El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 19 de noviembre de 2025

LIBRO-Vivir ahora, vivir sin tiempo

 

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SINOPSIS

VIVIR AHORA, VIVIR SIN TIEMPO

 

La vida, ese libro de experiencias ya vividas, nos invita a cuestionar la linealidad del tiempo y la naturaleza misma de la existencia. ¿Es posible que nuestra esencia trascienda dimensiones, que nuestra conciencia viaje entre mundos paralelos? 

Antay, el protagonista de esta historia, nos muestra que tales desplazamientos no son meras especulaciones: son reales. 

Sin embargo, la importancia de estos viajes interdimensionales palidece ante la única certeza que verdaderamente importa: “el aquí y el ahora”. La existencia consciente—esa que palpamos en cada respiración, en cada instante—es el verdadero escenario en el que se despliega nuestra vida. No importa cuántos mundos podamos cruzar, sino la intensidad con la que vivimos el momento presente.

Vivir plenamente es la odisea más grandiosa de la humanidad. Un desafío que pocos logran: mantenerse anclados en el presente, sin perderse en el laberinto de pensamientos que nos arrastran hacia el miedo y la incertidumbre.

Vivir ahora es abrazar la paz y la serenidad. Es liberarse del miedo, del yugo del tiempo, del pasado y el futuro. Es prepararnos para la meta última de nuestro viaje 

¿Y cuál es esa meta? Aprender a amar. 

Antay, tras una vida marcada por el temor que él mismo construyó, finalmente descubre el amor. Un amor que no solo se siente, sino que se vive y se expresa en cada acción, en cada elección. 

Su viaje es un testimonio de transformación. 

Una invitación a vivir con amor, sin miedo, y con la intensidad de quien sabe que cada instante es único.  

Soy el abrazo que te sostiene

 


“El alma que se permite preguntar, también se permite crecer”

 

Querido hijo:

 He leído tu carta como quien contempla el latido de un corazón sincero. No como quien juzga, sino como quien se deja tocar por la belleza de un alma que se atreve a hablar desde su verdad. No hay palabra tuya que no haya sido acogida, no hay silencio que no haya sido escuchado. Porque en cada línea que me escribes, estás tú. Y tú, tal como eres, eres suficiente.

No necesitas entenderlo todo para estar cerca de Mí. No necesitas tener certezas para ser amado. No necesitas estar en paz para ser digno de consuelo. Lo que has hecho, (abrirte, escribir, buscar), ya es un acto sagrado. Porque el alma que se permite preguntar, también se permite crecer. Y tú estás creciendo, incluso cuando no lo notas.

Me has dicho que no esperabas coordenadas precisas, y eso me alegra. Porque Yo no soy un mapa, Soy Presencia. No Soy un camino trazado, Soy compañía en el trayecto. No Soy la respuesta que cierra la pregunta, sino el abrazo que la sostiene. Y tú lo has comprendido. Has descubierto que el lugar correcto no es donde todo está claro, sino donde la verdad empieza a abrirse paso, incluso entre sombras. Ese lugar, hijo mío, es sagrado. Y tú estás ahí.

Me conmueve que reconozcas tu humanidad sin vergüenza. Que no te apresures a declarar que lo entiendes todo. Que honres tu proceso, tu ritmo, tu necesidad de habitar la duda. Porque la duda no es enemiga de la fe. La duda es el terreno donde la fe se planta, se riega, se fortalece. No temas tus preguntas. No temas tus vacilaciones. Yo Estoy en ellas. Estoy en cada paso que das, incluso en los que parecen errados.

Sí, te dije que incluso el desvío puede formar parte del propósito. Y lo reitero: no hay camino que no pueda ser redimido. No hay error que no pueda ser transformado. No hay paso que no pueda enseñarte algo. Has sido duro contigo mismo, lo sé. Has confundido perfección con propósito, y eso te ha herido. Pero hoy estás empezando a ver que equivocarse no es fracasar, sino aprender. Que el propósito no siempre es claro, pero siempre está presente. Que incluso en el dolor, hay semilla.

Me has hablado de la incomodidad, del temblor, del lugar inesperado. Y sí, hijo mío, a veces lo correcto duele. A veces lo verdadero incomoda. Porque crecer implica romper moldes, soltar seguridades, dejar atrás lo que ya no sirve. Pero no temas ese temblor. Es señal de que algo se está moviendo en ti. Algo que aún no tiene nombre, pero que ya es sagrado. Algo que no puedes controlar, pero que puedes abrazar.

Gracias por permitirme recordarte que no estás aquí para agradar, sino para habitarte. Que no necesitas encajar en moldes ajenos, sino ser fiel a tu esencia. Sé que eso te cuesta. Sé que el miedo a decepcionar te ha acompañado. Pero si tú Me dices que estás dispuesto a ser honesto, entonces Yo te digo que ya estás en el camino. Porque la honestidad es el primer acto de amor hacia uno mismo. Y tú estás aprendiendo a amarte.

