Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
El tiempo transcurre, la vida va
pasando. Vemos como van desapareciendo nuestros seres queridos: primero los
abuelos, después los padres y, sin darnos cuenta, nos encontramos en primera
línea para dejar la vida.
Hemos visto pasar los inviernos, uno
tras otro, hemos visto caer las hojas de los árboles. En nuestros primeros
inviernos, siendo niños, corríamos por las rutas de la vida ansiosos por
crecer, y después, ya crecidos, nuestros hijos nos tomaros el relevo.
Pero según vamos creciendo, hasta
envejecer un día, hay cosas que permanecen inmutables: el Sol que nos alumbra
cada día, la Naturaleza inmutable en su mismo cambio según las estaciones y,
nuestro trabajo sagrado y grandioso en la Tierra.
Lo triste, es que muchos de los que
crecen, envejecen y mueren, lo hacen sin tan siquiera plantearse, ni una sola
vez en su vida, que es lo que están haciendo aquí. De la misma manera que no se
cuestionan que el Sol salga cada día.
Pero se lo planteen o no, la vida es
una escuela en donde cada uno de nosotros aprende y practica las lecciones
correspondientes a su nivel de estudio, a su nivel de evolución. Y en nuestro
libre albedrío podemos hacer la vida que queramos, Dios nos lo permite, nos
permite adecuar nuestro aprendizaje. Somos libres para vivir nuestra vida,
somos libres para practicar las lecciones o darle satisfacción al cuerpo
físico, somos libres para ser felices o para sufrir, somos libres para
sentirnos culpables o para amar, somos libres para perdonar o para odiar.
Es posible que no tengamos la
capacidad de plantearnos de dónde venimos, que es lo que hacemos en la Tierra,
o donde vamos cuando dejamos el cuerpo. Es posible que no sepamos que estamos
aquí para hacer un trabajo, y no nos planteemos ni una sola vez cual será
nuestra misión. Pero lo que si tenemos, es la voz de la conciencia, y esa
vocecita interior la tenemos todos, y además, no se calla, y nos va diciendo lo
que está bien y lo que está mal. Es cierto que algunos consiguen acallarla,
pero hasta que lo consiguen tienen que sentir su martilleo incesante dentro de
ellos.
No es necesario saber nada de
chakras, ni de energía, ni de Maestros, ni de espiritualidad, ni de meditación,
ni de cosas parecidas, para aprobar el curso de la vida, para evolucionar a un nivel
superior de conciencia, para crecer o para acercarse a Dios.
Lo único que es necesario es escuchar la voz
de la conciencia. Ella nos va a guiar por los vericuetos de la vida, siempre orientándonos
hacia el Amor y hacia la Bondad. Porque el Amor y la Bondad es la meta a la que
tenemos que llegar todos al finalizar nuestro tiempo en la materia.
Podemos no sabemos cuál es nuestra
misión, de hecho no la sabemos “casi” ninguno, pero si actuamos con Amor y Bondad
estamos tomando un atajo seguro, un atajo que nos va a ayudar a convalidar el
resto de asignaturas desconocidas para la mayoría de nosotros.
Dios es Amor, por lo tanto actuar con
Amor, es actuar con Dios, es hacerse su aliado para transitar por la vida.
¿Existe un aliado mejor?
A
veces parece que la mente fuera un contrincante de Dios, un contrincante del
Amor, un contrincante de la propia paz y felicidad del ser humano, ya que todo,
o casi todo lo que sale de ella es para separar, en lugar de unir; para separarnos
de Dios, del Amor, de la serenidad y la dicha. Es decir, nos separa de su
esencia y nos une al dolor y al sufrimiento, posiblemente por ser sus propias
creaciones.
Y,
sin embargo, la mente también ha sido creada por Dios, como todo lo que existe.
¡Cuánta soberbia!, no sólo no reconocer su linaje, sino enfrentarse a su propio
Creador. Su soberbia está siempre al acecho para salir a la luz a la mínima
oportunidad, al menor resquicio que dejamos en su puerta.
Después
de años de meditación diaria e intenso trabajo para limpiar las “malas hierbas”
de mi cuerpo, para eliminar o sustituir los malos hábitos, para fortalecer el carácter
en contraposición con la mente y taponar así los resquicios por donde esta pudiera
asomar su soberbia, y para desterrar, también, todo tipo de creencias y
verdades, aun aparecen, en algunas ocasiones, dudas, miedos e intolerancias.
Es
cierto que cada vez son menos en cantidad, más espaciadas en el tiempo y de
menor duración, pero están ahí, como escondidas, aparecen y se pasean por mi
mente cuando menos lo espero.
En
el momento que toman posesión de mí, soy consciente, en todos los casos, de las
razones que expone mi mente para su justificación: “Es la constatación de un
hecho”, “Es alguien que está mintiendo a sabiendas”, “Es una injusticia”, “Es
un ladrón”, bla, bla, bla. La mente, tan poderosa ella, trata de enredarme con
argumentos que sabe que son mi debilidad. ¡Cómo no va a saberlo!, si entre
todos los pensamientos que se pasean por mi cuerpo mental, estos tienen un
ancho camino hasta el cerebro para poder expresarse a su antojo, casi una autopista.
En
la mayoría de los casos estoy siendo consciente de esos pensamientos que aparecen
en mi mente, (ya es algo). Unas veces, las más, consigo que el pensamiento se
quede en eso, sólo pensamiento, y en el momento siguiente, una vez disipado el
pensamiento, busco el silencio, para contrarrestar ese desliz de la mente,
contraponiendo pensamientos elevados para limpiar las energías de baja calidad
generadas por los pensamientos anteriores.
Existen
otras ocasiones, es cierto que son las menos, (pero existen), en las que no soy
capaz de detener el pensamiento y este viaja hasta la boca, saliendo de esta a
borbotones, ensuciando todo lo que encuentra a su paso, en primer lugar a mi
propio cuerpo. Es increíble, la mente trabaja en mi contra. Cuando soy
consciente de esto, me dejaría caer de bruces para pedir perdón a todos a los
que ha ensuciado mi palabra, generada por malignos pensamientos.
Aunque
todavía no me dejo caer de bruces, si que intento sentarme a meditar de
inmediato para solicitar el perdón y bendecir la situación pasada una y mil
veces.
Me
pregunto: Si yo que estoy bastante entrenado, la mente me busca las vueltas
para dominar con sus razones, ¿Qué será de aquellos que ni tan siquiera
distinguen entre ellos y su mente? Es entonces cuando entiendo la cantidad de
vidas de sufrimiento por las que hemos de pasar una y otra vez, ya que las
Leyes del Universo se cumplen de manera inexorable, se tenga conocimiento de
ellas o no.
¡En
fin!, supongo que este es el peaje que hemos de pagar por nuestra matriculación
en nuestro curso de evolución y crecimiento. Voy a seguir meditando y
trabajando para eliminar las “malas hierbas” que de manera constante van
creciendo en nuestro campo.
Esta
es una de tantas historias que circulan por la red. Pero para mí no ha sido una
más, ya que he llorado como hacía tiempo no lo hacia, y me apetece compartir
mis lagrimas con vosotros.
El
día que mi hija nació, en verdad no sentí gran alegría, ya que la decepción que
sentía, parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener
una hija.
¡Yo quería un
varón!
A
los dos días de haber nacido fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y
agotada, y la otra radiante y dormilona.
En
pocos meses me dejé cautivar por la sonrisita de mi Carmencita, y por la
infinita inocencia de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a
amarla con locura.
Su
carita, su sonrisita y su mirada, no se apartaban ni por un instante de mis
pensamientos, todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacia
planes sobre planes, todo sería para mi Carmencita.
Este
relato era contado a menudo por Rodolfo, el padre de Carmencita, y yo, también
sentía gran afecto por la niña, que era la razón más grande para vivir de
Rodolfo, según decía él mismo.
Una
tarde estaba mi familia y la de Rodolfo haciendo picnic a la orilla de un río,
cerca de casa, y la niña entabló una conversación con su papá, todos
escuchábamos:
-Papi,….. cuando cumpla quince años, ¿Cuál será mi regalo?
-Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que falta
mucho para esa fecha?
-Bueno papito,….. tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque
yo nunca lo he visto por aquí.
La conversación se
extendía y todos participábamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras
casas.
Una mañana me
encontré con Rodolfo enfrente del colegio donde estudiaba Carmencita, quien ya
tenía catorce años. Rodolfo se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de
su rostro. Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de Carmencita. Eran
notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos, y las anotaciones que
habían escrito sus profesores eran realmente conmovedoras. Felicité al dichoso
papá.
Carmencita ocupaba
toda la alegría de la casa, ocupaba la mente y el corazón de toda su familia,
especialmente el de su papá.
Fue un domingo muy
temprano cuando nos dirigíamos a misa, que Carmencita tropezó con algo, eso creímos
todos, y dio un traspiés. Su papá la agarró de inmediato para que no cayera. Ya
instalados en la iglesia, vimos como Carmencita fue cayendo lentamente sobre el
banco y casi perdió el conocimiento.
La tomamos en
brazos mientras su papá buscaba un taxi para ir al hospital.
Allí permaneció
durante por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía una
grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no parecía ser algo
definitivo, había que practicarla más pruebas para llegar a un diagnóstico
firme.
Los días iban
pasando, Rodolfo renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Carmencita.
Su madre quería hacerlo, pero decidieron que ella trabajara, ya que sus
ingresos eran superiores a los de él.
Una mañana, Rodolfo
se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:
-¿Voy a morir, no es cierto?, ¿Te lo dijeron los doctores?
-No mi amor,…. No vas a morir. Dios que es tan grande, no permitiría que
pierda lo que más amo sobre este mundo. Respondió el padre.
-¿Van a algún lugar?, ¿Pueden ver desde lo alto a su familia?, ¿Sabes
si pueden volver? Preguntaba su hija.
-Bueno hija,…… en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre
eso. Pero si yo muriera no te dejaría sola. Estando en el más allá buscaría la
manera de comunicarme contigo. En última instancia utilizaría el viento para
venir a verte.
-¿Al viento?, y ¿Cómo lo harías?
-No tengo la menor idea hijita. Sólo sé que si algún día muero,
sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa
fresca bese tus mejillas.
Ese mismo día por
la tarde, llamaron a Rodolfo. El asunto era grave. Su hija se estaba muriendo.
Necesitaba un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte
días más.
-¡Un corazón!
-¿Dónde hallar un corazón?
-¡Un corazón!
-¿Dónde, Dios mío!
Ese mismo mes
Carmencita cumpliría sus quince años. Y fue el viernes por la tarde cuando
consiguieron un donante. Una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas
iban a cambiar.
El domingo por la
tarde ya Carmencita estaba operada. Todo salió como los médicos lo habían planeado.
¡Éxito total!
Sin embargo,
Rodolfo todavía no había vuelto por el hospital y Carmencita lo extrañaba
muchísimo. Su mamá la decía que todo estaba muy bien, y que su papito será el
que trabajaría para sostener a la familia.
Carmencita
permaneció en el hospital por quince días más. Los médicos no habían querido
dejarla ir, hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron.
Al llegar a casa se
sentaron en un enorme sofá, y su mamá con los ojos llenos de lágrimas la
entregó una carta de su padre.
“Carmencita, hijita de mi corazón. Al momento de
leer mi carta, ya debes de tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu
pecho. Esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron.
No puedes imaginarte ni remotamente cuanto
lamento no estar a tu lado en este instante.
Cuando supe que ibas a morir, decidí dar
respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez añitos, y a la cual
no respondí.
Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie
jamás haría por su hija….
Te regalo mi vida entera, sin condición alguna,
para que hagas con ella lo que quieras.
¡¡Vive hija mía!!, ¡¡Te amo con todo mi corazón!!
Carmencita lloró
todo el día y toda la noche, y al día siguiente fue al cementerio y se sentó
sobre la tumba de su papá. Lloró como nadie lo ha hecho jamás y susurró:
-Papi,….. ahora puedo comprender cuanto me amabas. Yo también te amaba
y nunca te lo dije. Ahora comprendo la importancia de decir “Te amo”, y te pido
perdón por haber guardado silencio tantas veces.
En ese instante,
las copas de los árboles se movieron suavemente, cayeron algunas hojas y
florecillas, y una suave brisa rozó las mejillas de Carmencita. Alzó la mirada
al cielo, intentó secar las lágrimas de su rostro, se levantó, y emprendió el
regreso a su hogar.
Siempre nos han enseñado a ser
alguien, y si puede ser más que los demás, ¡mejor! Nos han enseñado a ser un macho,
a ser femenina, a ser ingeniero, a ser….., a ser…., a ser…. Desde siempre,
desde pequeñitos.
Siempre nos han enseñado a
compararnos con algún modelo, en los estudios, en el trabajo, en la vida, en la
relación. Por lo tanto, si tenemos que compararnos con alguien, es claro que siempre
hay alguien mejor que nosotros, siempre hay alguien a quien imitar, siempre hay
alguien a quien admirar, siempre hay alguien a quien idolatrar, SIEMPRE
QUEREMOS SER COMO ALGUIEN, PORQUE ESO ES LO QUE NOS HAN ENSEÑADO. Y cuando no
somos como ese alguien somos infelices, tristes, reprimidos.
Nadie nos ha enseñado lo que es el
amor, ese amor que no se extingue y como conseguirlo, nadie nos ha enseñado lo
que es la paz mental y como conseguirla, nadie nos ha enseñado lo que es
felicidad duradera y como conseguirla. Nadie nos ha hablado nunca de la mente,
de su poder, de su capacidad magnética, de su capacidad de atracción. Nadie nos
ha dicho que podemos conseguirlo todo y, claro, como no estamos entrenados nunca
conseguimos nada. Y como no estamos entrenados para conseguir las cosas de
manera fácil, nos pasamos la vida persiguiendo, persiguiendo ideales,
persiguiendo imposibles, persiguiendo deseos. Nos pasamos la vida imitando a
los modelos de vida, sin saber que esos modelos de vida también persiguen a
otros modelos, porque tampoco nadie les ha dicho que ya son perfectos, que no
necesitan “maestros”, ni “guías”, ni “gurús”.
Nadie nos ha dicho que estamos hechos
a imagen y semejanza de Dios, y si nos lo han dicho, no lo hemos entendido
porque lo han hecho con la boca pequeña. Estar hechos a imagen y semejanza de
Dios quiere decir que no necesitamos crear nuestra propia imagen, que no
necesitamos máscaras, que no necesitamos engañar ni fingir, porque ya tenemos
una imagen, nuestra imagen, la de siempre, la imagen de la divinidad porque somos
seres divinos. Estar hechos a imagen y semejanza de Dios quiere decir que no
tenemos que agradar a nadie, que sólo tenemos que amarlos. Estar hechos a
imagen y semejanza de Dios quiere decir que no tenemos que juzgar a nadie, que
sólo tenemos que ayudarlos. Estar hechos a imagen y semejanza de Dios quiere
decir que todos somos hermanos porque todos somos sus hijos.
