Cuando trabajan los adivinadores, los tarotistas, los astrólogos o los clarividentes, hay una predicción en la que siempre pueden estar completamente seguros de acertar, y es el hecho de que el consultante va a morir.
Durante la vida o periodo encarnado, la persona se prepara y estudia para un sinfín de actividades, de las que ni siquiera está segura de tener que utilizar algún día, sin embargo, para la única actividad segura que va a realizar, que es morir, no se prepara en absoluto, y no sólo no se prepara, sino que ni tan siquiera habla de ella. La muerte es un tema tabú en nuestra sociedad.
Por eso la gran mayoría de las personas no saben con que se van a enfrentar en el momento de abandonar el cuerpo físico, y se pueden enfrentar a la muerte, en su ignorancia, de maneras muy diferentes: algunas con verdadero dolor por lo que están a punto de dejar, por tener que abandonar todo lo que fueron acumulando durante su vida, y es tan grande ese dolor que no les llama en absoluto la atención lo que se puedan encontrar al otro lado de la vida. Otros no contemplan para nada la posibilidad de morir, es como si se hipnotizaran, hasta llegar al punto de que su conciencia ignora y rechaza el hecho de morir. Sin embargo, la muerte también va a llegar para ellos, y ante la muerte se encuentran paralizados. Los creyentes y practicantes de cualquier religión lo tienen más fácil, ya que aceptan el hecho de morir como lo mejor que les puede suceder, siempre esperando algún tipo de premio, o castigo en algunos casos, según haya sido su vida en la tierra.
Sea como sea, la muerte es una actividad que hemos practicado miles de veces. Todos hemos vivido muchas vidas, y está claro que en todas hemos muerto. ¡Es una lástima no recordar cómo se muere! Por eso sería bueno prepararse para ese momento.
A fin de cuentas, la muerte sólo es un cambio de conciencia, es algo parecido a lo que sucede cuando dormimos. Cada noche cuando dormimos, salimos del cuerpo dejando a este descansando en la cama, realizando fuera del cuerpo diversas tareas según sea la evolución de la persona. Lo que sí está claro es que la conciencia permanece despierta las veinticuatro horas del día, aunque no recordemos cuáles son nuestras actividades fuera del cuerpo cuando dormimos.
Existen muchas maneras de morir, tantas como maneras de vivir. El acto de morir sólo es el triunfo final de la vida, y es el paso a un descanso totalmente consciente, el alma se retira al mismo lugar en que se encontraba antes del nacimiento, y no hay más razón, aparte de las mentales que puedan tener tanto el moribundo como sus allegados, para hacer de la muerte un momento triste
Es muy sencillo el trabajo que hay que realizar para preparar el tránsito de la muerte:
a) Vivir conscientemente enfocados en la cabeza, en el entrecejo, mediante la concentración, la visualización y la meditación.
b) No interferir emocionalmente en la vida de los demás, practicando con ellos el servicio desinteresado.
c) Practicar cada día, antes de dormir, en llevar la conciencia a la cabeza y aprender a ser conscientes de los sueños, para ir recordando el tiempo que se pasa en el plano astral durante el sueño.
Para ayudar al moribundo en su tránsito es bueno que se guarde silencio en la habitación, así el alma puede realizar su trabajo con tranquilidad, sin interferencias de ningún tipo y sin los amarres emocionales de las personas que están junto a él pueden provocar con sus llantos y súplicas. A ser posible se encenderá una luz anaranjada, ya que ayuda al enfoque en la cabeza, lugar por donde se debería abandonar el cuerpo. Mantras o frases espirituales también ayudan al moribundo igual que mantener la cima de la cabeza al este y las manos y los pies cruzados.
Morir puede ser un arte feliz y consciente o desgarrador. Está en nuestras manos como deseamos morir, pero recuerda que para saber morir, es necesario antes haber sabido vivir.
Te recomiendo el libro “La muerte una gran aventura” de Alice Bailey, de él he sacado algunos extractos. (No lo busques en la librería, no está. Bájalo de Internet).
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