Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Agradecer
a Dios de manera permanente, por amanecer cada día, por el desayuno, por el
trabajo, por el sol, por la familia, por tener donde vivir, por abrir un grifo
y tener agua, por tener comida en la nevera, en fin, por todo.
El
sufrimiento de los hombres, en un porcentaje importante, es debido a las
carencias que ellos creen tener, sin embargo, no ocupan su mente ni un segundo
en ser conscientes de lo que ya tienen y, por supuesto, no se les ocurre agradecer
por todo eso que están disfrutando. Piensan que lo que tienen es porque ellos
lo han conseguido, no caen en la cuenta que todo, absolutamente todo, procede
de Dios, lo que consideran bueno y lo que consideran malo.
Por
lo tanto, sean conscientes de donde procede todo lo que disfrutan en su vida, y
agradezcan a Dios por tenerlo. Concéntrense en la abundancia que hay ahora en
su vida, no en las carencias.
El
agradecimiento abre las puertas del Universo y les pone en situación para
seguir recibiendo. Pero recuerden: Dios les va a dar aquello que necesitan,
aquello que ya está programado en su Plan de Vida, y no va a llegar aquello que
“creen necesitar”, que es justamente por lo que sufren.
Y
si eso que “creen necesitar” no está contemplado en su Plan de Vida, no lo van
a recibir, por mucho que pidan, recen o practiquen alguna técnica de atracción.
Tengan por seguro que si reciben algo es que está contemplado, desde antes de
la toma de posesión de su cuerpo, en la planificación de su vida. Sin embargo,
aunque esté recogido en su Plan de Vida, pueden no recibirlo, sencillamente
porque se están ocupando en pedir imposibles, que no solo no van a recibir,
sino que cierran las puertas a lo posible.
Les
puede ocurrir que, (a muchas personas les sucede), de manera totalmente
inconsciente, por el mero hecho de agradecer y acabar con la ansiedad por la no
satisfacción de sus caprichos, guarden en su interior un rayo de esperanza de
que, sí van a recibir eso que “creen necesitar”, y al cabo de un cierto tiempo,
más bien corto, vuelva la ansiedad porque no se recibe.
No
sufran, no han hecho nada mal. Es humano. En ese caso sigan con su trabajo de
agradecimiento, hasta que la ansiedad por conseguir “algo”, desaparezca
definitivamente.
Tengan
en cuenta, que agradecer, ponerse en las manos de Dios y aceptar Su voluntad,
es conectar de manera inmediata con el Plan de Vida, lo que equivale a dar un
salto cualitativo y cuantitativo en la carrera de la vida para acercarse a
Dios.
Para
conseguir llevar a buen puerto la nave de la propia vida, tengo que vivir sin
miedo.
Sin
miedo a la gente, porque todos están embarcados en el mismo barco, viviendo las
mismas miserias que yo he vivido hasta ahora; deseando imposibles como yo mismo
he deseado; tratando de aparentar lo que no son.
Sin
miedo a la vida, porque es hermosa, porque el timonel de la vida es uno mismo,
porque el miedo merma la propia confianza, y hace embarrancar a la vida, en los
lodos de la crítica, de la ira, del resentimiento.
Sin
miedo a la libertad, porque el miedo aprisiona con grilletes invisibles, sin
permitir el movimiento.
Sin
miedo a decir “no”, con cariño, cuando la circunstancia lo requiera, porque
cuando se retienen varios “noes”, el siguiente “no” ya está exento de cariño, y
es más un exabrupto que lleva implícita la tormenta.
No
tengo que esperar que nadie me ame, no tengo que esperar que nadie me haga
feliz. Tengo que cambiar el pensamiento: En lugar de esperar que nadie me haga
feliz, yo tengo que hacer felices a los que me rodeen y, por supuesto, en lugar
de esperar que mi pareja me ame, yo tengo que amarla. En lugar de enojarme y
entrar al trapo de cualquiera de sus enfados, he de colocarme en su lugar para
entender ese momento malo por el que está pasando, responder con caricias a los
golpes, responder con comprensión a los gritos, responder con paciencia a las
impertinencias, responder con humildad al orgullo.
Tengo
que ser feliz por mí mismo, y esa felicidad solo me la puedo conceder yo,
aceptando la vida tal como se presenta, agradeciendo lo que tengo, no
condicionando mi felicidad a la consumación de mis deseos, o mejor, de mis
caprichos.
Recuerda
Fran que en sus inicios de, lo que bien se podría llamar, “su vida espiritual”,
había un concepto que cada vez que lo escuchaba, se le removían las
entrañas, y hasta le rechinaban los dientes.
Era la unión con Dios. El mero hecho de pensar que algún día, en la eternidad,
iba a perder su individualidad, para ser parte de la Energía Divina, le
aterraba, de la misma manera que a otros les aterra la idea de morir.
En
realidad, no existía ninguna diferencia entre ambos terrores, porque son lo
mismo. ¿Qué más da tener temor por abandonar el cuerpo, que temer abandonar la
individualidad del alma?
Los
dos son fruto de la ignorancia, son fruto de la ilusión de creer que los seres
humanos son independientes y que no tienen nada que ver con Dios.
Porque, ¿qué puede ser más grande
que ser Dios? Y ese es el final del alma como ente independiente, unirse a Dios,
ser Dios. Es como dejar de ser un grano de arena para convertirse en un
Universo eterno, en un Universo infinito.
Este
fue mi recorrido mental, rememora
Fran, para liberarme de ese miedo:
Todo es cuestión de
creencias, porque con excepción de aquellos que han estado en el umbral de la
muerte y han podido gozar, según cuentan, del Amor infinito que sienten al otro
lado de la vida, los demás tenemos que creer, sin ver, sin sentir, sin saber. A
eso se le llama fe.
Tengo claro que somos
energía, ya existen muchos estudios científicos al respecto. Además, por mi
trayectoria como sanador, en cada terapia siento la energía, y la puedo tocar,
(la puede tocar cualquier persona, solo es cuestión de práctica). Tengo fe en que
somos una energía desgajada de un Océano de Energía. A ese Océano de Energía,
se le pueden dar muchos nombres, que también, por una cuestión de fe, me gusta
llamarle Dios.
En más de una ocasión he
podido sentir la energía de Grandes Seres, que son los Maestros, los cuales,
habiendo finalizado su aprendizaje del Amor, siguen, de alguna manera entre
nosotros, para ayudar a la humanidad a recorrer el camino por ellos finalizado.
Y, también, en más de una
ocasión, o mejor dicho, en infinitas ocasiones, he puesto mi vida en manos de
Dios. Le rezo, le pido, le invoco, le suplico, le reclamo, le insisto. Reconozco
que, más de una vez, he intentado chantajearle, he intentado convencerle, he
intentado pactar algún acuerdo. Alguna vez le he culpabilizado por mi
desgracia, le he hecho responsable de mis fracasos, le he ignorado como pago
por su ignorancia hacia mí, le he recriminado que mi vecino conseguía más cosas
que yo, siendo ateo.
Ahora, al finalizar este
párrafo, he sido consciente de que he sido muy pesado en mis rezos, en mis
pedidos o en mis suplicas, pero muy parco en el momento de agradecer. Si, he
agradecido, pero solo una o dos veces, como mucho, una vez conseguido algo que
había pedido a Dios. Y ese algo, seguro que lo había pedido con insistencia, cincuenta
veces al día, un montón de días. Y las escuetas gracias, no pasaron de “Gracias
Señor”.
En mi recorrido mental,
me hice este planteamiento: ¿Cómo puede ser que me de miedo perder mi identidad
para unirme a Dios, cuando Dios se encuentra de manera permanente en mí? Bien
sea para pedir, para reclamar o para agradecer. Cuando forme parte de esa Energía,
seré Dios. Formaré parte de Dios. No, no hay que rasgarse las vestiduras. Solo
hay que pensar en la gota de agua que se desprendió de una ola por el viento, y
que vuelve a caer al Océano, de manera inmediata, vuelve a ser Océano. Pues los
seres humanos cuando volvemos a la Energía, volvemos a Ser Dios.
Y yo, impregnado de una estúpida
soberbia, tenía miedo dejar de ser Fran para volver a ser Dios.
Fue
suficiente. Mantener ese pensamiento en mi mente fue, no solo haciendo
desaparecer el miedo, sino que fue generando en mí el deseo de terminar cuanto
antes mi andadura terrenal.
El
terror y rechinar de dientes se fue diluyendo lentamente en la conciencia de
Fran, mientras poco a poco, iba integrando en su ser la Grandeza Divina. Y así,
hasta hoy, que solo tiene un anhelo, esa unión con Dios.
Todos
los que tratan, trabajan y escriben sobre temas relacionados con la
espiritualidad hablan de que el ser humano está dormido. Y tienen razón.
