El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 27 de diciembre de 2022

Nueva promoción para iniciar el año

 


La aventura de la vida

 


         La vida nos va enviando mensajes para poder seguir, con la menor dificultad posible, la ruta idónea por la que transitar en esta apasionante aventura que es la de encontrarse dentro de  un  cuerpo.

          Es bien cierto que sería, muchísimo, más fácil si el cuerpo dispusiera de un manual de instrucciones como el que acompaña a cualquier artefacto que se precie, aunque también es posible, que de existir el manual no lo leyéramos como hacemos con tantos y tantos manuales de instrucciones que pasan por nuestras manos.

Pero no, hemos llegado sin manual, y todo el aprendizaje ha de hacerse en base a imitar, como los monitos, el hacer de otros que llevan tiempo viviendo la aventura o, utilizando el conocido método de la prueba y el error o, y esto es lo novedoso, novedoso porque nadie nos lo enseña, el escuchar los mensajes que va enviando la misma vida y tratar de seguir esas instrucciones, no escritas, pero si sentidas.

Es muy didáctico sentarse en la puerta de la vida y ver cómo van desfilando el resto de vidas que te acompañan en esta aventura por delante de ti. Es entonces cuando se es consciente de la gran disparidad de vidas que pueden coexistir. Tantas como seres, tantas como almas encarnadas. Y es sorprendente comprobar como ante idénticos acontecimientos cada vida reacciona de diferente manera, ya que cada persona lo percibe, lo piensa y lo siente de diferente manera, en función de su evolución y de su madurez. En definitiva, lo vive en función del punto en el que se encuentra en su camino hacia Dios y, por lo tanto, es más que probable que no sirva la misma solución para problemas que parecen similares.

Aunque se puede recetar o aconsejar la misma receta para solucionar problemas idénticos, está claro, y la experiencia nos da infinidad de pruebas, de que la misma solución no sirve para solucionar lo que parece un mismo problema, por la sencilla razón de que el problema varía en múltiples formas cuando se vive por una u otra persona.

Pero hay una receta que no falla, es el mensaje que el alma hace llegar al cuerpo que la alberga. El alma sabe la razón por la que la persona está viviendo uno u otro acontecimiento, sabe cuando liberarse de él y cómo hacerlo. Solo hay que escuchar esos mensajes del alma, sin embargo, por múltiples razones, esos mensajes parece que no llegan a su destino.

O, puede ser que sí lleguen, pero que no se escuchen, porque no se está acostumbrado a escuchar el “siseo” del alma. ¡Habla tan bajito! que cuesta escuchar. Y si, por casualidad, escuchamos, podemos no hacer ningún caso porque parece que una nueva locura ha atravesado por nuestro cerebro. Porque el “siseo” del alma suele ser eso que denominamos intuición y no estamos acostumbrados a seguir las intuiciones, que no son otra cosa que los dictados del corazón, que es quien traduce los “siseos” del alma.

Lo mejor es sentarse en silencio, sin hacer, sin pensar, solo respirar, solo ser, solo estar. Y así parecerá que los siseos se acrecientan hasta parecer gritos, y a la persona no le va a quedar más remedio que seguir la ruta que los gritos van marcando.   

Hijos desconocidos

 


Capítulo XV. Parte 9. Novela "Ocurrió en Lima"

-    ¿Todo ha ido bien?, ¿volvéis el miércoles?, es que te extraño.

-    Yo, también, te extraño, mi amor. Si no hay complicaciones mañana, que no tiene por qué haberlas, volvemos pasado, según lo previsto.

-    Como los niños ya empiezan a ser mayores tenemos que pensar en dejarlos con mis papás, y me voy contigo cuando salgas. Te extraño demasiado, -le encantaba lo que estaba escuchando de su esposa- cariño, te dejo que está llorando el niño. Te amo.

-    Aunque sea por mensaje dime que le ha pasado. Te amo.

Cuando llegó al hall del hotel, Pablo ya estaba esperándole.

-    ¿Cómo fue la llamada?, -se interesó Pablo nada más verle aparecer.

-    Fue bien, sin problemas. Gracias a ti.

Salieron a la calle y se fueron a caminar por el paseo marítimo, que estaba muy cerca de donde se encontraban.

Nada más salir del hotel Antay recibió un mensaje de su esposa en el que le informaba que los llantos de Alexis solo fueron por una disputa con su hermana.

-    Cuando le explicó a Pablo el contenido del mensaje, éste comentó- Son dos niños que se llevan muy bien y se defienden el uno al otro, siempre, en cualquier ocasión. Supongo que cuando están solos dejan salir sus diferencias.

-    Tendrás razón. Tú sabes de ellos mucho más que yo, -le contestó Antay.

Caminaron durante un par de horas, conversando, casi todo el recorrido, de las peculiaridades de la empresa, que se suponía que conocía Antay, su presidente, pero que no recordaba, en absoluto. Pablo le fue poniendo el corriente de las grandes y las pequeñas cosas. Sin comentar más de su tema personal.

Siguieron conversando mientras cenaban una pizza y, un poco antes de las 11 de la noche, se retiraban a sus habitaciones, no sin antes establecer su plan para el día siguiente.

-    Pablo, -le dijo Antay a su amigo- mañana voy a ver si puedo visitar a un neurólogo, porque no hace falta que vaya contigo a la oficina, o ¿sí?

-    En absoluto, -contestó Pablo- casi serias un estorbo, pero ¿no quieres que vaya contigo?

-    No, gracias, ¿para qué vas a venir? Tengo una falta de memoria selectiva, pero me desenvuelvo bien. ¿A qué hora te parece que quedemos para el almuerzo?

-    A las 2 estaría bien, -le dijo Pablo.

- Perfecto. A las 2 en el hall. Hasta mañana, -se despidió Antay camino de su habitación.

Una vez solo, Antay hizo un repaso al día tan extraño que había vivido. ¿Cómo podía haberse borrado de su mente una etapa importante de su vida? y, sin embargo, permanecer incólumes los recuerdos de su vida de miedo, de duda e indecisión. Por lo que le había contado Pablo, desde que comenzó a trabajar en la empresa de su suegro, fue todo lo contrario a lo que él recordaba, decidido, valiente, resolutivo y amoroso, como esposo y como padre. Eso le gustaba. Y fue esa parte importante de su vida, la parte en la que había conseguido dominar sus temores, la que había desaparecido. “¡Qué curioso!”, pensó. “Es como si la mente no consintiera mi valentía y estuviera boicoteándome. A ver si mañana tengo la suerte de poder visitar a un especialista que me explique la situación”.

Y con esos pensamientos se durmió. Había sido un día largo, además de extraño.

domingo, 25 de diciembre de 2022

Navidad 22: Es dando que se recibe

 


Domingo 25 de diciembre 2022

 

Hoy es Navidad y el Niño Jesús, en su infinita magnanimidad, me ha concedido un maravilloso presente: ¡no tengo que cocinar! Por lo tanto, tengo la mañana libre. Y va a ser una larga mañana que comenzó a las cinco, cuando apenas comenzaba a despuntar el día.

Normalmente es la hora en que me levanto cada día, pero, teniendo en cuenta que se alargó la Nochebuena, entre la cena, sencilla pero larga, lavar los trastes de cocina y envolver los regalos que el Señor Noel iba a dejar al pie del árbol, me acosté un poco tarde. Contaba con que nuestro hijo que, también, se acostó tarde, para lo que suele hacer cada día, se despertara a inspeccionar los regalos sobre las siete.

Pero no. A las cinco sentí algo en mi mejilla. Era Eduardo que me despertaba con un beso muy suave, mientras me decía, ¿papá, tú crees que ya podremos asomarnos a la sala a ver si Santa nos ha dejado algún presente? Y, ¿qué podía hacer?, teniendo en cuenta que es uno de sus mejores días en el año, y que espera, con ilusión, desde hace 364 días. Pues complacerle y levantarme, no sin antes decirle que despertara con suavidad a su mamá, para de esta manera, los tres, poder disfrutar de la sorpresa.

Una mañana tan larga, hay que aprovecharla, y así, después de muchos días he podido sentarme, delante de la computadora, a escribir las cosas que suelo escribir en mi diario que, además, como saben los amigos que se asoman por aquí, suelen ser bajanades.

Mientras me limpiaba las babas que me iban cayendo o me secaba las lágrimas que, también, asomaban a mis ojos, viendo saltar de alegría a mi hijo con su nuevo juego de Nintendo o disfrutar hojeando uno de los libros que se ha encontrado bajo el árbol, he pensado que solo por momentos como estos merece la pena vivir la vida.

Aunque parezca una tontería eso que digo de que merece la pena vivir la vida, no lo es tanto, teniendo en cuenta que mi pensamiento, desde hace ya muchos años, es que la vida me parece muy monótona e, incluso, injusta, por lo que pienso, con mucha frecuencia, el alivio que debe suponer morir para irse al otro lado de la vida.

Sin embargo, sentir el amor y el mimo con que me ha despertado mi hijo para ir a ver los regalos, cuando él mismo podía haberlo hecho, sin contar con nosotros que dormíamos a pierna suelta, sentir su emoción y disfrutar su alegría, han hecho que dé gracias por estar vivo.

He sido, entonces, consciente, de que para que todo eso se haya dado han sido necesarias dos cosas: Una estar vivo, y la otra “dar”, “comprender” y, sobre todo, “amar”.

Si a las cinco de la mañana, sin apreciar su amor y su cuidado al despertarme y sin entender su ansiedad, le hubiera dicho que no, que aún era muy temprano, el ambiente del día habría sido diferente, y no habría disfrutado como lo he hecho.  

Mi enseñanza para esta Navidad ha sido ser consciente de una frase que todos conocemos: “Es dando que se recibe”. La vida no es esperar “recibir”. La vida es “dar”. Dar a manos llenas, dar con el corazón, vivir desde el alma. Y ese dar, no se refiere, solo, a cosas materiales. Es tan o más importante dar comprensión, dar alegría, colocarse en el lugar del otro. En definitiva, amar.

Está siendo una gran Navidad. ¡Gracias por la vida!

miércoles, 21 de diciembre de 2022

La llamada del miedo

 



Capítulo XV. Parte 8. Novela "Ocurrió en Lima"

Ya en la habitación Antay pensó que tenía ante sí una prueba de fuego. Tenía que llamar a Indhira y no podía centrarse en lo que habían sido las únicas tres ocasiones en que habían estado juntos, porque siete años dan para mucho, para mucha complicidad, para mucha familiaridad, para mucho entendimiento, para muchos secretos, para entenderse sin palabras, para conocer el estado emocional del otro solo por el tono de la voz y Antay no tenía experiencia en esa relación. Para él era nuevo, era el primer día, y no tenía un punto de apoyo que le sirviera de soporte, ni con ella ni con los niños.

-    Pero tenía que hacerlo, así que presionó el botón que abría, por primera vez en el día, la puerta del miedo. Porque tenía miedo de lo que pudiera pasar en la conversación, aunque tenía pensado decir que se le habían borrado 7 años de su memoria en caso de no saber que decir. –Hola amor, -escucho la voz de Indhira al otro lado del teléfono, -¿cómo ha ido?

-    Ha ido muy bien, cariño. Pablo ha hecho un gran trabajo. Está hecho. Ya puedes decir a tu papá que reserve la mesa para el domingo, -esperaba que sonara familiar.

-    Me alegro tanto. Por papá y por ti. Le llamaré en cuanto colguemos, -¡bien!, parecía que la entrada había sido lo habitual.

-    Pensó que tenía que interesarse por ella y los niños- ¿Qué tal tu día?, y ¿los niños?

-    Los niños están aquí saltando como locos esperando decirte algo. Espera que te los paso y luego seguimos porque, si no, no nos van a dejar hablar, -te paso a Alexis.

-    Hola papi. Quiero que me traigas un coche, ¿lo harás?, di que sí.

-    Si, cariño, te llevaré un coche.

-    Gracias papi. Adiós.

-    Y, casi de inmediato escuchó a María- Papi te amo.

-    Yo, también te amo. Y tu ¿qué quieres?, ¿otro coche?

-    No papi, un coche no. Tú ya sabes. Un beso, que mami quiere el teléfono, -y se fue.

-    Cariño, no te gastes dinero, -era la voz de Indhira- los estás malcriando.

-    ¿Yo solo?, -preguntó Antay de manera inocente.

-    Bueno los dos, -concedió Indhira- pero tú más. Otra cosa, ¿cómo está Pablo?

-    ¿Por qué lo preguntas?, -la intuición de Antay le decía que la relación entre Pablo y Diana estaba a punto de reventar e Indhira sabía tanto o más que él.

-    Ha venido Diana a casa. Llorando, hecha polvo. Están a punto de romper. No entiendo, como puede ser, con lo enamorados que se les veía, -a Indhira se le notaba preocupada.

-    Algo hemos hablado. A Pablo le gustaría tener hijos, pero para eso Diana tendría que llevar una vida más sedentaria y, para llevar una vida más sedentaria, tendría que dejar de trabajar y parece ser que no quiere. Pablo insiste en que quiere hacerse cargo de las oficinas de aquí, de Miami y, así desaparece de Lima, no se separan, pero tampoco están juntos.

-    Tendríamos que hablar con ellos, -Indhira siempre tratando de ayudar. Parece ser que no había cambiado en estos 7 años.

-    Si, cariño, lo haremos, -aunque la memoria de los últimos 7 años seguía siendo un misterio, por el cariño que sentía por Pablo y por Diana, tenían que hacer algo.

lunes, 19 de diciembre de 2022

Sanar el cuerpo, sanar las emociones

 


              Los conceptos sanación y crecimiento, sanación y expansión de la conciencia, o sanación y construcción del carácter, no suelen ir habitualmente unidos. Es posible, en algunas ocasiones, que algunos terapeutas y sanadores, los unan, de alguna manera, cuando recomiendan a la persona que ha de realizar algún tipo de trabajo interior para recuperar su salud, al menos, su salud emocional.

              Pero cuantas enfermedades, cuantos sufrimientos, cuanta infelicidad, cuantos desequilibrios emocionales y cuantos problemas mentales, se podría ahorrar el género humano si nos enseñaran a buscar nuestro equilibrio interior, antes o a la vez que aprendemos a leer y a escribir.

              Nacer, crecer, envejecer y morir, es un ritmo continuo, y aunque para cada persona es una experiencia nueva, única e irrepetible, estamos en el mundo tan acostumbrados a ese fluir, que no suele afectarnos mucho el paso por cada una de estas estaciones hasta que nos toca transitarla personalmente. Y en este fluir continuo de la vida casi nadie se plantea que exista otra manera de vivir distinta a como se viene aprendiendo hace miles o millones de vidas. Vivimos para subsistir, ignorantes de nuestra procedencia, de nuestro destino, del camino a transitar e ignorantes del vehículo necesario para dicho transito.

              En cada uno de los ritmos de la vida, se intercala con frecuencia otro concepto, que es la enfermedad y, en el mismo aprendizaje, nos enseñan que las enfermedades se sanan, normalmente ingiriendo diversos productos. Unos abogan por productos químicos y otros por productos naturales, pero en casi todos los casos hay que ingerir algo para contrarrestar la enfermedad, muy pocos hablan de equilibrio interior como remedio sanador y, mucho menos, como remedio inhibidor de la enfermedad.

              Son pocos los que se han planteado que en vez de atacar la enfermedad se podría prevenir. Y aunque parezca que, en la actualidad, hay más seguidores de esta teoría, solo es un espejismo y palabrería que se utiliza como fachada de evolución en las redes sociales.

              Sin embargo la búsqueda y la consecución del equilibrio interior es la mejor medicina para atacar la enfermedad y, aun más, es el mejor inhibidor de enfermedades. 

              El amor, la felicidad, la paz, la serenidad, la alegría son estados que el ser humano busca afanosamente en el exterior, como todo. Para el ser humano no existe un interior, y ni tan siquiera comprende que el amor, por ejemplo, sea una energía y no sea una emoción generada por el contacto con otra persona. Como no comprende que el primer ser objeto de esa energía de amor ha de ser él mismo. Cree que esto, tal como se lo han enseñado, es egoísmo.

Es este planteamiento erróneo la base que va a sustentar la enfermedad. No sabe que el amor es energía, no sabe que se encuentra en su interior, no sabe que ha de amarse a sí mismo, y valorarse, y respetarse. No sabe que cualquier cosa que se encuentra en el exterior tiene fecha de caducidad. Por lo tanto, se “enamora”, hasta que un día dice que se acaba el amor, (El Amor, el auténtico Amor no se acaba nunca. Si alguien dice que se acabó el amor es que nunca ha amado), y ha de finalizar su relación. Eso le causa un dolor intenso, que no es más que energía, y como nadie le ha enseñado a manejar las emociones y vivir en el presente, recuerda el hecho de su separación un minuto tras otro, generando una energía que emponzoña todo su cuerpo energético. Esa mugre energética es la que va a ir alimentando su cuerpo y poco a poco enfermándolo. A partir de aquí le recetarán pastillas para que se olvide del hecho, pastillas para la ansiedad, pastillas para dormir y así una pastilla tras otra.

              Con lo fácil que hubiera sido si, de pequeñito, le hubieran explicado que es un alma, que tiene que activar su centro del amor por él mismo, que ha venido justamente a aprender a realizar esa activación para amar a toda la humanidad. Que en su aprendizaje se encontrará con otras personas con las que formará pareja una temporada para realizar una tarea determinada y que, normalmente, esa relación finalizará un día, y que gracias a su amor, a su respeto y a su generosidad, será una separación, no traumática, en la que se mantendrá el amor, sin dolor y sin sufrimiento.

              Ya que no nos han enseñado esto de pequeños, podemos intentar aprenderlo ahora. Podemos comenzar a realizar ese viaje a nuestro interior, y ese viaje comienza con el silencio. Con el silencio mental. Tienes que empezar a dominar tus pensamientos, tienes que aprender a vivir el “ahora”. Es difícil, es muy difícil, es dificilísimo. Te digo esto para que no pienses que te vas a sentar a silenciar la mente y lo vas a conseguir en un minuto. No. Es una tarea que no se consigue en mucho, en muchísimo tiempo, e incluso no se si se llega a conseguir alguna vez completamente.

              Pero mejor empezar. Cuanto más tarde se empiece más tiempo seremos infelices.

              Empieza por hacer algo muy sencillito. Se consciente de tu respiración:

  • Siéntate. Con los pies bien apoyados en el piso.
  • Deja las manos encima de los muslos con las palmas mirando arriba. (Déjate de mudras, solo vamos a aprender a respirar).
  • Cierra los ojos o déjalos una décima parte abiertos, para que entre un poco de luz y enfoca la mirada en la punta de la nariz.
  • Coloca la punta de la lengua tocando el paladar.
  • Trata de respirar por la nariz, tanto la inhalación como la exhalación.
  • Trata de hacer una respiración abdominal. El abdomen se infla cuando inhalas y de desinfla cuando exhalas. (Así respirarás menos veces que si haces una respiración clavicular. Y al respirar más lento se reducirá tu metabolismo y eso hará que los pensamientos aparezcan también más lentamente).
  • Como a la segunda o tercera respiración ya vas a estar enganchado a algún pensamiento, para que eso no pase cuenta las respiraciones: Inhala 1, exhala 2, inhala 3, exhala 4, y así sucesivamente.
  • Cuando te des cuenta de que estás pensando vuelve a comenzar por uno.
  • A ver hasta cuanto llegas.
  • Con quince minutos cada día, de momento, tienes suficiente.

 

Muy bien. Estás meditando.

 

              

Volando a Miami

 



Capítulo XV. Parte 7. Novela "Ocurrió en Lima"

En las cinco horas y media que duró el viaje, Pablo siguió poniéndole al día de los temas que él consideraba importantes, referentes, no solo a la empresa, sino de los temas personales de los que Pablo tenía conocimiento, que eran los concernientes al funcionamiento en público, de su relación familiar. Por lo que estaba escuchando de su relación con Indhira y con los niños, eran la envidia de familiares y conocidos.

Se sentía feliz de lo que estaba escuchando porque, parece ser, que había conseguido tener una familia como siempre había deseado.

Nada más desembarcar del avión puso un muevo mensaje a su esposa:

-    Cariño, ya hemos llegado. Nos vamos al hotel a dejar las maletas y a comer algo rápido porque a las 3 nos esperan.

-    Indhira, que estaba pendiente del celular, contestó de inmediato- Papá llamó hace un rato para saber si habíais llegado. Está como loco de contento con esta operación. Dice que el domingo, en lugar de almorzar en su casa, nos invita a toda la familia, al completo, a un restaurante para celebrarlo. Tener cuidado. Te amo.

-     Yo también te amo. Te llamo a la noche.

Diana, que fue la que reservó el hotel, hizo un gran trabajo porque el hotel se encontraba justo enfrente de las oficinas donde celebrarían la reunión. Dejaron las maletas en la habitación y bajaron al comedor a almorzar. En el almuerzo Pablo terminó de ponerle al corriente de con quien se iban a reunir, de lo que iban a tratar y de lo que tenía que decir. Si no existía ninguna complicación, que no tenía por qué haberla, según le dijo Pablo, una vez que firmaran, la empresa que ahora dirigía sería un tercio más grande.

La reunión se realizó tal como había pronosticado Pablo. Se sintió tan cómodo y tan metido en su papel de presidente que, no solo se limitó a sonreír, sino que, participó activamente en los temas generales, con bastante acierto, mientras que los asuntos concretos los manejó Pablo con verdadera maestría.

Finalizada la reunión concretaron una visita de trabajo y una reunión con todos los directores para el día siguiente.

A las siete de la noche volvieron al hotel. Quedaron en ponerse ropa cómoda y encontrarse en el hall del hotel para salir a dar un paseo y cenar. Pero antes de separarse para ir cada uno a su habitación Antay le preguntó a su amigo.

-    Pablo, ¡ayúdame!, voy a llamar a casa. ¿Cómo trato a Indhira?, ¿por su nombre o le digo amor, cariño, mi vida, amor mío?, -cuando hable con ella, que al menos la llame como lo hago siempre.

-    Pues usas todas, menos el nombre y decir amor mío. Usas, con frecuencia amor, cariño y mi vida. Cuando tienes que decir su nombre la llamas Chiqui, que es como la han llamado siempre en su familia. Nunca Indhira.

-    Gracias Pablo, -y se separaron yendo cada uno a su habitación.

jueves, 15 de diciembre de 2022

Buscando a Dios



Voy a seguir buscando a Dios a pesar de que, a veces, me parece esquivo.

Cuando parece que me da la espalda, voy a tocarle en el hombro, para que sepa que aún estoy aquí.

Cuando parece que camino solo por los barrizales de la vida, calzaré mis botas para no hundirme en el fango y continuar en Tu busca.

Cuando parece que mi mente va a ganar en la lucha fratricida que mantiene con mi alma, voy a grabar Tu imagen a fuego, a veinte centímetros de mi cara, para sentir Tu calor.

Cuando parece que la vida me abofetea, a diestro y siniestro, voy a colocar mis brazos para parar los golpes, mientras te entrego a Ti mis moratones.

Cuando parece que los míos voltean su cara para no ver como caigo, aparecen ángeles desconocidos tratando de amortiguar mi caída. Seguro que son Tus ayudantes.

Cuando parece que estás escondido, busco el agujerito por el que sé que me estás mirando.

Cuando parece que las decepciones son el desayuno en la mañana y la tristeza el almuerzo del mediodía, me preparo una suculenta cena de esperanza, para soñar Contigo.

Porque sé que eres la única razón de mi vida.

Porque nada va a conseguir que te olvide.

Porque sé que solo me has soltado un momento para que afiance mis pasos.

Porque, aunque no te sienta yo sé que estás ahí.

Y voy a seguir buscándote, aunque parezca que te escondes.

  

miércoles, 14 de diciembre de 2022

El ser humano es perfecto

 


          Creen los hombres que necesitan un líder que les conduzca por la senda adecuada, un gurú que les enseñe, un maestro que les indique el camino, un jefe que les controle, un modelo al que imitar, un ídolo al que admirar, una pareja para amar, un amigo con quien hablar, un profesional que les comprenda, un sacerdote que les perdone, un alguien sobre el que arrojar su dolor, un santo al que adorar, un dios en quien creer, un enemigo al que culpar, un grupo para meditar, una cuenta corriente que les de seguridad, un libro para aprender y una pastilla para dormir.

          Y, si ellos así lo creen, así es. Porque cada hombre sólo es el reflejo de su propio pensamiento y de su propia creencia. Y así seguirá siendo hasta que el hombre entienda que no necesita nada, que no necesita a nadie. Y no lo necesita porque el ser humano es un ser completo. Tiene todo lo que necesita para realizar con éxito su Plan de Vida.

          Puede que, en algún momento de su existencia necesite de alguien, de manera puntual, para que le ayude a abrir alguna puerta, pero, como seguro que ha leído u oído en multitud de ocasiones, la puerta ha de franquearla él sólo, porque todo el trabajo importante a realizar en la vida física es un trabajo en soledad, es un trabajo de introspección, de comprensión y de aceptación.

          Lo único que necesita el ser humano es tener conciencia de lo que es, y aceptarlo, y eso lo podrá escuchar de sus modelos y lo podrá leer en libros, pero no le va a servir para nada hasta que no lo integre en cada célula de su cuerpo.

          El ser humano es una parte de Dios. Dios es su origen y Dios es su destino. Y todo el equipaje que necesita el hombre para volver a Dios es el Amor.

          

martes, 13 de diciembre de 2022

Viajando

 


Capítulo XV. Parte 6. Novela "Ocurrió en Lima"

-    La amo con locura y ella a mí, pero el trabajo está matando nuestro matrimonio, -Pablo se detuvo unos instantes que Antay respetó esperando que continuara- nos vemos poco y a mí me gustaría tener hijos. Ella dice que también quiere, pero no hace nada. No lo recuerdas, pero tuvo un aborto y el ginecólogo nos dijo que si queremos hijos tendría que tomárselo con calma, sin el estrés del trabajo. Pero no quiere dejar de trabajar. Dice que, todavía, la necesitas. Aunque yo creo que debe estar enamorada de ti.

-    No digas tonterías Pablo. El domingo pasado cuando coincidimos en la pizzería no lo estaba porque, aunque nos conocíamos solo desde hacía dos semanas, estas fueron intensas, pero nuestra relación fue la de dos hermanos. Yo ya estaba suspirando por Indhira.

>> Pues la tendré que despedir en cuanto lleguemos a Lima, y así no tienes que ir a Miami, -sentenció Antay.

-    ¿Estás loco?, ¡oh!, perdón, no quise decir eso, -Pablo fue consciente de su comentario, justo en este momento en el que hasta Antay dudaba de su cordura.

-    Pues algo hay que hacer. Hablaré con ella. No podéis separaros. –Antay recordó cómo conoció a Diana, para él hace 15 días, aunque hayan pasado 7 años, y lo mal que lo pasó.

