El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 16 de abril de 2015

Aleluya: Venciendo a la muerte


            La gran mayoría de la gente se muere sin haber vivido nunca.
Madre Teresa de Calcuta.
 
Si la muerte no fuera el preludio a otra vida,
la vida presente sería una burla cruel.
Mahatma Gandhi
¿Cómo puede ser que muchos líderes religiosos, (no todos afortunadamente), a los que se les supone más cerca de Dios que ningún otro mortal atemoricen a todo el que quiere escucharles, y a los que no quieren también, con los castigos más atroces a todos los que mueren en pecado?
Y todo esto, encima de lo que ya tienen la inmensa mayoría de los mortales,  el miedo a perder algo que creen real como es su cuerpo, miedo a perder sus posesiones, miedo a perder a su familia.
¡El cuerpo nos parece tan real!, ¡Qué ironía! El cuerpo nos parece real, tenemos verdadero pavor a perderlo, tenemos verdadero pavor a morir y, sin embargo, no lo cuidamos. Descuidamos completamente nuestro cuerpo, alimentándolo de manera inadecuada, llenándolo de toxinas, deteriorándolo antes de tiempo, y cuando se acerca el momento crucial de la vida que es la muerte, nos aferramos al cuerpo con uñas y dientes porque no queremos morir.       
¡No sabemos vivir y, sin embargo, no queremos morir!
Es una suerte que no sepamos cuando va a ser el día de nuestra muerte, porque más de uno se suicidaría antes para no sufrir viendo acercarse la fatídica fecha. ¡Uf, que burros somos!
 
¡Es curioso!, acudimos a videntes, a magos, a gurús, y a todo aquel que tenga alguna tontería que contarnos para saber cosas sobre nuestro futuro, y somos incapaces de trabajar en nosotros para forjar el futuro que queremos. Creemos que ese futuro que deseamos va a llegar por arte de magia.
            Entre las muchas tonterías que escuchamos, se cuela alguna que no lo parece tanto, aunque supongo que como no la creemos, la dejamos pasar como si no la hubiéramos escuchado, no nos interesa, y es aquella en la que en vez de prometernos “el oro y las huríes del harén”, nos conminan a trabajar para forjar nosotros mismos nuestro futuro, partiendo de nuestra propia esencia, partiendo de la comprensión del “Ser” que realmente somos, eternos e inmortales.
¡Abramos nuestros oídos!, ¡Abramos nuestro corazón!, para llegar cuanto antes a la comprensión del alma que somos, y así la conciencia y la divinidad, que es nuestra condición natural, sin tiempo, sin pasado ni futuro, eternamente existiendo en el presente, podremos observar con dicha a nuestro propio cuerpo, cumpliendo su papel divino en esta película que es la vida, realizando ejercicios a cada instante que lejos de sumirlo más en la amnesia, le permitan, acercarse aquí y ahora a la verdad, única, inalterable y divina.
¡Somos Hijos de Dios, eternos, atemporales, sin espacio y sin tiempo! Y entonces la muerte será esperada con la tranquilidad del que sabe que pronto va a realizar el regreso a casa, a “su casa”.

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