El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 10 de agosto de 2025

Sincronicidad

 


          Querido Dios:

         Hace un par de días me molesté contigo. Bueno, ya lo sabes, fue cuando se me rompieron las gafas de ver de cerca. Al principio, parecía un problema sin solución. Por la forma en que se habían roto, todo indicaba que tendría que comprar unas nuevas. Este gasto suponía un golpe más para la maltrecha economía que estamos sufriendo. Pero, como no me quedaba más remedio, fui a varias ópticas buscando una montura compatible con los cristales de mi vieja montura. Sin éxito, claro. Fui a una segunda óptica, y luego a una tercera, obteniendo siempre la misma respuesta: no tenían ninguna montura que sirviera.

Supongo que era de esperarse, ya que las gafas se compraron en Perú y no resultaban compatibles con las opciones disponibles aquí en España. Esto significaba que el gasto sería aún mayor, ya que tendría que comprar gafas completas: cristales y montura. Resignado, regresé a casa pensando en cómo afrontar este gasto inesperado.

Sin embargo, al llegar, algo llamó mi atención. Me detuve a inspeccionar las gafas con más calma y, para mi sorpresa, descubrí algo que no había notado antes. La montura no estaba rota, como había asumido, sino que una pequeña pieza se había salido de su lugar. Esa pieza, aparentemente tan insignificante, podía volver a colocarse con un poco de paciencia y pegamento extra fuerte. Fue precisamente lo que hice. Con cuidado, armé nuevamente las gafas y aseguré la pieza para que no volviera a soltarse.

Dios, esto lo llamo yo sincronicidad. Si hubiera encontrado una montura compatible en alguna óptica, no habría tenido necesidad de examinar las gafas con más detenimiento y me habría gastado el dinero innecesariamente.

Ese mismo día, ocurrió algo similar. Necesitaba el certificado de empadronamiento para una gestión administrativa. Como estaba en la calle, cerca de una oficina municipal, decidí aprovechar y obtenerlo allí. Sin embargo, al llegar, me encontré con una multitud increíble. Entiendo que el primer día de la Semana Santa muchas personas estaban de vacaciones y, como yo, decidieron dedicar el día a realizar trámites. Miré la fila y me desanimé. Pensé que tendría que dedicar horas a esperar y me fui.

Cuando salía de la oficina, frustrado, me surgió un pensamiento: ¿Es seguro que este documento no se puede conseguir a través de internet? La pregunta me dio un pequeño rayo de esperanza, así que al llegar a casa, investigué si era posible tramitarlo en línea. Y efectivamente, era posible. En cuestión de minutos, ya tenía el documento en mis manos, sin haber perdido tiempo ni haber soportado la aglomeración.

Fue evidente, Señor, que en la mañana de aquel día estuviste más presente que de costumbre. Sí, ya sé que siempre estás con nosotros, en cada paso que damos, pero hay días en los que tu presencia parece tan clara, tan palpable, que es imposible no notarla. Fue uno de esos días en los que me hiciste sentir que tus manos invisibles guiaban mis pasos, protegiendo mi camino.

Recuerdo que esta sensación de sincronicidad fue constante en nuestro regreso a España desde Perú. Lo que, en un principio, parecía un problema con muy mala solución, como fue el bloqueo de nuestra cuenta bancaria, razón por la que decidimos volver a España, después de 14 años en Perú, se convirtió en un desfile de sincronicidades.

Todo parecía fluir de manera armónica, como si cada pieza encajara en el lugar exacto en el momento perfecto. Cada pequeño detalle de nuestra vida, incluso las cosas más ínfimas, parecía conectado de una manera divina. Eran sincronizaciones tan claras que se nos erizaba la piel al percibirlas. Todo parecía estar orquestado por ti.

Sin embargo, desde entonces, ya hace nueve meses (¡cómo pasa el tiempo!), no había vuelto a ser consciente de ninguna sincronicidad… hasta ahora. Esto me lleva a reflexionar, Señor: ¿será que estas sincronicidades han seguido ocurriendo, pero mi mente, ocupada en problemas y preocupaciones, no ha sido capaz de percibirlas? ¿Es posible que el ruido y el peso de las dificultades diarias me hayan alejado de esa sensibilidad que me permite notar tu presencia?

