Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Si nunca
esperas nada de nadie nunca te decepcionarás.
Sylvia
Plath
¿Cuántas
veces nos hemos sentido decepcionados poralguien o por algo que ha sucedido en nuestra vida?
Pero,
¿Qué es la decepción?, en Wikipedia aparece la definición de decepción como un sentimiento de insatisfacción que surge cuando
no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona. Se forma en unir
dos emociones primarias, la sorpresa y la pena. La decepción, si perdura, es un
desencadenante para la frustración y más adelante, la depresión. Similar al
arrepentimiento, se diferencia en que el sentimiento de arrepentimiento se
enfoca básicamente en fallas en elecciones personales mientras que el de
decepción se enfoca más en la insatisfacción proveniente del aspecto externo.
Es una fuente de estrés psicológico.
Ahí
está el problema, en el no cumplimiento de nuestras expectativas. Y esa
decepción afecta a nuestra vida emocional generando tristeza, melancolía,
rabia, dolor, y un sinfín de emociones, todas negativas, que también afectan
indefectiblemente a nuestra vida física y a nuestra vida mental.
Mentalmente
nos atrapa, cayendo en la trampa de la mente, en la trampa de estar preguntándonos
¿Por qué?, ¿Por qué nos hacen daño?, ¿Por qué nos rechazan?, ¿Por qué no nos
prestan atención?. Sin darnos cuenta vivimos en pensamientos repetidos,
obsesivos, circulares, durante tiempo, manteniéndonos alejados del libre fluir
de la vida y llenándonos de energías negativas generadas por esos pensamientos,
tan alejados de la comprensión, de la aceptación y del amor.
Físicamente
permanecemos alterados, nerviosos, alimentando nuestro cuerpo físico de
una especie de veneno, que antes o después va a afectar de manera negativa
alguna función de nuestro cuerpo.
El
sendero parece claro, ¡Hay que evitar la decepción!, pero ¿Cómo? La receta aun
es más sencilla, ¡ACEPTACIÓN!
La aceptación consiste en eliminar la
expectativa, en eliminar el deseo. Lo cual no significa que la acción de una
persona, o cualquier situación nos agrade o nos haga felices. La felicidad
llegará después, aceptando.
Aceptar en ver las cosas como son, no
como a nosotros nos gustaría que fueran. Es observar las situaciones y los
sucesos, sin juzgar, sin esperar nada, ya que cuando no aceptamos, y esperamos
algo, es una prueba clara de que queremos controlar las situaciones,queremos controlar a las personas, queremos
controlar el mundo. Y no funciona así. Las personas son como son, y nadie,
excepto ellas mismas, puede cambiarlas.
La aceptación es como un puente que nos
traslada de la decepción a la paz, del dolor a la alegría, del sufrimiento a la
felicidad. Aceptación es vivir el presente, es vivir la realidad, tal cual es,
es vivir a los demás como lo que son, seres divinos. La aceptación, al
mantenernos en la realidad, lejos de vivir una vida de pensamientos, nos
permite ser conscientes de todas las oportunidades que nos rodean, para poder fijar
y seguir el rumbo de nuestra vida hacia la felicidad.
Un/a
voluntario/a es la persona que se compromete de forma desinteresada a ayudar a
otro y lo hace, generalmente, con capacidad de obrar, de forma organizada y en
el seno de una institución o proyecto.
Para que
una acción sea voluntaria han de cumplir tres condiciones:
1) Ha de ser desinteresada, es decir, el voluntario no
persigue ningún tipo de beneficio ni gratificación por su ayuda.
2) Es intencionada, persigue un fin y un objetivo
positivo (buscar un cambio a mejor en la situación del otro) y legítimo (el
voluntario goza de capacidad suficiente para realizar la ayuda y de cierto
consentimiento por parte del otro que le permite que le ayude).
3) Está
justificada, es decir, responde a una necesidad real del beneficiario de la
misma. No es un pasatiempo ni un entretenimiento sin más, sino que persigue la
satisfacción de una necesidad que hemos definido previamente como tal.
Generalmente
se busca el beneficio del otro a través de un esfuerzo personal. En el caso de
voluntariado de asistencia directa, hay que tener en cuenta que la relación del
voluntario con los destinatarios de su acción voluntaria ha de ser de persona a
persona (sin juicios, prejuicios, estereotipos, etc.), y la mejor herramienta
para esta relación es la comunicación.
