Quiero
hacer una reflexión sobre el amor, referido, sobre todo, al amor a la familia,
al amor a los amigos.
Todo
es energía. El amor también lo es y, no es cualquier energía, es la energía más
poderosa que existe.
El
amor es la única razón para volver a la vida una y otra vez. Podemos pensar
que, si estamos volviendo una y otra vez a la vida para aprender a amar, es
porque no estamos aprendiendo, y eso que en cada vida tenemos padres, hijos,
parejas, hermanos, a los que se supone que amamos. ¿Quiere eso decir que no
amamos a los nuestros, a nuestra familia y a nuestros amigos?, ¿quiere esto
decir que los seres humanos no sabemos amar?
Por
supuesto que sabemos amar. La pregunta es ¿en qué medida?, o ¿cómo es la
calidad de nuestro amor?, porque el aprendizaje consiste en aprender a amar
como Dios nos ama, y si estamos naciendo y muriendo, decenas, cientos, o miles
de veces, es porque no lo conseguimos.
El
problema es que la calidad del amor que profesamos los seres humanos tiene un
porcentaje de energía y otro porcentaje de sentimiento. Y todo el amor ha de
ser 100 por 100 energía.
El
porcentaje de energía es amor, el auténtico amor, mientras que el porcentaje de
sentimiento es apego.
La
manifestación del amor es libertad, afecto, comprensión, dialogo, respeto,
compañía, tolerancia, solo por citar algunas de las virtudes que acompañan al amor.
Mientras que el apego no manifiesta ninguna virtud, todo son defectos, que son
precisamente los antónimos del amor, es decir, atadura, cautiverio, dominio,
esclavitud, opresión, represión, tiranía, celos, envidia, intolerancia,
crítica.
Mientras
en nosotros haya más sentimiento que energía, seguiremos buscando compañía y la
confundiremos con amor, buscaremos comprensión y la confundiremos con amor,
creeremos que la pasión y el deseo son amor, y confundiremos con amor la
dependencia del otro. Todo eso es apego.
El
amor es algo diferente. Es algo que se da porque sí, sin más, y no se espera
recibir nada a cambio. Quien ama, solo desea la felicidad de la persona amada,
ya sea pareja, padres, hijos, hermanos o amigos.
Permítanse
un momento de reflexión: Hagan un recuento de las personas a las que aman, y
piensen que es lo que están haciendo para su felicidad. Piensen si hay un solo
instante en el día, un solo instante, el que esa persona amada pueda no ser
completamente feliz por alguna palabra suya, por alguna acción, por alguna
omisión.
Si
eso es así, posiblemente tendrían que hacer una nueva reflexión sobre la
calidad de su amor.
Y
no importa lo que ellos hagan o digan, estamos hablando de usted, de su amor
por esa persona. Recuerden que amar es desear la felicidad de la persona amada,
por encima de todo. Una infelicidad por algún comportamiento suyo no es amor.
Es un extraño amor, teñido de apego.
Reflexionen
sobre la calidad de su amor.
Bendiciones.
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