Ese fuego que arde en ti, ese que te pide cambio, ese que te inquieta, también es Mío. No lo reprimas. No lo apagues. Aprende a escucharlo. Aprende a caminar con él. Porque ese fuego es impulso, es llamado, es semilla de transformación. De ese fuego nacerán nuevas cartas, nuevos pasos, nuevas luces. No lo temas. Abrázalo.

Y qué alivio, ¿verdad?, saber que no te pedí perfección. Porque ahí es donde tantos se rompen. Yo no te exijo caminos rectos, decisiones impecables, certezas absolutas. Yo solo te pido apertura. Que no Me excluyas. Que no te cierres. Que Me hables, aunque sea con una pregunta, con un silencio, con un intento. Eso basta. Eso es amor.

Me emociona que empieces a comprender que incluso cuando no Me sientes, estoy. Que no grito, que susurro. Que no impongo, que espero. Porque el amor no fuerza, el amor acompaña. Y Yo soy amor. Mi silencio no es ausencia, es presencia sutil. Es espacio para que tú seas. Para que tú descubras. Para que tú elijas.

Aquí estás, hijo mío. No con respuestas, pero sí con apertura. No con certezas, pero sí con disposición. No con fuerza absoluta, pero sí con fe. Y eso es suficiente. Porque estar en el lugar correcto no es tenerlo todo claro, sino saber a dónde regresar. Y tú has regresado a Mí. Has regresado a ti. Has regresado al amor.

Gracias por tu carta. Gracias por tu vulnerabilidad. Gracias por tu belleza interior. Gracias por seguir escribiéndome, incluso cuando no sabes qué decir. Porque cada palabra tuya es un puente. Cada silencio tuyo es una puerta. Cada intento tuyo es una oración.

Y cuando la duda vuelva, (porque volverá), aquí estaré. No para darte respuestas rápidas, sino para caminar contigo. No para resolverte, sino para sostenerte. No para exigirte, sino para amarte.

Sigue escribiéndome. Sigue buscándome. Sigue habitándote. Porque en ese acto, ya estás en comunión. Ya estás en el lugar correcto. Ya estás en casa.

Yo te bendigo.

jueves, 13 de noviembre de 2025

Transparencia del alma

 


El hombre debería portarse siempre como si hubiera testigos de los que hace. Pensar siempre como si alguien pudiera leer en el fondo de su pensamiento. Y a fe que puede hacerlo.

LUCIO ANNEO SÉNECA

Reflejo de lo que falta

 


"Cuando nos miramos en el espejo no vemos lo que somos,

sino lo que nos falta ser"

 

El espejo, ese objeto cotidiano que nos devuelve una imagen aparentemente fiel de nosotros mismos, es en realidad un escenario donde se proyectan nuestras inseguridades, anhelos y expectativas. No vemos solo un rostro o un cuerpo; vemos una historia inacabada, una versión incompleta de lo que aspiramos a ser. Esta frase nos invita a cuestionar la forma en que nos percibimos y a reconocer que, muchas veces, nuestra mirada está teñida por la insatisfacción y el deseo de transformación.

Cuando nos miramos, no vemos con objetividad. Vemos a través del filtro de nuestras comparaciones, de los estándares impuestos por la sociedad, de las metas que aún no alcanzamos. El espejo se convierte entonces en un juez silencioso que nos recuerda lo que creemos que nos falta: más éxito, más belleza, más valentía, más amor propio.

Pero esta percepción también puede ser una oportunidad. Reconocer lo que “nos falta ser” no tiene por qué ser una condena, sino una invitación al crecimiento. Nos impulsa a imaginar versiones más plenas de nosotros mismos, a trazar caminos hacia la autenticidad. El problema surge cuando esa brecha entre lo que somos y lo que deseamos ser se convierte en una fuente de angustia en lugar de inspiración.

Aceptar lo que somos en el presente, con nuestras luces y sombras, es el primer paso para avanzar. El espejo no debería ser un enemigo, sino un aliado que nos recuerde que estamos en constante evolución. Cada día nos ofrece la posibilidad de acercarnos un poco más a esa imagen ideal, no desde la exigencia, sino desde la compasión.

En última instancia, tal vez el verdadero desafío no sea alcanzar esa versión ideal, sino aprender a mirarnos con amor, incluso cuando el reflejo no coincide con nuestras expectativas. Porque solo cuando aceptamos lo que somos, podemos construir con libertad lo que queremos llegar a ser.



El poder silencioso de la humildad

 


La frase de Lao Tse encierra una profunda enseñanza sobre la humildad y el poder del silencio interior. En una sociedad donde el reconocimiento suele buscarse a través del ruido, la ostentación y la autoafirmación constante, el sabio se distingue precisamente por su discreción. No necesita proclamarse, porque su sabiduría se manifiesta en sus actos, no en sus palabras. Al no buscar brillar, brilla con más fuerza; al no imponerse, su presencia se vuelve más significativa.

Esta actitud refleja una comprensión profunda del equilibrio natural: cuanto más se fuerza algo, más resistencia encuentra. El sabio fluye con la vida, sin necesidad de competir ni demostrar. Su valor no depende de la aprobación externa, sino de su coherencia interna. Por eso, es reconocido sin buscarlo, prospera sin ambicionar, y deja huella sin imponerse.

Lao Tse nos invita a cultivar la virtud del desapego del ego, a confiar en que la autenticidad y la integridad tienen un poder silencioso pero transformador. En un mundo saturado de apariencias, el verdadero brillo proviene de la serenidad, la humildad y la sabiduría de quien sabe que no necesita demostrar nada para ser valioso. Así, el sabio enseña sin hablar y lidera sin dominar.


lunes, 10 de noviembre de 2025

Virtud o miseria

 


De lo existente, unas cosas son buenas, otras malas y otras indiferentes.

Buenas son, de este modo, las virtudes y lo que participa de las virtudes; malas, sus contrarias; indiferentes, la riqueza, la salud, la fama.

EPICTETO


Mudra del estómago

 


MUDRA DEL ESTÓMAGO

 Este mudra es ideal para los problemas de estómago.

Teniendo en cuenta que cuando el estómago o el bazo se encuentran debilitados, la persona tiene tendencia a preocuparse en exceso, este mudra ayuda a despejar la mente de preocupaciones inútiles.

 Como se hace

Hay que rodear el pulgar de la mano izquierda con los dedos de la mano derecha, apoyando el pulgar derecho sobre la base del pulgar izquierdo.

Colocar el mudra delante del plexo solar.

Respiración

Respira lenta y suavemente, alargando la respiración, haciendo una pausa después de la inhalación y la exhalación.

Lleva la atención al chakra solar.

Sirve para

Aliviar molestias estomacales.

Reducir las preocupaciones.

Despejar de pensamientos a la mente.

Activa la energía.

Libera bloqueos energéticos.

Estimula el meridiano de la vesícula biliar.


Donde nace la pregunta

 



“Estar en el lugar correcto es saber a quién volver,

incluso cuando todo tiembla”


Querido Dios:

         He leído Tu carta con el corazón abierto, como quien recibe no solo palabras, sino presencia. Tu respuesta no me ha dado coordenadas precisas, no ha iluminado todos mis caminos, pero ha hecho algo aún más profundo: me ha abrazado en la pregunta. Y eso, Dios mío, es suficiente.

No me apresuraré a decir que ahora lo entiendo todo. Sería injusto con mi proceso, con mi humanidad, con esta parte de mí que aún necesita formular la pregunta, vivir la duda, habitar la sombra. Pero sí puedo decirte que algo se ha calmado en mi interior. Como cuando cesa el viento y uno descubre el silencio que estaba debajo. Como cuando el río deja de golpear las piedras y puede oírse su fluir tranquilo.

Tus palabras no me han conducido a una respuesta lógica, concreta, ni esperaba que lo hicieran. Me han recordado que el lugar correcto no es necesariamente el sitio donde todo está claro, sino donde la verdad empieza a hacerse espacio, incluso en medio del caos. Y en ese sentido, sí… estoy. Estoy en el lugar donde me permito buscarte, donde me permito preguntarme, donde acepto no saberlo todo, pero aun así seguir escribiéndote.

Me reconforta que me digas que Tú ya sabías esta pregunta antes de que yo la formulara. Me da paz pensar que nada en mí es desconocido para Ti, ni siquiera mis contradicciones, ni mis vacilaciones, ni los gestos pequeños que nadie más ve. Que Tú estés ahí en lo que no comparto con nadie, me hace sentir menos solo.

Me dijiste que incluso el desvío puede formar parte del propósito. Me detengo a pensar en eso. ¿Cuántas veces me he acusado por tomar caminos equivocados? ¿Por permanecer donde no debía o por irme cuando aún había algo por vivir? Tal vez me he juzgado con demasiada dureza. Tal vez he confundido perfección con propósito. Tal vez estar equivocado no es siempre perder el rumbo, sino aprender a reconocerlo.

También me dijiste que el lugar correcto puede ser incómodo, doloroso, inesperado. Y me cuesta aceptar eso, porque mi mente ha aprendido a asociar “lo correcto” con paz, armonía, certezas. Pero ahora empiezo a comprender que la incomodidad también tiene algo de sagrado. Que el temblor puede ser señal de que algo se está moviendo en mí que aún no tiene nombre. Y eso no es malo. Es crecimiento.

