Capítulo XV. Parte 9. Novela "Ocurrió en Lima"
- ¿Todo
ha ido bien?, ¿volvéis el miércoles?, es que te extraño.
- Yo,
también, te extraño, mi amor. Si no hay complicaciones mañana, que no tiene por
qué haberlas, volvemos pasado, según lo previsto.
- Como
los niños ya empiezan a ser mayores tenemos que pensar en dejarlos con mis
papás, y me voy contigo cuando salgas. Te extraño demasiado, -le encantaba lo
que estaba escuchando de su esposa- cariño, te dejo que está llorando el niño.
Te amo.
- Aunque
sea por mensaje dime que le ha pasado. Te amo.
Cuando
llegó al hall del hotel, Pablo ya estaba esperándole.
- ¿Cómo
fue la llamada?, -se interesó Pablo nada más verle aparecer.
- Fue
bien, sin problemas. Gracias a ti.
Salieron
a la calle y se fueron a caminar por el paseo marítimo, que estaba muy cerca de
donde se encontraban.
Nada
más salir del hotel Antay recibió un mensaje de su esposa en el que le
informaba que los llantos de Alexis solo fueron por una disputa con su hermana.
- Cuando
le explicó a Pablo el contenido del mensaje, éste comentó- Son dos niños que se
llevan muy bien y se defienden el uno al otro, siempre, en cualquier ocasión.
Supongo que cuando están solos dejan salir sus diferencias.
- Tendrás
razón. Tú sabes de ellos mucho más que yo, -le contestó Antay.
Caminaron
durante un par de horas, conversando, casi todo el recorrido, de las
peculiaridades de la empresa, que se suponía que conocía Antay, su presidente,
pero que no recordaba, en absoluto. Pablo le fue poniendo el corriente de las
grandes y las pequeñas cosas. Sin comentar más de su tema personal.
Siguieron
conversando mientras cenaban una pizza y, un poco antes de las 11 de la noche,
se retiraban a sus habitaciones, no sin antes establecer su plan para el día
siguiente.
- Pablo,
-le dijo Antay a su amigo- mañana voy a ver si puedo visitar a un neurólogo,
porque no hace falta que vaya contigo a la oficina, o ¿sí?
- En
absoluto, -contestó Pablo- casi serias un estorbo, pero ¿no quieres que vaya
contigo?
- No,
gracias, ¿para qué vas a venir? Tengo una falta de memoria selectiva, pero me
desenvuelvo bien. ¿A qué hora te parece que quedemos para el almuerzo?
- A las 2
estaría bien, -le dijo Pablo.
- Perfecto.
A las 2 en el hall. Hasta mañana, -se despidió Antay camino de su habitación.
Una vez
solo, Antay hizo un repaso al día tan extraño que había vivido. ¿Cómo podía
haberse borrado de su mente una etapa importante de su vida? y, sin embargo,
permanecer incólumes los recuerdos de su vida de miedo, de duda e indecisión.
Por lo que le había contado Pablo, desde que comenzó a trabajar en la empresa
de su suegro, fue todo lo contrario a lo que él recordaba, decidido, valiente,
resolutivo y amoroso, como esposo y como padre. Eso le gustaba. Y fue esa parte
importante de su vida, la parte en la que había conseguido dominar sus temores,
la que había desaparecido. “¡Qué curioso!”, pensó. “Es como si la mente no
consintiera mi valentía y estuviera boicoteándome. A ver si mañana tengo la
suerte de poder visitar a un especialista que me explique la situación”.
Y con
esos pensamientos se durmió. Había sido un día largo, además de extraño.
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