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“Abuelito,
¿Qué es la muerte?”, le preguntaba un niño a su abuelo.
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“La
muerte sólo es un cambio de conciencia hijo mío”, le dijo su abuelo.
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“No
lo entiendo abuelo. ¿Qué eso del cambio de conciencia?”, volvió a preguntar el
nieto.
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“A
ver si lo entiendes así: Cuando estás en el cuarto de los juguetes no sabes que
está pasando en tu colegio, ¿Verdad?” le explicó su abuelo.
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“Si
es verdad, no puedo saber lo que pasa en el colegio porque no estoy allí”
contestó el niño.
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“Pues
eso”, siguió su abuelo, “Saber que pasa, es tener conciencia. Sabes lo que pasa
en el cuarto de juguetes porque estás en él, que es lo mismo que decir que
tienes conciencia de lo que pasa en el cuarto de juguetes, y no sabes lo que
pasa en el colegio porque no estás, que es lo mismo que decir que no tienes
conciencia de lo que ocurre en el colegio. ¿Lo entiendes ahora?”, terminó el
abuelo.
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“Si
abuelo. Ahora tengo conciencia de que estamos juntos, pero no tengo conciencia
de lo que hace la abuela donde esté”, dijo el nieto.
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“Muy
bien, correcto”, sonrió el abuelo. “Dime ahora: ¿Qué pasa cuando duermes?, ¿De
qué eres consciente?, volvió a preguntar el abuelo.
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“Pues…..,
de nada, no soy consciente de nada, porque estoy durmiendo que es como si no
estuviera”, razonó el nieto.
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“Y,
sin embargo, en la mañana, te despiertas y vuelves a ser consciente de lo que
pasa en tu habitación. Eres consciente de que es de día, de que el sol pasa por
tu ventana y de que oyes a tu mamá diciéndote que te levantes que se hace
tarde, ¿No es así?, le dijo el abuelo.
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“Si,
así es”, contestó el niño, sin saber muy bien para qué la historia del dormir.
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“Cuando
duermes”, siguió el abuelo, “No eres consciente de lo que pasa en la habitación
porque no estás, porque estás en otro sitio”, concluyó el abuelo.
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“Si
que estoy, estoy durmiendo. Además ¿Por qué no soy consciente de ese otro
sitio?”, preguntó el niño.
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“Espera,
vamos a tratar de centrarnos. Dime ¿Con que ves?” preguntó el abuelo.
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“Con
los ojos”, contestó el niño.
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“Y
¿Con qué oyes?”, siguió preguntando el abuelo.
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“Con
los oídos”, volvió a contestar el niño.
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“¿Sabes
con que eres consciente?”, preguntó el abuelo.
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“No”,
negó el nieto.
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“Eres
consciente con la conciencia”, sentenció el abuelo.
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“Uf,
y ¿Qué es la conciencia?”, el nieto parecía perdido.
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“La
conciencia es lo que tu eres hijo mío. Lo que tú crees que eres, es tu
conciencia. Si eres chico a chica, si eres alto o bajo, si eres bueno o no tan
bueno, si algo te gusta o te desagrada, lo que te pone triste o alegre.
Cualquier cosa que sepas o creas de ti, es tu conciencia. Y esa conciencia es el
conjunto de lo que ves, de lo que oyes, de lo que tocas, de lo que saboreas, de
lo que piensas y de lo que sientes. Todo en conjunto es tu conciencia. Es como
las piezas de un rompecabezas, todas juntas forman la figura. ¿Lo has entendido?”,
preguntó el abuelo.
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“Creo
que sí”, contestó el niño no demasiado convencido.
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“La
conciencia es algo que va creciendo en nosotros. De bebés no tenemos
conciencia. Vemos, oímos, nos movemos, lloramos si nos duele algo, pero no
sabemos que vemos, ni que oímos, ni que nos duele, ni quiénes somos. Vamos
teniendo conciencia según vamos creciendo. Hasta ser como tú”, explicó el
abuelo.
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“Ah,
entiendo” dijo el nieto.
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“Volviendo
al sueño. Cuando dormimos no sabemos donde hemos estado porque nuestra
conciencia está en ese otro sitio. Es como si tuviéramos una conciencia para
cuando estamos despiertos y otra conciencia para cuando estamos dormidos. Por
eso no nos acordamos con la conciencia de estar despierto de lo que hemos hecho
con la conciencia de dormir”, dijo el abuelo.
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“Ahhh”,
suspiró el nieto.
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“Cuando
dormimos, tenemos la conciencia de dormir, que esta en otro lugar, pero sea
cual sea el lugar no nos vamos a acordar al despertar, porque lo hacemos con la
otra conciencia, con la conciencia de estar despiertos. Pues morirse es como
dormir, pero con dos diferencias: Una, que si que vamos a ser conscientes de
eso que parece un largo sueño, y dos, que no vamos a despertar donde siempre,
sino que nos quedaremos es ese otro lado siendo conscientes de todo durante un
tiempo. Y de la misma manera que en el sueño despertamos en nuestra habitación
cuando se ha hecho de día, también despertaremos del sueño de la muerte, un
día, pero con otro cuerpo y siendo bebés, y entonces otra vez volveremos a usar
como dos conciencias y al despertar en ese otro cuerpo no nos acordaremos de lo
que pasó antes con la conciencia del sueño, en nuestro sueño de la muerte. ¿Lo
has entendido?”, terminó el abuelo.
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“Creo
que sí. O sea que los bebés han sido otras personas que han muerto y ahora han
vuelto”, sentenció el niño, “y seguramente nacemos bebés para no acordarnos de
lo que hacíamos al otro lado ¿Verdad?”.
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“Más
o menos” contestó el abuelo.
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“Te
quiero abuelito. Y cuando te vayas al otro lado, aunque sepa que vas a estar
bien me va a poner triste no poder verte y abrazarte”, concluyó el nieto.
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“Yo
también te quiero hijo”, dijo el abuelo con lagrimas en los ojos.
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