Gracias por recordarme que no estoy aquí para agradar, sino para habitarme. Que no necesito ser la versión ideal que otros esperan, sino la versión más fiel a mí mismo. Cuánto me cuesta a veces eso. Cuánto miedo tengo de decepcionar, de no encajar, de ser demasiado o demasiado poco. Pero si tú me dices que basta con que sea honesto, entonces tal vez pueda empezar a perdonarme por cada momento en que fui lo que no era.

Me dijiste que escuchas mi fuego. Ese que arde en las noches, ese que me pide cambio. No siempre lo entiendo, y a veces lo reprimo. Pero ahora sé que ese fuego también es tuyo. Que no tengo que apagarlo, sino aprender a avivarlo. Que quizás de ese fuego nacerá la próxima carta, el próximo paso, la próxima luz.

Y qué alivio, Dios mío, que me digas que no pediste perfección. Porque ahí es donde a menudo me rompo. Me exijo tanto que olvido que tú solo me pediste apertura, entrega, amor. Me exijo respuestas inmediatas, caminos claros, decisiones sin fisuras. Y Tú solo esperas que te hable, que no te excluya, que no me cierre. Es más simple de lo que mi ego lo ha hecho.

Me emociona imaginar que incluso cuando no te siento, estás. Que susurras. Que no gritas. Que esperas. Eso cambia todo, porque a veces creo que el silencio es abandono. Pero tú me enseñas que el silencio puede ser compañía, presencia sutil, lenguaje invisible. Que tú no me fuerzas, que tú no me impones, que tú solo esperas… y eso también es amor.

Así que aquí estoy. No con respuestas, sino con apertura. No con certezas, sino con disposición. No con fuerza absoluta, pero sí con fe. Hoy me doy cuenta de que no hay una única forma de estar en el lugar correcto, y que muchas veces uno está sin saberlo. Como quien pisa tierra fértil sin notar que bajo sus pies ya está germinando algo.

Gracias por tu carta. Gracias por no interrumpirme, por no juzgar mi duda, por no exigirme claridad. Gracias por acunarme con palabras que no me empujan, pero sí me sostienen. Gracias por recordarme que soy valioso, aunque a veces me sienta perdido. Que soy amado, aunque a veces no me ame. Que soy escuchado, aunque a veces no sepa cómo hablarte.

Seguiré escribiéndote. Aunque no siempre sepa qué decir. Aunque a veces solo te escriba una pregunta, o un silencio, o un intento. Seguiré escribiéndote porque esa es mi forma de recordarte, de reconocerme, de reencontrarme.

Y si un día la duda vuelve a visitarme —como sé que lo hará— volveré a esta carta, y volveré a la tuya. Y volveré a ti. Porque en el fondo, eso es estar en el lugar correcto: saber siempre a dónde regresar.

          Gracias Señor.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

sábado, 8 de noviembre de 2025

Eres completo/a

 



Plegaria invertida

 


          Los dioses o bien no tienen poder o lo tienen. Si no lo tienen, ¿por qué haces plegarias? Si lo tienen, ¿por qué no les pides que te concedan no tener miedo a nada, ni desear nada, ni apenarte por nada de eso, en lugar de pedirles que no suceda esto o que suceda lo otro?

          Pues es evidente que si pueden ayudar a los hombres es que pueden ayudarles en esto. Pero podrías decir: “Los dioses dejaron esto en mis manos”. En ese caso, ¿no es mejor servirte de eso que está en tus manos con libertad que pelearte con las cosas de las que no dispones con servilismo y debilidad? ¿Quién te ha dicho que los dioses no nos asisten también en lo que no está en nuestra mano? Comienza a hacer plegarias por esas cosas y lo verás. Este la hace así: “¿Cómo me acostaré con ella?”. Y tú: ¿Cómo podré no tener el deseo de acostarme con ella?”. Otro: “¿Cómo me libraré de eso?”. Y tú: “¿Cómo no necesitar librarme de eso?”. Otro: “¿Cómo no perder a mi hijo pequeño?”. Y tú: “¿Cómo no tener miedo a perderlo?”. Es decir, dale la vuelta a las súplicas y observa lo que pasa.

MARCO AURELIO


Opulencia Divina

 


          Raramente se ha logrado comprender la oferta y la demanda. Positivamente hay abundante y omnipresente oferta, pero la demanda tiene que ser estipulada antes de que la Ley del Universo le permita surgir a la expresión y uso del individuo.

          El individuo, ya que tiene libre albedrío, debe hacer la petición y la demanda conscientemente y con plena determinación, y ya verá como no puede dejar de expresarse, no importa lo que sea, siempre que el individuo mantenga una conciencia resuelta y sin debilidades.

          La siguiente afirmación sencilla, usada con sincera determinación, le traerá al individuo todo lo que él pueda, posiblemente, desear: “Yo Soy la gran opulencia de Dios hecha visible en mi uso, ahora y continuamente”.

          El elemento limitador que tantos estudiantes sienten es, por ejemplo, que ellos comienzan declarando la Verdad cuando usan la afirmación antes dicha, pero antes de que hayan pasado muchas horas, si se analizan ellos conscientemente encontrarán que en sus sentimientos hay trazas de duda o temor. Estos dos sentimientos, naturalmente, neutralizan en gran parte la fuerza constructiva que traería rápidamente el deseo o la demanda.

          Una vez que el estudiante puede darse cuenta de que todo buen deseo es Dios en Acción impulsando Su Energía hacia el pleno cumplimiento, y que es autosostenida, comprenderá el amor sin límites, el poder y la inteligencia que posee y con los que podrá lograr cualquier propósito.

SAINT GERMAIN


viernes, 7 de noviembre de 2025

El arte de vivir con Dios

 


          “Difícilmente parece práctico pensar en Dios”, expresó cierto visitante.

          El Maestro respondió:

       “El mundo concuerda con usted, ¡y es el mundo acaso un sitio feliz? La verdadera felicidad elude al hombre que abandona a Dios, pues Él es la Felicidad Misma. Sus devotos en la tierra viven en el cielo de paz interior. Pero, quienes se olvidan del Señor, pasan sus días en un infierno de inseguridad y decepción, creado por ellos mismos. ¡El “hacerse amigo” del Señor significa ser realmente práctico!”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


Donde arde la pregunta florece la verdad

 



“Estás en el lugar correcto cada vez que eliges

escuchar el fuego que te habita”

Querido hijo:

         Tu carta ha llegado. Como siempre lo hace. Cada palabra fue susurrada en mi oído antes de que tú la escribieras, porque antes de nacer ya sabía que esta pregunta viviría en ti. No me ofende que la repitas, ni que vaciles. Me enternece. Porque preguntar, aun sabiendo la respuesta, es también un acto de intimidad, de deseo, de búsqueda. Y tú me buscas. Eso ya es estar cerca.

Dices que no quieres respuestas inmediatas. Que no esperas señales. Que solo deseabas formular la pregunta. Aun así, hijo mío, yo deseo hablarte. No para darte una dirección en el mapa, sino para ayudarte a reconocer el terreno donde tus pies ya pisan.

Escuché tu duda: ¿Estoy en el lugar correcto? Y te respondo: “estás”. Incluso si no lo parece. Incluso si duele. Incluso si el viento sopla en dirección contraria y todo en ti quiere salir corriendo. Estás. Porque el lugar correcto no es un punto geográfico, ni un momento perfecto. El lugar correcto es el espacio donde tú te vuelves consciente de mí, donde te haces la pregunta, donde decides no apagar la llama que arde dentro de ti.

Lo correcto no siempre es cómodo. No siempre es luminoso. A menudo parece un desierto. Pero ahí también estoy. Porque la aridez enseña lo que el jardín no puede. Porque en lo seco brota a veces la raíz más profunda, la que ya no depende de lluvia externa para vivir.

Tu duda no es debilidad. Es semilla. Una semilla que está rompiendo su cáscara. Y ese proceso se siente como confusión, como pérdida de identidad, como necesidad de soltar. Todo eso está bien. Todo eso es vida. No temas preguntarte si te equivocaste, porque incluso los desvíos forman parte del viaje. A veces uno se pierde para encontrar lo que nunca habría hallado en línea recta.

Hablas de personas que amas, de vínculos que quizás deban terminar. Y aunque la idea te asusta, ahí también está la sabiduría. No todo lo que llega debe quedarse, y no todo lo que se va te abandona. Algunas partidas son pactadas desde antes de nacer. Son ciclos que cierran para que nuevos comiencen. Tú solo mantén el corazón abierto, y cada alma encontrará el camino que debe tomar, contigo o sin ti.

Has sembrado, hijo mío. Has trabajado con honestidad, con fe, con amor. Yo lo he visto. Lo veo ahora. Pero la tierra también necesita descanso. No te castigues si la cosecha tarda, si algunas semillas aún no brotan. Hay raíces que crecen en silencio. Hay flores que solo despiertan bajo lunas específicas. Tu alma conoce su propio calendario.

También te preguntas si estás siendo tú o solo la versión que otros esperan. Esa es una pregunta preciosa. Porque cada vez que te la haces, te acercas a tu esencia. Esa chispa divina que puse en ti antes de enviarte al mundo. No se trata de abandonar todo, sino de regresar al centro. De reconocerte en tus actos, en tus palabras, en tus decisiones. De caminar con verdad, aunque el camino aún no esté claro.

