Es más que
posible que todos nos hayamos enamorado en algún momento de nuestra vida. El
estado de enamoramiento es ese estado en que todo parece tener un color y una
luminosidad distinta, es el estado en el que se coloca en la cara una sonrisa,
que parece eterna, es el estado en el que se produce un cambio en el nivel de
conciencia, se empiezan a encontrar significados donde antes no se veían, el
encuentro con el ser amado parece un encuentro divino, el sentido de la vista
se vuelve más atractivo: da la impresión de que se perciben más y mejor los
colores, las texturas, las formas, el mundo es más hermoso. El ingenio se
acentúa, y los enamorados pueden sorprenderse con expresiones artísticas que,
por momentos, no reconocen como propias; y sobre todo: el ego se disipa. Los
enamorados pasan por el mundo como si estuviesen en una película, se olvidan de
sí mismos. La vida parece fluir de un modo más suave, se observan coincidencias
sorprendentes: es la sincronicidad. La vida se adapta al paso de los enamorados,
lo cual refuerza el Amor y contribuye a profundizar aun más en el estado de
enamoramiento.
Pero llega un momento, por desgracia
antes que después, en que el ego, posiblemente reviviendo experiencias de esta
o de otras vidas, no se lo cree, y comienza a aparecer algo que se denomina
“miedo”, miedo a que eso no dure, miedo del qué dirán, miedo a perder la
libertad, miedo a dar más de lo que recibe, miedo, miedo, miedo. Y es ese miedo
el que le gana la batalla, de forma irreversible e inevitable, a la fe creada
en torno a la magia de la relación amorosa, que era precisamente la que
mantenía el nivel de conciencia elevado. Y el Amor, al volver al nivel de
conciencia ordinario, se torna apego, se torna deseo.
La persona deja de ser creativa y se
vuelve rutinaria, miedosa y desconfiada. Desde su nuevo punto de vista, en una
conciencia disminuida, y debido a que ha olvidado completamente su reciente
vivencia en un plano superior de la conciencia,
cree continuar viviendo el amor como amor verdadero, pero ya es simplemente
un conjunto muy limitado de emociones. La magia se pierde y lo que antes eran
dos almas en una fundidas con Dios, ahora son vacío interior, preguntándose una
a la otra: ¿De verdad me quieres?, y ¿Me querrás siempre?
¿Por qué
donde antes parecía que había un amor increíble, este ha desaparecido?, ¿Por
qué el amor ha dado paso al miedo? Pues por una razón obvia, no era amor, era
necesidad de amar, necesidad de compañía, necesidad de seguir los dictados de
la sociedad, era apego, era deseo de formar una familia. El Amor nunca
desaparece, por eso, el amor que se acaba, no es amor. El desamor no existe,
porque el Amor perdura para siempre.
Una relación
puede acabar, porque nada de la materia es eterno. Pero sin que el Amor
disminuya ni un gramo. ¿Qué como puede ser?, es fácil. Siempre nos encontramos
con las personas con las que tenemos que realizar algún trabajo o algún
aprendizaje, nos encontramos con las personas que nos deben algo o a las que
debemos nosotros. Solo es la Ley del Karma. El encuentro de la pareja también
es eso.
Y cuando la relación acaba, y cuando
llega ese momento en el que se sabe que la relación ha concluido, que el
trabajo conjunto ha finalizado, los miembros de la pareja, deben apoyarse
utilizando el amor como base. Donde existe Amor, no se utilizan como armas
arrojadizas, ni los niños, ni el dinero, ni las propiedades. Todo se hace desde
la mutua comprensión y desde el respeto.
Cuando una
pareja se separa y sus relaciones son broncas, es que ni existe ni ha existido
jamás el Amor. Es el pan nuestro de cada día.
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