La muerte es algo que no debemos
temer porque,
mientras somos, la muerte no es,
y cuando la muerte es, nosotros no
somos.
(Antonio Machado)
Los
seres humanos nos encontramos inmersos en una desenfrenada carrera hacia una
meta desconocida. ¿La nada?, ¿la muerte?, ¿Dios?
Pero
no solo es desconocida la meta, tampoco sabemos quién nos ha puesto en carrera,
ni sabemos para que corremos. No sabemos nada, solo que tenemos que seguir
corriendo, porque estamos subidos en una cinta sin fin que es la vida, que no
se detiene ni un instante
Aunque,
en realidad, la meta de la vida no es tan desconocida. Porque no sabremos
porque corremos, pero si sabemos que la carrera se acaba cuando, por alguna
causa, existe una incapacidad total para que se realicen los procesos
biológicos, que son los que animan la vida del cuerpo. Y ese es el final de la
carrera.
Parece
fácil deducir, por lo tanto, que la meta del ser humano es la muerte, pero, ¿después?,
¿después hay nada o existe una vida diferente?
Somos
muchos, ya, los que creemos que la muerte no es el final, sino una transición
hacia otro estado o dimensión. Como decía Mahatma Gandhi: “Si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería
una burla cruel”.
Pero,
si al final de la vida física del cuerpo existe otra vida, (que podríamos
llamar la vida del alma), entonces si que sería bueno saber para que corremos,
para que vivimos, porque estar en la vida sin una razón, no solo parece una
burla, parece ridículo.
Si
nos asomamos a la ventana de la vida, solo para observar el mundo, podremos
comprobar que la vida es mucho más que ridícula. Es inhumana, despiadada, sanguinaria,
salvaje, violenta, atroz, sin una pizca de piedad, de compasión, de
misericordia, de humanidad.
No
puede ser esta sociedad sin entrañas la razón de la vida, ni sus líderes
políticos, religiosos o de opinión, un referente o modelo a seguir. La razón de
la vida no puede ser morir o matar, no puede ser robar, no puede ser mentir. La
razón de la vida tiene que ir en consonancia con la vida del alma, esa que nos
espera al otro lado de la muerte.
Y según lo que narran
los que han estado, algún ratito, es ese otro lado, por experiencias cercanas a
la muerte, todo lo que se vive en ese otro estado o dimensión es amor.
Por lo tanto, vamos a
pensar y a creer que la razón de la vida es aprender a amar y pongamos manos a
la obra, porque cuantos más seamos amando, podremos influir en el mundo más que
los ambiciosos líderes que nos manipulan a su antojo, escondidos tras la máscara
de los votos.
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