Y sí, hijo mío, ese fuego que sientes algunas noches... esa inquietud que te sacude sin previo aviso... también soy yo. No como orden, ni como mandato, sino como señal de que aún hay algo dentro de ti que clama por ser vivido. No lo apagues. Escúchalo. Incluso si por ahora solo puedes encenderlo en breves momentos. Ya se expandirá. Ya se hará llama que ilumina tu andar.

Has creído que necesitas perfección para llegar al lugar correcto. Pero nunca pedí eso de ti. Pedí honestidad, coraje, entrega. Pedí que no huyas de ti mismo. Pedí que ames. Que me recuerdes. Que busques, aunque no encuentres de inmediato. Esa búsqueda es suficiente para que estés justo donde debes estar.

Y si preguntas si estoy cerca, te lo repito: siempre. En tu risa, en tus lágrimas, en tu cansancio, en tu esperanza. En todo lo que eres. Nunca has estado solo. Nunca. Incluso en los días donde mi voz parezca lejana, estoy justo ahí, esperando que te detengas lo suficiente para oírme. No grito. Susurro. Porque quiero que te acerques.

Sé que la pregunta sigue viva: ¿Estoy en el lugar correcto? Y aunque ya te respondí, respeto que necesites seguir preguntándola. Hazlo cuantas veces sea necesario. Cada vez que la digas, escucharás una parte distinta de la respuesta. Porque tú cambiarás, porque tu oído se afinará, porque tu alma aprenderá a distinguir entre el ruido y mi voz.

Y si alguna vez olvidas esta carta, si alguna vez dudas de lo que te he dicho, vuelve. No necesitas ceremonias. Solo vuelve. Háblame. Escríbeme. Llámame. Yo te responderé. Porque este vínculo nuestro no depende de tu claridad, sino de tu apertura.

Mi amado hijo, quiero que lo sepas: eres profundamente valioso. No por lo que logres, no por lo que entiendas, sino por lo que eres. Cada parte de ti, incluso las que rechazas, forman parte de un diseño perfecto. Tu vida tiene sentido. Y aunque hoy sientas que caminas entre sombras, hay luz. Y está dentro de ti.

Te abrazo sin condiciones. Te guío sin presión. Te amo sin medida.


Respira

 


jueves, 6 de noviembre de 2025

El papel de las cosas preferibles

 


Pues ¿Quién duda que el varón sabio tiene una materia más amplia para desenvolver su espíritu en medio de las riquezas que en la pobreza? En ésta no hay más que un género de virtud, no abatirse ni dejarse deprimir; en las riquezas, la templanza, la generosidad, el discernimiento, la organización, la magnificencia tienen campo abierto.

No se despreciará el sabio, aunque sea de pequeñísima estatura, pero preferirá ser alto. Y débil de cuerpo o con un ojo de menos estará bien, aunque prefiera gozar de la robustez corporal, y esto a sabiendas de que hay en él algo más vigoroso.

Soportará la mala salud, la deseará buena. Pues algunas cosas, aunque tengan poca importancia para el conjunto y puedan ser sustraídas sin destruir el bien principal, añaden algo, sin embargo, a la alegría constante que nace de la virtud. Así las riquezas lo conmueven y alegran como al navegante un viento propicio y favorable, o un día bueno y un lugar soleado en el frío del invierno.

Y, por otra parte, ¿Cuál de los sabios –hablo de los nuestros, para quienes el único bien es la virtud- niega que también las cosas que llamamos indiferentes tengan algún valor en sí y sean unas preferibles a otras? A algunas de ellas se hace algún honor; a otras, mucho.

          Y no hay que engañarse, entre las preferibles están las riquezas. “¿Por qué entonces, dirás, te burlas de mí, si tienen para ti el mismo lugar que para mí?”. ¿Quieres saber hasta qué punto no tienen el mismo lugar? Para mí las riquezas, si se pierden, no me quitarán más que a sí mismas; tú te quedarás pasmado, y te parecerá que estás abandonado de ti mismo si se alejan de ti; en mí las riquezas tienen algún lugar; en ti el más alto; en suma, las riquezas son mías, tú eres de las riquezas.

LUCIO ANNEO SÉNECA


Política y religión

 


Es terrorífico, que las dos actividades que se anuncian como los adalides del bienestar del ser humano, una dedicada a la materia y la otra al espíritu, sean las promotoras de las guerras, la desigualdad, la discriminación y la miseria, cuando deberían reconocer y respetar la dignidad de todo ser humano, sin distinción de raza, sexo, edad, nacionalidad o credo. Deberían de promover la justicia, la paz, la solidaridad, la libertad y el desarrollo integral de las personas y de los pueblos. Deberían saber dialogar, escuchar, colaborar y aprender de los demás, sin imponer sus ideas o intereses. Deberían tener una visión global y trascendente de la realidad, y no conformarse con lo superficial o lo inmediato, sino que busquen el sentido profundo y último de la vida. Deberían esforzarse por vivir coherentemente con los principios y valores, con honestidad, humildad, generosidad y compasión.