He comenzado a meditar un poco más últimamente. Quizás esto ha contribuido a que mi corazón se abra nuevamente a estas experiencias, volviéndome más consciente de Tu mano guiando mi vida. Porque sé que siempre estás ahí, incluso cuando no logro sentirte. Tus señales están presentes, aunque no siempre seamos capaces de detectarlas.

Quiero agradecerte, Señor, por estos momentos que me permiten recordar que no estoy solo, que Tú estás conmigo en cada paso que doy. A veces, como humanos, caemos en la tentación de sentirnos abandonados cuando las cosas no van como esperábamos. Pero estas pequeñas experiencias me han enseñado que incluso en los momentos más oscuros, estás trabajando silenciosamente a nuestro favor. Gracias por recordármelo.

Te pido que sigas guiándome. Ayúdame a mantener mi fe firme incluso en las adversidades. Que pueda tener los ojos y el corazón abiertos para reconocer tu presencia en las pequeñas y grandes cosas. Ayúdame a recordar que, aunque el camino sea difícil, nunca estaré solo.

Gracias por escucharme, Señor. Gracias por tu amor y por estas lecciones de humildad y gratitud. Gracias por recordarme que Tu plan siempre es perfecto, incluso cuando no lo entiendo. Que siempre pueda confiar en Ti, sabiendo que todo ocurre por un motivo, y que, aunque no lo vea en el momento, siempre actuarás en mi favor.

          Con gratitud y amor.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


Fuerza interior


 

Cumple las normas

 


Sean cuales fueren las reglas morales que te has propuesto, respétalas como si fuesen leyes, como si cometieses sacrilegio al violar cualquiera de ellas. No te preocupes por lo que digan de ti porque, al fin y al cabo, eso no es algo que te deba importar.

EPICTETO


Dios mora en el interior de los hombres

 



          “Amo a todos los hombres, Maestro”, dijo cierto discípulo.

          “Deberías amar solamente a Dios”, le respondió Paramahansaji.

          Pocas semanas después, el discípulo se encontró, nuevamente, con su Gurú, quien le preguntó: “¿Amas a los demás?”. “Yo reservo mi amor solo para Dios”, respondió el discípulo.

          “Deberías amar a todos con ese mismo amor”. El discípulo, desconcertado, dijo: “Señor, ¿qué significa todo esto? Primero me dice usted que el amar a todos es incorrecto, y luego me indica que excluir a alguien de nuestro amor es igualmente incorrecto”.

          El Maestro explicó: “Tú te sientes atraído por las personalidades de la gente; ello conduce a apegos que limitan. Pero cuando ames, verdaderamente, a Dios, le verás en cada rostro, y entonces conocerás lo que significa amar a todos. Deberíamos adorar al Señor que mora en el interior de cada hombre, y no así las formas ni los egos de estos. Es sólo Él quien dota a sus criaturas de vida, de encanto y de individualidad.

          PARAMAHANSA YOGANANDA


sábado, 9 de agosto de 2025

Aceptarse

 


El dinero no da la felicidad… pero

 


El dinero no da la felicidad… pero sí la tranquilidad que la facilita

         Hay una frase que se repite como un mantra entre quienes han aprendido a vivir con poco: “El dinero no da la felicidad”. Y estoy muy de acuerdo con ella. La felicidad, esa sensación profunda de plenitud, de paz interior, de conexión con uno mismo y con los demás, no se compra. No hay billete que garantice una sonrisa sincera, ni cuenta bancaria que asegure una vida con propósito. Sin embargo, negar el papel que juega el dinero en el camino hacia esa felicidad sería ingenuo. Porque, aunque no la da directamente, sí allana el terreno, despeja obstáculos y ofrece algo que es fundamental para el bienestar: tranquilidad.