Una de las
características del voluntariado es el “Espíritu de servicio”: Servir quiere
decir dar, sacrificar una parte de sí mismo, de lo que se posee, en favor de
otros, escribió Jean-G. Lossier: Es necesario, en primer lugar, conocerse,
encontrarse a sí mismo, único medio de conocer y de encontrar a los demás.
Es muy
cierto que cuanto más grande sea nuestra riqueza interior, más frutos producirá
nuestro trabajo. Si no hay luz en nosotros, ¿cómo iluminaremos el camino?
Derechos
del voluntariado:
·Recibir, tanto con carácter inicial como permanente,
la información, formación, orientación, apoyo, y en su caso, medios materiales
necesarios para el ejercicio de las funciones que se les asigne.
·Ser tratados sin discriminación, respetando su
libertad, dignidad, intimidad y creencias.
·Participación activa en la organización en que se
inserten, colaborando en la elaboración, diseño, ejecución y evaluación de los
programas, de acuerdo con sus estatutos o normas de aplicación.
·Ser asegurados contra los riesgos de accidente y
enfermedad derivados directamente del ejercicio de la actividad voluntaria, con
las características y por los capitales asegurados que se establezcan
reglamentariamente.
·Disponer de una acreditación identificativa de su
condición de voluntario.
·Realizar su actividad en las debidas condiciones de
seguridad e higiene en función de la naturaleza y características de aquélla.
·Obtener el respeto y reconocimiento por el valor
social de su contribución.
Perfil del Voluntario/a
Formación Profesional:
Terapeuta
en cualquiera de las ramas. (Imprescindible titulo)
Funciones
que deberá desarrollar:
Realización
de terapias gratuitas.
Tiempo
mínimo de voluntariado requerido para desarrollar la labor:
Terapeutas
de Cusco: Como mínimo un día a la semana.
·Permanencia pactada con la Dirección del Centro.
Terapeutas
del exterior: La permanencia se tratará con la Dirección del Centro.
Condiciones del voluntariado
Del Centro:
·Proveerle los materiales necesarios para realizar su
trabajo.
·El Centro no brinda ni alojamiento ni alimentación.
Todo es por cuenta del voluntario/a.
·Mientras realiza su voluntariado, podrá asistir de
manera gratuita a las actividades realizadas en la Fundación, salvo talleres y
cursos realizados por personal ajeno, en los que tendrán un descuento por su
participación.
El Voluntario/a deberá:
·Cumplir con los horarios de voluntariado a los que se
ha comprometido.
·Mantener en todo momento el respeto a la población
beneficiaria.
·Cumplimiento de las normas internas de la Fundación.
Para ofrecerte como
voluntario/a:
Enviar un e-mail al correo de
la Fundación con:
·Un escrito en el que indicará
su predisposición para ser voluntario, así como su motivación y
disponibilidades.
·El cuestionario que aparece a
continuación, relleno con la información solicitada.
·Copia de tus títulos
escaneados.
C U E S T I O N A R I O
Nombre:
…………………………………………………………………………………………………….
Sexo:
………………………………………………………………………………………………………….
Fecha de nacimiento:
………………………………………………………………………………….
El tiempo transcurre, la vida va
pasando. Vemos como van desapareciendo nuestros seres queridos: primero los
abuelos, después los padres y, sin darnos cuenta, nos encontramos en primera
línea para dejar la vida.
Hemos visto pasar los inviernos, uno
tras otro, hemos visto caer las hojas de los árboles. En nuestros primeros
inviernos, siendo niños, corríamos por las rutas de la vida ansiosos por
crecer, y después, ya crecidos, nuestros hijos nos tomaros el relevo.
Pero según vamos creciendo, hasta
envejecer un día, hay cosas que permanecen inmutables: el Sol que nos alumbra
cada día, la Naturaleza inmutable en su mismo cambio según las estaciones y,
nuestro trabajo sagrado y grandioso en la Tierra.
Lo triste, es que muchos de los que
crecen, envejecen y mueren, lo hacen sin tan siquiera plantearse, ni una sola
vez en su vida, que es lo que están haciendo aquí. De la misma manera que no se
cuestionan que el Sol salga cada día.
Pero se lo planteen o no, la vida es
una escuela en donde cada uno de nosotros aprende y practica las lecciones
correspondientes a su nivel de estudio, a su nivel de evolución. Y en nuestro
libre albedrío podemos hacer la vida que queramos, Dios nos lo permite, nos
permite adecuar nuestro aprendizaje. Somos libres para vivir nuestra vida,
somos libres para practicar las lecciones o darle satisfacción al cuerpo
físico, somos libres para ser felices o para sufrir, somos libres para
sentirnos culpables o para amar, somos libres para perdonar o para odiar.
Es posible que no tengamos la
capacidad de plantearnos de dónde venimos, que es lo que hacemos en la Tierra,
o donde vamos cuando dejamos el cuerpo. Es posible que no sepamos que estamos
aquí para hacer un trabajo, y no nos planteemos ni una sola vez cual será
nuestra misión. Pero lo que si tenemos, es la voz de la conciencia, y esa
vocecita interior la tenemos todos, y además, no se calla, y nos va diciendo lo
que está bien y lo que está mal. Es cierto que algunos consiguen acallarla,
pero hasta que lo consiguen tienen que sentir su martilleo incesante dentro de
ellos.
No es necesario saber nada de
chakras, ni de energía, ni de Maestros, ni de espiritualidad, ni de meditación,
ni de cosas parecidas, para aprobar el curso de la vida, para evolucionar a un nivel
superior de conciencia, para crecer o para acercarse a Dios.
Lo único que es necesario es escuchar la voz
de la conciencia. Ella nos va a guiar por los vericuetos de la vida, siempre orientándonos
hacia el Amor y hacia la Bondad. Porque el Amor y la Bondad es la meta a la que
tenemos que llegar todos al finalizar nuestro tiempo en la materia.
Podemos no sabemos cuál es nuestra
misión, de hecho no la sabemos “casi” ninguno, pero si actuamos con Amor y Bondad
estamos tomando un atajo seguro, un atajo que nos va a ayudar a convalidar el
resto de asignaturas desconocidas para la mayoría de nosotros.
Dios es Amor, por lo tanto actuar con
Amor, es actuar con Dios, es hacerse su aliado para transitar por la vida.
¿Existe un aliado mejor?
A
veces parece que la mente fuera un contrincante de Dios, un contrincante del
Amor, un contrincante de la propia paz y felicidad del ser humano, ya que todo,
o casi todo lo que sale de ella es para separar, en lugar de unir; para separarnos
de Dios, del Amor, de la serenidad y la dicha. Es decir, nos separa de su
esencia y nos une al dolor y al sufrimiento, posiblemente por ser sus propias
creaciones.
Y,
sin embargo, la mente también ha sido creada por Dios, como todo lo que existe.
¡Cuánta soberbia!, no sólo no reconocer su linaje, sino enfrentarse a su propio
Creador. Su soberbia está siempre al acecho para salir a la luz a la mínima
oportunidad, al menor resquicio que dejamos en su puerta.
Después
de años de meditación diaria e intenso trabajo para limpiar las “malas hierbas”
de mi cuerpo, para eliminar o sustituir los malos hábitos, para fortalecer el carácter
en contraposición con la mente y taponar así los resquicios por donde esta pudiera
asomar su soberbia, y para desterrar, también, todo tipo de creencias y
verdades, aun aparecen, en algunas ocasiones, dudas, miedos e intolerancias.
Es
cierto que cada vez son menos en cantidad, más espaciadas en el tiempo y de
menor duración, pero están ahí, como escondidas, aparecen y se pasean por mi
mente cuando menos lo espero.
En
el momento que toman posesión de mí, soy consciente, en todos los casos, de las
razones que expone mi mente para su justificación: “Es la constatación de un
hecho”, “Es alguien que está mintiendo a sabiendas”, “Es una injusticia”, “Es
un ladrón”, bla, bla, bla. La mente, tan poderosa ella, trata de enredarme con
argumentos que sabe que son mi debilidad. ¡Cómo no va a saberlo!, si entre
todos los pensamientos que se pasean por mi cuerpo mental, estos tienen un
ancho camino hasta el cerebro para poder expresarse a su antojo, casi una autopista.