Está claro que nos han enseñado mal. Pero
nunca es tarde para darse cuenta y después rectificar. Ahora tenemos que
desaprender lo aprendido. Es momento de dejar de perseguir maestros, es momento
de dejar de imitar, es momento de convertirnos en nuestro propio maestro, es
momento de convertirnos en nuestro propio Dios.
Es momento de apreciar y disfrutar de
esa soledad de la que huimos como la peste. Necesitamos gente a nuestro
alrededor, necesitamos a nuestros aduladores y a nuestros adulados, necesitamos
ruido. Sin embargo, lo importante, lo realmente importante, lo hacemos solos.
Nacemos solos, morimos solos, y nuestros sufrimientos y alegrías las sentimos
en la soledad de nuestro cuerpo, aunque podamos explicarlo y compartirlo, nunca
podrán sentirlo. No nos han enseñado que la soledad es uno de nuestros mayores
poderes, de nuestros dones, porque es el camino de acceso a nuestra paz
interior, a nuestra fortaleza interior, es el camino de acceso a nuestra alma.
¿Cómo desaprender lo aprendido?,
¿Cómo encontrar en ti a tu maestro?, ¿Cómo vivir a Dios en tu interior? Solamente
hay una manera: Meditando
En
la Tierra se dan las condiciones necesarias para que todos sus habitantes sean
felices y vivan en la abundancia. Y, entonces, ¿Por qué los seres humanos no
son felices?, ¿Por qué existe la miseria?
El que
los seres humanos no sean felices, sólo es causa de su ignorancia, ignorancia
que es como un velo que le impide conocer su verdadera identidad, su auténtica
naturaleza y sus propias capacidades. La ignorancia limita al ser humano a lo
finito, a la materia, a su cuerpo, y todo lo que desea: el amor, la salud, la
riqueza, etc., lo hace a través de lo que conoce, su finitud.
La razón
de la miseria, no es más que el egoísmo humano, que también es fruto de la
misma ignorancia. La Tierra proporciona los suficientes productos para el
sustento de todos los que la habitan, e incluso con el montaje social, en el
que para todo es necesario el dinero, también se dispone del necesario para
proporcionar vivienda, vestido, salud, enseñanza y alimento a toda la población
humana; pero esos recursos monetarios en vez de ser utilizados para la
preservación de una vida digna, se utilizan para la destrucción de la misma
vida.
¿Cuál
sería la solución? Es fácil, el abandono de la ignorancia y la recuperación del
conocimiento de lo que el ser humano es, la recuperación de la divinidad, la
recuperación de la comunión con Dios. Quien se acerca a Dios, ya no siente que
los que le rodean sean diferentes a él.
El ser
humano común es como una marioneta, movido por los hilos de sus deseos, de sus
creencias, de sus hábitos, de sus emociones, de sus pasiones; y todos esos
hilos le hacen moverse al capricho de esas tendencias. ¡Pobre ser humano! que
vive en la ignorancia, manteniendo prisionera a su alma, inmóvil por tantas
ataduras, amordazada por la coraza de la que se ha provisto el corazón para no
ver el sufrimiento ajeno. Este hombre común limita sus intereses a sí mismo y a
las cosas materiales que le rodean.
Se han
de romper las ataduras para acercarse y encontrar a Dios, ya que el ser humano
que encuentra a Dios se identifica con el mundo entero. Dios ha conferido a
todos los seres el poder para romper esas ataduras. Pero para usar ese poder se
ha de utilizar la voluntad, (otro bien escaso en la generalidad humana), para
trabajar en la expansión de la conciencia, y pasar así de la finitud de la
materia a la infinidad del Universo, a la infinidad de Dios.
Meditación,
oración y/o silencio, son las herramientas que permiten al ser humano la
expansión de su conciencia y acceder a la llave que abra la coraza de su
corazón, para penetrar en él y en el de todas las criaturas.
El ser
humano es infinito, no tiene limitaciones. Las limitaciones que cree tener sólo
son ilusiones, como su misma vida, un sueño. Sólo ha de despertar y a partir de
ahí, el ser humano se torna libre, es ser humano es feliz.
El poder de la
palabra es uno de los grandes dones que Dios le dio al ser humano. Mediante el
sonido y la palabra expresamos el estado de nuestra conciencia, y dejamos salir
a la luz aquello que hasta el momento permanece oculto en nuestro pensamiento.
El propósito del lenguaje es revestir el pensamiento, es darle forma y
ponerlo a disposición de los demás, ya que cuando hablamos, evocamos un
pensamiento y le damos vida, haciendo audible lo que está oculto dentro de
nosotros. La palabra es reveladora, y esa palabra puede ser correcta, y crear así
una forma que encierre un propósito benéfico, o incorrecta y crear una forma
que tenga un objetivo maligno.
