayores. Nos han enseñado que la
felicidad se consigue con cosas del exterior.