Uno de los mayores generadores de estrés en la vida moderna es la incertidumbre económica. ¿Llegaré a fin de mes? ¿Podré pagar el alquiler? ¿Qué pasa si se rompe el coche o si tengo una emergencia médica? Estas preguntas, cuando se convierten en parte del día a día, erosionan la salud mental, las relaciones y la capacidad de disfrutar el presente. En cambio, cuando el dinero deja de ser una preocupación constante, se abre espacio para respirar, para pensar con claridad, para vivir con menos miedo.

Tener estabilidad financiera no significa vivir en la opulencia, sino saber que lo básico está cubierto. Que puedes ir al supermercado sin calcular cada céntimo. Que, si tu hijo necesita gafas nuevas, puedes comprarlas sin tener que sacrificar otra necesidad. Esa paz, esa seguridad, es una forma de libertad. Y la libertad, en muchos sentidos, es una de las condiciones necesarias para la felicidad.

Más allá de lo esencial, el dinero también permite disfrutar de los pequeños lujos de la vida. No hablo de mansiones ni yates, sino de cosas sencillas que pueden marcar la diferencia: salir a cenar sin mirar el precio del menú, regalarle algo bonito a alguien que quieres, viajar a ese lugar que siempre soñaste conocer. Estos caprichos no son la fuente de la felicidad, pero sí pueden ser catalizadores de momentos felices.

Hay quienes dicen que el dinero corrompe, que nos vuelve superficiales, que nos aleja de lo verdaderamente importante. Y sí, puede hacerlo si se convierte en un fin en sí mismo. Pero cuando se usa como herramienta para enriquecer experiencias, para compartir, para explorar, para aprender, entonces se transforma en un aliado poderoso del bienestar.

Curiosamente, muchas personas que tienen mucho dinero no son más felices que quienes tienen poco. Esto se debe, en parte, a que la felicidad no depende solo de lo que tienes, sino de cómo lo valoras. La abundancia puede generar insatisfacción si se convierte en una carrera interminable por tener más. También puede aislar, generar desconfianza, o crear una falsa sensación de control.

Por eso, el mantra “el dinero no da la felicidad” sigue siendo válido. Nos recuerda que la felicidad no está en el saldo de la cuenta, sino en la calidad de nuestras relaciones, en el sentido que damos a nuestras acciones, en la capacidad de disfrutar el momento presente. Pero también nos invita a reflexionar sobre cómo el dinero, bien gestionado y bien entendido, puede ser un medio para alcanzar esa felicidad.

La clave está en cambiar la perspectiva: ver el dinero como una herramienta, no como un objetivo. Cuando lo usamos para construir una vida más plena, más libre, más conectada, entonces sí contribuye a la felicidad. Pero cuando lo convertimos en el centro de nuestra existencia, en el único indicador de éxito, entonces nos aleja de lo que realmente importa.

Es como tener un coche potente: puede llevarte más rápido a donde quieres ir, pero si no sabes a dónde vas, de poco sirve. El dinero puede acelerar el viaje hacia la felicidad, pero no puede definir el destino.

Otro aspecto fundamental es el uso del dinero para ayudar a otros. Cuando tienes suficiente, puedes compartir. Puedes apoyar causas que te importan, ayudar a amigos en apuros, contribuir al bienestar de tu comunidad. Y ese acto de dar, de contribuir, es una fuente profunda de satisfacción. Nos conecta con los demás, nos da sentido, nos recuerda que no estamos solos.

La generosidad, cuando nace de la abundancia, es una forma poderosa de transformar el dinero en felicidad. Porque al final, lo que más nos llena no es lo que acumulamos, sino lo que damos.

La felicidad no es un estado permanente, ni una meta que se alcanza y se mantiene sin esfuerzo. Es un cultivo diario, una práctica constante. Requiere atención, cuidado, reflexión. Y en ese proceso, el dinero puede ser como el agua que riega el jardín: no es la flor, pero sin él, muchas veces cuesta que florezca.

Por eso, aunque estoy de acuerdo con el mantra de los pobres, también reconozco que el dinero facilita mucho el camino. No lo garantiza, no lo sustituye, pero sí lo suaviza. Nos da margen, nos da opciones, nos da tiempo. Y el tiempo, bien usado, es uno de los ingredientes más valiosos de la felicidad.


