¿Qué es el carácter?:
La palabra carácter proviene del griego, y significa "imprimir, grabar o inscribir." Antes de la época del papel, existió la costumbre de grabar letras en piedras, o estamparlas sobre lápidas de arcilla. Cada letra tuvo una marca, identificándola, que la distinguía de las demás. Aún hoy, cuando hablamos de las letras del alfabeto, nos referimos a ellas como los "caracteres" del alfabeto, teniendo en mente que todas ellas se distinguen unas de las otras por su marca característica.
Como la constitución humana, con sus diversos principios o "herramientas", es igual para todas las personas, sería natural esperar que las personas fueran parecidas en toda forma.
Pero esto no es cierto. Vemos por todas partes grandes diferencias en características entre las personas, diferencias en disposición, temperamento, conceptos de vida, etc. También notamos enormes diferencias en dones, talentos y aptitudes naturales.
Esas diferencias no solamente existen entre adultos, sino que aparentemente también se dan entre niños.
Esas cualidades aparentes se muestran antes de que la educación o el medioambiente puedan haber tenido cualquier influencia. Ellas se desenvuelven desde dentro y no son el resultado de implantaciones externas.
De esta manera, uno de los hijos de los mismos padres puede tener una disposición alegre y feliz; otro, una más seria, o quizá una malhumorada. Uno de ellos puede ser pulcro y ordenado; mientras otro es descuidado; uno de ellos puede ser generoso; y otro, egoísta; uno de ellos puede ser temerario e informal; mientras otro es cauteloso y digno de confianza.
A menudo existen diferencias impresionantes, aún entre niños de la misma familia, ya sea en sus talentos, aptitudes o dones "innatos" naturales. La simple expresión "innatos" demuestra un reconocimiento del hecho de que tales cualidades no se adquieren, sino que deben haber existido aún antes del nacimiento. De esta manera observamos que algunos niños encuentran las matemáticas muy fáciles, mientras los idiomas les parecen difíciles. A algunos les gusta la música y el arte, mientras que otros son inclinados hacia la mecánica, algunos parecen estar dotados en muchas formas, mientras otros no tienen aptitudes particulares.
Las cualidades como el temperamento, disposición, talentos y aptitudes, cuando se toman colectivamente, distinguen a un individuo de otro, y constituyen su carácter. Ese carácter puede ser modificado mediante educación, entrenamiento y por el medioambiente.
Por lo tanto, el carácter de una persona lo constituyen las peculiaridades colectivas o cualidades que la distinguen de los demás.
Construimos nuestro carácter al repetir pensamientos, al repetir emociones y sentimientos, y por los hechos que resultan de ellos. Piensa en algo muy a menudo y durante suficiente tiempo, y ese pensamiento tendrá expresión, tanto así como la palabra o la acción.
Repite un hecho muy a menudo, frecuentemente, y se convertirá en un hábito.
Un pensamiento es pronto rechazado, un hecho es prontamente olvidado, pero dejan una marca en el carácter, aunque sea ligero. Cuando se vuelven costumbre, ellos se graban profundamente en la parte invisible de la naturaleza de la persona.
El carácter es la colección de hábitos y tendencias que hemos construido y grabado en todas las partes de nuestra constitución física y energética. Es la acumulación de hábitos del cuerpo, de las emociones y sentimientos, de los hábitos de la manera de pensar y de la moral, hábitos de obedecer a la voz de la conciencia, o de ceder a la tentación, como también, hábitos de entrenamiento en todos los campos del esfuerzo. Es lo que hemos construido en nosotros mismos, en esta y en anteriores vidas.
El carácter es el ropaje interno e invisible que el Ego teje alrededor de sí mediante sus pensamientos y acciones, hebra por hebra, fibra por fibra, justamente como la larva construye su capullo en el cual debe vivir más tarde. Durante la vida mejoramos este carácter, o lo degradamos y lo echamos a perder. Al final de la vida, el carácter todavía permanece como una acumulación de fuerzas y energías, y como tal, no puede ser aniquilado ni destruido.
¿Qué le sucede al carácter después de la muerte?
Las Enseñanzas Antiguas afirman que permanece inalterado y latente en otros planos internos, y allí permanece, hasta que el Alma decide que es momento de volver a tomar un cuerpo físico; y así, esa Alma reencuentra su patrimonio, ese carácter, el cual ha estado esperando por su dueño. Es como un cheque de viajero, enviado con anticipación, esperando en su destino a que llegue el viajero.
Es la "Voluntad y Testamento" que nuestro actual ser hace para su futura existencia, cuando ese Ego regrese a la Tierra como un niño recién nacido, el cual ahora empieza a automanifestarse nuevamente, es el "capital" con el que comienza su nueva reencarnación. La entidad recién nacida, por lo tanto, es virtualmente una reproducción de la entidad que ya existió previamente.
