El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 21 de abril de 2015

Una lucha a ciegas


            Después de, más o menos contestadas las preguntas del millón. ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo?, ¿A dónde voy?, a mi aún me queda alguna otra pregunta: ¿Para qué todo esto?, ¿Por qué la Creación?
            Todo apunta a que somos una Chispa Divina, desgajada de la Energía Divina, que es lo mismo que decir que desgajados de Dios, es decir que somos una parte de Dios, que una vez separados decidimos jugar un juego que se llama “involución”, para después de mucho sufrimiento, ya que sufrir es lo que hacemos a lo largo y ancho de todas nuestras vidas, comenzar de nuevo a “evolucionar” para volver de nuevo a fusionarnos con Dios.
            La verdad es que visto y comentado así parece tonto, aunque somos tan poquita cosa que posiblemente, no sólo no sabemos las respuestas, sino que ni tan siquiera sabemos hacer las preguntas. Dios en Su Inmensa Sabiduría, debe de tener claro el motivo, aunque a los humanos nos parezca una “sinrazón”.
            En ninguna lectura he encontrado tampoco la razón de la Creación, cuentan cómo fue, de distinta manera según lo cuente la ciencia o alguna de las múltiples religiones, pero ninguno dice porqué.
            La Biblia, por ejemplo, en el Génesis dice al respecto:
 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
 Y  la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el  Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.
Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas.
E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.
Y llamó Dios a la expansión cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.
Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así.
Y llamó Dios a lo seco tierra, y a la reunión de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno.
              Y así sucesivamente. Pero todo esto ¿Por qué?
 
            Ya sé que no es importante, sólo es curiosidad, pero a lo mejor me ayudaba en la lucha sin cuartel que están librando, desde hace ya demasiado tiempo, mi alma y mi mente. También es posible que no lo sepamos para que esa lucha siga siendo una lucha a ciegas, y que con saber que venimos de Dios y que a Él hemos de volver, debe ser suficiente para que en esa lucha que mantienen el espíritu y la materia, gane, por fin, el espíritu, y gane porque si, sin ninguna razón, o con una razón que por sí sola ya parece suficientemente importante, que Dios se encuentra al final de la batalla.
De cualquier forma, eso se ha de hacer siguiendo los dictados que marca el corazón a través de las intuiciones. Pero y los pobres mortales que no escuchan a su corazón ¿Qué harán? Pues harán lo mismo que todos hemos estado haciendo hasta ahora, vivir para la materia, sin preocupaciones ni diatribas adicionales, hasta que llegue el día, igual que nos llegó a nosotros, que empezamos a escuchar las intuiciones y decidimos seguirlas, sabiendo que no eran más que las palabras del corazón, ¡habla tan bajito!.
            Llegados a este punto, aquí tenemos otra razón para respetar las infinitas maneras de hacer del resto de seres humanos, cada uno se encuentra en un momento de su evolución, y aunque nos parezcan inaceptables, hemos de aceptarlas y respetarlas. Y mientras no las aceptemos porque sí, que es como deberíamos aceptarlas, podemos echar mano de cualquiera de los dos siguientes opciones: Una, pensar que no hace muchas vidas nosotros nos encontrábamos en el mismo punto, y dos, ¿Cómo actúa Dios en un caso así?
            Sea como sea, un signo claro de que la batalla comienza a decantarse a favor del alma, es el respeto con que se acepta al diferente, o al que piensa, habla o actúa distinto a nosotros. Mientras exista algún tipo de rechazo o incomprensión el campo de batalla sigue dominado por la mente.

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