En
la mayoría de los casos estoy siendo consciente de esos pensamientos que aparecen
en mi mente, (ya es algo). Unas veces, las más, consigo que el pensamiento se
quede en eso, sólo pensamiento, y en el momento siguiente, una vez disipado el
pensamiento, busco el silencio, para contrarrestar ese desliz de la mente,
contraponiendo pensamientos elevados para limpiar las energías de baja calidad
generadas por los pensamientos anteriores.
Existen
otras ocasiones, es cierto que son las menos, (pero existen), en las que no soy
capaz de detener el pensamiento y este viaja hasta la boca, saliendo de esta a
borbotones, ensuciando todo lo que encuentra a su paso, en primer lugar a mi
propio cuerpo. Es increíble, la mente trabaja en mi contra. Cuando soy
consciente de esto, me dejaría caer de bruces para pedir perdón a todos a los
que ha ensuciado mi palabra, generada por malignos pensamientos.
Aunque
todavía no me dejo caer de bruces, si que intento sentarme a meditar de
inmediato para solicitar el perdón y bendecir la situación pasada una y mil
veces.
Me
pregunto: Si yo que estoy bastante entrenado, la mente me busca las vueltas
para dominar con sus razones, ¿Qué será de aquellos que ni tan siquiera
distinguen entre ellos y su mente? Es entonces cuando entiendo la cantidad de
vidas de sufrimiento por las que hemos de pasar una y otra vez, ya que las
Leyes del Universo se cumplen de manera inexorable, se tenga conocimiento de
ellas o no.
¡En
fin!, supongo que este es el peaje que hemos de pagar por nuestra matriculación
en nuestro curso de evolución y crecimiento. Voy a seguir meditando y
trabajando para eliminar las “malas hierbas” que de manera constante van
creciendo en nuestro campo.
Esta
es una de tantas historias que circulan por la red. Pero para mí no ha sido una
más, ya que he llorado como hacía tiempo no lo hacia, y me apetece compartir
mis lagrimas con vosotros.
El
día que mi hija nació, en verdad no sentí gran alegría, ya que la decepción que
sentía, parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener
una hija.
¡Yo quería un
varón!
A
los dos días de haber nacido fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y
agotada, y la otra radiante y dormilona.
En
pocos meses me dejé cautivar por la sonrisita de mi Carmencita, y por la
infinita inocencia de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a
amarla con locura.
Su
carita, su sonrisita y su mirada, no se apartaban ni por un instante de mis
pensamientos, todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacia
planes sobre planes, todo sería para mi Carmencita.
Este
relato era contado a menudo por Rodolfo, el padre de Carmencita, y yo, también
sentía gran afecto por la niña, que era la razón más grande para vivir de
Rodolfo, según decía él mismo.
Una
tarde estaba mi familia y la de Rodolfo haciendo picnic a la orilla de un río,
cerca de casa, y la niña entabló una conversación con su papá, todos
escuchábamos:
-Papi,….. cuando cumpla quince años, ¿Cuál será mi regalo?
-Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que falta
mucho para esa fecha?
-Bueno papito,….. tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque
yo nunca lo he visto por aquí.
La conversación se
extendía y todos participábamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras
casas.
Una mañana me
encontré con Rodolfo enfrente del colegio donde estudiaba Carmencita, quien ya
tenía catorce años. Rodolfo se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de
su rostro. Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de Carmencita. Eran
notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos, y las anotaciones que
habían escrito sus profesores eran realmente conmovedoras. Felicité al dichoso
papá.
Carmencita ocupaba
toda la alegría de la casa, ocupaba la mente y el corazón de toda su familia,
especialmente el de su papá.
Fue un domingo muy
temprano cuando nos dirigíamos a misa, que Carmencita tropezó con algo, eso creímos
todos, y dio un traspiés. Su papá la agarró de inmediato para que no cayera. Ya
instalados en la iglesia, vimos como Carmencita fue cayendo lentamente sobre el
banco y casi perdió el conocimiento.
La tomamos en
brazos mientras su papá buscaba un taxi para ir al hospital.
Allí permaneció
durante por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía una
grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no parecía ser algo
definitivo, había que practicarla más pruebas para llegar a un diagnóstico
firme.
Los días iban
pasando, Rodolfo renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Carmencita.
