Muchas personas se inician en la meditación porque alguien les ha dicho, o han leído que meditando se van a sentir más relajados, sin miedos, sin estrés, sin depresión, sin ansiedad. Se dan cuenta que la inquietud y la insatisfacción forman parte de su día a día y tienen una vaga sensación de que la búsqueda de la felicidad, la paz y la satisfacción requiere un enfoque distinto del que les ofrece la sociedad.
La felicidad que nos ofrece la sociedad esta fundamentada en cosas externas, y sí, es cierto, consiguiendo esas cosas podemos alcanzar una cierta felicidad, una felicidad de poca calidad, poco duradera, casi con fecha de caducidad. Y eso pasa porque las cosas no son duraderas. Ya que TODO LO QUE EXISTE, DEBIDO A SU PROPIA NATURALEZA, CAMBIA CONSTANTEMENTE, y tarde o temprano desaparece, (desaparece nuestro cuerpo, los amigos, la familia, nuestras pertenencias, nuestro entorno, etc.).
Depender de las cosas que van a desaparecer más pronto que tarde y aferrarse a una felicidad ilusoria solo lleva a la desilusión y a la tristeza, nunca a la satisfacción y a la felicidad.
Esto no quiere decir que debamos dejar a nuestra familia, amigos y posesiones para ser felices, no; SOLO TENEMOS QUE APRENDER A CAMBIAR NUESTRAS IDEAS EQUIVOCADAS SOBRE ELLOS Y LAS EXPECTATIVAS IRRACIONALES SOBRE LO QUE NOS PUEDEN PROPORCIONAR.
La meditación proporciona el alivio que buscan los que se acercan a ella para dejar el estrés, el miedo o la ansiedad; pero proporciona mucho más, ya que nos enseña que dentro de cada uno de nosotros existe un poder, una energía, una paz y una sabiduría que podemos aprovechar cuando al fin nos damos cuenta de que están ahí.
Este poder inspira, anima, reafirma y da fuerza a aquellos que buscan crecer. Imagina una persona que siempre ha vivido aislada del mundo, que la meten en un hotel, sin contarle nada. Cuando llegue la noche, es seguro que permanecerá a oscuras porque no sabe para qué son las cajitas blancas que hay en la pared. El poder, la luz, la sabiduría, están ahí para todos, sólo tenemos que conectarnos a la corriente.
Pero, de hecho, la práctica de la meditación surge para tratar de encontrar respuesta a los grandes interrogantes que se nos plantean en relación con nuestra naturaleza más profunda: ¿quién o qué soy?, ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿porqué existo?, etc.
Además de buscar respuestas lógicas en la ciencia y la filosofía, o de fe en la religión, con la meditación se pretende trascender el estado ordinario de conciencia y traspasar de algún modo la realidad ordinaria, y bastante absurda, despertando a otra visión de las cosas que nos llena y da sentido a nuestra existencia.
Pero, curiosamente, la meditación debe practicarse sin un objetivo concreto, sin esperar un logro determinado, ni siquiera el más elevado.