Todo en la
vida es elección, y en cada elección, y en cada paso que damos, lo único que
queremos conseguir, ya sea de manera consciente o inconsciente, es la
felicidad.
Aunque pudiera dar la sensación que
las elecciones tomadas no deben ser muy correctas, teniendo en cuenta que son
muy pocas, o ninguna de manera permanente, las personas que dicen vivir la
felicidad, frente a un elevadísimo número que confiesan tener una vida de
sufrimiento.
¿Es problema
de elección?, ¿Cambiaría algo eligiendo de manera distinta? No. La elección
siempre es correcta, todas las elecciones que hacemos son necesarias para
nuestro aprendizaje. “Todo está bien”. El problema es cuestión de enfoque y de
creencia. Creemos que consiguiendo materializar nuestros deseos vamos a
conseguir la felicidad, y eso no va a ocurrir nunca, porque nada de lo que se
encuentra fuera de nosotros nos va a dar una felicidad permanente. Podemos
conseguir un estado de euforia y de alegría, más o menos intenso, más o menos
duradero, cuando conseguimos la realización de alguno de nuestros deseos, pero
no será permanente, ya que irá disminuyendo con el tiempo o desaparecerá cuando
la mente nos presente un nuevo deseo para conseguir.
Sufrimos
debido a nuestros errores, y nuestro mayor error es la ignorancia. La causa de nuestro
sufrimiento y de nuestra insatisfacción, es debida a que nos hemos olvidado que
somos realmente. Somos seres inmortales, somos divinos, somos eternos, somos a
imagen y semejanza de Dios, y nos comportamos como si fuéramos mortales, como
si tuviéramos fecha de caducidad, como si Dios solo fuera un algo al que nos
dirigimos para pedir alguna cosa, para culpabilizar de nuestras desgracias o
para pedir explicaciones de porque llegan a nosotros las desgracias, a nosotros,
que siempre hacemos el bien.
Este
comportamiento erróneo, provocado por nuestra propia ignorancia, es la
verdadera causa de nuestro sufrimiento, de nuestro miedo al dolor, de nuestro
miedo a la enfermedad y de nuestro miedo a la muerte. Hemos de destruir la
creencia de que somos seres caducos, y conectar con la verdadera esencia del
alma, con nuestra inmortalidad, con nuestra divinidad, con nuestra unión con
todo lo creado.
Dios es
eterno, y cuando encontremos nuestra propia eternidad, hablemos encontrado a
Dios, y entonces ya no necesitaremos correr detrás de ningún placer externo,
porque el gozo divino anidará dentro de nosotros. Al encontrar a Dios ya no
necesitaremos seguir buscando.
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