Sin darnos cuenta, hablamos incesante e irresponsablemente día tras día,
hora tras hora, empleamos palabras y más palabras, multiplicamos sonidos, y nos
rodeamos de mundos de formas sonoras creadas por nosotros mismos. ¡Qué bueno
sería aplicar el dicho!: “Antes de hablar hay que pensar”. Así, después de
pensar, podremos seleccionar las correctas palabras que expresen el correcto
pensamiento. De ese modo nuestras palabras no llevarán la discordia, sino que serán
razón para la unión, ya que la palabra incorrecta separa.
Hablar, hablar, hablar, hablar porque si, hablar sin ton ni son, en vez
de hablar para emplear la palabra con fines constructivos, o para expresar la
fuerza del amor al mundo. Hay que aprender a callar, hay que aprender a
permanecer silencioso y a no perder tiempo en quejas inútiles, aunque para
callar, es imprescindible ver lo divino en todo, así, no se piensa mal, y por
lo tanto no se critica.
Hay que vivir en silencio y no intervenir en los asuntos de los demás,
hay que vivir en silencio y no revelar lo que no concierne. Hay que entender al
prójimo como si de uno mismo se tratara, de esa manera la vida, el pensamiento
y, si es necesaria, la palabra, estarán llenas de comprensión y amor.
Es posible que se conozcan las debilidades del hermano, y rápidamente se
critique, pero sólo es señal de imperfección, de inmadurez y de falta de amor.
Se critica solamente si no se ama. Hay que aprender a amar y ese amor arrojará
una nueva luz sobre lo que se percibe, es la manera de aprender a sentir, de
aprender a comprender, de aprender a respetar, de aprender a valorar el
silencio.
La palabra que critica es como un veneno virulento. Se critican los defectos
que arrastra uno mismo. No vale decir que es el reconocimiento de un hecho,
porque tal reconocimiento, si sirve para corregir, ha de ser realizado con
amor, no con lengua viperina. Incluso en el mismo caso del reconocimiento de un
hecho, no se está en posesión de toda la verdad, no se conocen los problemas
como realmente son, se desconocen las causas de los otros que les hacen
reaccionar de una u otra manera.
Desde el pasado mes de Marzo está funcionando el proyecto
“Shikoba, Centro gratuito de sanación y crecimiento interior”.
Desde entonces hemos realizado 214 terapias de sanación, 25
charlas y conferencias sobre crecimiento interior, dos intensivos de meditación
en fin de semana, y meditaciones dos veces por semana. Todo de forma totalmente
gratuita, para ayudar a las personas en su despertar y su camino de evolución
interior, colaborando en la sanación de su cuerpo y de su alma.
El Centro ya cuenta con tres terapeutas que ofrecen sus
terapias de manera altruista, como un servicio en su propio crecimiento. Y hay
más a la espera de poder colaborar, pero ya no tenemos espacio, ya que todas
las actividades se están realizando ennuestro domicilio: Utilizamos el salón para realizar el yoga, las
conferencias y las meditaciones; y dos dormitorios para realizar las terapias.
El Centro se está financiando con nuestros ahorros, con clases
de yoga, (que es lo único que se cobra, aunque mucho más económico que los
Centro de yoga al uso), con las pequeñas donaciones que recibe de algunas de las
personas que reciben las terapias, y con otras pequeñas cantidades, que son
recibidas como el maná del cielo, de algunas donaciones recibidas desde España
y doce socios, también de España.
La demanda de terapias es muy grande, la lista de espera está
sobre los diez días, y la asistencia a las charlas, conferencias y
meditaciones, ha sobrepasado nuestra capacidad de espacio, ya que en las
últimas meditaciones está asistiendo una media de 30 personas, y creciendo.
Por todo esto, hemos decidido dejar el salón de casa y buscar
un lugar más acorde para realizar todas las actividades. Estamos visitando
locales, y estamos en negociación con los propietarios de uno de ellos, pero
son necesarias la realización de algunas obras de adecuación, y nosotros solos
no llegamos. Necesitamos ayuda, para cubrir un presupuesto de 40.000 soles, que
al cambio suponen unos 11.500 euros o 16.000 dólares.
¡Es mucha la necesidad de ayuda!, y nos involucramos en todo
lo que podemos, ya que además de las actividades del Centro, estamos realizando
voluntariado activo en un hogar de niños abandonados, y colaborando en
necesidades puntuales que se presentan en familias que no pueden hacer frente a
necesidades de sus hijos, necesidades que para ellos son extraordinarias, como
puede ser la atención hospitalaria, compra de gafas para niños con problemas de
visión y un sinfín de cosas más, que hay que vivir en primera persona en este país,
para poder llegar a entenderlas. Aquí el problema no son los recortes sociales,
no se puede recortar nada, porque nada tienen.
Solo quiero recordaros “que es dando que se recibe”. Y aunque
parece una frase hecha, no lo es, es real. La tercera Ley
del Alma, que rige toda la actividad del alma, es la Ley del Servicio.