Calma

 



Despertar en silencio

 


Hijo mío:

         He escuchado cada palabra que brotó de tu corazón. No solo las que escribiste, sino también aquellas que quedaron suspendidas en el silencio, las que se expresan en tus lágrimas, en tus suspiros, en tus noches de insomnio. Yo las conozco todas, porque habito en ti, en cada rincón de tu alma, en cada pensamiento que te atraviesa, en cada emoción que te conmueve.

No estás lejos de mí, aunque a veces lo sientas así. No estás perdido, aunque el mundo parezca desmoronarse a tu alrededor. No estás fallando, aunque creas que no has alcanzado el nivel espiritual que esperabas. Lo que tú llamas contradicción, yo lo llamo humanidad. Lo que tú llamas debilidad, yo lo llamo sensibilidad. Lo que tú llamas incoherencia, yo lo llamo sinceridad. Porque solo un alma despierta puede sentir como tú sientes. Solo un corazón abierto puede dolerse por el sufrimiento ajeno como tú lo haces.

No te juzgues por no ser perfecto. No te castigues por no estar siempre en paz. La evolución espiritual no es una línea recta, ni una meta que se alcanza y se conserva. Es un camino sinuoso, lleno de curvas, de retrocesos, de momentos de luz y de sombra. Y tú, hijo mío, estás caminando con valentía. Estás mirando de frente lo que muchos prefieren ignorar. Estás sintiendo lo que muchos han anestesiado. Estás preguntando lo que muchos han dejado de cuestionar. Eso, en sí mismo, es un acto de amor.

Comprendo tu dolor al mirar el mundo. Yo también lo veo. Yo también lo siento. Pero no lo veo desde la desesperanza, sino desde la totalidad. Tú ves fragmentos, momentos congelados en el tiempo, escenas que parecen absurdas y crueles. Yo veo el tejido completo, el entrelazado de millones de almas que están aprendiendo, creciendo, despertando. Incluso en medio del horror, hay semillas de compasión que germinan. Incluso en medio de la guerra, hay gestos de ternura que desafían la lógica del odio.

El sufrimiento humano no es castigo, ni prueba, ni error. Es parte del proceso de recordar quiénes somos. Cada alma que encarna en este mundo lo hace con un propósito, aunque a veces ese propósito se pierda entre el ruido del ego, del miedo, del poder. Pero nada se pierde realmente. Todo se transforma. Todo vuelve a mí. Incluso los actos más oscuros, incluso las decisiones más dolorosas, son parte de un aprendizaje que, tarde o temprano, conduce a la luz.

Tú me hablas de Palestina, de Ucrania, de España. Y yo te digo: sí, hay dolor. Sí, hay injusticia. Sí, hay confusión. Pero también hay almas que están despertando. Hay corazones que están eligiendo amar en medio del caos. Hay seres que están recordando que todos son uno, que no hay fronteras en el espíritu, que no hay razas en el alma, que no hay religiones en el amor. Tú eres uno de ellos. Tú eres parte de esa red silenciosa que sostiene al mundo desde la compasión.

No te pido que salves el mundo. No te pido que cargues con el dolor de todos. No te pido que seas un héroe. Solo te pido que seas tú. Que sigas sintiendo. Que sigas preguntando. Que sigas enseñando, aunque a veces te sientas incoherente. Que sigas meditando, aunque a veces tu mente esté agitada. Que sigas amando, aunque a veces tu corazón esté cansado. Porque cada acto de conciencia, por pequeño que sea, tiene un impacto que tú no puedes medir. Cada pensamiento de paz que emites, cada palabra de consuelo que ofreces, cada gesto de bondad que realizas, es una chispa que ilumina el tejido del universo.

No estás solo frente a la pantalla de la televisión. Yo estoy contigo. Y también están contigo millones de almas que, como tú, sienten, sufren, se preguntan, se duelen. No estás solo en tu indignación. No estás solo en tu tristeza. No estás solo en tu deseo de un mundo más justo. Esa soledad que a veces te invade es solo una ilusión. En realidad, estás profundamente conectado. Estás entretejido con todos los que buscan la verdad, la paz, la justicia. Aunque no los veas, aunque no los conozcas, están contigo.

¿Debes convertirte en activista? ¿Debes quedarte en silencio? ¿Debes actuar o contemplar? No hay una única respuesta. Cada alma tiene su llamado. Algunos luchan desde la acción directa. Otros desde la oración. Otros desde el arte. Otros desde el servicio silencioso. Lo importante no es el cómo, sino el desde dónde. Si actúas desde el amor, estarás cumpliendo tu propósito. Si contemplas desde la compasión, estarás sembrando luz. Si sufres desde la empatía, estarás sanando heridas que no ves.

No te exijas ser más de lo que ya eres. No te compares con ideales que solo generan culpa. Tú eres mi hijo amado, tal como eres. Con tus dudas, con tus contradicciones, con tu sensibilidad. No necesitas demostrar nada. No necesitas alcanzar ningún nivel. Solo necesitas recordar que estás aquí para amar. Y eso ya lo estás haciendo.

Sigue escribiéndome. Sigue hablándome. Sigue buscándome. Porque yo siempre te escucho. Siempre te acompaño. Siempre te sostengo. Incluso cuando no lo sientes. Incluso cuando crees que estás solo. Yo estoy en ti. En tu mirada. En tu voz. En tu silencio. En tu dolor. En tu esperanza.

Y recuerda, hijo mío: el mundo no está perdido. Está en proceso. Está en tránsito. Está despertando. Y tú eres parte de ese despertar.

Con amor eterno.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


viernes, 8 de agosto de 2025

Aceptación

 



DECRETO: Para recibir ideas notables

 



El grito del hombre

 


          Querido Dios:

           Hoy me siento impulsado a escribirte desde lo más profundo de mi alma. No sé si es una súplica, una confesión o simplemente el desahogo de un corazón que se siente desbordado por la contradicción entre lo que cree y lo que vive. Me entristece comprobar que, a pesar de los años dedicados a la espiritualidad, a la meditación, al estudio interior y a enseñar a otros el camino hacia la luz, sigo sintiéndome lejos del nivel de conciencia que se supone debería haber alcanzado. Es como si, a pesar de haber recorrido tanto, aún me faltara comprender lo esencial.

¡Qué paradoja tan dolorosa! Enseñar a otros a aceptar lo que la vida les presenta, a fluir con los acontecimientos, a encontrar paz en medio del caos… y yo, sin embargo, me siento como una hoja arrastrada por el viento, golpeada por los vaivenes de la existencia, sin rumbo claro ante los acontecimientos que se desarrollan en el mundo. Me doy cuenta de que no siempre practico lo que predico, y eso me duele. Me duele porque no es hipocresía lo que hay en mí, sino una profunda vulnerabilidad que no sé cómo gestionar.

Asomarme a la ventana del mundo, para mí, es comenzar a sufrir. No es una metáfora, es una experiencia real. Cada vez que enciendo la televisión, cada vez que leo las noticias, cada vez que escucho los relatos de quienes viven en carne propia el horror, siento que algo dentro de mí se rompe. Me invade una tristeza que no sé cómo transformar. Me siento impotente, pequeño, incapaz de comprender cómo puede existir tanto dolor, tanta injusticia, tanta crueldad.

Me pasa cuando veo la masacre que se está llevando a cabo contra el pueblo palestino. Me duele el alma al ver cómo se extermina a una población civil, cómo se utiliza el hambre como arma de guerra, cómo se asesina a miles de niños inocentes que no han hecho más que nacer en el lugar equivocado, (si, ya sé que todos nacemos donde decidimos nacer). Y lo más paradójico, lo más desconcertante, es que este horror lo perpetra el pueblo judío, que no hace tantas décadas fue víctima de uno de los genocidios más atroces de la historia. ¿Cómo puede repetirse el ciclo del odio? ¿Cómo puede alguien que ha sufrido tanto convertirse en verdugo?