Y
en todos los cursos, lecturas, talleres y prácticas, que rozan, aunque solo sea
superficialmente la espiritualidad, nos hablan de la necesidad de despertar, ya
que mientras el ser humano permanezca dormido, es claro que no se va a enterar
del “porqué de la vida”.
El
problema es, que “el porqué de la vida” no lo pueden explicar muchos, porque
son muchos los dormidos, y es posible, que los que nos hablan del sueño del ser
humano, tampoco tengan muy claro que significa, y mucho menos lo que significa
estar despierto. Es posible que también estén dormidos, y que entiendan que hay
que despertar, pero más a nivel intelectual que integrado en sí mismos.
Nos
enseñan técnicas para dominar la mente, para vivir desde el corazón, o para
controlar las emociones. Pero casi ninguno habla de Dios. Y el único objetivo
de la vida es caminar en la búsqueda de Dios, con la finalidad de unirse a Él.
Entonces,
¿Qué significa despertar? Despertar significa dejar de identificarse con el
cuerpo para identificarse con el alma, sin olvidar, por supuesto, que el cuerpo
es el instrumento para despertar. Se trata de no dejarse dominar por la mente,
pero teniendo claro que el despertar ha de iniciarse en la mente. Por lo tanto,
no se puede abdicar y mucho menos aborrecer al cuerpo, ni a la mente. Se trata,
con el cuerpo como instrumento y bajo la dirección de la mente, vivir en Dios.
Es
imprescindible la mente para ser conscientes del sueño. Es imprescindible la
mente para despertar y para vivir con atención cada instante de vida, y poder
así darse cuenta de actuaciones que indican que se ha vuelto a caer en la somnolencia,
si es que en algún momento se ha salido de ella.
Alguien
podría pensar que, por el mero hecho de meditar, de practicar alguna técnica
oriental, de leer muchos libros espirituales, de ser vegano, o de dedicarse a
la medicina alternativa, ya están despiertos. No es tal.
Una
cosa es comenzar a despertar y otra muy diferentes estar despiertos. La
meditación, el yoga, la lectura de libros espirituales y, el sin fin de
técnicas que proliferan hoy en día vendiendo espiritualidad, o pseudo
espiritualidad, solo son el sonido, necesario, de “tic tac” que hace el reloj
despertador que, con algo de suerte, con más paciencia, con mucha voluntad y un
ingente trabajo, puede ser que haga abrir un ojo al hombre que se encuentra en su
profundo sueño.
Un
hombre despierto es total y absolutamente consciente de la vida. Un hombre
despierto vive en Dios, por lo tanto, no se identifica con el miedo, ni con la
crítica, no juzga ni se ofende, no engaña, no roba, no se preocupa, no sufre,
no siente celos, no pierde la paciencia, y un sinfín más de hábitos negativos,
que lo único que hacen es separarle de Dios. Un hombre despierto es
completamente feliz, vive en paz, la serenidad es su bandera, la compasión es su
ropaje, la humildad es una rutina de vida, el amor su herramienta, y Dios su
guía.
Son
escasísimos los despiertos, porque seguramente ya no estarían aquí, y si están,
es que están en sus últimos días en la materia. Todos los demás estamos
dormidos, en mayor o menor medida, pero dormidos.
Recuerda
que despierto e iluminado son sinónimos, y que Buda era el despierto, era el
iluminado.
Podemos
utilizar la “Ley de la Atracción” para acercarnos a Dios.
La
“Ley de la Atracción” es la creencia de que los pensamientos, (conscientes o
inconscientes), influyen sobre las vidas de las personas, argumentando que son
unidades energéticas que devolverán a la persona una onda energética similar a
la emitida.
La
frase "Ley de la Atracción" ha sido utilizada por escritores,
teósofos, autores, filósofos y parlanchines. Según los partidarios de dicha
ley, esto significa que los pensamientos, emociones, creencias, anhelos, etc.,
que una persona posee, (sean estos conscientes o inconscientes), provocan
consecuencias afines a lo que se desea. A este proceso se lo describe como
«vibraciones armoniosas de la ley de la atracción».
Por
lo tanto, bien se puede decir que “atraemos a nuestra vida aquello que está en
sintonía con nuestros pensamientos dominantes”.
Conozco
muchísimas personas que dicen que la “Ley de la Atracción” no funciona, y no lo
hace porque, a pesar de mantener el pensamiento de lo que desean en la mente,
ese deseo no llega a materializarse.
Sin
embargo, conozco otros, bastantes menos, que dicen que sí funciona, porque han
conseguido, mediante las mismas técnicas que los anteriores, materializar sus
deseos.