La Ley del
Servicio no puede ser evadida. Eludirla trae el consiguiente castigo, si se
hace conscientemente. La capacidad de servir marca una definida etapa de
progreso en la evolución y, hasta no llegar a esa etapa, no puede prestarse un
servicio espontáneo brindado con amor y guiado por la sabiduría. Hasta
ese momento lo único que habrá serán buenas intenciones, buenas palabras y
apoyo moral.
Hoy el mundo
está llegando firmemente a comprender que “ningún ser humano vive para sí
mismo” y que sólo cuando el amor, sobre el cual se ha escrito y hablado tanto,
se exterioriza como servicio, el ser humano puede estar a la altura de su
capacidad innata.
No es fácil
servir. El servicio generalmente se interpreta como algo muy deseable, pero
raras veces se comprende cuán difícil es servir. Implica sacrificar tiempo,
todo aquello que nos interesa y las propias ideas; requiere un trabajo
excesivamente arduo, porque necesita un esfuerzo deliberado, sabiduría
consciente y habilidad para trabajar sin apego. Estas cualidades no las logra
fácilmente el ser humano común, las logra aquel que ha conseguido despertar y sube con paso firme los
peldaños de su evolución.
Si sientes la necesidad de servir, te estamos esperando.
Puedes hacerlo colaborando de manera puntual o haciéndote socio aportando una
cantidad mensual.
La
humanidad actual necesita de mucha ayuda para despertar y cambiar su vibración,
y poder así despegarse del cuerpo y acercarse al alma, para aprender a Amar,
para servir a sus hermanos, para acercarse a Dios.
Para
ofrecer esa ayuda son necesarias cuantas más personas mejor, y colaborar así, siguiendo
el Plan Divino, en la sanación de los cuerpos y el despertar de los egos, que
es la llave que abrirá la coraza de los corazones, corazones que son los
instrumentos y mensajeros del alma, y vehículo de transporte hacia la divinidad;
divinidad que es la misma en todos los habitantes del planeta.
Terapeutas
o no, todos somos importantes en esta tarea, todos somos a la vez alumnos y
enseñantes, terapeutas y pacientes, ya que cada persona necesita algo diferente
a las demás, algo consustancial con su momento y su nivel de crecimiento y
evolución.
Pero todos, sobre todo los que están un poco
en contacto con su corazón, han de realizar esta sagrada tarea con amor, con
compasión, con misericordia, con dulzura. No puede alguien que se hace llamar
terapeuta, sanar y arreglar con una mano, y enfermar y desarreglar con la otra.
No es lícito que un terapeuta que se dedica a colaborar en la sanación de otros,
provoque con su comportamiento desarreglos emocionales en otras personas, que
curiosamente suelen ser los que se encuentran más próximos.
Eso
sólo es un signo de inmadurez, y no son conscientes de que el Karma liberado
por la sanación, queda disminuido o minimizado ante el Karma generado por su
comportamiento.
Es
necesario que un terapeuta de la Era de Acuario sea ejemplo de vida para sus
pacientes, para sus amigos, para su familia, para todos los que le rodean, en
su caminar por la vida. La meditación y el trabajo interior, han de ser las
primeras actividades que cada terapeuta debe realizar en su día. Antes de
intentar colaborar en cualquier sanación, ha de trabajar en la suya propia.
Tampoco
es lícito para un terapeuta “pasar por lo que no se es”, y hacer creer a los
demás en títulos que no se ostentan o en cualidades que no se tienen. Vivo en
un país hermoso, con gentes maravillosas, pero con problema de “titulitis”,
aquí es más importante el titulo que la persona, hasta el extremo de llamar a
las personas por su titulo antes que por su nombre. Esto puede llamar a engaño,
sobre todo si el terapeuta no deshace el malentendido y explica que sólo es un
terapeuta. No puede, ni debe un terapeuta arrogarse un título indebido, como
por ejemplo hacerse llamar “doctor” cuando su especialidad son los masajes.
También
nos encontramos, en todo el mundo, con la costumbre de llamar “maestro” a
alguien que sólo dirige una meditación, o da una charla sobre cualquier tema
“espiritual”. Un Maestro es alguien que ha alcanzado la realización. No hay
muchos encarnados, y casi nadie de los que transitamos por la vida podemos
calificarnos con el título de maestro, y no sólo eso, sino que ni tan siquiera
debemos permitir que nos nombren como tal, ya que “quien calla otorga”.
Ser
terapeuta o sanador comporta mucha más responsabilidad de la que muchos puedan
creer. La actitud de un terapeuta ha de ser recta, clara y honesta en todas las
facetas de la vida. Ha de ser ejemplo de vida, ha de ser amoroso y respetuoso
con todos.
Esta
entrada es una especie de actualización pública de mis creencias. Aunque queda
mejor decir, de parte de mis creencias espirituales, y sobre todo las
relacionadas con la sanación.
Recuerdo
cuando realicé el curso de terapeuta y maestro Reiki, que aprendí que las dos
reglas principales del Reiki son:
-La terapia deber ser solicitada por el paciente.
-Siempre debe existir una contraprestación.
Y así lo
enseñé yo a lo largo de los años, ya que la razón de esas dos reglas, me
parecían, en cierta manera, lógicas.
La
primera basaba su razón en que si el paciente no solicitaba la terapia, es que,
posiblemente no la necesitara, y debía seguir con la enfermedad por alguna
razón, que ni él, conscientemente, conocía.
La razón
de la segunda, es que existía un trabajo, una entrega de energía, un curso que
avalaba la terapia, el cual había tenido un coste, y posiblemente alguna razón
más, que ahora no recuerdo. Todo ello daba como resultado que se debía abonar
algo por la terapia, aunque fuera poco, y por los cursos que se realizaban, porque
debía existir un intercambio de energía, por un lado la monetaria, y por el
otro la sanadora.
Además
del Reiki, he realizado cursos de otras técnicas de sanación, y en algunas
otras, no sólo avalaban dichas teorías, sino que llegaban más lejos, hacían
firmar un documento de confidencialidad, para que no se comentara nada de lo
aprendido, si no era dentro de un curso de formación, con precios ya
establecidos y enormemente costosos. (Confidencialidad que sigo respetando por
creencias kármicas).
Pero yo
ya no lo enseño así, y tampoco lo práctico. Prueba de ello, es que hemos puesto
en marcha un Centro de Sanación y Crecimiento Interior, completamente gratuito;
y si en la realización de la sanación, se comprueba la capacidad del paciente para
ser sanador, le ofrecemos la posibilidad de realizar un curso de iniciación de
Reiki, también completamente gratis.
En el
caso de la solicitud de la terapia por el paciente, tampoco lo tenemos en
cuenta. Si encontramos a una persona con un problema, aunque no lo solicite, en
nuestras meditaciones le hacemos sanación a distancia. Es muy posible que nunca
sepamos si esa o esas terapias le han servido para sanar su enfermedad, o para
aliviar su estrés o su dolor, o para sanar cualquier aspecto de su vida, pero
no nos importa, nos sentimos felices tratando de ayudar, porque si.
Una
buena manera de liberarse del Karma es la sanación, pero la sanación
desinteresada, ayuda a liberar mayor cantidad de Karma. Recuerda que se deja de
generar Karma cuando todo lo que se hace es porque si, es por amor, sin ningún
deseo, salvo el de que la persona sea feliz. Al Centro de Sanación, están llegando
terapeutas a ofrecer sus servicios, lógicamente de manera gratuita, durante un
día a la semana, o una mañana, o una tarde, según sus disponibilidades. Eso nos hace felices.
En nuestra
evolución, vamos a llegar, porque esa es la meta, a conocer y a sentir el Amor.
Sentir y Amar a todos como hermanos, lleva al servicio, y el servicio
incrementa la energía del Amor. Entonces el ser humano da y recibe, porque el
Universo le responde y las riquezas materiales y espirituales llegan a él hasta
la saciedad, cuando ya no pide nada para sí.
Servir
es una manifestación de la vida, es un anhelo y un impulso evolutivo del alma.
Mientras el “deseo” es la característica sobresaliente de la naturaleza
inferior, el “servicio” es la característica sobresaliente del alma.
Por eso,
a pesar de lo que digan las teorías de distintas filosofías, hay que ayudar a
todos, sin distinción, porque son Luz, porque son un alma, como tú.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo de la ignorancia,
rasgando el velo de la incomprensión, rasgando el velo del miedo, y se aposente
en el espacio sagrado de los corazones, que es el lugar donde están grabados
los recuerdos de todas las vidas que nos hemos permitido vivir, el lugar donde
se encuentra el verdadero propósito del viaje a la materia, el lugar donde se
guarda el archivo de nuestra verdadera filiación, el lugar donde se encuentra
todo aquello que en nuestro desatino buscamos desaforadamente en el exterior, allí
donde no se encuentra; lugar que de manera inconsciente, y con la inestimable
ayuda de nuestros padres y educadores, hemos cerrado a cal a canto, para hacer oídos
sordos al sufrimiento ajeno, y satisfacer así, sin remordimiento, los caprichos
del ego.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo de la ambición,
rasgando el velo de los deseos, rasgando el velo de las preocupaciones, y se
aposente en las mentes de los hombres, que es cuna del dolor, de la tristeza y
del sufrimiento, para que se adormezcan los pensamientos que separan al ser
humano de su propia esencia, que es
Amor, que es Paz, que es Alegría.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo del poder, rasgando el
velo de la ambición, y se deposite en los despachos de aquellos que rigen los
destinos de la humanidad, para que comprendan de una vez y para siempre, que su
misión es el servicio y el reparto equitativo de la riqueza entre todos los
habitantes del planeta, no solamente entre sus amigos o entre los que más
tienen, y que su trabajo, por el cual rendirá cuentas al otro lado de la vida,
no estará completado mientras una sola persona viva en la pobreza.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, rasgando el velo de pobreza, rasgando el
velo de la humillación, rasgando el velo de la discriminación, y se deposite en
el alma de aquellos que malviven la miseria y sienten en ellos la injusticia,
para que se empapen de la energía del Amor y reciban la fortaleza necesaria
para sobrellevar con dignidad una vida injusta a todas luces.
Quiero
gritar y que mi voz traspase el mundo, llegando a ti que paseas tu mirada por
estas líneas, y que mi grito se deposite en tu corazón, y ablande la dureza que
pueda habitar en él, para que trates a todos como a tus hermanos del alma, para
que sientas tu conexión con ellos, para que sientas tu conexión con todo, para
que sientas que eres una parte fundamental, una parte única del Universo. Para
que cambies hacia la justicia y el reparto equitativo, y empiece así a cambiar
tu mundo con tu cambio.
Y
después del grito el silencio, y con el silencio el sueño. He soñado que un
mundo mejor es posible. Un mundo más equitativo, un mundo en el que no importe
ni el lugar de nacimiento, ni la raza, ni las creencias, ni el sexo. Un mundo
en el que todos sus habitantes tengan las mismas oportunidades de acceso a las
riquezas del planeta, a la educación, a la sanidad. Un mundo en el que todos
sintamos alegría por ver la felicidad de otro ser humano, un mundo en el que
sintamos a nuestro prójimo como nuestro hermano. He soñado con un mundo lleno
de Amor.
He soñado
contigo, que no sólo sientes la humedad en tus ojos ante el sufrimiento de un
niño o la soledad de un anciano, sino que te rebelas ante la injusticia, ante
la discriminación del tipo que sea, ante la pobreza. He soñado contigo, y he
visto como trasmutabas tu rabia en compasión, y tu compasión en ayuda, porque
sabes que la compasión por sí sola no resuelve problemas, que es tu entrega la
que alivia el sufrimiento.
Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo
Albert
Einstein.
Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo.
Mahatma Gandhi
¿Cuántas
veces nos hemos encontrado con personas, si no tú mismo/a, tristes, llorosas,
compungidas, que cargan sobre sus espaldas, como una losa pesada, una relación
que les hace la vida infeliz?, y a pesar de todo, esas personas siguen paseando
su pesada losa, día tras día, sin ser conscientes de que con un ligero cambio,
pueden aligerar su peso y cambiar el ritmo de su vida de manera radical,
dejando a un lado su perenne infelicidad, su sensación de vacío, de tristeza y
de impotencia, y acercarse a una vida digna, mucho más serena, alegre y feliz.
No
importa el tipo de relación que sea, pareja, padres, hijos, hermanos, amigos, vecinos,
compañeros de trabajo, no importa. Como decía Gandhi, cambia tú para cambiar tu
entorno. Como decía Einstein, para conseguir resultados distintos hay que
cambiar algo.
Pero no
se trata de cambiar sin más, ya que ese cambio sin rumbo podría conducir a situaciones
aun más desagradable, el cambio ha de tener un objetivo, y ese objetivo no
puede ser otro que el Amor. Ya que si existen situaciones desagradables, es
seguro que el Amor brilla por su ausencia, ya que ante el Amor no puede existir
ninguna situación desagradable. El fin del Amor es la felicidad del otro, por
lo que ante el Amor no puede existir ninguna losa que aplaste a uno en detrimento
del otro.
Alguien,
alguno de esos/as maltratadores/as emocionales anónimos/as, que, además, casi siempre
actúan en privado, pueden alegar que por supuesto que aman a su pareja, a su padre,
a su hija, etc., y que todo lo hacen por su bien, para que aprenda, para que no
haga el ridículo, para que conozca el valor del dinero, para que sea alguien el
día de mañana, para que…… etc., etc., etc. Eso no es Amor, y ni tan siquiera un
sucedáneo, eso sólo es una prueba de inmadurez total, de inferioridad, de
orgullo, de envidia, eso es cualquier cosa menos Amor.
El
cambio del maltratado ha de ser hacia el Amor, y actuar bajo esa perspectiva,
procurando la felicidad del otro, no juzgando sus palabras ni sus acciones, de
la misma manera que no se juzga ni se critica a un bebé, sólo se le atiende lo
mejor posible, es decir, se actúa para su felicidad haga lo que haga. Responder
al ataque, guardar rencor o ira, desear lo peor, es ponerse a su altura, es ser
otro bebé.
Todo
esto, sin jugarse la vida, hay bebés enfermos y muy peligrosos. Ante estos
también es imprescindible un cambio, pero además de Amar, es posible que sea
necesario un alejamiento.
Pero
esos casos son los menos, son escasísimos. Son más los casos en los que la
moneda de cambio es el reproche, el silencio, el desprecio. Pero no hay ningún
reproche, ningún silencio, ningún desprecio, que no pueda ser curado con un
poco de Amor. Es muy posible que lo que estén pidiendo a gritos con su maltrato
sea un poco de Amor.
Si
cargas con una pesada losa, ¡cambia!, y observa que sucede.