Quien no haya sufrido lo que yo, que no me
de consejos.
(Sófocles)
Lo que tienes que hacer…….., lo que yo haría si
estuviera en tu lugar……, creo que sería bueno que hicieras……., ¡Qué fácil es
dar consejos!, ¡Qué fácil es predicar!, cuando curiosamente, los aconsejadores
y predicadores se encuentran, nos encontramos, a veces, en parecida o peor
situación que el aconsejado.
No nos duelen prendas a la hora de
decir a los demás que es lo que tienen que hacer, de organizar su vida, de
indicarles cuál es el camino a seguir, que palabras utilizar o cómo comportarse
en determinada situación. Sin embargo, nos ocupamos menos en tratar de
comprender a las personas, para acercarnos, aunque sólo sea un poquito, a ese
momento emocional, que ha llevado a la persona a esa situación, en la que
nosotros, sin entender en absoluto cual es la verdadera realidad, nos
atrevemos, sin ningún pudor, a dar nuestro consejo, e incluso nuestro veredicto.
Podemos incluso creer que conocemos
perfectamente a la persona que tratamos de aconsejar, pero, ¿Qué sabemos,
realmente de sus pensamientos?, ¿Qué sabemos de sus más íntimos secretos, esos
que guarda en su interior y nadie conoce?, ¿Qué sabemos del sufrimiento interior
de la persona, de sus miedos, de su angustia, de su dolor, de sus verdaderas
limitaciones?
El consejo siempre es dado desde una
visión particular, desde un estado emocional determinado y desde unas creencias
personales, que en nada tienen que coincidir con la situación, el carácter o la
madurez de la persona receptora del consejo; y aunque nadie duda de que el consejo
siempre es compartido con la mejor de las intenciones, aunque este no sea
solicitado, en muchas ocasiones, la vida, que también da consejos, parece
aconsejarnos que lo más prudente sería el silencio.
Permitirme un consejo, aunque nadie me lo haya pedido: La regla número uno sería no dar
consejo si no nos lo solicitan, y si lo hacen, antes de aconsejar, hemos de
escuchar con total atención cual es el problema, entenderlo, conocer la
situación de la persona, ya que una cuestión por muy clara que esté para
nosotros, puede no estarlo tanto para la persona que sufre el problema.
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