Capítulo XVII. Parte 3. Novela "Ocurrió en Lima"
Le dije
a Diana que prefería ir a algún restaurante donde no fuera personal de la
empresa, para que no nos molestaran, y estuvimos caminando durante casi media
hora hasta que encontramos un restaurante con muy buen aspecto y, lo
suficientemente, alejado de la empresa.
-
Creo que hace tiempo que no hablamos,
-inicie la conversación.
-
No hablamos desde que comenzamos a
trabajar en la inmobiliaria. Parece que hace un siglo. -contestó Diana, con una
cierta nostalgia.
-
¿Te acuerdas de las conversaciones que
teníamos cuando nos conocimos?
-
Ya lo creo que me acuerdo. ¡Me ayudaste
tanto! Si no hubiera sido por ti, es posible que todavía estaría lamentando mi
ruptura.
-
Que exagerada y dramática que eres
Diana.
-
No exagero ni un ápice, tu ayuda fue
milagrosa.
-
Pues, ahora, no sé si necesitarás un
milagro, pero no te veo muy bien, -decidí lanzarme a fondo- y Pablo, tampoco
parece que esté en su mejor momento. En Miami me dijo que quería quedarse de
gerente allí. ¿Qué pasa?, ¿no estáis bien? Os quiero a los dos y me gustaría
que estuvierais felices y contentos.
-
No estamos muy bien, -contestó Diana
con tristeza- ya llevamos tiempo mal. Desde el aborto no levantamos cabeza.
Todo son discusiones o silencios. Y ya hace un año. Es agotador vivir así.
-
¿Por qué?, ¿puedo saberlo?, ¿puedo
ayudarte? Te quiero como a una hermana y quiero que estés bien.
-
Los dos queremos tener un hijo, pero
parece que los tiempos de cada uno son diferentes. -Las lágrimas empezaron a
salir, mansamente, de los ojos de Diana mientras seguía- A él le gustaría que
fuéramos a buscarlo ya y yo, sin embargo, quiero esperar un poco más. No estoy
del todo repuesta de la decepción de la perdida que tuve. Y eso él no lo
entiende y como no lo entiende no lo admite. Cree que no me quiero quedar
embarazada porque el doctor nos dijo que tenía que llevar una vida de menos
estrés y Pablo considera que no hago nada.
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Es cierto que no hago nada, ¿para qué lo voy a hacer, si no quiero quedarme
embarazada?
-
Pero ¿lo habéis hablado?, -pensaba que
era lo mínimo que tenían que hacer.
-
No. Tal como estamos desde el aborto,
es imposible hablar.
-
Diana, el matrimonio es una cosa de
dos.
>>
No sé si esto te lo tengo que decir a ti, a él o a los dos juntos, pero, en
fin, te lo digo a ti, ahora, y siempre puedes utilizarlo para cuando converses
con él. Porque es imprescindible que tengáis una conversación. Si no lo hacéis,
el amor, que decís que os tenéis, aunque, perdona lo que te voy a decir, no lo
demostráis, se va a terminar del todo.
>>
Tienes que ser, totalmente, transparente. Decirle, de una manera clara, lo que
me acabas de decir, que quieres tener un hijo pero que quieres esperar un poco
más y que cuando consideres que es el momento reducirás tu ritmo de trabajo.
Comparte con él como te sientes. Y así, abriendo tus emociones, podrás
experimentar el amor en una dimensión mayor.
>>
Creo que los dos habéis llegado a un punto es el que os es difícil poneros en
el lugar del otro. Y tenéis que hacerlo. Él no puede frustrarse por las
circunstancias, no debe enojarse contigo y mucho menos culparte, y tú, tampoco
puedes hacerlo. No tenéis culpa ninguno de los dos. Sois dos seres con un mismo
deseo, (tener un hijo), pero visualizando un periodo de tiempo diferente para
la satisfacción del deseo, lo cual hace que las emociones diferentes choquen
como dos trenes que circulan en dirección contraria por la misma vía.
>>
¿Qué opinas?
-
Que tienes razón. Esta noche voy a
hablar con él. Pero…, no sé si sabré vivir sin trabajar. Supongo que trabajando
media jornada en un puesto que no fuera tan estresante, como ser tu asistente,
estaría bien, pero, es una lástima, porque no existe ese puesto en la empresa.
-Por fin salió a la luz la otra preocupación de Diana.
-
Es cierto que en la empresa no tenemos
un puesto parecido, aunque podríamos crearlo. Pero creo que no hace falta. Se
me está ocurriendo algo, que tendría que hablar con Indhira. ¿Qué te parece ser
su asistente en la Fundación? Necesita ayuda y con media jornada, podría ser
suficiente y, de ser necesario, podrías trabajar desde casa.
-
¡Oh!, sería ideal, -los ojos de Diana
se iluminaron- y tú, ¿Quién estaría contigo?
-
No sé, -lo que Diana no sabía es que
ahora no conocía a nadie de la empresa, con lo que, difícilmente, podría dar un
nombre.
-
Ya lo tengo, -se la veía satisfecha-
Roxana.
-
Pues no se hable más. Tenemos trabajo.
Esta noche tú hablas con Pablo y yo hablo con Indhira.
Diana
aparecía mucho más tranquila cuando volvimos a la oficina después del almuerzo.