Capítulo XIII. Parte 5. Novela "Ocurrió en Lima"
El
timbre de la puerta me sacó de mis elucubraciones. Pensé que solo podía ser
Diana.
- Cuéntame
–fue lo primero que dijo en cuanto abrí la puerta.
- Pues ya
está hecho. He estado trabajando en mi nuevo despacho hasta las tres de la
tarde, -y fui consciente de que se lo contaba con una ilusión que hacía mucho
tiempo que no había sentido.
Detallé
a Diana como había transcurrido el día, sin omitir nada.
- Estás
exultante, -me comentó.
- Sí. Y
tú, ¿quieres cambiar de trabajo?, -tenía que empezar a reclutar el personal
para el departamento.
- Sí, me
apetece mucho, ¿crees que podrá ser?, -preguntaba esperanzada.
- Por
supuesto. Tienes que llevar tu curriculum en persona para que te hagan una
entrevista y supongo que no tendrás ningún problema. Yo te acompañaría. La
oficina de recursos humanos está al costado de la nuestra. ¿De qué quieres
trabajar?
- No sé,
¿qué puestos hay?
- Puedes
ser mi asistente o trabajar de administrativa introduciendo datos.
- Me
apetece más ser tu asistente, ¿qué tengo que saber?
- Tienes
que estar en contacto conmigo y con los técnicos, cuando salgamos de la
oficina, para saber dónde estamos por si nos necesitan. Serás mi voz en el
departamento cuando yo no esté y cuando esté, también, porque organizarás mi
agenda y contactarás con las distintas oficinas para temas que puedan surgir.
Tendrás que manejar todas las aplicaciones de la empresa. Y, posiblemente, un
sinfín de tareas más que irán surgiendo.
- Me
encanta, -parece que ya éramos dos los que estábamos ilusionados.
- ¡Ah!, y tu sueldo estará equiparado al de los
técnicos y, supongo, que será el triple de lo que ganas ahora.
- Pues
aún me encanta más.
- Perfecto,
empieza a preparar el curriculum y el lunes, si puedes, te vienes conmigo a
primera hora. ¿Cuándo podrías empezar?
- Al otro
lunes. En una semana. Y si no me cuentas más, paso a mi depa a preparar el
curriculum.
- Mientras
lo preparas, voy a llamar a mis antiguos compañeros a ver si les puede
interesar. Cuando finalice las llamadas, paso a buscarte y, vamos a comer una
pizza para celebrarlo, te invito.
- Acepto
la invitación. Pasa cuando estés. Hasta luego, -y se fue dejándome solo.
En la
antigua empresa trabajábamos diez personas. Todos responsables y cumplidores de
su trabajo, desde los técnicos de primera línea hasta el personal de
administración y ventas. Cualquiera de ellos sería un buen fichaje.
Mi
intención era contactar con ellos, desde Pablo, con el que ya me reuní para
intentar iniciar un negocio juntos, que no pudo ser por falta de capital y que,
además de ser mi mejor amigo de la empresa, yo lo consideraba el más valioso
técnicamente, hasta tener cubierto el cupo de las seis plazas que necesitaba el
departamento.
Al
final contacté con los diez porque la mitad habían conseguido trabajo o habían
decidido tomarse una temporada sabática, como fue el caso de Alba que estaba
embarazada y había decidido junto con su esposo disfrutar su estado y dedicarse
al bebé cuando naciera, o de Alex, otro extraordinario técnico, que aprovechó
el quedarse sin trabajo para sustituir a sus padres en el negocio familiar. Por
su parte, Ramón, Ferrán y Doménica habían conseguido un trabajo en el que se
sentían satisfechos y no les apetecía cambiar otra vez, aunque Ferrán me
comentó que Karla, su esposa podría estar interesada. A Karla la conocía por
los encuentros y comidas de empresa que hacíamos, con bastante frecuencia,
todos los compañeros, por venir acompañando a su esposo.
Pablo y
Belén, como técnicos, y Patricia, Esteban y Raúl, como administrativos, se
mostraron muy interesados y quedé con todos ellos, más Karla, en reunirnos el
domingo por la tarde, en mi casa, para informarles a todos de lo que yo sabía,
que tampoco era demasiado.
Y con
la satisfacción de estar dando pasos de gigante, en lo que sería el equipo de
trabajo, pasé a buscar a Diana para ir a cenar nuestra pizza de celebración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario