Son
múltiples los factores que inciden en el carácter, en el crecimiento, en el
desarrollo y en el aprendizaje de los niños.
El primer
factor es totalmente elegido por el alma que va a encarnar, él decide junto con
los seres que planifican su vida cual va a ser la cantidad de Karma que va a
llevar a la vida para su tratamiento, él decide el lugar de nacimiento, él
decide los padres, (junto a ellos), él decide cual va a ser su misión
principal, así como cual va a ser la base de su carácter para desarrollar todo
el trabajo planificado en su libreto de vida.
El segundo
factor es genético, también elegido. El alma que va a nacer ya eligió a sus
padres por su material genético, y eso es lo que se va a encontrar cuando tome
posesión del cuerpo. Es importante la herencia genética, pero no determinante.
Todos sabemos por experiencia propia o ajena, que nunca son iguales dos
hermanos nacidos de los mismos padres.
El tercer
factor es la enseñanza. Enseñanza cuya libro principal no contiene ni letras ni
imágenes, tiene vida: es el ejemplo. El ejemplo que el niño va recibiendo por
el comportamiento de sus padres y educadores es la asignatura más importante en
la educación de un niño. Hay que tener en cuenta que las acciones de los padres
para con sus hijos son “palabra de Dios”. Aquello que hacen y dicen los padres,
para el niño, es el ejemplo a seguir, porque si lo hacen sus padres “tiene que
ser bueno”.
Y existe un
cuarto factor que es el propio carácter y estado emocional de los padres, al
que los hijos tienen un acceso total a través del campo energético. Quiero
centrarme en este cuarto factor.
Ninguno de estos factores por si solo
es determinante, aunque si tenga alguno de ellos más preponderancia que otros
en según el tipo de trabajo a realizar por cada alma. Y aunque todos los
factores en conjunto son los que determinan el carácter y la forma de ser y de
actuar del niño, la energía en la que convive el niño juega un papel muy
importante para su desarrollo.
Quiero pensar que también tal
circunstancia ha sido elegida ya que en la planificación de una vida no se deja
nada al azar, lo que desde luego ya no conocemos es la razón por la que se ha
elegido a unos padres con determinados caracteres y estados emocionales. Aunque
hemos de tener en cuenta que todos estamos interconectados y que alguna de las
misiones del niño bien pudiera ser ayudar a sus padres en su propio
crecimiento.
Es de todos conocido que somos
energía, una más densa y pesada que se ve: el cuerpo, y otra mucho más sutil
que no se ve, y que es lo que todo el mundo, hasta los que no saben de energía
conocen: el aura.
Ese aura que envuelve al cuerpo
físico, no lo envuelve a cinco centímetros del cuerpo, es más extensa, más o
menos extensa, en función del desarrollo de la persona, pero sea grande o
pequeño ese desarrollo, la energía sobresale de la persona y cualquiera que
conviva con esa persona está prácticamente todo el tiempo, dentro de su aura,
dentro de su campo energético.
Todos estamos dentro del campo
energético de los que conviven con nosotros, hasta tenemos un aura de pareja o
de familia en común.
Esa energía que nos envuelva es lo
que nosotros somos: La persona que siente ansiedad, la siente porque así es su
energía y está en su aura, y lo mismo la que siente miedo, o es iracunda, o
engaña, o etc., etc. Por lo tanto los que están alrededor sentirán la ansiedad
del ansioso, el miedo del miedoso, el rencor del rencoroso, la alegría del que
es feliz o la tristeza del que sufre. Pero en un 99,9% de los casos la persona
no sabrá porque sin razón aparente siente ansiedad, miedo, rencor, tristeza o
alegría.
No se sabrá conscientemente la razón
de la emoción que aparece, pero inconscientemente la persona va a reaccionar
ante ese estímulo. Un ejemplo claro: Al cabo de un rato de estar en unos
grandes almacenes una persona sensible, ante tal cumulo de energía de tanta
gente, (muchísimos con problemas emocionales), empieza a sentirse mal, crispado
o nervioso, y necesita salir. Pues con el niño pasa lo mismo, en grado
superlativo, ya que la energía le está afectando permanentemente, por poner un
ejemplo: si un niño tiene unos padres estresados, el niño estará estresado.
El niño no solo va a reaccionar
inconscientemente a eso que está recibiendo y que además es con lo que convive,
sino que además puede su campo energético absorber también ese tipo de energía,
con lo que la ansiedad, o el miedo, o la rabia o la alegría empezarán a ser el
motor de su vida.
Últimamente estoy trabajando con
niños, a veces creo que son demasiados, pero, está bien, todo tiene una razón de
ser, y es claro que el problema de tres de cada cuatro niños, tiene que ver con
sus padres. Los padres, lógicamente, tampoco son conscientes de esto, prueba
evidente es que los traen a terapia o a yoga para que sus hijos cambien. Pero
el mayor cambio se ha de dar en el hogar.
Los adultos nos hemos acostumbrado a
nosotros mismos e incluso decimos sin pudor: “Yo soy así, muy nervioso”, o “La
ansiedad me está matando”, o “Este mes no llegamos al día treinta”, o “Ya está
tu padre echando las culpas a los demás”, etc., etc. Todo esto es energía, y es
energía que estamos exportando hacia el mundo, sobre todo a nuestro mundo, al
mundo de los niños, y no hace falta que estén presenten para escucharlo o no,
la energía de la ansiedad, de la carencia, de la intolerancia o del estrés, está
en el ambiente, porque está en el aura de sus padres, y ese va a ser el
alimento del niño cuando llegue del colegio, un día tras otro, mañana, tarde y
noche.
Modificando la energía se modifica el
carácter, y esa modificación de la energía, es decir, la limpieza de la energía
enferma y la energización con energía sana se puede conseguir con alguna de las
terapias energéticas que existen, que se llamen como se llamen, todas hacen lo
mismo, limpian y energizan, o se puede conseguir también, más lentamente,
haciendo yoga y meditando. Pero si no se modifica el ambiente cambiando su
energía las personas que rodean al niño, todo volverá a ser como antes en no
mucho tiempo.
Por lo tanto, es bueno que los padres
sean conscientes de cómo son ellos, mental y emocionalmente, ya que eso que
ellos son está afectando a sus hijos. Y los niños no sólo no tienen los
recursos de los mayores para gestionar sus problemas emocionales, sino que
además están para satisfacer los caprichos de sus progenitores, que le pueden
exigir ciertos comportamientos al niño, sin tener idea de cómo se encuentra su
hijo emocionalmente.
Todos los niños deberían aprender
desde pequeños a meditar y a entrar dentro de ellos, para encontrar la paz que
necesitarán no solo de adultos, sino que también necesitan ahora en su niñez. Y
los padres, en vez de quejarse, e incluso antes de llevar a sus hijos a
terapias, ya sean alternativas o no, sería bueno que también hicieran un
trabajo serio de introspección para buscar similitudes con lo que le sucede a
su hijo. Posiblemente, si son honestos consigo mismos, se sorprenderán al
encontrar dentro de sí mismos el problema de su hijo, corregido y
aumentado. A partir de ahí, verán claro
que la terapia es para ambos, el adulto para modificar su carácter y el niño
para construirlo.
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