¿Podrían pensar nuestros hijos cuando
se encuentran en el colegio enfrentados, ellos solos, a exámenes, bullying, una
mañana de tos, una caída en el patio que le hace sangrar la rodilla, llorar a
lagrima viva por haber perdido una canica, pasar un mal rato por no saber una
lección o sentir la indiferencia de esa compañera que tanto le gusta, que no les
importa a sus papás?
Por
supuesto que no. Los papás están llenos de amor por su hijito y le envían al
colegio porque saben que eso es lo que necesita para su crecimiento.
La
Tierra es el colegio, nosotros somos los niños que estamos aprendiendo, Dios es
Nuestro Papá.
¿Vamos
nosotros al colegio a ayudar a realizar los exámenes de nuestros hijos?, ¿por
qué iba a hacerlo Dios?
¿Vamos
nosotros al colegio a decirle a la compañera de nuestro hijo que le haga caso?,
¿por qué iba a hacerlo Dios?
¿Vamos
nosotros al colegio a sonarle los mocos a nuestro hijo cuando está medio
resfriado?, ¿por qué iba a hacerlo Dios?
Nuestro
pensamiento y nuestro amor envuelven y protegen a nuestro hijo. El Amor de Dios
inunda nuestro cuerpo y vive en nuestro corazón para darnos la fortaleza necesaria que nos ayude a resistir nuestro dramático día de colegio.
Cuando
nuestros hijos vuelven a casa del colegio reciben un abrazo tan grande que los
problemas que tuvo en el colegio se quedan en la puerta de casa. Cuando
nosotros volvemos a casa, una vez dejado el cuerpo, nos vemos envueltos en una
energía de Amor tan increíble que los problemas de nuestro colegio (la Tierra),
también se quedan en la puerta.
Somos
ocho mil millones de niños en el colegio, todos suspirando en el patio, cuando
salimos al recreo, por nuestro Papá. Todos pidiendo algo, todos suplicando,
todos llorando, todos orando, todos prometiendo, todos tratando de intercambiar
favores con Él.
Dios
no puede y no debe hacer nada en nuestro día de colegio. Es nuestro
aprendizaje. Y, lo bueno, es que, aunque llevemos malas notas al final de
curso, Él nos va a recibir a todos, absolutamente a todos, con el mismo Amor y sin
ningún reproche, aunque tengamos que repetir una o mil veces las mismas
asignaturas.
Por
supuesto que le importamos a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario