El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 8 de mayo de 2011

Meditación para sentir paz interior

Esta meditación tiene como objetivo la búsqueda de la armonía, de la serenidad y la paz interior, para liberar las tensiones, las preocupaciones y la ansiedad de la vida cotidiana.
Meditación para sentir paz interior
-          Siéntate en tu espacio de meditación.
-          Cierra los ojos.
-          Las manos apoyadas en los muslos con las palmas hacia arriba.
-          Pide ayuda: Al Dios Supremo, Padre Divino, Madre Divina, a tu Maestro Espiritual, a todos los Maestros Espirituales, a tus guías, a tu ángel de luz.
-          Ofrece los beneficios de tu meditación, a quien te apetezca, por ejemplo, envía la energía de tu meditación a los lugares donde haya guerras, allí donde se pase hambre, donde existe discriminación por razón de raza, de sexo, de creencias religiosas, ofrece los beneficios de tu meditación para que no haya ningún niño en el mundo sin una mano amiga que le guie en su crecimiento, etc.
-          Empieza a ser consciente de la respiración.
-          Respira por la nariz, y lleva la respiración abajo, al abdomen.
-          En las primeras respiraciones alarga de manera consciente la exhalación, y con cada exhalación, permite que se vaya relajando tu cuerpo, permite que vayan saliendo todas las tensiones.
-          Siente como la respiración cada vez es más lenta y el cuerpo está, cada vez,  más relajado.
-          Cuando sientas tu cuerpo relajado, comienza a sentir como con cada inhalación una corriente de energía empieza a envolver todo tu cuerpo.
-          Esa poderosa corriente de energía está trayendo a tu cuerpo armonía, serenidad y paz interior.
-          Con cada respiración date permiso para ir entrando dentro de ti, hasta lo más profundo de tu ser.
-          Quédate sintiendo, respira suave y lentamente, y siente, en la profundidad de tu ser todas las vibraciones positivas que vayan surgiendo.
-          La armonía, la serenidad y la paz están llenando completamente tu cuerpo.
-          Cuando sientas esa energía en tu interior permite que fluya y que se expanda por la habitación.
-          Imagina que por cada poro de tu cuerpo estás expandiendo la paz, la serenidad y la armonía, llenando la habitación con una luz blanca y luminosa.
-          Esa luz, esa paz, sigue avanzando hasta rodear a todas las personas que están cerca de ti.
-          Y permite que siga fluyendo esa energía hasta salir de la habitación y empiece a fluir por el edificio, por la calle, por el barrio, por la ciudad, por el país, hasta abarcar primero la Tierra y después todo el Universo.
-           Siente como ese flujo de paz te permite reconocerte como un ser divino, y reencontrarte con esa parte divina que hay en ti.
-          La energía que sale de ti esta irradiando hacia todos los seres vivos y regresa nuevamente a ti, dejándote con una sensación de paz de paz interior absoluta.
-          Te sientes completamente en paz.
-          Mantente en meditación sintiendo esa paz todo el tiempo que te apetezca.
-          Y antes de dar por concluida tu meditación, acuérdate de agradecer la ayuda que has recibido de Dios, de los Maestros, de tus guías, de los ángeles.
-          Y termina empezando a respirar más profundamente alargando la inspiración.
Es posible que con una sola meditación no notes nada, es normal. Recuerda que es necesaria la práctica, de la misma manera que es necesaria para cualquier actividad en la vida física.


sábado, 7 de mayo de 2011

La cadena de la felicidad

            Me gustaría poder hacer una encuesta con una pregunta: ¿Qué es lo más importante para ti? Antes de seguir leyendo cierra los ojos……., hazte la pregunta…….., y responde que es lo más importante para ti.
            ¿Cuál ha sido la respuesta?, ¿Tener más clientes?, ¿Que te suban el sueldo? , ¿Encontrar el trabajo de tu vida?,  ¿Qué tu pareja sea más cariñosa? Están bien, son buenas respuestas, pero reflexiona sobre esta otra respuesta: “Lo más importante son las personas, lo más importante es hacerlas felices”.
            ¿Te imaginas un mundo en el que lo más importante para cada persona fuera hacer felices a los que le rodean? En ese mundo no habría hambre, no habría guerras, no habría sufrimiento, no habría soledad ni tristeza ni pobreza, no habría odio ni rencores, no habría discriminación; sería un mundo lleno de respeto hacia el otro, hacia sus ideas y sus creencias, sería un mundo sin mentiras, sin juicios y sin críticas, lleno de paz, de alegría, de felicidad y de amor.
            Imagina que todos los que te rodean y todos los que se acerquen a ti, sólo tengan un deseo: Tu felicidad. Respetándote completamente, respetando tus ideas, respetando tu manera de ser, procurándote bienestar por encima de todo, satisfaciendo tus deseos.
            Seguramente crees que no puede ser, que es imposible, que es de ilusos pensar que pueda ser llevado a la práctica, porque siempre habrá alguien que se salga o no quiera entrar en la cadena, y abuse de los demás. Bueno…….., qué más da, siempre le podemos ignorar, sin hacerle daño, con amor. No se puede hacer feliz a quien disfruta con el sufrimiento.
            Podríamos tomarlo como un entretenimiento y llamarle “La cadena de la felicidad”, con un lema: “Yo quiero que seas feliz, y estoy seguro/a que tú también quieres que yo sea feliz”. Creo que si puede ser, ¿Por qué no lo intentamos?, ¿Por qué no intentamos todos lo que estamos leyendo esto, empezar a hacer felices a todos los que nos rodean, sin pedirles nada a cambio, haciéndoles felices porque sí? Somos unos cuantos, y nuestra siembra puede empezar a fructificar de inmediato. Y si alguno pone cara de extrañeza, le explicamos en qué consiste, o le remitimos al blog, para que entre en la cadena. No tengas en cuenta cuando te llamen loco o loca, y sigue con tu trabajo de hacer felices a cuantos se acerquen a ti. Ten presente que a todos aquellos que han trabajado para hacer del mundo un lugar mejor, también les tomaron por locos, pero ellos ignoraron esos juicios y siguieron los dictados de su corazón con humildad, con gratitud y con fe.
            Recuerda que para hacer feliz a una persona no es, normalmente necesario, invitarla a comer o regalarle una caja de bombones. Son muchas las personas que sólo necesitan que alguien las escuche, o les dé la mano, o un abrazo.
 Iniciemos la cadena desde este momento y comprobaremos cómo nuestro mundo cambia. Por cada gramo de felicidad que demos, recibiremos kilos de ella.
            No esperemos a mañana para hacer felices a los demás, para convertir cada desierto de tristeza con los que nos encontramos en “pequeños” oasis de alegría permanente.

viernes, 6 de mayo de 2011

No tiempo

            Queremos antes de empezar dejar claro que esta entrada no es una apología sobre la no existencia del tiempo. El tiempo, de alguna manera, existe, o al menos, nosotros si percibimos “el paso del tiempo”, que es lo único de lo que podemos ser conscientes, aunque no todos lo percibamos de la misma manera.
            Así que podemos decir que también el paso del tiempo es un estado de conciencia. Y si no, analiza estos ejemplos: Seguro que te ha sucedido alguna vez estar haciendo una faena farragosa, un algo que no te atrae en absoluto, estar con personas de trato difícil, por reiterativas o por cansinas, o encontrarte en una situación desagradable. En cualquiera de estos casos, seguro que has sido consciente del lento transcurrir del tiempo. Puedes mirar el reloj un sinfín de veces, y comprobar cómo los minutos no terminan de pasar, perece que se arrastren pesadamente.
            Sin embargo, cuando te has encontrado en la situación contraria, tratando con personas agradables, realizando un trabajo con agrado, o en alguna situación placentera; el tiempo parece volar.
            En los dos casos el correr del tiempo ha sido exactamente igual, sin embargo, la apreciación ha sido completamente diferente. Por lo tanto, podemos decir sin temor a equivocarnos, que el paso del tiempo para la persona, depende total y absolutamente de su estado de conciencia.
            A esto le queremos dedicar unas líneas, a la apreciación del tiempo, o a la conciencia del “no tiempo”.
            Llamamos “no tiempo”, al estado de conciencia en el que los sucesos ocurridos hace diez minutos, se encuentran a la misma distancia que los ocurridos la semana pasada, o el mes pasado, o el año pasado.
            Todos los acontecimientos pasados son eso, “pasados”, y clasificarlos por orden cronológico suponen: un desgaste inútil y la retención del libre fluir de la vida. ¿Cuál es el beneficio que se obtiene al ordenar el pasado, en cualquier nivel, ya sea físico, mental, emocional o espiritual?
            Llegar al estado de conciencia de “no tiempo”, es uno de nuestros activos en esta o en futuras encarnaciones. La manera más rápida de llegar a este estado es mantener la conciencia en el momento presente. Cuando se mantiene siempre la conciencia en el presente, ¿dónde queda el pasado?, no existe, ¿dónde la organización de ese pasado?, en ningún lugar, ya que al no existir pasado, no hay nada que organizar; y cuando la mente, en algún momento vuelve a cualquier evento pasado, encuentra todos los acontecimientos a la misma distancia, con independencia del tiempo transcurrido.
            El estado de conciencia del “no tiempo” es un garante de la felicidad absoluta. No hay sufrimiento pasado, no hay deseo incumplido, no hay rechazos, no hay ofensas; todo está equidistante con momentos de dicha, con deseos satisfechos, con aceptación y amor.

martes, 3 de mayo de 2011

¿Quién es el loco?

            Son las seis de la tarde y en Cusco ya ha caído la noche. No se ven las montañas que rodean la ciudad y que también rodean mi casa, ya que a través de las ventanas, mire al norte, al sur, al este o al oeste, sólo veo montañas, sólo veo los Andes. Pero ahora en la oscuridad de la noche parece que su inmensidad se ha diluido con la luz del Sol. Donde había montañas sólo hay oscuridad, y debajo de esa negrura, las luces de la ciudad, y encima de la negrura, las estrellas titilando para llamar la atención de unos pocos que nos quedamos embelesados con su brillo.
            Y yo, en mi locura, o en mi cordura, como no veo las montañas me pregunto: ¿Dónde se habrán ido las montañas?, ¿Se las llevará el sol cuando desaparece? Porque si no las veo, ¿Será que no existen?, o si existen, pero no las veo.
            ¿Crees que me he vuelto loco?, y entonces qué opinas de aquellos que no creen en el alma porque no se ve, o no creen en una vida del espíritu porque no sale en la tele, o de los que cuestionan que seamos hijos de Dios porque no han visto el libro de familia de Dios, o de los que dudan de que tengamos un cuerpo etérico y de que todos estemos conectados porque no ven los hilitos de esa conexión.
            En mi locura o en mi cordura, cuando veo brillando las estrellas, me siguen surgiendo un sinfín de preguntas: ¿Cómo se aguantarán flotando en la nada?, ¿Cómo será posible que en esa nada floten millones y millones de estrellas?, ¿Cómo será posible tanta grandeza?, ¿Quién mantendrá ese orden?
            ¿Aun crees que me he vuelto loco?, y entonces qué opinas de los que se ocupan del tiempo que va a hacer en días posteriores, o de los que se irritan porque no les ha saludado el vecino, o de los que retiran el saludo a su hermano porque no hace lo que el querría que hiciera, o de los que se preocupan porque no saben si tendrán plaza para sus vacaciones.
            Mirando la noche de Cusco a través de mi ventana, escrutando la negrura a través de la nada, me siento más energía, me siento más alma, me siento eterno, me siento más cerca de Dios, me siento, también, más cerca de los hombres, y en mi locura o en mi cordura le pido a Dios que ilumine con su Luz a los que necesitan “ver para creer”, a los que viven las miserias de sus mentes, a los que no saben que su misión no es irse lejos en unas vacaciones, sino bajar a su corazón, aunque sea en el lavabo de su casa, a los que se sienten solos y desvalidos porque se han alejado de su alma, a los que guardan rencor a su hermano, a los que………………..
            Únete a mi locura, asómate a la negrura de tu noche, en Lima, en Barcelona, en Buenos Aires, en Londres, allá donde te encuentres, asómate a tu noche y pide conmigo a Dios que nos envíe su Luz, y nos de fuerzas para aliviar tanto sufrimiento, tanta incomprensión y tanta ignorancia como hay en esta Tierra, que vista desde otras ventanas de nuestro Universo se ve tan sólo como una estrella azul.
            Gracias. Bendito seas, bendita seas, en tu locura o en tu cordura.

lunes, 2 de mayo de 2011

Vivir la vida

            Es posible vivir sin tener permanentemente ocupada la mente en pensamientos que van y que vienen, en pensamientos que se repiten una y otra vez, en pensamientos circularen que le van dando vueltas a una determinada situación con ligeros retoques, en pensamientos que vuelven al pasado para hacer sentir culpable al pensador, en pensamientos que vuelan al futuro, imaginando situaciones irrealizables. Es posible vivir manteniendo a la mente desocupada de pensamientos, pero muy ocupada en su momento presente.
            El resultado de mantener la conciencia en el momento presente es espectacular y beneficioso en varios aspectos:
·          Vivir en el momento presente, es darse cuenta a cada momento de lo que está ofreciendo la vida, ya que se es consciente de cada aspecto, sin perderse ni un instante. La vida se va perdiendo en el momento en que se menosprecia su fluir por la acción de algún pensamiento, ya que no se puede ser consciente al cien por cien de una situación si en ese momento la mente, la conciencia, está ocupada, en un cierto porcentaje, en algún proceso de pensamiento. En este caso, que es la situación habitual en la mayoría de personas, se tiene la conciencia dividida, entre la situación y el pensamiento. Ni se vive al cien por cien, ni se piensa al cien por cien.
·         Acercarse a la felicidad, ya que cada situación generadora de sufrimiento, o de dolor, pasa en un instante, pero al instante siguiente esa situación ha concluido, y si no se mantiene el recuerdo, tampoco se mantiene el sufrimiento. Darle vueltas a una situación, volver una y otra vez al recuerdo del momento doloroso, es mantener el dolor inútilmente. La mente no distingue entre lo que está sucediendo realmente o lo que está pensando. Por eso la cita maravillosa “La felicidad está a un sólo pensamiento de distancia”.
·         Ser consciente de cada encuentro. Cada persona que aparece en nuestra vida, lo hace por alguna razón, trayendo bajo el brazo el libro con la lección que hemos de aprender en ese momento, o la lección que hemos de enseñar. No aprovechar ese momento, significa que estamos posponiendo el aprendizaje para otra ocasión. ¿No has sido consciente alguna vez de la cantidad de situaciones repetidas que se dan en tu vida? Eso sólo es debido a que la primera, o segunda, o tercera vez que se te presentó la ocasión de aprender una determinada lección no la aprovechaste, y al posponerla, la situación ha de volver a ti, hasta que la aprendas, ya que el curso de cada vida se compone de ciertos aprendizajes que obligatoriamente se han de asumir. Vivir las situaciones sin ser conscientes de ellas conlleva una repetición, y otra, y las que sean necesarias hasta que la conciencia asimile el aprendizaje que la situación lleva aparejado.
·         Empezar a traspasar el umbral de la cuarta dimensión. Vivir con la mente atenta a la vida, es vivir en la cuarta dimensión. La cuarta dimensión, no es un lugar, es un estado de conciencia. Y el estado de conciencia de atención permanente es vivir en esa dimensión. En ella, nada es vital, pero todo es importante. Todo está bien en la cuarta dimensión, todo lo que sucede tiene una razón, y somos conscientes de esa razón. Hasta la conciencia del paso del tiempo varía en la cuarta dimensión, ya que en ella el tiempo no pasa de manera lineal, sino que se sucede en forma espiral, con lo que el trabajo que se hace en un determinado tiempo en nuestra tercera dimensión, se hace en muchísimo menos tiempo en la cuarta. Parece difícil de entender, pero seguro que lo has experimentado: ¿No te ha sucedido nunca que has realizado una tarea totalmente absorto en ella, y cuando al finalizar miras el reloj compruebas que ha pasado mucho menos tiempo del que en un principio parecía? Cada vez que eso ocurre, vives en la cuarta dimensión.
·         Vivir conscientemente las sincronicidades, dándote cuenta de la grandeza de la vida. Cuando haces lo que tienes que hacer y eres consciente de ello, es como si el Universo pusiera bajo tus pies una alfombra que te va llevando de manera rápida y consciente a vivir las situaciones necesarias para que todo en tu vida fluya sin obstáculos, siendo consciente de la concatenación de situaciones. Muchas veces lo llamamos casualidades o suerte. No, es la sincronicidad.
·         No ser necesario el perdón, porque vivir conscientemente supone no acumular ofensas, y quien no se ofende no necesita perdonar. Lo que podemos considerar una ofensa, se produce en un momento preciso, pero al no revivir ese momento nunca más, no se mantiene en la mente ningún tipo de rencor. Sólo ha sido un episodio más de la vida, posiblemente muy desafortunado para el hipotético ofensor, pero intrascendente para quién lo recibió.
Vivir sin mantener la mente ocupada es posible. Sólo tienes que tener la voluntad de conseguirlo, sólo tienes que ser consciente de los pensamientos que van apareciendo en tu mente, y dejarlos pasar, sin quedarte enganchados en ellos, sin darles energía. Al principio, es posible que necesites ocupar la mente en procesos que tú decidas, como ir contando las matrículas de los coches, o contar tus respiraciones, o leer los letreros de las calles; lo importante es que la mente no campe a sus anchas. Poco tiempo después, ya te será más fácil atender a la vida, sin procesos conscientes o inconscientes.
Recuerda, sólo necesitas voluntad.

domingo, 1 de mayo de 2011

Igualdad

            Si te sientas con tranquilidad y analizas la vida que llevas, es muy posible que llegues a la misma conclusión que vamos llegando, paulatinamente, unos cuantos, aunque cada vez somos más, de que la vida tal como la estamos viviendo en la actualidad no parece tener ningún sentido.
            Y si no, analízala. Nacemos con dolor, no sólo para la madre, sino también para el bebé, y durante los primeros años de vida, somos unos seres totalmente indefensos, que para subsistir, dependemos total y absolutamente de los demás. Durante esta etapa de la vida vamos aprendiendo, siempre por imitación. Aprendemos aquello que vamos observando. Y ya empiezan a prender en nosotros ciertas creencias, que suelen ser las creencias de nuestros educadores.
            Si nos detenemos en nuestro análisis un momento, llegaremos a otras conclusiones, entre ellas seguro que adviertes la desigualdad, la tremenda desigualdad que existe entre unos nacimientos y otros, entre unas vidas y otras. Mientras unos nacen con todas las comodidades a su disposición, otros nacen en la mayor de las miserias. Mientras unos llegan al mundo siendo deseados y queridos, otros llegan a un mundo de caos, de rabia, de discusiones, no siendo queridos en absoluto. Mientras unos reciben amor, otros reciben indiferencia, otros severidad, otros malos tratos, otros, incluso abusos de sus educadores. ¡Cuántas diferencias!
            Esas desigualdades, como norma, se van a mantener a lo largo y ancho de la vida de la persona. Se van a mantener si la persona acepta que es distinto; pero desaparecerán en cuanto la persona acepte la igualdad como norma de vida.
            Si seguimos con el análisis de la vida, llega la etapa escolar, la universidad o el trabajo. Este siempre llega, antes o después. Después de una etapa, más o menos larga de trabajo, llega la jubilación, y un tiempo después, la muerte. Durante todo este tiempo, es posible que las personas se enamoren y se casen, una o varias veces, que tengan hijos y hasta nietos. Habrán realizado muchas vacaciones y visitado otros lugares distintos al de su nacimiento, habrán disfrutado o sufrido, habrán sido felices o desdichados, habrán tenido mucho dinero o poco; pero el final, para todos, siempre es el mismo: la desaparición.
            Y todo esto ¿Para qué?
            Si crees que la vida existe una vez, y que al morir ya no hay más, es posible que si tu vida está siendo una vida feliz, esperes la muerte con satisfacción, ¿o no?.
            Pero, lo creas o no, el nacimiento no es el principio de la vida, ni la muerte es el final. Y la vida, cada una de ellas, si que tiene un objetivo: LA IGUALDAD y el amor que esa igualdad genera.
             Las desigualdades que existen no son tal, sólo son creaciones de nuestras propias creencias, y permanecerán mientras creamos que somos distintos. Estamos aquí para sentirnos iguales y amarnos en esa igualdad. Mientras te sientas superior o inferior a otro, manifestarás completamente esa creencia en tu vida, viviendo la desigualdad. Y te sientes desigual cuando tratas de dominar, cuando tratas de imponer tus credos, cuando juzgas, cuando tienes miedo, cuando no respetas.
            Cuando te sientas igual, será fácil para ti compartir si tienes más, y pedir ayuda si tienes menos. Cuando te sientas igual será fácil para ti aceptar la desigualdad de los otros, porque tu creencia de igualdad te va a llevar a respetar las desigualdades de los demás. Cuando te sientas igual ya no te verás como víctima ni culpabilizarás a los otros de lo que pase en tu vida, sabrás que es tu propia creación. Cuando te sientas igual no tendrás necesidad de acaparar y repartirás todo con todos los que son tus iguales.
            Fuimos creados iguales, a imagen y semejanza de Dios. Han sido nuestras mentes las que han aceptado las diferencias. Estamos aquí, tratando de recordar cuál es el camino de vuelta a casa, pero ese retorno no va a ser hasta que no seamos conscientes de nuestra divinidad y de que todos los que nos rodean son nuestros hermanos.
            Mientas mantengas tu costumbre, ya de muchas vidas, de vivir creyéndote distinto a los demás y tratando de proteger lo que dices que es tuyo, volverás una y otra vez a vivir una vida como la que estás viviendo, feliz o no, pero seguro que no completa. Si quieres vivir una vida completa, empieza a desvincularte del “yo” y el “tú”, de lo “mío” y de lo “tuyo”, empieza a desidentificarte de tu cuerpo. Empieza a sentir que eres un ser divino igual a todos los seres divinos que comparten contigo esta encarnación, empieza a sentir que eres digno de todo.

lunes, 25 de abril de 2011

Pedid y se os dará

            Con suavidad se van sucediendo los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, con suavidad se van sucediendo las estaciones de manera cíclica, primavera, verano, otoño, invierno, y otra vez la primavera, todo vuelve, todo es un  continuo.
            De la misma manera se va deslizando la vida: Los mismos pensamientos, las mismas acciones, los mismos sentimientos, las mismas emociones; la vida también es un continuo. Es un continuo hasta que tú decides que ya está bien: Cuando tú decidas que has sufrido lo suficiente, se acabará el sufrimiento; cuando tú decidas que te has aburrido lo suficiente, se acabará el aburrimiento; cuando tú decidas que has sido suficientemente pobre, se acabará tu pobreza.
            “Pedid y se os dará”, ¿Cuántas veces has escuchado esta frase? “Pedid y se os dará”. La vida sólo es un reflejo de aquello que pides. No, no estamos locos, ¡es así! Puedes jurar por activa y por pasiva que lo que deseas es ser feliz, y sin embargo, estás viviendo el sufrimiento. Pero es que no te basta con jurarlo, ni tan siquiera con desearlo. Tienes que pedirlo, y después, esperar que llegue.
Imagínate que tienes hambre, y que entras en un restaurante para saciar tu hambre, y que pides el primer plato, y justo después de pedirlo, te levantas y te vas. Es cierto que tienes hambre y deseas comer, es cierto que pides la comida, pero también es cierto que no las has esperado y te has ido, con lo que seguirás teniendo hambre.
Así es en la vida. Quieres ser feliz, que es como tener hambre; deseas la felicidad, e incluso empiezas a realizar alguna técnica para conseguirla, que es como pedir la comida; pero sigues anclado/a en los mismos pensamientos y realizando las mismas acciones, que es como levantarse e irse del restaurante.
“Pedid y se os dará”. Pide, agradece de antemano lo que vas a recibir y,  espera. Espera que llegue tu petición, con paciencia, sin alterarte, sin volver a realizar las acciones anteriores, actuando como si ya hubiera llegado tu pedido, es como ir salivando, esperando la comida.
Mientras esperas abstente de juicios y críticas, hacia los demás y hacia ti mismo/a, no te lamentes, observa la vida y acéptala, sin condiciones, perdona cualquier acción que te desagrade de los demás y de ti mismo/a, piensa que todas las personas tienen un motivo para actuar como lo hacen, ya sea real o imaginario, piensa que ellas también tienen hambre, pero no han tenido la paciencia suficiente para esperar la comida. Observarás como va llegando tu petición, a veces llega el pedido completo, y otras veces llega en diferentes entregas, todo depende de la fuerza de tu petición y de tu paciencia en la espera.
Piensa que todos somos iguales, que el Dador de peticiones escucha a todos por igual, y que Él intenta hacer la entrega, pero no todos han sido capaces de aguantar la espera, por lo que el pedido no puede llegar al destinatario.
Pide, que el paquete siempre llega a su destino, y espera para que cuando llegue el repartidor te encuentre en casa.

