Estamos acostumbrados a calificarlo todo: Esto es bueno, esto es malo, esto es bonito, esto es feo, esto no se hace en tal sitio, esto es mejor que aquello o peor que lo otro.
Pero nada es con un calificativo al lado. Todas las cosas, todos los acontecimientos, son y punto. No existe nada bueno, ni nada malo, ya que cada calificativo sólo proviene de la mente de la persona que lo juzga, en función de sus experiencias y de sus creencias, en función de su vida, en función de su aprendizaje, y que por supuesto, puede ser muy diferente para otra persona.
Mientras calificamos cualquier cosa o cualquier acontecimiento, nos lo estamos perdiendo, y además de perdérnoslo, lo que percibimos ya no es tal cual, con su pureza, sino que lo percibimos a través del cristal del filtro de nuestra mente. Cada acontecimiento que pasa por nuestra vida, es único en ese momento, y además necesario para nuestra evolución y crecimiento, pero al percibirlo deformado por nuestra percepción, no lo aprovechamos, con lo cual, ha de volver otra vez a nuestra vida, porque si ese aprendizaje estaba programado, volverá y volverá hasta que el aprendizaje sea efectivo y total.
¿No tienes la sensación de que tu vida es una repetición de los mismos acontecimientos? Cuando aprendas la enseñanza que ese acontecimiento lleva aparejada, dejará de repetirse en tu vida.
Para eso, deja que la vida fluya y pase a través de ti, sin un solo comentario mental, sin una sola crítica mental, sin una sola comparación. Solo observa, vive y disfruta, dejando que la enseñanza llegue a ti, sin oponerte a aquello que la vida te presenta, sin rebelarte ante los acontecimientos.
Seguro que sabes esta historia, pero aquí quedaba que ni pintada: Había un viejo sabio en la China que tenía un caballo y un hijo. Todos sus vecinos le tenían lástima y siempre le decían: "Qué triste que todo lo que tienes es un hijo y un caballo". El viejo sabio siempre respondía con las siguientes palabras: "¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?"
Un día, el caballo se escapó. Todos los vecinos se le acercaron con mucha compasión, diciendo: "¡Es terrible, tu único caballo se escapó y ahora solamente tienes a tu hijo. Es terrible!". Como siempre, el viejo encogió sus hombros y dijo: "¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?".
Pasó una semana y el caballo regresó, y con él venían doce hermosos caballos salvajes. Los vecinos estaban muy emocionados y corrieron hacia el viejo proclamando su buena fortuna: "Es tan maravilloso, ahora tienes muchas posesiones". El viejo sabio respondió una vez más encogiendo sus hombros con las acostumbradas palabras: "¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?".
El viejo sabio le dijo a su hijo que comenzara a entrenar a los caballos salvajes para que pudieran serles útiles. Un día, el hijo estaba montando un caballo particularmente salvaje, se cayó y se rompió ambas piernas. Cuando los vecinos supieron, llenos de lástima le decían: "Qué cosa tan horrible lo que le pasó a tu único hijo". El viejo sabio nuevamente se encogió de hombros y dijo: "¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?".
Poco tiempo después, llegaron unos jinetes desde una villa cercana buscando a todos los hombres físicamente capaces para ir a la guerra y para ayudarles a proteger su villa de las bandas de ladrones que merodeaban por allí. Así fue como todos los jóvenes de las villas cercanas fueron a ayudar a la guerra excepto el hijo del viejo sabio, quien tuvo que quedarse en casa porque sus dos piernas rotas aun no habían sanado. Todos los jóvenes que fueron a la guerra murieron pero el hijo del viejo sabio vivió muchos años.
Entonces, cuando parezca que tu mundo se está derrumbando a tu alrededor y no puedes encontrarle ningún sentido a lo que te está pasando, siempre recuerda que no conoces la película completa y recuerda también las palabras del viejo sabio: "¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?".
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