Cualquier sufrimiento es inútil,
porque todavía no se ha detectado
ningún nudo de dolor
que haya conseguido desatar el sufrimiento.
Hari Krishan
Puede parecer increíble, que la vida,
ese don tan maravilloso que algunos seres nos hemos dado, convirtiéndonos
durante un breve espacio de tiempo de nuestra eternidad en humanos, pueda
convertirse, a veces, en algo tan duro, tan inaguantable e insufrible, que bien
pareciera que en vez de ir montados sobre la vida, disfrutando de su belleza,
lleváramos la vida, y no solo la nuestra, sino la vida de toda la humanidad
sobre nuestras espaldas. ¡Y eso pesa!
Algunos
podrían pensar que nada hay en la vida más duro que la propia vida, o mejor los
acontecimientos que en ella se generan cada día, pero si hay algo que puede ser
muchísimo peor y, de hecho lo es, es la actitud con la que cada uno se enfrenta
a todos y cada uno de los acontecimientos de su vida.
Enfrentarse
a la vida cuando la miseria se pasea por ella, puede ser más o menos duro;
enfrentarse a la vida, cuando la enfermedad ha tomado posesión de la misma
vida, puede ser más o menos angustioso; enfrentarse a la vida cuando la
vida ha recibido la visita de la muerte,
puede ser más o menos dramático. La diferencia entre el más y el menos es la
actitud.
De momento,
parece que ha quedado sobradamente demostrado, hace ya tiempo, por experiencias
en las propias vidas y en las vidas ajenas, que tratar de vivir la vida por el
lado más duro no soluciona la miseria, y sin embargo, puede agregar, y de hecho
agrega dolor al dolor, de la misma manera que más angustia no soluciona la
enfermedad o que por mucho dramatismo que le pongamos a la muerte no va a
resucitar al difunto.
No solo es
válida la actitud para los tres casos extremos de miseria, enfermedad y muerte.
La actitud hace que varíe también la percepción de cualquier preocupación, de
cualquier dolor, de cualquier desengaño, de cualquier sufrimiento o de
cualquier decepción.
Cualquier
acontecimiento en la vida ocurre en un determinado momento, pero justo al
instante siguiente la vida sigue su ritmo, no se detiene ni por un instante, y
si la vida no se detiene, ¿Por qué la persona se queda anclada en la emoción,
ya sea positiva o negativa, provocada por el acontecimiento?
Sabemos que
todo es energía. El pensamiento es energía, la emoción es energía, la
preocupación que sólo es un pensamiento repetitivo sobre cualquier tema sin
desear llegar a ninguna conclusión, es como cualquier pensamiento energía que
se va almacenando en nuestro sistema energético provocando otras energías nada
agradables como son el miedo, la ansiedad, la angustia o la soledad.
Está claro
que por mucho que piense y se preocupe la persona no consigue hacer retroceder
ni un ápice a la vida para deshacer el acontecimiento, por lo tanto solo hay
que cambiar la actitud hacia cualquier acontecimiento cambiando el proceso de
pensamiento, y de inmediato cambia la vida. Con ese cambio de actitud, se deja
a un lado del camino el peso cargado, voluntariamente, sobre las espaldas, pero
volver a subirse al tren de la vida.
El cambio de
actitud que se escribe en un minuto y se lee en dos segundos, lleva un poco más
de tiempo adquirir la habilidad necesaria para ponerlo en práctica, pero cuanto
más se tarde, será peor, porque seguiremos añadiendo sufrimiento al
sufrimiento, dolor al dolor, angustia a la angustia y dramatismo al drama.
Cualquier sufrimiento es inútil, porque todavía no se han detectado cuales son
los nudos del dolor que puede desatar el sufrimiento, y, desde luego, no es
porque no se tenga experiencia en sufrir, porque sufrimiento en el mundo hay
toneladas en cada esquina.
Puedes
analizar cuantos sufrimientos te han solucionado problemas. Si no encuentras
ninguno, ¿Para qué sufrir? Empieza a trabajar para vivir la vida con una
actitud diferente. ¿Qué cómo se hace?, pues meditando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario