El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 11 de diciembre de 2022

Por supuesto que le importamos a Dios

 


          ¿Podrían pensar nuestros hijos cuando se encuentran en el colegio enfrentados, ellos solos, a exámenes, bullying, una mañana de tos, una caída en el patio que le hace sangrar la rodilla, llorar a lagrima viva por haber perdido una canica, pasar un mal rato por no saber una lección o sentir la indiferencia de esa compañera que tanto le gusta, que no les importa a sus papás?

Por supuesto que no. Los papás están llenos de amor por su hijito y le envían al colegio porque saben que eso es lo que necesita para su crecimiento.

La Tierra es el colegio, nosotros somos los niños que estamos aprendiendo, Dios es Nuestro Papá.

¿Vamos nosotros al colegio a ayudar a realizar los exámenes de nuestros hijos?, ¿por qué iba a hacerlo Dios?

¿Vamos nosotros al colegio a decirle a la compañera de nuestro hijo que le haga caso?, ¿por qué iba a hacerlo Dios?

¿Vamos nosotros al colegio a sonarle los mocos a nuestro hijo cuando está medio resfriado?, ¿por qué iba a hacerlo Dios?

Nuestro pensamiento y nuestro amor envuelven y protegen a nuestro hijo. El Amor de Dios inunda nuestro cuerpo y vive en nuestro corazón para darnos la fortaleza necesaria que nos ayude a resistir nuestro dramático día de colegio.

Cuando nuestros hijos vuelven a casa del colegio reciben un abrazo tan grande que los problemas que tuvo en el colegio se quedan en la puerta de casa. Cuando nosotros volvemos a casa, una vez dejado el cuerpo, nos vemos envueltos en una energía de Amor tan increíble que los problemas de nuestro colegio (la Tierra), también se quedan en la puerta.

Somos ocho mil millones de niños en el colegio, todos suspirando en el patio, cuando salimos al recreo, por nuestro Papá. Todos pidiendo algo, todos suplicando, todos llorando, todos orando, todos prometiendo, todos tratando de intercambiar favores con Él.

Dios no puede y no debe hacer nada en nuestro día de colegio. Es nuestro aprendizaje. Y, lo bueno, es que, aunque llevemos malas notas al final de curso, Él nos va a recibir a todos, absolutamente a todos, con el mismo Amor y sin ningún reproche, aunque tengamos que repetir una o mil veces las mismas asignaturas.

Por supuesto que le importamos a Dios.

 

 

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