jueves, 21 de abril de 2011

El cuerpo mental

Una de nuestras capas del aura es el cuerpo mental, y es en él donde se desarrollan los poderes de la mente, donde se desarrollan los pensamientos, incluso la memoria y la imaginación. A diferencia de otras capas, que siempre permanecen inalterables en su tamaño, el cuerpo mental crece a medida que el ser humano va evolucionando.
En su forma, existe una especie de estriaciones, que lo dividen en secciones. Estas secciones son como los caminos asignados para cada tipo de pensamiento. Los pensamientos, dependiendo del tipo que sean, actúan a través de estas secciones.
  En el ser humano ordinario, el cuerpo mental está todavía desarrollado de manera imperfecta por lo que, en muchas personas, todavía no están en actividad gran número de estas secciones. Así pues, los pensamientos pertenecientes a una sección que no se haya activado, han de fluir por otra sección que se encuentre en actividad, lo cual es inadecuado, por lo que tales pensamientos se expresan torpemente y de manera incomprensible. Por ejemplo, si llega un pensamiento relativo a Dios a una persona atea, expresará muy torpemente ese pensamiento porque ha de circular por un camino que no es el suyo, ya que tiene desactivada la sección o camino de la divinidad.
La forma del cuerpo mental es ovoidal, pero no es un ovoide perfecto, ya que según el tipo de pensamiento, estos se alojan en una determinada parte del ovoide. Los buenos pensamientos, de orden superior, hacen vibrar la materia más fina del cuerpo mental, la cual, en virtud de la gravedad, tiende a flotar en la parte superior del ovoide; mientras que los pensamientos de orden inferior: egoísmo, miedo, juicios, etc., que son vibraciones de materia más grosera, tienden a desplazarse hacia la parte inferior del ovoide; por lo que la persona corriente, que cede fácilmente a pensamientos inferiores, expande la parte inferior de su cuerpo mental, teniendo la apariencia de un huevo con su porción más abultada en la parte inferior. La persona que no se entretiene en ese tipo de pensamientos inferiores, sino que se dedica a los más elevados, tiende a expandir la parte superior de su cuerpo mental, tomando este la apariencia de un huevo con la parte más estrecha en el inferior.
El cuerpo mental posee una  molécula denominada semilla mental permanente, la cual perdura en el ser en todas sus encarnaciones. Esta semilla es el centro y corazón del cuerpo mental, y su función es la de conservar almacenadas todas las experiencias por las cuales pasa el cuerpo mental en todas sus encarnaciones.
El ser humano, al usar su cuerpo mental, es decir, al pensar, imprime una vibración en el cuerpo mental, y esa vibración produce dos resultados:
1)      Irradia vibraciones u ondas.
2)      Produce formas mentales.
La vibración en el cuerpo mental, como todas las vibraciones, se propaga a su alrededor, y  tiende a reproducirse en cuanto tiene oportunidad. En consecuencia, al chocar una onda mental con el cuerpo mental de otra persona, tenderá a imprimir en esta, vibraciones similares al pensamiento originado por la primera persona. Es decir, que el cuerpo mental de una persona al ser tocado por una onda mental, tiende a producir en su mente un pensamiento similar al que surgió en primer lugar en la mente de la persona originaria del pensamiento.
Como gran número de personas carecen de pensamientos fuertes y precisos, salvo en la persecución de algún asunto que demande toda su atención, en condiciones ordinarias son afectados considerablemente por los pensamientos que chocan en sus mentes. De ahí proviene la gran responsabilidad de quienes verdaderamente piensan, porque sus pensamientos, sobre todo si son fuertes y precisos, afectarán inevitablemente a un gran número de personas. Se puede causar mucho daño de esta manera; aunque ello se haga inconscientemente, el causante es kármicamente responsable por lo que ha hecho.
Como es natural, un pensamiento bueno puede afectar a otros en bien de la misma manera. Así, uno que sepa esto, puede convertirse en un verdadero Sol, irradiando constantemente hacia sus amigos y vecinos pensamientos de amor, de calma, de paz, etc. Pocos se dan cuenta de la enorme fuerza que pueden ejercitar, si quieren, gracias al poder del pensamiento.
Una forma mental, por ejemplo, de amor o de deseo de proteger, dirigida con fuerza a otra persona, llega a ésta y se mantiene en su aura como agente protector y aprovechará todas las oportunidades de servir y de defender, no por acción consciente y deliberada, sino siguiendo ciegamente el impulso que se le imprimió; fortalecerá las fuerzas amistosas que choquen con el aura, y debilitará a las inamistosas. Así se crean y mantienen verdaderos ángeles guardianes alrededor de las personas queridas. Muchas plegarias maternas envuelven al hijo ausente, actuando de esta manera.
 La mente es la gran matadora de lo real. No vemos objeto alguno tal cual es, sino, únicamente, las imágenes que somos capaces de formar de ellos; de manera, que todo está necesariamente coloreado por esas formas mentales de nuestra propia creación.
A partir de este instante, todos los que hemos leído esto, ya sabemos que somos responsables de nuestros pensamientos, por lo que mantener en nuestra mente pensamientos negativos sería una grave irresponsabilidad, ya que por un lado afecta negativamente en las personas objeto de nuestro pensamiento, y por otro lado nos afecta a nosotros mismos.
Para aclarar conceptos, te presento algunos ejemplos prácticos:
Imagina una relación de pareja, en la que los dos miembros de la pareja se aman normalmente, sin excesivos juicios ni críticas. Los pensamientos de amor de cada uno de ellos, se desplazan hasta el aura de la otra persona, incrementando los pensamientos de amor de ella misma. La consecuencia es que la forma de pensamiento de amor en cada uno de ellos será mayor cada día que pasa.
Imagínate que tú mismo/a eres un/a hipocondríaco/a. La forma mental de miedo a una determinada enfermedad, va a crecer cada día, con una consecuencia lógica, más tarde o más temprano hay muchas posibilidades de somatizar la enfermedad.
Una manera de actuar de manera benéfica sobre los demás, es la bendición, de la que tantas veces hemos hablado en este blog. Pero para que la energía de la bendición sea efectiva, es necesario que la persona a la que va dirigida se encuentre libre de pensamientos, o al menos, que estos no sean negativos. La energía de la bendición permanecerá en el aura de la persona hasta que se libere de pensamientos, protegiéndola contra energías negativas.
Si te apetece tener información más completa sobre el cuerpo mental, puedes buscar en Internet “El cuerpo mental” de Artur Powell.

domingo, 17 de abril de 2011

Una declaración de amor

            La semana pasada tuve el placer de asistir a una boda, en la que se derrochaba amor por los cuatro costados. En ella, los novios hicieron una declaración pública y permanente de su amor. El novio en un mini-discurso resaltó las diferencias entre el “amar y el querer”. Me gustó tanto que le solicité permiso para compartir la idea, ligeramente corregida, para eliminar situaciones personales, con vosotros.
Querer y amar. Parecen lo mismo….., pero ¿Son lo mismo? No, no lo son. Existen algunas diferencias.
            Querer es un sentimiento que lleva implícito un pensamiento, o una emoción generada por un pensamiento. En cualquier caso, existe el pensamiento, está implicada la mente, y cuando la mente entra en juego, la pureza del sentimiento no es tal, ya que se encuentra teñida de la energía del pensamiento. La mente trabaja con imágenes, comparando las imágenes que recibe con las que tiene archivadas en sus cajones de memoria, y además siempre resalta los detalles negativos. Esto supone que el sentimiento, “el querer”, siempre se encuentra acompañado de algún pensamiento negativo. Es el “te quiero, pero….”: Te quiero pero tienes una peca en la nariz, te quiero pero eres un poco desordenado/a, te quiero pero hablas demasiado, te quiero pero…….
            El resultado de esto es que ambas partes piensan en su interior: “Ya le/a cambiaré”. Pero eso casi nunca ocurre, porque casi nadie cambia por lo que pueda decir otra persona, las personas cambian por sí mismas, por su propio convencimiento. Con lo cual, el “pero” no sólo se mantiene, sino que se agranda, cada día más, ya que la mente va a mantener la fijación cada vez con mayor insistencia. Además, ¿para que se quiere cambiar a la persona amada? Si se conocieron siendo de una manera, se enamoraron siendo de esa manera, ¿Por qué iban a querer cambiarse?, ¿No será que ya no se quieren?, ¿Por qué sino?
            Con el paso del tiempo, se mantiene el sentimiento, pero……. ¡Con resignación!, eso hace que la relación no sea todo lo fluida que debiera ser si no existiera el “pero”,  eso hace que no se compartan los secretos, eso hace que las críticas cada vez sean más frecuentes, eso hace que necesiten otras personas a su alrededor, ya que ellos no tienen temas de conversación, eso hace que se acabe, si alguna vez existió, la complicidad, etc.  Queda el sentimiento, si, pero……… incompleto
            El Amor si es completo, Amar es otra cosa. El amor es una energía, y en el amar, esa energía sale por cada poro de la piel, se ama porque sí, se ama sin más, se ama sin condiciones. En el amar no hay pensamiento, no se quiere cambiar a la otra parte porque todo es perfecto, amar es entrega y a la vez libertad, amar es alegría, es complicidad, amar es admiración, amar es dar sin querer recibir.  El “querer” puede acabarse o diluirse, el amor nunca se acaba, nunca disminuye. Una vez que se consigue manifestar el amor, este perdura para siempre, extendiéndose a todo el mundo, en cualquier parte, manifestándose en su totalidad hacia la persona amada.
            “Querer” es una buena línea de salida para sentir el amor. Sólo se ha de purificar, eliminando el o los pensamientos que le acompañan. Entonces sólo quedará el amor.
            Una buena práctica es empezar a no juzgar ni criticar nada de la pareja, y además, satisfacerle/a en todo, sin ningún reproche. No olvidar decirle/a “te amo”, cada día, varias veces al día; no olvidar ni los besos ni los abrazos también diarios; recordarle/a lo que te gusta de él/ella.  
Si realmente amas, haz esa práctica. No sólo a tu pareja, sino a todos los que te rodean. Verás cómo cambia tu vida, verás como te inunda la felicidad, la paz, y por supuesto, el Amor.

viernes, 15 de abril de 2011

Sin prisa, pero sin pausa

            Siempre he creído que allí donde llega una persona puede llegar cualquier otra, y  que lo que una persona consiga puede conseguirlo cualquiera. Sin embargo, la realidad nos demuestra que no siempre es así, ya que cada persona tiene su propia velocidad, cada persona dejó su vida anterior en un punto del camino diferente a todas las demás, cada persona tiene una maduración distinta de su carácter; cada persona ha elegido que quiere aprender, como lo quiere aprender, y cuando lo quiere aprender; y ante esto, solo cabe dar las instrucciones necesarias para conseguir cosas, sabiendo de antemano que unas personas van a seguirlas y otras no, y que entre las personas que las sigan algunos conseguirán resultados importantes con pocos días de práctica, y otros no, y de estos últimos también habrá un porcentaje muy importante que al no conseguir resultados inmediatos renunciarán a la práctica.
            Este es uno de los males que aquejan a nuestra sociedad, las prisas. Queremos conseguir todo en poco tiempo, pero sin embargo, no nos importa pasarnos las horas muertas delante de la tele, viendo nada y aprendiendo menos.
            Siempre hay un momento en nuestra vida en el que suena el despertador del alma, ese es el momento elegido por nosotros y por los seres con los que planificamos nuestra vida, para retomar el camino de retorno a casa. Ese despertador no es una alarma normal, es un encuentro, una situación, un libro, una circunstancia de la vida, o cualquier otra causa, en la que se van a dar las condiciones adecuadas para hacerse preguntas; para sentir una especie de vacío, que algo, no sabemos qué, nos anima a llenar.
Nosotros no somos, en ese momento, conscientes, de que sólo estamos retomando nuestra evolución en el mismo punto donde la habíamos dejado en nuestra encarnación anterior, y que esa alarma sólo es el momento de la partida. ¿Cómo ha de hacerse? Existen tantas maneras como seres. No existe una fórmula mágica. Pero si se puede tener una cierta certeza de si la fórmula elegida es la correcta o no: ¡Sólo hay que sentir!
Cuando se ha elegido la manera correcta de retomar el camino, la sensación es de serenidad y alegría interior. No existen nervios, ni ansiedad, ni dudas, ni miedos. A partir de aquí, se ha de añadir una buena dosis de paciencia y seguir el rumbo, sin prisas. ¿Para qué correr?, ¿Para llegar adónde? No hay meta, no hay final, sólo hay camino, por lo tanto no hay prisa, se trata de recorrer el camino, en paz y con alegría. Si hemos invertido muchas vidas y una buena parte de la presente para llegar al punto donde nos encontramos, ¿dónde quedan las prisas? Como dice el refrán: “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Cada cosa lleva su tiempo. No podemos parar la mente en un instante, cuando lleva toda una vida torturándonos con sus pensamientos circulares; no podemos aparcar la crítica en un segundo, cuando es el deporte nacional; no podemos amar sin condiciones de la noche a la mañana, cuando nos hemos pasado la vida exigiendo amor a cambio del nuestro; no podemos recorrer a pie mil kilómetros en una hora, por mucho que corramos. Cualquier camino, por largo que sea, necesita, para recorrerlo, de un movimiento constante.
Sin embargo, aunque digamos que no hay fórmulas concretas y no hay metas, sí que hay una fórmula muy eficaz que nos va a permitir adentrarnos en atajos, aún menos angostos y más cómodos que el propio camino. La fórmula es la atención y el atajo el amor.
Para transitar por el camino que nos acerca a Dios, no es necesario sentarse como un yogui en meditación profunda, no es necesario convertirse en un asceta y vivir una vida de soledad en la montaña, no es necesario practicar el sacerdocio en ninguna religión, no es necesario dedicar la vida exclusivamente al servicio de los demás. Estas pueden ser fórmulas para ciertas personas, pero no para la inmensa mayoría de nosotros. Lo que la inmensa mayoría necesitamos sólo es vivir una vida normal, siendo conscientes de ella, es decir, vivirla con atención cada segundo. Esto significa que no hemos de darle vueltas a nada de lo que haya sucedido en el segundo anterior, ni esperar ni desear nada en el segundo siguiente. De esta manera, no va a anidar en nosotros el sufrimiento, ni el dolor, ni la crítica, ni el orgullo,  ni la rabia, ni el miedo. Todo esto, siendo conscientes de nuestros tropiezos y nuestras caídas, para volver a levantarnos en cuanto seamos conscientes de que hemos caído. Poco a poco, sin prisas.
De esta manera, al no estar pendientes nada más que de la propia vida, va a ser muy fácil para nosotros conectar con nuestra esencia. Nuestra esencia es el Amor. El Amor es nuestro atajo. El Amor es nuestra vida.

miércoles, 13 de abril de 2011

La escuela de la vida

                Cada situación que se presenta en la vida, no llega a nosotros por casualidad. Cada situación llega para nuestro aprendizaje, siempre en el mejor momento, en el momento más adecuado, para poder recibir en óptimas condiciones las enseñanzas que dicha situación nos aporta.
            Aprovechar o no las lecciones, es nuestra elección. La vida es una escuela. En la  escuela, el instituto o la universidad, hay unos alumnos que estudian, trabajan y aprenden de manera fluida, superando todas las asignaturas en cada curso; mientras que otros dedican el curso a la buena vida, suspendiendo y repitiendo. La vida es igual.
            Las asignaturas de la vida no son más que virtudes, no son más que las cualidades del alma: Amor, comprensión, voluntad, compasión, alegría, paz, servicio, caridad, etc. Para su trabajo no se precisa estudio ni memorización, sólo es necesaria la atención y la observación, para comprobar el grado de sapiencia en cada materia. Las asignaturas de la vida no precisan de apuntes ni de trabajos en grupo, sólo es necesario el trabajo interior, ya que la consecución de una virtud, (asignatura aprobada), se produce cuando se elimina el vicio contrario a esa virtud. El trabajo en las asignaturas de la vida es un trabajo en solitario, interno y en silencio.
Cómo para la observación y la atención no se ha de realizar ningún trabajo adicional, ni dedicarle un tiempo extra, ¡parece fácil!, sin embargo, no lo es. La experiencia lo demuestra, ya que vida tras vida vamos suspendiendo muchas asignaturas, dedicando demasiado tiempo para cualquier aprendizaje. La observación y la atención tienen un enemigo muy poderoso, la misma mente. Ella que ha de observar, no observa, ella que ha de atender, no atiende, y se aburre, y se distrae. Como consecuencia, la persona, que es un cúmulo de instintos, de deseos e insatisfacciones, busca en los placeres externos y en la satisfacción de sus deseos, su propia realización. ¡Casi nunca lo consigue!
Es posible que la asignatura más importante de la vida sea alcanzar el conocimiento de que el ser humano es divino e inmortal. Cuando la humanidad esté segura de su divinidad e inmortalidad, y haya adquirido el aprendizaje sobre la naturaleza del alma y el reino en el cual funciona el alma, su actitud hacia la vida y los asuntos cotidianos, sufrirán tal transformación que podremos sentir la paz interior y la felicidad en nosotros, sin necesidad de ningún estímulo externo: unas vacaciones, un ascenso en el trabajo, una pareja que nos complazca, una vida cómoda, etc., etc.
En realidad, la adquisición del conocimiento no es tal. No se trata de aprender, se trata de recordar. No se trata de satisfacer ningún deseo, sino de eliminar los deseos. No se trata de aprender a ser virtuosos, sino liberarnos de los hábitos negativos. No se trata de hacer, se trata de ser.
En la escuela de la vida, están desterrados los términos de acción, no hay que enfrentarse a la vida, porque es tan inútil como nadar contra corriente, ¡no avanzas! En la escuela de la vida, sólo hay que dejar que la vida te lleve, pero no que te arrastre. Dejar que la vida te lleve, es observar cada situación y actuar en ella, con alegría, buscando siempre aquello que es positivo, sin centrar la atención en las cualidades negativas de la vivencia; no tratando de cambiar la situación, sino cambiar en el interior la manera de vivirla; no esquivando la situación, sino aceptándola.
Empieza cada día proponiéndote la observación atenta de la vida, para comprobar que tiene de divino, para comprobar que la enseñanza está justamente en “eso” que te molesta, en eso que te incomoda, en eso que te genera ansiedad. Y acéptalo. A partir de aquí puedes tener la seguridad de ir aprobando las asignaturas y de ir pasando cursos.