-    No se…, no sé, -repitió Pablo pensativo- dejemos el tema de momento. Tú tienes que recordar otras cosas.   

El trayecto hasta el aeropuerto se les hizo más corto que nunca. Bien es cierto que el tráfico, tan caótico siempre en Lima, es más liviano a las 5 de la mañana.

-    Tienes que poner un mensaje a Indhira, -le indicó Pablo- siempre lo haces antes de embarcar y al aterrizar.

-    Gracias, ahora lo hago.

Cuando Antay buscó en su celular a Indhira miró todos los mensajes escritos y, efectivamente, ahí estaban todas las conversaciones que habían mantenido por WhatsApp durante un tiempo. Buscó un mensaje de un viaje anterior, para ver cómo se dirigía a su esposa, y así escribir en la línea como lo hacía normalmente.

-    Amor, ya estamos en el aeropuerto. El trayecto fue rápido, no había casi tráfico. Llegamos con tiempo de sobra. Embarcamos en media hora. Te extraño. Te amo con locura.

Aunque casi había copiado un mensaje anterior. La última parte en la que decía que la amaba con locura, era cierta. Era lo que, realmente, sentía en ese momento, y que no se diferenciaba mucho de lo que sintió el sábado que salió corriendo como una gallina. La diferencia es que ahora no había miedo.

Aunque no supiera como había llegado a donde se encontraba ahora, se sentía bien. No recordaba haberse encontrado tan bien en mucho tiempo. Si para alcanzar este estado se habían tenido que borrar de su memoria los últimos 7 años, lo daba por bien empleado.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Por supuesto que le importamos a Dios

 


          ¿Podrían pensar nuestros hijos cuando se encuentran en el colegio enfrentados, ellos solos, a exámenes, bullying, una mañana de tos, una caída en el patio que le hace sangrar la rodilla, llorar a lagrima viva por haber perdido una canica, pasar un mal rato por no saber una lección o sentir la indiferencia de esa compañera que tanto le gusta, que no les importa a sus papás?

Por supuesto que no. Los papás están llenos de amor por su hijito y le envían al colegio porque saben que eso es lo que necesita para su crecimiento.

La Tierra es el colegio, nosotros somos los niños que estamos aprendiendo, Dios es Nuestro Papá.

¿Vamos nosotros al colegio a ayudar a realizar los exámenes de nuestros hijos?, ¿por qué iba a hacerlo Dios?

¿Vamos nosotros al colegio a decirle a la compañera de nuestro hijo que le haga caso?, ¿por qué iba a hacerlo Dios?

¿Vamos nosotros al colegio a sonarle los mocos a nuestro hijo cuando está medio resfriado?, ¿por qué iba a hacerlo Dios?

Nuestro pensamiento y nuestro amor envuelven y protegen a nuestro hijo. El Amor de Dios inunda nuestro cuerpo y vive en nuestro corazón para darnos la fortaleza necesaria que nos ayude a resistir nuestro dramático día de colegio.

Cuando nuestros hijos vuelven a casa del colegio reciben un abrazo tan grande que los problemas que tuvo en el colegio se quedan en la puerta de casa. Cuando nosotros volvemos a casa, una vez dejado el cuerpo, nos vemos envueltos en una energía de Amor tan increíble que los problemas de nuestro colegio (la Tierra), también se quedan en la puerta.

Somos ocho mil millones de niños en el colegio, todos suspirando en el patio, cuando salimos al recreo, por nuestro Papá. Todos pidiendo algo, todos suplicando, todos llorando, todos orando, todos prometiendo, todos tratando de intercambiar favores con Él.

Dios no puede y no debe hacer nada en nuestro día de colegio. Es nuestro aprendizaje. Y, lo bueno, es que, aunque llevemos malas notas al final de curso, Él nos va a recibir a todos, absolutamente a todos, con el mismo Amor y sin ningún reproche, aunque tengamos que repetir una o mil veces las mismas asignaturas.

Por supuesto que le importamos a Dios.