El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 20 de octubre de 2014

¿Quién enseña a los niños a amar?


            Jesús dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Está claro que el proceso de la vida no lleva precisamente a la niñez, sino a la madurez y al envejecimiento, por eso Jesús se refiere a nuestro comportamiento: “ser como niños”,  sinceros, juguetones, alegres, inquietos, honestos. En la humillación que reciben los niños en silencio está su puerta de entrada al cielo (a la felicidad), ya que por ser más pequeños e indefensos, se les vive regañando, dirigiendo, chillando y castigando, los niños son objeto de nuestro blanco para descargar sobre ellos nuestra ira, nuestro enfado, nuestra rabia, ya sé que también, a veces,  descargamos en ellos nuestro amor y nuestra ternura, ¡pero son tan pocas!
En nuestro “amor” hacia nuestros hijos, queremos, por supuesto, lo mejor para ellos. Pero ¿Qué es lo mejor? Entendemos como mejor lo que nosotros hemos recibido, o algo más. Pero eso conlleva el que aparquemos a los niños como si fueran mercadería, por la mañana en el colegio, y por la tarde en el judo, en la música, en el ballet o en los idiomas. ¿Cuándo jugamos con nuestros hijos?, ¿Dónde está la escuela para aprender a amar? La escuela para aprender a amar está en el hogar. ¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestros hijos en la asignatura del amor? Posiblemente cero. Darles de comer, comprarles ropa, vestirles, etc., etc., no es amor, es nuestra obligación. Darles amor es besarles, abrazarles, comprenderles, escucharles, pasear con ellos de habitación a habitación porque les apetece, es jugar con ellos, es explicarles, es valorarles, es respetarles. 
En el “ser como niños”, viene implícita la negación a uno mismo, todos sabemos muy bien que los niños no poseen una identidad individual sino que son reconocidos como el hijo de……….. Hemos de perder la identidad hasta negarse a uno mismo para llegar a Dios.
No os asustéis, no es un trabajo nuevo, es más de lo mismo. Para ser como un niño solo hay que amar. Eso es lo que hacen los niños, “amar”, imagínate si aman que te siguen amando a ti, que puede que incluso les golpeas, que les chillas, que les sientas delante de la tele para no bajar a la calle con ellos a jugar con la pelota, que la palabra que más te escuchan es “no”………………, imagínate si aman.
Supongo que el deseo íntimo de muchos padres es que sus hijos sean a imagen y semejanza de ellos mismos. Ya………, pero ¿Eres total y absolutamente feliz?, ¿Juzgas, criticas?, ¿Aceptas, valoras y respetas al resto de la humanidad?, ¿Lo haces contigo?, posiblemente sea mejor que tu hijo no se parezca a ti, no les conviertas en lo que tu eres. Perdón, estamos hablando a la generalidad, pero si tú ya amas, si ya vives desde el corazón, si no quieres que tu niño sea “coloca aquí cualquier carrera” por encima del amor y la felicidad, felicidades, este escrito no es para ti.
Pero si eres de esa generalidad que utiliza a los niños como arma arrojadiza, que les levantas la mano, que les gritas, que no les besas, ni abrazas, ni les recuerdas cada día diez o doce veces cuanto les quieres, si criticas delante de los niños, si prometes en falso, si mientes, si eres perezoso, si no tienes voluntad, si no cumples tus promesas con ellos, etc., etc., etc., este escrito si es para ti. ¡No hagas a los niños a tu imagen y semejanza!
 
El mayor aprendizaje de los niños no son tus palabras, son tus hechos, el mayor aprendizaje es tu ejemplo. Las palabras y los discursos a los niños les entran por un oído y les sale por el otro, pero tu ejemplo se va a grabar a fuego en su corazón, para siempre, y ese será su verdadero aprendizaje.
Tienes que cambiar tú para que tus hijos aprendan a ser felices. Les puedes hablar, con dulzura, para explicarles lo que quieras, pero sobre todo que tu actitud sea acorde con lo que tratas de enseñarles. No les digas, por ejemplo, que el tabaco es malo si tú fumas; lo que tienes que hacer es dejar de fumar, porque su pensamiento es: Si mi padre/madre fuma, debe ser bueno, porque ellos son los mejores y lo saben todo. Igual en cualquier otro aspecto de la vida. Recuerdo haber leído una historia sobre Gandhi, en la que una madre se presenta a él con su hijo y le dice:”Señor Gandhi, le traigo a mi hijo para que le diga que deje de comer caramelos, que no son buenos para él”, y Gandhi la contestó: “Vuelva dentro de quince días, por favor”. Se marchó la señora con su niño y volvió a los quince días, y cuando se presentaron ante Gandhi este le dijo al niño: “Tienes que dejar de comer caramelos porque no son buenos ni para tus dientes ni para tu salud”. Entonces la señora le dice: “Y ¿Por qué no se lo dijo la primera vez que vinimos, en lugar de hacernos volver?; y Gandhi la contesta: “Es que hace quince días yo comía caramelos”.
Tener hijos y educarlos en el amor, es mucho más comprometido y difícil de lo que cualquiera puede pensar. Seguramente es lo más difícil que existe. Piensa que solo para que tus hijos aprendan a leer, la persona que les ha de enseñar, ha tenido que hacer unos cuantos años de estudios y oposiciones. ¿Cuáles han sido tus estudios y oposiciones para padre/madre?, ¿Cuáles tus meritos?, ¿Una noche loca? Tener una noche loca y soltar una criatura infeliz al mundo lo sabe hacer cualquiera.
Si, ya sé que tu deseo, como el que todos los padres tenemos para nuestros hijos, es que consigan la felicidad. La manera más fácil de que tus hijos sean felices, es que aprendan de tu felicidad, con tu ejemplo. Si no es así, tendrán que llegar a tener cuarenta años, aparecer por un centro de yoga y meditación, o leer algún libro de autoayuda, de tantos y tantos como aparecen en las librerías, para que otros les empiecen a hablar de que la felicidad no es una utopía y de que pueden conseguirla por sí mismos, que es la única manera de conseguir una felicidad autentica y permanente, ya que la carrera o el oficio conseguido a base del propio sacrificio y del ahorro de los padres no le ha dado la felicidad, ni se la ha dado la pareja por la que sus padres tanto suspiraban, ni se la ha dado la segunda residencia en la costa, ni los descensos por la nieve, ni el tratamiento antiarrugas, nada le ha dado una felicidad duradera. Tendrá que ser un extraño quien les diga lo que es el amor y como se consigue.
¿Por qué no lo haces tú?, a fin de cuentas son tus hijos y dices que les quieres con locura. Deja de decir que les quieres y quiéreles, y enséñales ese amor y como se ama.
 

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