Los sueños parecen al principio imposibles,
luego improbables,
y luego, cuando nos comprometemos,
se vuelven inevitables.
Mahatma Gandhi
Para la realización de cualquier
actividad en la vida es imprescindible asumir la obligación personal de
implicarse y comprometerse para llevar esa actividad a buen término.
De
la misma manera que un enfermo no sana si no asume la decisión personal de
sanar, alguien que quiera avanzar por el camino que le va a llevar a Dios ha de
tomar las riendas de su vida, y sujetarlas con fuerza, porque el camino por el
que se dispone a transitar no es fácil, ya que supone abandonar la comodidad de
lo conocido, supone enfrentarse a sus propios miedos, supone abandonar la
manada social para adentrarse en solitario a lo desconocido, supone caerse para
tener que levantarse una y otra vez, supone escuchar cómo le tildan de sectario,
supone ir contra una sociedad que mira mal a los que se saltan las normas, y
todo esto hace que el que decide vivir desde el espíritu para acercarse a Dios,
sin utilizar la religión, es una especie de loco o de tonto que posiblemente se
haya dejado engañar por “sepa Dios quien”.
Es
imprescindible implicarse, porque en este trabajo no hay nadie que te haga
seguimiento, ni que te vaya examinando y poniendo nota para ver cómo y cuanto
adelantas o para ver si necesitas refuerzo. Tú eres tu propio maestro, tu
propio jefe, tu propio examinador y tu propio evaluador, y podrás engañar a
cualquiera, pero no te puedes engañar a ti mismo y mucho menos a Dios.
Necesitas
observarte, necesitas paciencia, necesitas conocerte, necesitas enfrentarte a
tus miedos, necesitas trabajar en silencio, sin alardear de nada porque el
trabajo que vas a realizar es un trabajo entre tú y Dios.
No
te van a valer medias tintas porque te harán caer en el desánimo, ya que a
diferencia de cualquier objetivo que se busca en la sociedad este no tiene
premio material, ni el reconocimiento público que tanto nos agrada a los
humanos.
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