El carácter de una persona está profundamente arraigado y no cambia de un día para otro, o de hora en hora, como lo hacen nuestra manera de pensar y nuestros sentimientos. No podemos sacudirnos nuestro carácter como lo hacemos con nuestra disposición de ánimo, pero podemos cambiarlo y remodelarlo con el mismo método que utilizamos al construirlo. Si un edificio no es lo que debería de ser, y queremos remodelarlo o reconstruirlo, eso sólo puede lograrse al reemplazar partes defectuosas por unas nuevas y mejor diseñadas, y esto debe hacerse poco a poco.
No puede lograrse con un impulso sencillo, sino mediante un proceso lento y laborioso. Esta es la razón por la cual deberíamos ser muy cuidadosos con nuestra manera de pensar y con nuestros hechos cuando ocurren por primera vez. Debemos hacerlo de tal forma que no haya oportunidad de que sean reemplazados en un futuro.
No existen atajos para remodelar el carácter. Esa es la razón por la cual las resoluciones de Año Nuevo, aunque beneficiosas, son tan a menudo inefectivas. En nuestra euforia pasamos por alto la realidad de que lo que esperamos que cambie con un mínimo esfuerzo, fue construido por pensamientos y hechos, repetidos una y otra vez, durante largos periodos en el pasado. A fin de que funcione, el esfuerzo debe ser constantemente renovado y resueltamente continuado a lo largo del año, mes a mes, día a día.
Sin embargo, si una resolución no es completamente realizada, aún así es mejor a que no haya ninguna; porque ningún esfuerzo se pierde, y es al menos, un ladrillo reemplazado. Si entendemos la magnitud de la tarea que estamos llevando a cabo al cambiar hábitos viejos y establecidos, nos mantendrá alejados de perder el ánimo, aunque el avance nos parezca más lento de lo que esperamos, y nos ayudará a mantener siempre fresco el esfuerzo.
El destino del ser construye por esfuerzos propios.
Se ha dicho que nuestro carácter es lo que hemos hecho por nuestros propios esfuerzos, como un resultado de todos nuestros pensamientos y hechos, y sus hábitos consecuentes. Nuestro carácter nos da un "rumbo" o una inclinación en cierta dirección, y si se mantiene sin alteración, ese carácter determinará nuestro destino final.
Hay una porción de Sabiduría Oriental que dice:
Si siembro un pensamiento, cosecharé una acción;
Si siembro una acción, cosecharé un hábito;
Si siembro un hábito, cosecharé un carácter;
Si siembro un carácter, cosecharé un destino.
Si nos parece que vamos en una dirección equivocada, ello puede ser cambiado, pero para hacerlo, debemos cambiar primero nuestro carácter. Para hacer eso, debemos cambiar nuestros hábitos, nuestras acciones y nuestros pensamientos, lo cual, por supuesto, toma tiempo y requiere esfuerzo continuo.
Así, nuestro destino es finalmente determinado por nuestros propios pensamientos y acciones. No estamos "predestinados" a nada ni por nadie. A medida que cambiemos nuestro carácter, ya sea por uno bueno o por uno malo, así también autodeterminaremos, por esa sencilla razón, nuestro propio destino.
Cuando se practica la meditación y se entra en un camino espiritual, se ha de practicar la construcción del carácter.
La meditación es como el fertilizante de un campo, y lo mismo se abonan las buenas que las malas semillas, por lo tanto han de eliminarse las malas semillas cuanto antes, ya que sino se corre el riesgo de empeorar con la meditación.
La construcción o formación del carácter es una manifestación del desarrollo espiritual.
El carácter es la manifestación de la cantidad y calidad de contacto que tenemos con el alma.
Cuando la persona está desequilibrada, enfadada, estresada, preocupada; la conexión con el Alma Superior se hace pequeña.
Un carácter débil refleja un alma débil.
Cuando la conexión con el alma es débil, la persona está a merced de la energía de los chakras de los cuerpos inferiores, el cuerpo emocional y el cuerpo mental, en vez de ser dominado por el alma.
La razón por la que algunas personas se encuentran en problemas, es porque tienen fallos importantes en su carácter, pereza, orgullo, emociones no reguladas, insistencia en apoyar posiciones y afirmaciones ridículas.
Las almas inmaduras se comportan inmaduramente, porque esa es su sabiduría. Son como bebés.
Trabajo a realizar:
Sigue realizando diariamente la meditación que has comenzado a hacer desde la entrada anterior.
Sólo tienes que sentarte, cerrar los ojos, colocar la punta de la lengua en el paladar, dejar las manos apoyadas en los muslos con las palmas de las manos hacia arriba, y respirar, lenta y suavemente, por la nariz, con una respiración abdominal, permitiendo que con la exhalación vaya saliendo toda la tensión de tu cuerpo. Y empieza a repetir en silencio: “Yo Soy Luz, Yo Soy Amor, Yo Soy el Alma, Yo Soy la Resurrección y la Vida”.
Recuerda que puedes hacerla el tiempo que quieras, pero intenta que el mínimo sean once minutos.