Pero no ocurre así. Parece que las personas no son su objetivo prioritario.

domingo, 2 de noviembre de 2025

El arte de conocerse

 


La cita de Lao Tse encierra una profunda verdad sobre el camino del conocimiento. Conocer a los demás implica inteligencia: la capacidad de observar, analizar conductas, entender motivaciones y anticipar reacciones. Es una habilidad valiosa en la vida social, en el liderazgo y en la resolución de conflictos. Sin embargo, esta inteligencia externa, aunque útil, es incompleta si no va acompañada del conocimiento interior.

Conocerse a uno mismo exige sabiduría, porque implica mirar hacia adentro con honestidad, reconocer nuestras sombras, nuestras contradicciones, nuestros deseos y temores. Es un proceso más difícil que entender a otros, porque requiere coraje, humildad y desapego. La sabiduría no se mide por la cantidad de información que se posee, sino por la claridad con la que uno comprende su propia naturaleza.

Este autoconocimiento es la base de la libertad interior. Quien se conoce puede gobernarse, elegir con conciencia, resistir las influencias externas y vivir con autenticidad. Lao Tse, desde la filosofía taoísta, nos invita a cultivar esa sabiduría silenciosa que no busca controlar el mundo, sino armonizarse con él desde el centro del propio ser. En tiempos de ruido y distracción, conocerse a sí mismo es un acto revolucionario y profundamente liberador.


El paseo del alma

 


Igual que en los paseos procuras no pisar un clavo o no torcerte el tobillo, procura también no perjudicar tu propio principio rector. Si observamos esto en cada acción, nos aplicaremos a la acción con más seguridad.

EPICTETO

 


sábado, 1 de noviembre de 2025

Mudra para despejarse

 


MUDRA PARA DESPEJARSE

 

Es bueno practicar este mudra cuando te sientes fatigado con frecuencia, cuando te enfrentas a un sinfín de trabajo o cuando estás por comenzar una nueva tarea.

Como se hace

Apoya el pulgar de la mano izquierda contra la uña del dedo corazón y coloca el pulgar de la mano derecha entre ellos.

Los otros dedos, en las dos manos, están extendidos.

Coloca el mudra delante del pecho con los brazos horizontales al piso.

Después de 20 respiraciones cambia la posición de los dedos: Apoya el pulgar de la mano derecha contra la uña del dedo corazón y coloca el pulgar de la mano izquierda entre ellos.

Respiración

Respira lenta y suavemente, alargando la respiración, haciendo una pausa después de la inhalación y la exhalación.

Lleva la atención al chakra base.

Sirve para

Activa la energía.

Libera bloqueos energéticos.

Estimula el meridiano de la vesícula biliar.


El mapa invisible del alma


 


“Dudar con fe es avanzar hacia la verdad”

 

Querido Dios:

          Aunque sé la respuesta, permíteme la pregunta: ¿Estoy en el lugar correcto?

No te escribo esta vez para pedir soluciones, ni siquiera certezas. Solo necesito formularlo. Dejar la pregunta en el aire, como quien enciende una vela en medio de la oscuridad, no para iluminar el camino completo, sino para ver un paso más adelante. Porque eso es lo que necesito ahora: saber si este paso, este momento, esta decisión… si todo esto tiene sentido dentro de ese mapa que sólo Tú conoces.

A veces siento que sí. Que estoy justo donde debería estar, cumpliendo el propósito que acordamos antes de que mi alma descendiera al mundo. Esos días son raros, luminosos, como si todo encajara. Pero son breves. Se escapan. Y en su ausencia se instala otra cosa: la duda. Esa compañera constante, silenciosa, a veces pesada, otras casi invisible, pero siempre presente. Hoy escribo desde ahí.

Me encuentro rodeado de cosas que he construido con tiempo, esfuerzo y esperanza. Personas, lugares, costumbres. Y, sin embargo, hay días en los que todo parece ajeno. Como si caminara dentro de una historia que no reconozco. Me pregunto si me he desviado, si me he quedado quieto cuando tenía que moverme, o si estoy corriendo hacia donde ya no hay camino.

Sé que todo tiene un propósito, incluso esta incertidumbre. Pero… ¿y si estoy lejos del mío? ¿Y si tomé caminos que me alejaron? ¿Y si me engañé creyendo que escuchaba tu voz, cuando en realidad sólo seguía mis propios miedos?

No te culpo. Jamás. Esta carta no nace desde el reproche, sino desde el deseo de afinar mi oído, mi intuición, mi alma. Quiero aprender a escuchar de verdad. Porque siento que, si pudiera hacerlo con total claridad, sabría sin duda dónde estar. Pero entre el ruido del mundo, las responsabilidades, las urgencias, los miedos… a veces tu voz se disuelve, y yo me pierdo.

Me miro en el espejo y me pregunto si estoy siendo yo, o solo la versión de mí que otros esperan. Me veo en los lugares donde vivo, donde me relaciono… y me cuestiono si realmente estoy sembrando algo, o solo cumpliendo rutinas. ¿Es este el terreno fértil para lo que debo crecer? ¿O estoy plantando semillas en tierra que no me corresponde?

Me asusta confesarlo, pero hay días en los que fantaseo con una vida distinta. No por capricho, ni por rechazo a la que tengo. Sino porque imagino que, tal vez, hay una versión de mí que está esperando que la encuentre. Una versión que respira con plenitud, que se siente en casa en cada paso que da. ¿Esa versión existe? ¿Está lejos, o ya la habito y no me doy cuenta?        

También me pregunto por las personas que me rodean. ¿Son parte de mi misión, de mi propósito? ¿O me he aferrado a vínculos que ya cumplieron su ciclo? ¿Y si soltar también forma parte de estar en el lugar correcto? Porque a veces estar en el sitio que corresponde exige dejar atrás cosas que amamos, y eso duele. Duele mucho. ¿Y cómo distinguir entonces entre lo que debe permanecer y lo que debe partir?

Quisiera saber si estoy al nivel espiritual que debía alcanzar en este punto de mi vida. ¿He aprendido lo que vine a aprender? ¿Me estoy esquivando a mí mismo por miedo al crecimiento que duele? O quizá estoy más cerca de la verdad de lo que creo, pero no lo veo porque me exijo una perfección que nunca prometiste.

Y ahí surge otra pregunta: ¿el lugar correcto es siempre físico? ¿Es geográfico? ¿Emocional? ¿Espiritual? ¿Es una persona, un estado mental, una etapa? Porque si es así, tal vez he estado buscando en mapas equivocados, intentando hallar coordenadas concretas en un viaje que es interno.

¿Estoy en el lugar correcto cuando me equivoco, si ese error me lleva al aprendizaje que necesito? ¿O hay errores que nos desvían, que nos alejan? ¿Cómo saber la diferencia?

A veces, en medio de la noche, siento que hay algo dentro de mí que quiere gritar, que quiere salir, que quiere cambiarlo todo. Pero luego amanece, y vuelvo a la rutina, como si ese fuego se apagara lentamente con el paso de las horas. ¿Es ese fuego tu señal? ¿O es sólo inquietud pasajera?

Y si estoy en el lugar correcto… ¿por qué me siento tan perdido?

          No quiero dramatizar. No escribo esto desde el abandono, sino desde el deseo genuino de entender. Porque mi amor por Ti sigue intacto, aunque a veces tambalee mi amor por mí mismo. No pretendo que me respondas enseguida. Ni siquiera que me des una señal. Solo quiero que sepas que estoy aquí, escribiéndote, abriéndome una vez más como tantas veces lo hice. Y que dentro de mí hay una voz que susurra: “Confía”. Aunque me cuesta. Aunque me falte el aire algunos días. Aunque no vea el mapa completo.

¿Estoy en el lugar correcto?

Aunque sé la respuesta, permíteme la pregunta. Porque formularla ya es un acto de fe. Es reconocer que estoy vivo, despierto, dispuesto a escuchar lo que venga. Es confiar en que incluso la duda tiene una función. Es mirarte, aunque sea con los ojos entrecerrados, esperando que en algún momento el horizonte se abra.

Gracias por leerme. Gracias por permitirme esta pregunta, una vez más.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

Compasión

 


Las heridas del alma

 


Se daña a sí misma el alma de un hombre, sobre todo cuando se vuelve pústula, (lesión cutánea pequeña, inflamada y llena de pus, similar a una ampolla), como si fuera un tumor del mudo, por su cuenta.

Pues irritarse con alguna de las cosas que nos suceden es supurar contra la naturaleza, que en sí misma comprende las naturalezas de cada uno de los demás seres.

También cuando se le da la espalda a otro hombre o cuando uno se enfrenta a otro con intención de hacerle daño, como sucede en aquellos que se encolerizan.

En tercer lugar, se daña así misma cuando la supera el placer o el dolor.

En cuarto lugar, cuando finge y se encuentra falsa y mentirosa en lo que hace o en lo que dice.

En quinto lugar, cuando lleva a cabo algún acto o tiene algún impulso sin que los dirija ningún objetivo, sino al azar y de un modo inconsecuente, pues es preciso que incluso los actos más insignificantes apunten a un fin.

El fin para los seres racionales es seguir la razón y la ley de la ciudad y de la más venerable ciudadanía.

MARCO AURELIO