Obra así, querido
Lucilio: reivindica para ti la posesión i de ti mismo, y el tiempo que hasta
ahora se te arrebataba, se te sustraía o se te escapaba, recupéralo y
consérvalo.
Persuádete de que esto
es así tal como escribo: unos tiempos se nos arrebatan, otros se nos sustraen y
otros se nos escapan. Sin embargo, la más reprensible es la pérdida que se
produce por la negligencia. Y, si quieres poner atención, te darás cuenta de
que una gran parte de la existencia se nos escapa obrando mal, la mayor parte
estando inactivos, toda ella obrando cosas distintas de las que debemos.
¿A quién me nombrarás que conceda algún
valor al tiempo, que ponga precio al día, que comprenda que va muriendo cada
momento? Realmente nos engañamos en esto: que consideramos lejana la muerte,
siendo así que gran parte de ella ya ha pasado. Todo cuanto de nuestra vida
queda atrás, la muerte lo posee.
Por lo tanto, querido Lucilio, haz lo
que me dices que estás haciendo: acapara todas las horas. Así sucederá que estés
menos pendiente del mañana, si te has aplicado al día de hoy. Mientras
aplazamos las decisiones, la vida transcurre.
Todo, Lucilio, es ajeno a nosotros, tan sólo
el tiempo es nuestro: la naturaleza nos
ha dado la posesión de este único bien fugaz y deleznable, del cual nos despoja
cualquiera que lo desea.
Y es tan grande la necedad de los
mortales, que permiten que se les carguen a su cuenta las cosas más insignificantes
y viles, en todo caso sustituibles, cuando las han recibido; en cambio, nadie
que dispone del tiempo se considera deudor de nada, siendo así que éste es el
único crédito que ni siquiera el más agradecido puede restituir.
Quizás me preguntes
qué conducta observo yo, que te doy estos consejos. Te lo confesaré
sinceramente: como le acontece a un hombre pródigo, pero cuidadoso, tengo en
orden la cuenta de mis gastos. No podría afirmar que
no derroche nada, pero te podría decir
qué es lo que derrocho, por qué y cómo: te expondré las causas de mi pobreza.
Pero me acontece a mí lo que a muchos
de los que, sin culpa suya, han caído en la indigencia: todos les disculpan,
nadie les auxilia.
En conclusión ¿qué significa esto? Que
no considero pobre a quien le satisface cuanto le queda, por poco que sea. Con
todo, prefiero que tú conserves tus bienes y así comenzarás en el tiempo justo.
Pues, según el aforismo de nuestros mayores, «es ahorro demasiado tardío el que
se consigue en el fondo del vaso»: en el sedimento no sólo queda una parte
insignificante, sino la peor.
LUCIO ANNEO SÉNECA
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