El que no ha sufrido no sabe nada;
no conoce ni el bien ni el mal;
ni conoce a los hombres ni se conoce a sí
mismo.
Fénelon
¿De qué valdría la vida si no sufriéramos?, no valdría de nada, ya que el aprendizaje deviene del sufrimiento, y venimos a la vida, no sé si decir a aprender que somos uno con Dios, o sencillamente a recordarlo. De cualquier forma, teniendo en cuenta que al llegar a la vida humana olvidamos completamente quiénes somos y de donde procedemos, lo mismo nos da aprender que recordar.
¿De qué valdría la vida si no sufriéramos?, no valdría de nada, ya que el aprendizaje deviene del sufrimiento, y venimos a la vida, no sé si decir a aprender que somos uno con Dios, o sencillamente a recordarlo. De cualquier forma, teniendo en cuenta que al llegar a la vida humana olvidamos completamente quiénes somos y de donde procedemos, lo mismo nos da aprender que recordar.
Pero imaginar que se aprendería de
una vida en la que desde el primero hasta el último día no existiera ningún
tipo de desencanto, ni de desencuentros, ni de dolor, ni de tristeza, ni de
sufrimiento. No habría aprendizaje ya que no existiría ese momento de
reflexión, producto de la desesperación, en la que el ser humano inicia su
andadura con una sola interrogante, ¿Por qué?
No habría pregunta, ya que en los
momentos de felicidad, no conozco a nadie que se pregunte ¿Por qué esta
felicidad?, ¿Por qué esta vida de lujo?, ¿Por qué mi vida es tan perfecta?
Afortunadamente no existe este tipo
de vida, ya que incluso en la vida más perfecta que uno pudiera imaginar
aparecería la enfermedad, la mentira, la envidia, el rencor, el dolor y la
muerte.
Es necesario, es imprescindible el
dolor y el sufrimiento para la evolución y para el crecimiento del ser humano,
es necesario para tomar conciencia de la Verdad Divina, para tomar conciencia
de que estamos viviendo una ilusión. Al olvidar lo que somos al encarnar, (Uno
con Dios), nos damos la oportunidad de experimentar el dolor de la separación
de Dios. Es en la creencia de nuestra separación cuando vemos a los que nos
rodean como potenciales enemigos, de los que nos tenemos que defender, y son
ellos, o por ellos por los que sufrimos, ya que a través de ellos se están generando
las condiciones emocionales por las que sentimos todo tipo de sufrimiento: culpabilidad,
miedo, ansiedad, perdidas, y un innumerable etcétera.
Es gracias a este dolor y a este
sufrimiento que despertamos y volvemos a recordar lo que realmente somos. Somos
seres divinos, somos uno con Dios, todos somos lo mismo, todos estamos embarcados
en la misma misión, todos somos hermanos. Pero hasta que llegue el momento de
despertar, hasta que seamos conscientes de que esto solo es un sueño,
intentemos, al menos, en nuestro sueño de la vida reflexionar sobre lo que
realmente nos está haciendo sufrir, y comprenderemos, que por muy duras que nos
parezcan las causas, no ganamos nada, (hablando en términos físicos), por
alargar el sufrimiento días y días. La enfermedad no remite con el sufrimiento,
el ser querido que ha muerto no vuelve por mucha pena que se genere, el dinero
no se alarga por mucho que se sufra, el amor perdido no volverá a pesar del
llanto.
Necesitamos sufrir porque es la
espoleta para el crecimiento, pero un sufrimiento extremo, una explosión de
sufrimiento permanente, sin conciencia de lo que somos, nos empequeñece aun
más.
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