Últimamente todas las entradas tienen
una continuación, y para no ir escribiendo siempre continuará y continuación
de, no indicaré nada hasta que haya una entrada independiente.
No era habitual que
los Señores del Karma preguntaran al alma cuál sería su elección. Ellos saben
de antemano que todas las almas elegirían una vida dura, una vida de
sufrimiento, una vida en la que pudieran eliminar todo el Karma pendiente, para
terminar cuanto antes su andadura terrenal y poder unirse definitivamente a
Dios.
Si ya es difícil cumplir
la programación establecida, imaginar una vida así, dura y con sufrimientos
extremos, programada por el alma interesada. Sería imposible de llevar a buen
puerto por la cantidad de dolor y sufrimiento que tal vida comportaría. Por eso los Señores del Karma
asignan a cada alma el Karma justo y necesario con posibilidades de ser
eliminado. Y, aún así, ya sabemos que es lo que ocurre. Los seres humanos, no
solo no cancelan el Karma asignado a la vida, sino que incrementan su carga, al
confundir la vida de sueño que viven en la materia con la real y auténtica vida.
La inmensa mayoría de
los seres humanos, una vez en la materia, creen que la vida es el espacio de
tiempo comprendido entre el nacimiento y la muerte del cuerpo. Y no es así. Una
vida es el espacio de tiempo y de “no tiempo” comprendido entre dos
nacimientos, y en ese periodo se contabiliza un nacimiento a la vida física,
una vida en la Tierra, la muerte del cuerpo, la estancia al otro lado de la
vida y una nueva encarnación. Así se vive una experiencia completa, siendo el
espacio más pequeño el comprendido por la vida física. Pues bien, es justamente
ese espacio ínfimo de tiempo lo que los seres humanos consideran toda una
vida.
Y en ese ínfimo
espacio de tiempo los seres humanos se ocupan en hacer justamente lo contrario
de aquello que habían planificado al otro lado de la vida: Darle la espalda a
Dios. Cuando, paradojas de la vida, la única razón para la vida es reconocer la
propia divinidad y realizar la unión con Dios.
-
¡Qué
curioso! Por un lado elegiría una vida en la que pudiera quemar todo el Karma
pendiente y aprendiera definitivamente a Amar, para no tener que volver. Sin
embargo, continuó Kepha,
siento tanta pena por cómo se encuentra la humanidad que podría sacrificar la
liberación total del Karma, y dedicaría la vida a enseñar a mis hermanos cuál
es el camino para volver a Dios. Si, si me dan a elegir elegiría la segunda.
-
Perfecto
hijo, ¡Así será! Que tu misión principal sea enseñar a tus hermanos que han de
hacer para recordar qué son, de dónde vienen, y adónde tienen que ir. Le
contestó uno de los Maestros del Consejo.
-
Y prosiguió: No vas a guardar ni un ápice de memoria de lo que eres, ni de lo que
somos, ni de donde estamos, ni del cual es el objetivo de la vida, ni de
nuestra divinidad. Y no lo vas a hacer porque esa va a ser, precisamente, tu
misión. Demostrar que se puede llegar a Dios desde cero, sin ningún tipo de
ayuda, y después enseñar ese mismo camino a los demás. Pero si vas a tener una
ayuda: Tu intuición. Tienes que ser capaz de viajar a tu corazón para sentirla,
y después mantenerla sin pasarla por tu mente para que no la eches a perder.
Ninguno de nosotros te va a dar ninguna pista, de ninguna de las maneras que
solemos hacerlo. Únicamente podremos confirmarte aquello que ya tengas claro.
Ahora hijo mío vete a meditar mientras preparamos esa vida. Impregnarte del amor
a Dios que sentías en tu vida de monje, cuando le prometiste dedicarte a Él,
imprégnate del conocimiento de tu vida de Willaq Umu,(sumo sacerdote inca), de
la compasión de tu vida como sacerdote cuidador de leprosos, del amor que
compartías con Jesús en tu vida de Pedro, de la vida de sacrificio cuando
luchabas por los mínimos derechos de tu amado pueblo americano. Medita hijo.
Volveremos a llamarte.
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