¿Qué
grupo tiene razón, los que dicen que si funciona, o los que dicen que no? Pues…,
ambos tienen razón.
La
“Ley de la Atracción” es mucho más que un simple enunciado, y es mucho más,
porque no es una ley aislada, (de hecho, prácticamente, ninguna ley del
Universo lo es), ya que existen muchas relaciones entre diferentes leyes.
Incluso
aunque fuera una ley independiente, el mero hecho de pensar, e incluso, de
visualizar el deseo no es suficiente, ya que se ha de sentir la emoción y
vibrar en la misma sintonía. Es posible, que pensar, emocionarse y vibrar, se
consigan durante una, dos, e incluso, tres horas al día, pero ¿Qué pasa con las
21 horas restantes del día? Es más que seguro, que el resto del día se esté con
el pensamiento cambiado, que se esté pensando en la carencia, con la emoción
correspondiente y vibrando en la sintonía contraria.
Y
¿Los que si lo consiguen? Seguramente el trabajo que realizan las personas que
si consiguen materializar el deseo no es diferente a esas tres horas que
trabajan las personas que no lo consiguen, ¿Por qué ellos sí?
Porque
no es una ley independiente. Está completamente relacionada con el “Plan de
Vida” que el alma ha aceptado para su encarnación. Y si el Plan de Vida dice
que la persona tiene que vivir debajo de un puente, va a vivir debajo de un
puente, con “Ley de la Atracción” o sin ella. La diferencia, si trabaja
aspectos de la “Ley de la Atracción”, es que el puente será más o menos cómodo.
Pero no va a salir del puente para ir a un palacio si en su Plan de Vida no
aparece contemplado.
Sin
embargo, se puede trabajar la “Ley de la Atracción” para algo que todas las
almas tenemos contemplado en nuestro Plan de Vida: Acercarnos a Dios.
Esta
es la nueva Ley de la Atracción:
Piensa en Dios, siente la emoción de vivir en Él, vibra en Su sintonía, y de
manera inmediata vas a sentir Su Energía, que te va a ayudar a despertar del
sueño de esta vida, de la que incluso, desconoces la razón por la que vives y,
además, te vas a conectar con tu Plan de Vida y vas a conseguir todo lo que
aparezca contemplado en él, en la máxima expresión. Siguiendo el ejemplo del
puente, conseguirás vivir en el mejor puente de la comarca.
Pero
puede ocurrir como en el trabajo normal de la “Ley de la Atracción”, que más de
tres horas sean difíciles de mantener, y las horas restantes sigamos con el
miedo de siempre, la ira de siempre, la envidia de siempre, la crítica de
siempre, etc., etc., con lo que el trabajo se difumine como el humo. Pues las
horas restantes vamos a seguir acercándonos a Dios, pero de manera diferente:
Vamos a pensar, vamos a emocionarnos y vamos a vibrar con cualquier persona que
tengamos delante, como si del mismo Dios se tratara. Y cuando no tengamos a
nadie delante, vamos a agradecer lo que tenemos, sea mucho o poco, según
nuestra consideración, así seguiremos conectados con nuestro Plan de Vida y
seguiremos recibiendo los dones que aparecen contemplados en él, también en su
máxima expresión.
Lucha
por algo que merezca la pena. ¿Para qué perder el tiempo en tratar de conseguir
tener una casa en la playa o en la montaña? En lugar de perderlo, gánalo,
haciendo lo que has venido a hacer: Acercarte a Dios.
No
sigas leyendo y piensa que crees que haces en la vida. Recógete un momento en
ti mismo, y piensa. Es posible que nunca se te haya ocurrido pensar que haces
aquí, en la Tierra. Es posible que nunca hayas pensado el porqué de la vida, de
tú vida. Es posible que nunca te hayas planteado porque tú vives en la
opulencia y otros no tienen para vivir. Es posible que hayas pensado en la mala
suerte que tienen los que han nacido en Siria, o en Palestina, o en el Sahara.
Pues ahora es el momento, ¿Para qué crees que has nacido?
Me
refiero a la verdadera razón de la vida, no a pequeñas tareas, o grandes, como
tú quieras calificarlas. Quiero que pienses en la auténtica, en la verdadera,
en esa tarea que una vez conseguida lleva aparejada el que ya no vuelvas, nunca
más, a encarnar en un cuerpo en este planeta.
Piénsalo
seria y honestamente antes de seguir leyendo. A fin de cuentas, nadie va a
saberlo, así que puedes ser totalmente honesto. Piénsalo.
