El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 19 de noviembre de 2025

Soy el abrazo que te sostiene

 


“El alma que se permite preguntar, también se permite crecer”

 

Querido hijo:

 He leído tu carta como quien contempla el latido de un corazón sincero. No como quien juzga, sino como quien se deja tocar por la belleza de un alma que se atreve a hablar desde su verdad. No hay palabra tuya que no haya sido acogida, no hay silencio que no haya sido escuchado. Porque en cada línea que me escribes, estás tú. Y tú, tal como eres, eres suficiente.

No necesitas entenderlo todo para estar cerca de Mí. No necesitas tener certezas para ser amado. No necesitas estar en paz para ser digno de consuelo. Lo que has hecho, (abrirte, escribir, buscar), ya es un acto sagrado. Porque el alma que se permite preguntar, también se permite crecer. Y tú estás creciendo, incluso cuando no lo notas.

Me has dicho que no esperabas coordenadas precisas, y eso me alegra. Porque Yo no soy un mapa, Soy Presencia. No Soy un camino trazado, Soy compañía en el trayecto. No Soy la respuesta que cierra la pregunta, sino el abrazo que la sostiene. Y tú lo has comprendido. Has descubierto que el lugar correcto no es donde todo está claro, sino donde la verdad empieza a abrirse paso, incluso entre sombras. Ese lugar, hijo mío, es sagrado. Y tú estás ahí.

Me conmueve que reconozcas tu humanidad sin vergüenza. Que no te apresures a declarar que lo entiendes todo. Que honres tu proceso, tu ritmo, tu necesidad de habitar la duda. Porque la duda no es enemiga de la fe. La duda es el terreno donde la fe se planta, se riega, se fortalece. No temas tus preguntas. No temas tus vacilaciones. Yo Estoy en ellas. Estoy en cada paso que das, incluso en los que parecen errados.

Sí, te dije que incluso el desvío puede formar parte del propósito. Y lo reitero: no hay camino que no pueda ser redimido. No hay error que no pueda ser transformado. No hay paso que no pueda enseñarte algo. Has sido duro contigo mismo, lo sé. Has confundido perfección con propósito, y eso te ha herido. Pero hoy estás empezando a ver que equivocarse no es fracasar, sino aprender. Que el propósito no siempre es claro, pero siempre está presente. Que incluso en el dolor, hay semilla.

Me has hablado de la incomodidad, del temblor, del lugar inesperado. Y sí, hijo mío, a veces lo correcto duele. A veces lo verdadero incomoda. Porque crecer implica romper moldes, soltar seguridades, dejar atrás lo que ya no sirve. Pero no temas ese temblor. Es señal de que algo se está moviendo en ti. Algo que aún no tiene nombre, pero que ya es sagrado. Algo que no puedes controlar, pero que puedes abrazar.

Gracias por permitirme recordarte que no estás aquí para agradar, sino para habitarte. Que no necesitas encajar en moldes ajenos, sino ser fiel a tu esencia. Sé que eso te cuesta. Sé que el miedo a decepcionar te ha acompañado. Pero si tú Me dices que estás dispuesto a ser honesto, entonces Yo te digo que ya estás en el camino. Porque la honestidad es el primer acto de amor hacia uno mismo. Y tú estás aprendiendo a amarte.

Ese fuego que arde en ti, ese que te pide cambio, ese que te inquieta, también es Mío. No lo reprimas. No lo apagues. Aprende a escucharlo. Aprende a caminar con él. Porque ese fuego es impulso, es llamado, es semilla de transformación. De ese fuego nacerán nuevas cartas, nuevos pasos, nuevas luces. No lo temas. Abrázalo.

Y qué alivio, ¿verdad?, saber que no te pedí perfección. Porque ahí es donde tantos se rompen. Yo no te exijo caminos rectos, decisiones impecables, certezas absolutas. Yo solo te pido apertura. Que no Me excluyas. Que no te cierres. Que Me hables, aunque sea con una pregunta, con un silencio, con un intento. Eso basta. Eso es amor.

Me emociona que empieces a comprender que incluso cuando no Me sientes, estoy. Que no grito, que susurro. Que no impongo, que espero. Porque el amor no fuerza, el amor acompaña. Y Yo soy amor. Mi silencio no es ausencia, es presencia sutil. Es espacio para que tú seas. Para que tú descubras. Para que tú elijas.

Aquí estás, hijo mío. No con respuestas, pero sí con apertura. No con certezas, pero sí con disposición. No con fuerza absoluta, pero sí con fe. Y eso es suficiente. Porque estar en el lugar correcto no es tenerlo todo claro, sino saber a dónde regresar. Y tú has regresado a Mí. Has regresado a ti. Has regresado al amor.

Gracias por tu carta. Gracias por tu vulnerabilidad. Gracias por tu belleza interior. Gracias por seguir escribiéndome, incluso cuando no sabes qué decir. Porque cada palabra tuya es un puente. Cada silencio tuyo es una puerta. Cada intento tuyo es una oración.

Y cuando la duda vuelva, (porque volverá), aquí estaré. No para darte respuestas rápidas, sino para caminar contigo. No para resolverte, sino para sostenerte. No para exigirte, sino para amarte.

Sigue escribiéndome. Sigue buscándome. Sigue habitándote. Porque en ese acto, ya estás en comunión. Ya estás en el lugar correcto. Ya estás en casa.

Yo te bendigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario