Dice el mensaje anterior del Maestro
que “La santidad comienza por dejar nuestras actitudes, nuestras acciones y
nuestros sentimientos en las manos de Dios,……”. Pero, ¿Cómo se dejan las
acciones, y algo tan intangible como las actitudes y los sentimientos en manos
de Dios?
Dejar todo en manos de Dios es vivir
desde el corazón. Dejar todo en manos de Dios es detener los pensamientos.
Dejar todo en manos de Dios es sentir la respiración. Dejar todo en manos de
Dios es orar. Dejar todo en manos de Dios es meditar. Dejar todo en manos de
Dios es vivir aceptando la vida tal como llega a nosotros. Dejar todo en manos
de Dios es conectar con la propia alma. Dejar todo en manos de Dios es alejarse
del ruido y encontrar el silencio. Dejar todo en manos de Dios es, sobre todas
las cosas, amar.
Los seres humanos somos doblemente
perfectos, y es esa perfección la que nos acerca o nos separa de Dios. Somos
perfectos en nuestra esencia: La Chispa Divina que es eso que nosotros somos,
es a Imagen y Semejanza de Dios, y en cuanto al cuerpo físico, nadie puede
dudar de que es una máquina perfecta con una computadora central (el cerebro)
que es la envidia de grandes complejos informáticos.
Es, sin embargo, nuestra propia
perfección la que nos lleva a la destrucción. Es nuestra mente la que vive en
el pasado despreciando la vida; es nuestra mente la que se apega a personas,
situaciones y cosas; es nuestra mente la que vive el dolor y el sufrimiento; es
nuestra mente la que va planificando, organizando y maquinando historias que poco
o nada tienen que ver con la autentica realidad. Esto queda perfectamente
plasmado en el chiste del gato:
A un hombre se le pincha la rueda del
coche en plena noche circulando por una carretera solitaria. La casa más
próxima que recordaba haber visto, estaba a 10 Kms. Así que se arma de
paciencia, y se dirige a ella para solicitar ayuda. Por el camino va pensando,
que si sería mejor pedir prestado un gato, que quizás no se fiasen de dejarle
pasar para llamar por teléfono, que si podía despertar a un hombre que debía
madrugar, o que si podía interrumpirle en un momento íntimo con su mujer, … va
caminando, y se va calentando el asunto, que si seguramente parecerá una
excusa, que debería haberse manchado las manos de grasa para aparentar, que no
se van a creer que no lleva teléfono celular, que sería mejor ofrecerle dinero
por el gato, etc. Cuando por fin llega a la casa, llama al timbre, y le abre la
puerta un amable agricultor y le pregunta afablemente:
- Buenas noches ¿Qué desea?
A lo que contesta nuestro personaje
- ¿Sabe lo que le digo? Que se meta
el gato dónde le quepa.
Más que un chiste, es la auténtica
realidad de tantos y tantos seres humanos que son incapaces de vivir más allá
de su propia mente.
Vivir en la mente es vivir lejos de
Dios. Hemos de dejar que descanse para que se encuentre bien despierta y
disponible para encontrar la solución a los problemas con los que la vida nos
va sorprendiendo.
El viaje para dejar todo en manos de
Dios es muy corto: es pasar de la mente desbocada a la mente controlada, es
pasar de la desidia de la mente a la claridad de la conciencia. Si otros lo han
logrado, nosotros también lo vamos a conseguir, porque no hay nada que consiga
un ser humano, que no puedan conseguir los demás.
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