lunes, 11 de abril de 2011

He tenido un sueño

            He tenido un sueño. He soñado que entraba en un lugar oscuro, pequeño y apretado, no tenía facilidad de movimiento, sin embargo, el lugar en el que había entrado, flotaba como una pelota, y yo dentro de ella, aunque cada vez menos, porque daba la impresión de que la pelota crecía y crecía más cada día. Todo lo que sentía allí eran palabras repetitivas, inconexas, rápidas, sin expresar prácticamente ninguna idea, daba la impresión de que la mayoría de esas conversaciones inconexas trataban de dolor y de sufrimiento. Los que básicamente hablaban de manera permanente eran, al parecer, mis padres, aunque de vez en cuando se añadían otras conversaciones, tan inútiles como las que estaba habituándome a escuchar. Por otro lado, también escuchaba unos ruidos ensordecedores que llegaban de todas partes.
            Era un espacio muy incomodo y empezaba a echar de menos mi hogas. Vivía en un lugar blanco y luminoso, dónde no me sentía constreñido por nada, podía viajar a todas partes a gran velocidad, era responsable de mi mismo, y las conversaciones que se escuchaban no trataban ni de dolor, ni de sufrimiento, sino de alegría y amor. Reinaba una paz que en nada se parecía al lugar donde ahora me encontraba. Me sentía mal dentro de ese sueño y quería despertar, pero una fuerza superior a mi me lo impedía.
            Como todo lo que podía hacer era escuchar, me dedique a ello para tratar de averiguar dónde me encontraba, y así un día podía oír: “Ya estoy harta de que dejes los pantalones tirados en cualquier sitio”; y después de ese comentario se desataba una especie de tempestad de palabras que solía acabar con un ruido tremendo, que luego averigüé que se llamaba portazo. Otro día escuchaba: ”¿Cuántas veces tengo que decirte que no me gusta la carne tan poco hecha?”; y a continuación una nueva tormenta que esta vez terminaba con algo que resultó ser el llanto. Yo pensaba que debía de ser muy importante para esas personas hacer bien la carne, o doblar los pantalones, o no gastar dinero, o limpiar cada día, o ir al futbol; ya que sacrificaban el amor por esas cosas. ¡Debían ser muy importantes!
            Así pasaban los minutos, los días, las semanas. Empecé a acostumbrarme a las palabras de reproche de mis padres, a sus gritos, a las críticas entre ellos y entre casi todas las personas que les visitaban, a las palabras que denotaban hastío, a la incomprensión entre todos. Y yo me preguntaba: ¿Dónde estoy?, ¿Dónde estará la paz que reinaba en mi ciudad?, ¿Por qué no puedo moverme?, ¿Por qué está todo tan oscuro? Sólo de vez en cuando escuchaba algo suave, escuchaba murmullos, e incluso me parecía escuchar que se dirigían a mí; entonces me sentía bien, ya que todo era más parecido a la alegría y al amor que se sentía en mi hogar.
            Un día empecé a escuchar otros gritos distintos, había carreras, sentía voces de gente extraña, el balón en el que estaba empezó a deslizarse por un túnel oscuro y estrecho; desde el otro lado del túnel tiraban con fuerza, hasta que el balón apareció al otro lado del túnel, y pude escuchar: ¡Es un niño!, ¡Es un niño precioso!
Estaba muy asustado, quería salir de allí y supliqué: “Padre mío, ¿Por qué este dolor?,  ¡quiero volver a casa! Y por fin puede ver a alguien conocido, era mi amigo de juegos, después supe que aquí, donde estoy ahora, desde este lugar que se llama cuerpo, les llaman ángeles, aunque curiosamente nadie les ve. Y mi amigo me dijo:
“Acuérdate que elegiste entrar dentro de ese cuerpo
para avanzar un poco más en tu evolución.
Has encarnado.
A ti te va a parecer un camino largo, pero en realidad no lo es,
yo lo viviré como un suspiro.
Dentro de poco ya no te acordarás de mí, ni de nuestros juegos,
ni de nuestros estudios, ni de tu hogar.
Ya no te parecerá un sueño, te parecerá real.
Pero sin embargo, seguirá siendo un sueño.
Lo único que tienes que hacer es buscar con ahínco los mismos sentimientos
que tenías antes de entrar en este cuerpo.
Tienes que acordarte de vivir en el cuerpo,
 como vivías allí, en tu verdadero hogar.
No vayas nunca en contra de la vida,
no quieras manipular ni a la vida, ni a los otros, que como tú tienen un cuerpo.
Ayuda a todos porque son tus hermanos,
que también han elegido estar en un cuerpo para avanzar más rápido.
Pero ayuda cuando te lo soliciten, son ellos los que deben hacer su camino.
No juzgues a nadie si no quieres que te juzguen a ti.
No critiques nunca.
Respeta siempre las decisiones de los otros.
Ante cualquier desaire, perdona, bendice y vete.
Deja que la vida pase a través de ti.
Déjate guiar por la intuición.
Acepta a todos.
Escucha siempre a tu corazón.
Práctica el silencio.
Cuando hables que sea con verdad.
Aprende a meditar y practica cada día.
Busca la paz y la serenidad.
Busca el amor.
Recuerda que no eres ese cuerpo.
Y aplica la máxima: Todo está bien”.
“Cuando necesites ayuda,
llámame, aunque yo siempre estaré aquí para ayudarte.
Pero recuerda que la ayuda no va a ser para ese cuerpo,
la ayuda es para ti”.
¡Hasta pronto!
¡Te amo!