Capítulo XVII. Parte 5. Novela "Ocurrió en Lima"
La
llegada a casa, en la noche, fue, como el día anterior, cuando llegué de viaje,
una fiesta. El beso y el abrazo de mi esposa, con los niños revoloteando a
nuestro alrededor, mientras se quitaban la palabra entre ellos para contarme
los acontecimientos del día. Jugar los cuatro sentados en el piso de su sala de
juegos. Dar de cenar a los niños, acostarles y leerles un cuento. Esto debía de
ser lo más parecido a estar en el cielo. Todo era amor, felicidad y alegría.
Con los
niños durmiendo, volvía otro momento mágico en el que Indhira y yo podíamos
hablar de cómo había sido nuestro día.
-
¿Cómo ha ido la visita de mi papá?, -se
interesó Indhira.
-
Ha ido muy bien. Además, me ha venido
de perlas porque ha querido pasar por todos los departamentos para saludar al
personal. Le hemos acompañado Pablo y yo, y mientras él iba saludando Pablo me
iba diciendo el nombre de todos y lo que hacían.
-
Y el almuerzo con Diana, ¿qué tal?,
supongo que habrás aprovechado para hablar con ella.
-
Si. Hemos hablado y de la conversación
ha salido una idea en la que tu intervienes.
>>
A Diana le gustaría trabajar media jornada en algún lugar que no sea tan
estresante como estar de asistente conmigo, y a mí se me ha ocurrido que podría
ser tu asistente para liberarte un poco y puedas seguir teniendo tiempo para mí
y los niños. ¿Qué te parece?
-
Es una idea magnífica, -Indhira parecía
encantada con la idea- yo iba a proponerte algo parecido. Pues puede comenzar
cuando quiera porque empezamos a funcionar ya.
-
Esperemos a ver cómo les va a ellos en
la conversación que mantengan. En cuanto estén de acuerdo en que quieren hacer,
una semana más para que forme a la persona que la sustituya y empieza contigo.
-
¿Has pensado en quien la puede
sustituir?
-
¿Tú crees que mi memoria da para eso?
Ella misma ha propuesto a una persona que entró hace un mes, se llama Roxana.
-
La conozco. Es amiga de mi hermana. De
hecho, postuló a la empresa porque Nahiara le habló de la vacante. -y siguió
Indhira poniéndome al corriente de lo que conocía de la vida de Roxana- Al
contrario que a Diana, a Roxana le irá bien estar ocupada y si el trabajo la
absorbe, mejor, porque hace casi seis meses que perdió a su esposo, de la noche
a la mañana, de un infarto fulminante y necesita distraer la mente.
Seguimos
nuestra conversación mientras preparábamos la cena. Como mi memoria anterior se
mantenía intacta seguía siendo el excelente cocinero que era, por lo que yo
llevaba la iniciativa en la cena.
Hablamos
de los niños, contándome ella anécdotas desde su nacimiento hasta ahora. No me
importaba no recordar las historias que Indhira me contaba porque escuchar su
relato, con el amor que lo hacía, me parecía tan apasionante como haberlas
vivido en primera persona. Cuando recupere mi memoria será una doble
satisfacción. Una por recordar la anécdota y otra por saber cómo la había
vivido Indhira.
Organizamos
los primeros pasos a dar para el inicio de la Fundación, y siguió con
anécdotas, ahora de su familia, teniendo en cuenta que en dos días me iba a
encontrar con todos ellos en la comida familiar de los domingos.
Tener
de lazarillo a Indhira me hacía sentir seguro y no me causaba ansiedad el
encuentro con la familia que, de hecho, era la única experiencia que me faltaba
en mi nueva vida sin memoria.
Y
después de todo eso, el placer de acostarme con Indhira, amarnos en la
distancia corta, sentir sus besos, disfrutar las caricias, gozar su cuerpo,
percibir la mutua protección en los abrazos, mientras nos decimos quedamente al
oído, “te amo”.
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