Ningún alma viene
a la vida con un contrato en el que haya firmado que va a convertirse en un
asesino o en un dictador, nadie ha firmado que vaya a maltratar, a engañar, a
estafar o a robar. Todas estas actividades las va forjando y fortaleciendo la
mente, ansiosa de poder, ignorando que su verdadero poder radica en el
silencio.
Es curioso
que la mente nos haga vivir de manera frenética, como si fuéramos a vivir
dentro del cuerpo eternamente, cuando lo único que tenemos seguro los seres
humanos al nacer en un cuerpo, es que ese cuerpo, desde el mismo momento del
nacimiento tiene fecha de caducidad, va a morir. Y, sin embargo, tratamos de acumular
cuanto más mejor, de manera desmedida, en algunos casos, robando, matando,
engañando, pisoteando los derechos fundamentales de otros seres humanos.
Todos los
que estáis leyendo esto vais a morir, de la misma manera que voy a morir yo que
lo estoy escribiendo. Nos puede parecer increíble que algún día nos toque dejar
esta vida, nos puede parecer increíble pensar que la muerte, nuestra muerte, va
a llamar a nuestra puerta. Siempre nos creemos que eso solo les va a pasar a
los demás, no a nosotros. No esperamos para nosotros ni dolor, ni accidentes,
ni enfermedad, ni muerte. Para nosotros solo esperamos cosas buenas: que nos
toque la lotería, que nos asciendan en el trabajo, que los niños se casen con
alguien de buena familia.
Sin embargo,
nuestra programación mental, (y no hace falta que os recuerde que somos lo que
pensamos), no es la adecuada para que nos sucedan cosas buenas. Nuestros
pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones se encuentran,
normalmente, dando vueltas al miedo, a la carencia, al sufrimiento, a la
enfermedad o al qué dirán.
Estamos, por
lo tanto, más cerca de las desgracias que de las cosas buenas, aunque nos
creamos que nunca nos va a suceder nada malo, lo más probable es que así sea. Poca
confianza debemos tener en nosotros mismos, y pocas deben de ser las cosas
buenas que nos ocurren cuando tenemos que recurrir, para que esto suceda, para
que la abundancia y la prosperidad llamen a nuestra puerta, o para gozar de
buena salud, a la realización de todo tipo de cursos, o lecturas: cursos de
crecimiento, lecturas del tipo de “el secreto”, visionar películas como “Y tú ¿Qué
sabes?”. En fin, que esperamos acontecimientos buenos y espectaculares y sin
embargo nuestra vida creada y dirigida por nuestros pensamientos nos aboca a la
desgracia.
Pero leamos
o no, pensemos en positivo o no, una cosa es segura, ¡vamos a morir!, y puesto
que vamos a morir, mucho antes de lo que os imagináis, permitirme que os
recuerde para que estamos en la vida, ya que es posible, no, posible no, es
seguro, que la inmensa mayoría de vosotros lo hayáis olvidado. SOLO ESTAMOS
AQUÍ PARA VOLVER A DIOS, que es de donde procedemos.
¿Qué estáis
haciendo para volver a Dios? Es posible que penséis que como no hacéis mal a
nadie, que como no robáis ni matáis, ya está hecho el camino de vuelta a Dios.
Parece un poco simplista el razonamiento de que somos buenos. Esa bondad
implica más cosas: ¿Juzgas a los demás?, ¿Les criticas?, ¿Aceptas las cosas como
son?, ¿Aceptas la manera de hacer y de pensar de todas las personas que asoman
por tu vida?, ¿Ayudas en todo lo que puedes, y en una parte de lo que no
puedes?, ¿Guardas alguna ira, rencor, odio?, ¿Tratas a los que te rodean con
respeto, con amor, con comprensión, con tolerancia?, ¿Amas a los demás como a
ti mismo?, ¿Necesitas perdonar porque te has sentido ofendido?, ¿Perdonas?,
¿Sientes algún tipo de apego por alguien o por algo?.
Reflexiona
sobre lo que se espera de un hijo de Dios, y actúa en consecuencia.
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