¿Crees
que has nacido para liberar de su yugo a los oprimidos?, ¿Crees que has nacido
para tener hijos y que estos sean felices?, ¿Crees que has nacido para luchar
por el derecho de los animales?, ¿Crees que has nacido para preservar el medio
ambiente?, ¿Crees que has nacido para ayudar y servir al prójimo?, ¿Crees que
has nacido, sencillamente para vivir, y mientras tanto hacer algo bueno?,
¿Crees que has nacido para trabajar, trabajar y trabajar, para conseguir un
respetable montón de dinero, que te de seguridad a ti y a los tuyos?
Es
posible que haya tantas respuestas como personas. Pero solo una es la correcta.
Hemos
nacido para volver a Dios, que es nuestro origen.
Y
todo lo demás, son “tareíllas”, que nos pueden parecer importantísimas, nos
pueden parecer vitales, nos pueden parecer transcendentes, nos pueden parecer
imprescindibles, pero solo son eso, “tareíllas”.
En
la Biblia, (Marcos 8, 36 y Mateo 16, 26), aparecen las palabras de Jesús: “De
que le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma”.
Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul
(Alice A. Bailey)
La muerte es literalmente el retiro de las
dos corrientes de energía del corazón o de la cabeza, produciendo en
consecuencia la pérdida total de la conciencia y la desintegración del cuerpo.
La muerte difiere del sueño en que ambas corrientes de energía son retiradas,
pues durante el sueño sólo es extraído el hilo de energía “anclado” en el
cerebro; cuando esto ocurre, el hombre queda inconsciente. Significa que su
conciencia o sentido de percepción está enfocado en otra parte. Su atención no
está ya dirigida hacia las cosas tangibles y físicas, sino que se traslada
hacia otro mundo del ser y se centraliza en otro mecanismo. Durante la muerte,
ambos hilos son retirados o unificados con el hilo de la vida. La vitalidad ya
no penetra a través de la corriente sanguínea, el corazón deja de funcionar y
el cerebro de registrar, entonces desciende el silencio. La morada queda
desierta. La actividad cesa, excepto esa asombrosa e inmediata actividad que es
prerrogativa de la materia misma y se expresa en el proceso de descomposición.
Desde ciertos aspectos, ese proceso indica la unidad del hombre con todo lo
material, demuestra que forma parte de la naturaleza misma, queriendo
significar con la palabra naturaleza el cuerpo de la Vida Una en Quien
“vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. Las palabras -vida, movimiento y
ser- encierran toda la historia. Ser es percepción, autoconciencia y
autoexpresión, y los símbolos esotéricos son la cabeza y el cerebro del hombre.
Vida es energía, deseo en la forma, coherencia y adhesión a una idea, siendo
los símbolos esotéricos el corazón y la sangre. Movimiento indica integración y
respuesta de la entidad existente, consciente y viviente dentro de la actividad
universal, siendo el estómago, el páncreas y el hígado, sus símbolos.
Debe observarse también que la muerte se
produce bajo la dirección del ego, no importa si el ser humano es inconsciente
de tal dirección. En la mayoría, el proceso ocurre automáticamente, pues
(cuando el alma aparta su atención) la reacción inevitable en el piano físico
es la muerte, ya sea por la abstracción de los dos hilos, de la vida y de la
energía razonadora, o por la abstracción del hilo de energía cualificado por la
mentalidad, dejando que la corriente de vida funcione todavía a través del
corazón, pero sin un conocimiento inteligente. El alma se halla en otro lugar,
ocupada en su propio plano con sus propios asuntos.
Tratado sobre Magia Blanca, págs.
360-361.
En el cuerpo humano, como sabemos,
tenemos un cuerpo vital subyacente, interpenetrante, contraparte del físico,
más grande que éste, denominado cuerpo doble o etérico. Es un cuerpo de energía
y está compuesto de centros de fuerzas y nadis, o hilos de fuerza, los cuales
subyacen en el sistema nervioso -los nervios y los ganglios nerviosos- o son la
contraparte. En dos lugares del cuerpo humano hay orificios de salida, si puedo
emplear una frase poco eufónica. Uno está ubicado en el plexo solar y el otro
en el cerebro, en la cima de la cabeza. Ambos están protegidos por una tupida
trama de sustancia etérica, compuesta de hebras entrelazadas de energía vital.
