Todo
lo que tenemos a nuestro alcance para iniciar la aventura de aprender a Amar
como Dios nos Ama, es ese simulacro de amor que sentimos por los nuestros, y no
necesitamos mucho más.
Necesitamos compromiso, porque para la realización de
cualquier actividad en la vida es imprescindible asumir la obligación personal
de implicarse para llevar esa actividad a buen término.
En este trabajo no
hay nadie que te haga seguimiento, ni que te vaya examinando y poniendo nota
para ver cómo y cuanto adelantas o para ver si necesitas refuerzo. Tú eres tu
propio maestro, tu propio jefe, tu propio examinador y tu propio evaluador, y
podrás engañar a cualquiera, pero no te puedes engañar a ti mismo y mucho menos
a Dios.
Necesitas
observarte, necesitas paciencia, necesitas conocerte, necesitas enfrentarte a
tus miedos, necesitas trabajar en silencio, sin alardear de nada porque el
trabajo que vas a realizar es un trabajo entre tú y Dios.
No
te van a valer medias tintas porque te harán caer en el desánimo, ya que a
diferencia de cualquier objetivo que se busca en la sociedad este no tiene
premio material, ni el reconocimiento público que tanto nos agrada a los
humanos.
Necesitamos mantener
la atención que es la que nos va a permitir ser
conscientes de donde estamos, de hacia dónde queremos ir y de cuáles son los
obstáculos con los que nos podemos encontrar en el camino.
La
atención es ese aspecto en el que tomamos conciencia de nuestra experiencia
en el momento presente. Observar nuestros pensamientos, observar nuestras
emociones, observar las distintas reacciones de nuestro cuerpo, y todo eso sin
juzgar nada, sin calificarlo, sin ponerle nombre. Solo atención, solo
presencia, solo estar, porque esto ya es Amor.
Y sobre todo necesitamos practicar el amor que sentimos por los nuestros, para
que un día, incluso sin ser conscientes de ello pase de ser un sentimiento, que
es lo que nosotros sentimos, a ser una energía, que es lo que queremos dar.
Practicar el amor es ponerte en los
zapatos de quien tienes delante: de tus hijos, de tu pareja, de tus padres y de
tus amigos. Deja a un lado tu propia creencia de cómo tienen que ser las cosas
y como tienen que reaccionar ellos para ser dignos de tu amor y sencillamente
amales, COMO A TI TE GUSTARÍA QUE TE AMARAN. Deja a un lado tus expectativas de
que es lo que tienen que hacer, y de como tienen que reaccionar una vez que tú
les has honrado con tu amor, y sencillamente cumple tus propias expectativas
dándoles a ellos lo que tú esperas recibir, sin más. Se paciente como te
gustaría que lo fueran contigo. Si tus hijos son pequeños, recuérdate cada
segundo que no son adultos, que solo tienen cuatro, cinco, seis o equis años y
posiblemente ni entiendan porque no tienen que tocar eso que tanto te enoja,
explícaselo con paciencia, para que lo entienda un niño. A los adultos, colócate
en su lugar, con la dificultad añadida de que no sabes cuál es el momento
emocional por el que están pasando.
Acuérdate
que eres tú quien está haciendo el trabajo para aprender a Amar, y lo estás
haciendo por propia decisión, ellos no lo están haciendo, y posiblemente tarden
en darse cuenta de que actúas con más caridad, con más respeto, con más
comprensión, con más tolerancia, con más amabilidad, con más ternura, con más humildad y con más paciencia de lo
habitual. Pero cuando sean conscientes de eso, o incluso antes, de manera
inconsciente, van a reaccionar a lo que están recibiendo. Y lo que tú les estás
dando es Amor. Energías iguales se atraen.
Vas a caer muchas veces por un millón
de razones que podrías justificar, no importa, no vas a justificar nada, levántate
y sigue. Que cada caída sea un acicate, porque no se cae quien no camina, no se
cae quien no arriesga.
Ya
estás haciendo mucho, eres un valiente, te has puesto en camino.
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