Su madre quería hacerlo, pero decidieron que ella trabajara, ya que sus
ingresos eran superiores a los de él.
Una mañana, Rodolfo
se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:
-¿Voy a morir, no es cierto?, ¿Te lo dijeron los doctores?
-No mi amor,…. No vas a morir. Dios que es tan grande, no permitiría que
pierda lo que más amo sobre este mundo. Respondió el padre.
-¿Van a algún lugar?, ¿Pueden ver desde lo alto a su familia?, ¿Sabes
si pueden volver? Preguntaba su hija.
-Bueno hija,…… en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre
eso. Pero si yo muriera no te dejaría sola. Estando en el más allá buscaría la
manera de comunicarme contigo. En última instancia utilizaría el viento para
venir a verte.
-¿Al viento?, y ¿Cómo lo harías?
-No tengo la menor idea hijita. Sólo sé que si algún día muero,
sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa
fresca bese tus mejillas.
Ese mismo día por
la tarde, llamaron a Rodolfo. El asunto era grave. Su hija se estaba muriendo.
Necesitaba un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte
días más.
-¡Un corazón!
-¿Dónde hallar un corazón?
-¡Un corazón!
-¿Dónde, Dios mío!
Ese mismo mes
Carmencita cumpliría sus quince años. Y fue el viernes por la tarde cuando
consiguieron un donante. Una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas
iban a cambiar.
El domingo por la
tarde ya Carmencita estaba operada. Todo salió como los médicos lo habían planeado.
¡Éxito total!
Sin embargo,
Rodolfo todavía no había vuelto por el hospital y Carmencita lo extrañaba
muchísimo. Su mamá la decía que todo estaba muy bien, y que su papito será el
que trabajaría para sostener a la familia.
Carmencita
permaneció en el hospital por quince días más. Los médicos no habían querido
dejarla ir, hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron.
Al llegar a casa se
sentaron en un enorme sofá, y su mamá con los ojos llenos de lágrimas la
entregó una carta de su padre.
“Carmencita, hijita de mi corazón. Al momento de
leer mi carta, ya debes de tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu
pecho. Esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron.
No puedes imaginarte ni remotamente cuanto
lamento no estar a tu lado en este instante.
Cuando supe que ibas a morir, decidí dar
respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez añitos, y a la cual
no respondí.
Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie
jamás haría por su hija….
Te regalo mi vida entera, sin condición alguna,
para que hagas con ella lo que quieras.
¡¡Vive hija mía!!, ¡¡Te amo con todo mi corazón!!
Carmencita lloró
todo el día y toda la noche, y al día siguiente fue al cementerio y se sentó
sobre la tumba de su papá. Lloró como nadie lo ha hecho jamás y susurró:
-Papi,….. ahora puedo comprender cuanto me amabas. Yo también te amaba
y nunca te lo dije. Ahora comprendo la importancia de decir “Te amo”, y te pido
perdón por haber guardado silencio tantas veces.
En ese instante,
las copas de los árboles se movieron suavemente, cayeron algunas hojas y
florecillas, y una suave brisa rozó las mejillas de Carmencita. Alzó la mirada
al cielo, intentó secar las lágrimas de su rostro, se levantó, y emprendió el
regreso a su hogar.
Siempre nos han enseñado a ser
alguien, y si puede ser más que los demás, ¡mejor! Nos han enseñado a ser un macho,
a ser femenina, a ser ingeniero, a ser….., a ser…., a ser…. Desde siempre,
desde pequeñitos.
Siempre nos han enseñado a
compararnos con algún modelo, en los estudios, en el trabajo, en la vida, en la
relación. Por lo tanto, si tenemos que compararnos con alguien, es claro que siempre
hay alguien mejor que nosotros, siempre hay alguien a quien imitar, siempre hay
alguien a quien admirar, siempre hay alguien a quien idolatrar, SIEMPRE
QUEREMOS SER COMO ALGUIEN, PORQUE ESO ES LO QUE NOS HAN ENSEÑADO. Y cuando no
somos como ese alguien somos infelices, tristes, reprimidos.
Nadie nos ha enseñado lo que es el
amor, ese amor que no se extingue y como conseguirlo, nadie nos ha enseñado lo
que es la paz mental y como conseguirla, nadie nos ha enseñado lo que es
felicidad duradera y como conseguirla. Nadie nos ha hablado nunca de la mente,
de su poder, de su capacidad magnética, de su capacidad de atracción. Nadie nos
ha dicho que podemos conseguirlo todo y, claro, como no estamos entrenados nunca
conseguimos nada. Y como no estamos entrenados para conseguir las cosas de
manera fácil, nos pasamos la vida persiguiendo, persiguiendo ideales,
persiguiendo imposibles, persiguiendo deseos. Nos pasamos la vida imitando a
los modelos de vida, sin saber que esos modelos de vida también persiguen a
otros modelos, porque tampoco nadie les ha dicho que ya son perfectos, que no
necesitan “maestros”, ni “guías”, ni “gurús”.
Nadie nos ha dicho que estamos hechos
a imagen y semejanza de Dios, y si nos lo han dicho, no lo hemos entendido
porque lo han hecho con la boca pequeña. Estar hechos a imagen y semejanza de
Dios quiere decir que no necesitamos crear nuestra propia imagen, que no
necesitamos máscaras, que no necesitamos engañar ni fingir, porque ya tenemos
una imagen, nuestra imagen, la de siempre, la imagen de la divinidad porque somos
seres divinos. Estar hechos a imagen y semejanza de Dios quiere decir que no
tenemos que agradar a nadie, que sólo tenemos que amarlos. Estar hechos a
imagen y semejanza de Dios quiere decir que no tenemos que juzgar a nadie, que
sólo tenemos que ayudarlos. Estar hechos a imagen y semejanza de Dios quiere
decir que todos somos hermanos porque todos somos sus hijos.
Está claro que nos han enseñado mal. Pero
nunca es tarde para darse cuenta y después rectificar. Ahora tenemos que
desaprender lo aprendido. Es momento de dejar de perseguir maestros, es momento
de dejar de imitar, es momento de convertirnos en nuestro propio maestro, es
momento de convertirnos en nuestro propio Dios.
Es momento de apreciar y disfrutar de
esa soledad de la que huimos como la peste. Necesitamos gente a nuestro
alrededor, necesitamos a nuestros aduladores y a nuestros adulados, necesitamos
ruido. Sin embargo, lo importante, lo realmente importante, lo hacemos solos.
Nacemos solos, morimos solos, y nuestros sufrimientos y alegrías las sentimos
en la soledad de nuestro cuerpo, aunque podamos explicarlo y compartirlo, nunca
podrán sentirlo. No nos han enseñado que la soledad es uno de nuestros mayores
poderes, de nuestros dones, porque es el camino de acceso a nuestra paz
interior, a nuestra fortaleza interior, es el camino de acceso a nuestra alma.
¿Cómo desaprender lo aprendido?,
¿Cómo encontrar en ti a tu maestro?, ¿Cómo vivir a Dios en tu interior? Solamente
hay una manera: Meditando
En
la Tierra se dan las condiciones necesarias para que todos sus habitantes sean
felices y vivan en la abundancia. Y, entonces, ¿Por qué los seres humanos no
son felices?, ¿Por qué existe la miseria?
El que
los seres humanos no sean felices, sólo es causa de su ignorancia, ignorancia
que es como un velo que le impide conocer su verdadera identidad, su auténtica
naturaleza y sus propias capacidades. La ignorancia limita al ser humano a lo
finito, a la materia, a su cuerpo, y todo lo que desea: el amor, la salud, la
riqueza, etc., lo hace a través de lo que conoce, su finitud.
La razón
de la miseria, no es más que el egoísmo humano, que también es fruto de la
misma ignorancia. La Tierra proporciona los suficientes productos para el
sustento de todos los que la habitan, e incluso con el montaje social, en el
que para todo es necesario el dinero, también se dispone del necesario para
proporcionar vivienda, vestido, salud, enseñanza y alimento a toda la población
humana; pero esos recursos monetarios en vez de ser utilizados para la
preservación de una vida digna, se utilizan para la destrucción de la misma
vida.
¿Cuál
sería la solución? Es fácil, el abandono de la ignorancia y la recuperación del
conocimiento de lo que el ser humano es, la recuperación de la divinidad, la
recuperación de la comunión con Dios. Quien se acerca a Dios, ya no siente que
los que le rodean sean diferentes a él.
El ser
humano común es como una marioneta, movido por los hilos de sus deseos, de sus
creencias, de sus hábitos, de sus emociones, de sus pasiones; y todos esos
hilos le hacen moverse al capricho de esas tendencias. ¡Pobre ser humano! que
vive en la ignorancia, manteniendo prisionera a su alma, inmóvil por tantas
ataduras, amordazada por la coraza de la que se ha provisto el corazón para no
ver el sufrimiento ajeno. Este hombre común limita sus intereses a sí mismo y a
las cosas materiales que le rodean.
Se han
de romper las ataduras para acercarse y encontrar a Dios, ya que el ser humano
que encuentra a Dios se identifica con el mundo entero. Dios ha conferido a
todos los seres el poder para romper esas ataduras. Pero para usar ese poder se
ha de utilizar la voluntad, (otro bien escaso en la generalidad humana), para
trabajar en la expansión de la conciencia, y pasar así de la finitud de la
materia a la infinidad del Universo, a la infinidad de Dios.
Meditación,
oración y/o silencio, son las herramientas que permiten al ser humano la
expansión de su conciencia y acceder a la llave que abra la coraza de su
corazón, para penetrar en él y en el de todas las criaturas.
El ser
humano es infinito, no tiene limitaciones. Las limitaciones que cree tener sólo
son ilusiones, como su misma vida, un sueño. Sólo ha de despertar y a partir de
ahí, el ser humano se torna libre, es ser humano es feliz.
El poder de la
palabra es uno de los grandes dones que Dios le dio al ser humano. Mediante el
sonido y la palabra expresamos el estado de nuestra conciencia, y dejamos salir
a la luz aquello que hasta el momento permanece oculto en nuestro pensamiento.
El propósito del lenguaje es revestir el pensamiento, es darle forma y
ponerlo a disposición de los demás, ya que cuando hablamos, evocamos un
pensamiento y le damos vida, haciendo audible lo que está oculto dentro de
nosotros. La palabra es reveladora, y esa palabra puede ser correcta, y crear así
una forma que encierre un propósito benéfico, o incorrecta y crear una forma
que tenga un objetivo maligno.
Sin darnos cuenta, hablamos incesante e irresponsablemente día tras día,
hora tras hora, empleamos palabras y más palabras, multiplicamos sonidos, y nos
rodeamos de mundos de formas sonoras creadas por nosotros mismos. ¡Qué bueno
sería aplicar el dicho!: “Antes de hablar hay que pensar”. Así, después de
pensar, podremos seleccionar las correctas palabras que expresen el correcto
pensamiento. De ese modo nuestras palabras no llevarán la discordia, sino que serán
razón para la unión, ya que la palabra incorrecta separa.
Hablar, hablar, hablar, hablar porque si, hablar sin ton ni son, en vez
de hablar para emplear la palabra con fines constructivos, o para expresar la
fuerza del amor al mundo. Hay que aprender a callar, hay que aprender a
permanecer silencioso y a no perder tiempo en quejas inútiles, aunque para
callar, es imprescindible ver lo divino en todo, así, no se piensa mal, y por
lo tanto no se critica.
Hay que vivir en silencio y no intervenir en los asuntos de los demás,
hay que vivir en silencio y no revelar lo que no concierne. Hay que entender al
prójimo como si de uno mismo se tratara, de esa manera la vida, el pensamiento
y, si es necesaria, la palabra, estarán llenas de comprensión y amor.
Es posible que se conozcan las debilidades del hermano, y rápidamente se
critique, pero sólo es señal de imperfección, de inmadurez y de falta de amor.
Se critica solamente si no se ama. Hay que aprender a amar y ese amor arrojará
una nueva luz sobre lo que se percibe, es la manera de aprender a sentir, de
aprender a comprender, de aprender a respetar, de aprender a valorar el
silencio.
La palabra que critica es como un veneno virulento. Se critican los defectos
que arrastra uno mismo. No vale decir que es el reconocimiento de un hecho,
porque tal reconocimiento, si sirve para corregir, ha de ser realizado con
amor, no con lengua viperina. Incluso en el mismo caso del reconocimiento de un
hecho, no se está en posesión de toda la verdad, no se conocen los problemas
como realmente son, se desconocen las causas de los otros que les hacen
reaccionar de una u otra manera.