En el proceso de la muerte la presión de
la energía vital, golpeando contra la trama, produce eventualmente una puntura
o abertura. Por ella sale la fuerza vital, a medida que aumenta la potente
influencia abstrayente del alma. En el caso de animales, niños, hombres y
mujeres, totalmente polarizados en los cuerpos físico y astral, la puerta de
salida es el plexo solar, rasgándose la trama y permitiendo la salida de la
fuerza vital. En el caso de tipos mentales, de unidades humanas altamente
evolucionadas, se rasga la trama de la cima de la cabeza en la zona de la
fontanela, permitiendo así la salida del ser racional pensante.
En
el proceso de la muerte, por lo tanto, dos son las salidas principales: el
plexo solar para los seres humanos astralmente polarizados y físicamente
predispuestos, por lo general la gran mayoría, y el centro coronario para los
seres humanos mentalmente polarizados y espiritualmente orientados.
Éste es el primer y más importante factor que debe recordarse, y fácilmente se
verá que la tendencia de la vida y su enfoque de atención determinan la forma
de salida al morir. También se podrá ver que el esfuerzo para controlar la vida
astral y la naturaleza emocional y para orientarse hacia el mundo mental y las
cosas espirituales, tiene un efecto muy importante sobre los aspectos
fenoménicos del proceso de la muerte.
Si el estudiante piensa con claridad, le
será evidente que una salida concierne al hombre espiritual y altamente
evolucionado, mientras que la otra, al ser humano de grado inferior, que apenas
ha salido de la etapa animal. ¿Qué sucede entonces con el hombre común? Existe
una tercera salida, empleada ahora temporariamente; exactamente debajo del
ápice del corazón hay otra trama etérica que cubre un orificio de salida. Por
lo tanto, la situación es la siguiente:
1. La salida por la cabeza, es utilizada por
los intelectuales, los discípulos y los iniciados del mundo.
2. La salida por el corazón, es utilizada por
la mujer o el hombre bondadoso, bien intencionados, buen ciudadano, amigo
inteligente y trabajador filantrópico.
3. La salida por la zona del plexo solar, es
utilizada por las personas que poseen una fuerte naturaleza animal.
Ante todo, debe haber silencio en la
habitación. Esto sucede con frecuencia. Debe recordarse que, por lo general, la
persona moribunda está inconsciente. Tal inconsciencia no es real sino
aparente. De novecientos casos sobre mil conservan la percepción cerebral con
plena conciencia de los acontecimientos, pero existe una paralización de la
voluntad para expresarse e incapacidad para generar la energía que indica
vivencia. Cuando el silencio y la comprensión reinan en la habitación del
moribundo, el alma que parte puede mantener con lucidez la posesión de su
instrumento hasta el último instante, y prepararse debidamente.
En
el futuro, cuando se sepa más acerca de los colores, sólo se permitirá la luz
anaranjada en la habitación de un moribundo, que será instalada con una
ceremonia apropiada y cuando no haya posibilidad de restablecimiento. El color
anaranjado ayuda a enfocarse en la cabeza, así como el color rojo estimula el plexo
solar y el verde tiene un definido efecto sobre el corazón y las corrientes de
vida.
Ciertos tipos de música podrán ser
empleados cuando se conozca algo más respecto al sonido, pero no tenemos aún
una música que facilite al alma el trabajo de retirarse del cuerpo, aunque se
hallará que ciertas notas del órgano son eficaces. Si se emite la misma nota de
la persona en el momento exacto de la muerte, se coordinarán las dos corrientes
de energía que eventualmente cortarán el hilo de vida, pero este conocimiento
es demasiado peligroso para ser transmitido y sólo podrá revelarse más
adelante. Quisiera indicar las líneas que seguirán los futuros estudios esotéricos.
Se hallará también que la presión sobre
ciertos centros nerviosos y ciertas arterias facilitará el trabajo, y que esta
ciencia de la muerte se mantiene en custodia en el Tíbet, como bien saben
muchos estudiantes. Será muy útil y eficaz ejercer presión sobre la vena
yugular y ciertos grandes nervios de la zona de la cabeza y en un punto
especial de la médula oblongada. Más adelante será elaborada inevitablemente
una ciencia definida de morir, pero sólo cuando sea reconocida la existencia
del alma y haya sido científicamente demostrada su relación con el cuerpo.
También serán empleadas frases mántricas
definidamente plasmadas en la conciencia de la persona moribunda, por quienes
están a su alrededor, o empleadas deliberada y mentalmente por ella misma. El
Cristo lo demostró cuando exclamó: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi
espíritu”. Tenemos otro ejemplo en las palabras: “Señor, ahora dejarás a tu
siervo irse en paz”. El constante empleo de la Palabra Sagrada entonada en voz
baja o en una nota especial (a la cual podrá responder el moribundo) más
adelante constituirá también una parte del ritual de transición, acompañado por
la unción de aceite según se practica en la Iglesia Católica. La Extrema Unción
tiene una base oculta y científica. La cima de la cabeza del moribundo debería
estar apuntando simbólicamente hacia el este, y las manos y los pies cruzados.
Únicamente deberá quemarse madera de sándalo en la habitación y no se permitirá
ninguna otra clase de incienso, porque el sándalo es el incienso del Primer
Rayo o Destructor y el alma está en el proceso de destruir su morada.
Aunque es cierto
que no existe el pecado, y que Dios Ama a todos Sus hijos hagan lo que hagan,
existe una ley que se denomina la Ley de la Causa y el Efecto, o Ley del Karma,
cuyo enunciado dice que es una energía trascendente (invisible e inmensurable)
que se genera a partir de los actos de las personas. Según esta ley, cada causa
genera un efecto, a cada acción le corresponde una reacción.
Teniendo en
cuenta que todo es energía, cada pensamiento, cada palabra y cada acción
generan energía, y a esa energía de acción le va a corresponder otra energía
proporcional que es la reacción.
Se ha de tener muy
presente cual es la finalidad de la vida del hombre. Permítanme recordárselo: Los hombres vienen a
la vida de la materia para aprender a Amar, pero no como ellos creen que es el
amor, no, han de aprender a Amar como Dios les Ama, por encima de todo.
Quien ha
aprendido a Amar, con toda intensidad, ha conseguido vivir desde el alma, lo
que equivale a decir que el hombre vive como lo que es, como un ser espiritual.
Quien ha
aprendido a Amar, atesora en sí todas las cualidades del alma, siendo las más
destacables para el viaje del hombre a través de la materia: Felicidad,
alegría, servicio, serenidad y paz interior.
Quien ha
aprendido a Amar vive en el respeto, la tolerancia y la comprensión.
Quien ha
aprendido a Amar, vive, sobre todo, sin miedo. Sin miedo a la enfermedad ni al
dolor, sin miedo a la pobreza ni a la riqueza, sin miedo a la muerte ni a la
vida. Y vive así, porque sabe que Dios se encarga de todo, ya que en el momento
en que el hombre deja descansar a su mente abre las puertas a la energía del
Universo, y sabe que todo lo que “necesite” le será dado.
Hasta que el
hombre aprenda a Amar va a seguir realizando viajes de la esencia a la materia.
Y en cada viaje a la materia, lo habitual, es que el hombre se aparte de su
Plan de Vida, por la ignorancia en que se encuentra sumida la sociedad en que
se integra.
La enseñanza a
los recién llegados a la vida está basada en lo que conocen sus enseñantes, es
decir, nada, porque viven una ilusión, y por tanto sus enseñanzas están
opuestas a la realidad de Dios. Toda la enseñanza está basada en el miedo e,
incluso, ahondan más en el miedo cuando hablan de Dios.
Ante esta
perspectiva los seres humanos viven auténticas vidas de dolor y sufrimiento,
llenas de envidias, celos y rencores, que lo único que generan es esa “energía
de acción”, que les va a generar la “energía de reacción” en su vida actual o
en las próximas.
El Karma es
Karma, no hay ni bueno ni malo. El Karma que se genera se ha de pagar. Si el
Karma que se ha generado ha sido debido a una acción negativa, se tiene que
recibir una devolución negativa. Si el Karma que se ha generado ha sido debido
a una buena acción, se tiene que recibir una devolución positiva.
El Karma se va
consumiendo según va aprendido el hombre a Amar. Aprender a Amar le va a llevar
al ser humano, una serie de vidas, desde que entra en la rueda del Amor
incondicional, ya que este irá aumentando en gradación en cada vida. Según sea
mayor su Amor, irá el hombre dejando de tener pensamientos negativos, hablará
con Amor y todas sus acciones estarán regidas por la bondad, con lo cual no
generará Karma negativo. Y en cuanto al Karma positivo, tampoco va a generar,
porque todo lo que haga en su vida, va a estar regido por el Amor, y no va a
esperar nada a cambio.
Por lo tanto, no
sufran porque hayan pecado, no existe el pecado, pero tampoco sufran por su
Karma, en lugar de sufrir, piensen, hablen y actúen con Amor.
El pecado que se define como la transgresión
voluntaria y con conocimiento de un precepto religioso. No existe.
En Teología
moral se lo considera un acto malo, o la omisión culpable de un acto bueno
obligatorio. Por extensión, se denomina pecado a todo aquello que se aparta de
lo recto y justo, o que falta a lo que es debido.
Existen pensamientos
erróneos, existen palabras con intención de ofender, existen malas acciones, y
si los representantes de las distintas creencias religiosas, les quieren llamar
pecados, está bien, pero no pueden atribuirle a Dios, de manera más o menos
interesada, la condena a perpetuidad, a no ser que se confiese el pecador, única
manera de quedar redimido de los pecados.
El Papa
Francisco, máxima autoridad de la iglesia católica, ha dicho recientemente que
Dios no condena a perpetuidad. Pero, permítanme que añada algo más, Dios no
condena nunca.
La tradición
judeocristiana, cuya fuente fundamental es la Biblia, ha entendido el pecado,
en términos generales, como el alejamiento del hombre de la voluntad de Dios.
Pero la realidad
es que el hombre no necesita pecar para alejarse de la voluntad de Dios. El
hombre ya vive alejado de Dios, y no es por ser pecador, es sencillamente
porque no sabe quién es realmente, ni sabe quién es Dios.
Cree el hombre
que es un ser independiente de Dios, cuando lo que es, realmente, es una parte
de Dios.
Cree el hombre
que cada uno de los seres que le acompañan en la vida también son
independientes y ajenos a él, con lo cual tiene que proteger lo que él
considera suyo, y a los que considera los suyos, cuando la realidad es que
todos son lo mismo, hermanos, hijos del mismo Padre.
Cree el hombre
que lo que considera pecado le aparta de Dios, cuando lo único que le aparta de
Dios es su propia mente.
Cree el hombre
que tiene que buscar a Dios en los templos, en las catedrales, en las
mezquitas, en las iglesias, en las sinagogas, en los conventos, en los salones
de culto, en las basílicas, en los santuarios, o en las capillas, cuando lo
tiene bien cerca: Habita en su propio corazón.
Cree el hombre
que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, cuando la realidad es que
Dios ni premia, ni castiga, porque no hay ni buenos, ni malos. Dios Ama a todos
por igual y su Amor es total e incondicional.
Todo lo que hay
son hombres que están realizando un camino de evolución y crecimiento para
acercarse a Dios, Y se tienen que acercar a Dios porque les ha separado de Él
la ignorancia, la mala fe y las creencias erróneas.
Todo lo que hay
son hombres aprendiendo a Amar, aprendiendo a compartir, aprendiendo a respetar.
Todo lo que hay
son hombres tratando de conectar con su alma, su parte divina, para, a través
de la belleza de su alma, poder contemplar la belleza de los demás, ya sean negros,
blancos, amarillos o mestizos, ya vistan con seda o con harapos, ya hablen como
Cervantes o Shakespeare, o sean mudos como una roca, ya tengan cuentas
millonarias o se peleen por un centavo, ya sean ateos o creyentes, ya sean
musulmanes o cristianos, ya sean comunistas o capitalistas, ya sean de derechas
o de izquierdas, ya sean honrados o ladrones.
Y estos hombres,
que tienen que aprender a vivir desde el alma, que no saben lo que es, ni donde
se encuentra; que tienen que aprender a Amar cuando desconocen lo que es el
Amor; que tienen que aprender a respetar cuando desconocen lo que es el
respeto; que tienen que ayudar a compartir cuando se les ha enseñado que lo
suyo es suyo y tienen que defenderlo; que tienen que aprender a perdonar cuando
solo les hablan de venganza; tienen un hándicap importante: LO HAN DE APRENDER
SOLOS, y encima con una guillotina sobre sus cuellos, que amenaza con cortarles
la cabeza si no hacen lo que nadie les ha enseñado.
Alguien puede
pensar que si no existe el pecado y que Dios Ama a todos hagan lo que hagan, para
que reprimirse y no robar o no engañar, para conseguir vivir en la opulencia y
sin doblar el espinazo.
Aunque es cierto
que no existe el pecado, y que Dios Ama a todos Sus hijos hagan lo que hagan,
existe una ley que se denomina la Ley de la Causa y el Efecto, o Ley del Karma,
cuyo enunciado dice que es una energía trascendente (invisible e inmensurable)
que se genera a partir de los actos de las personas. Según esta ley, cada causa
genera un efecto, a cada acción le corresponde una reacción.