Capítulo XI. Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima"
El resto de la semana paso en un santiamén. El miércoles volví a comer con Diana, esta vez en mi casa. Había hecho suficientes macarrones y pensando en lo sola que podría encontrarse llamé a su puerta para invitarla.
-
Hola Antay –me saludó cuando abrió la
puerta. Intentaba sonreír, pero no conseguía más que una extraña mueca- Me
alegro verte –dijo. Y estaba seguro de que era cierto y no un simple cumplido.
-
¿Cómo estás? –pregunté, más por
cortesía que para conocimiento. Estaba claro que no estaba bien.
-
He tenido días mejores –pobrecita,
pensé. Su tristeza, de inmediato, hizo que mi mente viajara a la misma
situación en la que yo llegué a encontrarme por la misma razón. En ese
instante, me hice la promesa de ayudarla en todo cuanto pudiera para que su
dolor fuera lo más corto posible.
-
Te invito a comer. He hecho unos
macarrones exquisitos. ¿Te animas?
-
Sí. Gracias –salió, cerró su puerta y
entró conmigo en mi casa. Nada más entrar dijo- Tengo otro problema. Aún no lo
saben mis padres y aunque sé que se van a alegrar porque nunca les gustó
Rafael, tendré que aguantar el sarcasmo de mi padre y la conmiseración de mi
madre.
-
Creo que tendrías que decírselo ya –le
dije y continué- cuanto antes enfrentes los problemas mejor, porque si no
tendrás un doble sufrimiento. Uno por la separación y otro por tener que
hacerlo público. Por lo menos libérate del segundo.
-
Tienes razón. En cuanto terminemos de
comer llamo a mi madre y se lo cuento.
-
¿Tienes hermanos? –pensaba que un
hermano con el que se llevara bien sería de mucha ayuda en este momento.
-
Tengo un hermano mayor, pero es como si
no lo tuviera. No nos llevamos bien. Y no sé por qué. Nunca hice nada. Para mí
siempre fue mi ídolo, pero parece que no quería admiradores. Siempre me trató
como si fuera un trapo.
Nos
sentamos a almorzar y en un momento de silencio volví a escuchar la voz de
Ángel:
>> Cuando encarnan, todas las almas
tienen los mismos objetivos, que son recordar su divinidad y aprender a amar. Pero
cada alma tiene un recorrido diferente en la materia. Unas han vivido más vidas
que otras, todas con diferentes experiencias, y cada una llega a la materia con
un carácter diferente, en función de las vidas vividas.
>> Los hermanos no tienen por qué
ser, almas afines. Tienen, una vez en la materia, objetivos diferentes y eso
hace que, en más ocasiones de las que fueran de desear, exista entre ellos
rivalidad, celos, envidia, lo que hace que en su subconsciente se vayan
generando razones para la separación.
>> Eligen, ambos, nacer en una
misma familia para limar asperezas que hayan podido tener en vidas pasadas, para
cerrar círculos, pero como ya hemos dicho, al no recordar la razón de su
encarnación, viven desde la mente dándole a esta todo el protagonismo, primando
en ellos los pensamientos erróneos y las caóticas emociones que les embargan.
>> De esta manera desaprovechan
una magnífica oportunidad para avanzar en su aprendizaje del amor y en su
camino hacia Dios, lo que les va a obligar a encontrarse en una próxima vida
para trabajar, también, el desaguisado generado en la vida actual.
>> Todos los círculos deben
cerrarse. No puede quedar en suspenso una mala relación. En el amor no existen
celos, ni envidias, ni egoísmo, ni manipulación. El amor abarca a todos. Si
queda algún cabo suelto es síntoma inequívoco de que aún falta un trecho en el
aprendizaje.
>> ¿Crees tú que alguien pueda
acercarse a Dios llevándose mal con su hermano? Es imposible.
- Descubrí
que, si Ángel podía hablarme sin estar presente, yo podía hablarle sin palabras
y le pregunté en el mismo silencio con el que él me hablaba- ¿Qué puede hacer Diana
para cambiar esa relación con su hermano, para que sea armónica?
- Con su
hermano y con cualquiera. No debe entrar al trapo en ninguna ofensa, en ninguna
discusión, en ningún desprecio. Si siente que, en su interior, existe algún
tipo de ira o resentimiento, debe perdonar, de la misma manera que ya te
expliqué y, después de eso, puede bendecirle.
-
Nunca me has hablado de la bendición-
quise aclararle, aunque supongo que no necesitaría tal aclaración.
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