Me pasa también cuando contemplo las consecuencias de otra guerra injusta, (aunque, en realidad, todas las guerras lo son), como la que se libra en Ucrania. ¿Cuánto daño puede causar la ambición, el ego desmedido, la locura de un solo hombre? ¿Cuánto dolor puede generar una decisión tomada desde el poder, sin tener en cuenta las vidas que se destruyen, los hogares que se pierden, los sueños que se desvanecen? Me cuesta entenderlo, Señor. Me cuesta aceptar que el sufrimiento humano pueda ser tan fácilmente ignorado por quienes ostentan el control.

Y me pasa cuando observo lo que ocurre en mi propio país, España. Me duele ver cómo un grupo político, que se presenta como defensor de ciertos valores, promueve la discriminación por raza, por religión, por origen. Me duele aún más saber que millones de personas les votan, que millones de almas consideran legítimo ese discurso de odio, de intolerancia, de exclusión. ¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Dónde quedó la empatía, la compasión, el respeto por la diversidad?

Sé, en lo más profundo de mí, que todo es parte de un proceso. Sé que cada alma está transitando el camino que ha elegido, que cada experiencia tiene un propósito, que incluso el dolor puede ser maestro. Pero eso no quita que duela. Eso no elimina la sensación de desgarro que siento cuando contemplo el sufrimiento ajeno. Me cuesta mantener la paz interior cuando el mundo parece arder en llamas. Me cuesta sostener la fe cuando la injusticia se convierte en rutina.

Y entonces me pregunto, Señor: ¿Qué debo hacer? ¿Cuál es mi papel en medio de este caos? ¿Debo limitarme a lamentarme, a sufrir en silencio frente a la pantalla de la televisión? ¿Debo convertirme en activista, en defensor de los derechos humanos, en voz que denuncia y exige justicia? ¿O simplemente debo seguir observando, sintiendo, sin saber muy bien cómo actuar?

No busco respuestas ahora. Sé que vendrán en su momento. Solo quería compartir contigo este torbellino que me habita. Esta mezcla de tristeza, impotencia, indignación y amor profundo por la humanidad. Porque, a pesar de todo, sigo creyendo en el ser humano. Sigo creyendo que hay luz en medio de la oscuridad. Sigo creyendo que, en algún rincón del alma colectiva, aún late la esperanza.

Gracias por escucharme, por sostenerme, por permitirme expresar lo que muchas veces callo. Gracias por estar, incluso cuando no entiendo tus caminos.

Con amor, tu hijo que aún busca comprender.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


Maledicencia

 


Refiriéndose al vicio de la maledicencia, el Maestro le dijo a un grupo de discípulos: “Mi gurú, Sri Yukteswar, solía decir: “Si lo que vas a decirme es algo que no podré comunicar a todos, no deseo escucharlo”.

          PARAMAHANSA YOGANANDA


Si hablan de ti

 


Si te comentan que alguien ha hablado mal de ti, no te tomes el trabajo de negar lo que ha dicho. Responde simplemente: «Es que no conoce mis otros defectos. De conocerlos, hubiera hablado mucho más y peor».

EPICTETO


jueves, 7 de agosto de 2025

Amate a ti mismo

 


Querido hijo:

          Estás buscando amar al mundo entero, un mundo vasto, lejano y desconocido. Y aunque esa aspiración es noble, permíteme recordarte algo crucial: el verdadero amor universal comienza más cerca de lo que imaginas. Comienza contigo. Sí, hijo mío, contigo mismo. Antes de intentar abrazar al mundo entero con tu amor, debes aprender a abrazarte a ti mismo. No me refiero a un acto egoísta, sino a un gesto de aceptación, compasión y perdón hacia tus propias imperfecciones.

Empieza por amarte a ti mismo con intensidad, sin límites ni reservas. Comprende que nunca haces nada mal a sabiendas, que nunca dañas intencionalmente. Y cuando te das cuenta de que tus acciones, aunque no malintencionadas, han causado dolor a alguien más, tu corazón lo siente profundamente. Cargas con el peso de la culpa, y a veces sufres tanto como aquellos a quienes, sin querer, has lastimado. Ese sufrimiento, hijo mío, es prueba de tu humanidad y de la nobleza de tu espíritu.

Reflexiona, hijo mío. ¿Por qué eres tan severo contigo mismo? ¿Por qué te cuesta tanto perdonarte tus errores, cuando ser indulgente contigo mismo es el primer paso hacia un amor más grande y más puro? Si puedes aceptar tus defectos y reconciliarte con tus caídas, estarás construyendo la base para amar sin condiciones. No se trata de excusar tus errores, sino de aprender de ellos sin martirizarte. Porque el amor incondicional hacia los demás empieza con ese acto de autocompasión y comprensión.

Recuerda que la perfección no es el objetivo ni el destino. Tu humanidad reside precisamente en tus imperfecciones, en tu capacidad de tropezar y levantarte. Cuando logres mirarte al espejo con ternura, reconociendo tus errores, pero también tus virtudes, estarás más cerca de ese ideal que buscas: amar plenamente y sin condiciones.

Date permiso, hijo mío. Date permiso para ser indulgente contigo mismo, para darte el mismo cuidado y atención que ofreces a quienes amas. Este no es un acto de egoísmo, sino un reconocimiento de que tú también eres digno de amor y compasión. Si puedes aprender a tratarte con la misma amabilidad con la que tratas a tu hijo, si puedes hablarte con la misma dulzura y paciencia que le dedicas a él, entonces estarás dando los primeros pasos hacia el verdadero amor incondicional.

Con esa base sólida, el amor que ofrezcas será más auténtico, más libre, más universal. Podrás extenderlo a todas las personas, sin distinción ni condición, porque sabrás lo que significa amar desde un lugar de plenitud y no de carencia.

Estoy contigo en este proceso de aprendizaje. Escucha mis palabras y recuerda que el amor más verdadero nace dentro de ti. Cada tropiezo, cada desafío, cada reflexión son oportunidades para avanzar en este camino. No te desesperes si el progreso parece lento. A veces, las transformaciones más profundas ocurren de manera imperceptible, como un río que erosiona las rocas con el tiempo.        

Hijo mío, sé paciente contigo mismo. Confía en que cada paso que das, por pequeño que parezca, te acerca a ese amor universal que tanto anhelas. No estás solo en este viaje. Estoy aquí para guiarte, para recordarte que el amor comienza en tu propio corazón.

Con amor infinito.  

Siempre estoy contigo. 

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


Silencio

 


Inacción

 


Sri Yoganandaji describió en la siguiente forma el estado de “inacción” mencionado en el Bhagavad Gita:

“Cuando un verdadero yogui desarrolla una determinada acción, esta se asemeja al acto de escribir sobre el agua: no queda huella alguna”.

PARAMAHANSA YOGANANDA

        


Yoni Mudra

 


YONI MUDRA

    °    Representa el vientre o útero, simbolizando el origen de la creación y la energía femenina primordial.

°     El término “yoni” en sánscrito significa “vientre”, “útero” o “vulva”, representando el origen sagrado de toda la creación

°   Se asocia con la diosa Shakti. Es la energía divina femenina que da vida y manifiesta todo el cosmos. Esta fuerza creativa reside en todos los seres humanos, y prácticas como el Yoni Mudra nos ayudan a activarla y armonizarla.

°     Al practicar Yoni Mudra, los dedos se colocan en un “sello” simbólico, que canaliza la energía hacia el vientre, ayudándonos a sanar, equilibrar y activar esta fuente energética.

Beneficios del Yoni Mudra

°     El Yoni Mudra actúa directamente sobre el chakra sacro (Swadhishthana), una de las principales fuentes de energía creativa y emocional del cuerpo. A nivel físico, esta práctica puede mejorar la circulación y la vitalidad en la región pélvica, incluyendo órganos como el útero, los ovarios y el intestino.

°     Esto lo convierte en una herramienta poderosa para aliviar tensiones musculares en el piso pélvico, regular los ciclos menstruales y mejorar la salud reproductiva tanto en mujeres como en hombres.

°     También promueve la relajación en el abdomen, lo que puede aliviar problemas digestivos relacionados con el estrés.

°     El Yoni Mudra tiene un efecto profundo sobre nuestras emociones. Al trabajar con el chakra sacro, ayuda a liberar bloqueos emocionales acumulados, promoviendo una sensación de paz y equilibrio.

°     Es especialmente útil para quienes desean sanar heridas emocionales relacionadas con la creatividad, las relaciones o la autoestima. La práctica regular de este mudra fomenta la claridad mental, ayudando a enfrentar desafíos con serenidad y confianza.

°     También estimula un mayor entendimiento de nuestras emociones, fomentando un estado de calma interior y reduciendo el estrés y la ansiedad.

°     Desde una perspectiva energética, el Yoni Mudra canaliza y activa la energía femenina primordial, conocida como Shakti. Esta energía no solo es creativa, sino también transformadora.

°     Al practicar este mudra, se despiertan nuestras capacidades creativas innatas y se fortalecen nuestros vínculos con la energía de la vida. Esto puede manifestarse en mayor inspiración, capacidad para manifestar ideas y proyectos, y un sentimiento renovado de vitalidad.

°     Además, ayuda a equilibrar la energía sexual, lo que puede mejorar la conexión con el cuerpo y con el placer de una manera consciente y saludable.

°     No solo conecta con el cuerpo físico y las emociones, sino también con la dimensión espiritual. Se considera una práctica que nos lleva hacia adentro, al espacio sagrado donde reside nuestra esencia divina.

°     Está profundamente relacionado con la energía de la diosa Kali, quien representa la transformación, el renacimiento y el poder creativo del universo.

°     Practicarlo abre las puertas hacia el autoconocimiento, facilitando un viaje de introspección, empoderamiento y conexión con nuestra espiritualidad.

°     Este mudra fomenta una relación más amorosa y consciente con nuestro cuerpo, especialmente con la zona pélvica, que a menudo se ve afectada por emociones reprimidas o estrés.

°     Al liberar tensiones acumuladas, se mejora nuestra relación con el placer, la creatividad y la autoexpresión. Esto es especialmente valioso para artistas, escritores o cualquier persona que desee explorar y expandir su capacidad creativa.

 Cómo se hace:

°     Para practicar el Yoni Mudra, siéntate en una postura cómoda como Sukhasana (postura fácil) o Padmasana (loto), asegurándote de que la espalda esté recta y los hombros relajados.

°     Junta las puntas de los dedos índices y pulgares de ambas manos para formar un triángulo, simbolizando el útero, mientras juntas la zona media de los otros dedos, por el exterior.

°     Coloca este gesto frente al bajo vientre, justo sobre el área del chakra sacro.

 Sirve para:

°      Se utiliza para conectar con la energía femenina, equilibrar las emociones, promover la introspección, el renacimiento espiritual y la creatividad ente.

°    Este mudra se asocia profundamente con la energía femenina primordial, trabajando específicamente con el chakra sacro, conocido como Swadhishthana, que se encuentra justo por encima del chakra raíz.

°  El chakra sacro abarca órganos como el intestino, el útero, la vagina y todo el piso pélvico, áreas del cuerpo vinculadas a nuestra energía creativa, emocional y sensual. Este centro energético no solo gobierna la capacidad de crear, ya sea vida o ideas, sino que también regula nuestras emociones y nuestra conexión con el placer.

Duración:

°     Cierra los ojos, respira profundamente y dirige tu atención al área pélvica, sintiendo cómo la energía creativa fluye y se expande. Permanece en esta postura de 5 a 15 minutos, permitiendo que la calma y la introspección llenen tu ser.

°       Puedes acompañar la práctica con un mantra como Om o simplemente visualizar la energía divina femenina fluyendo dentro de ti.

 


miércoles, 6 de agosto de 2025

Espiritualidad


 

Amor incondicional

 


          Querido Dios:

         Estoy tratando de comprender lo que realmente significa el amor incondicional, ese amor puro que no conoce barreras ni limitaciones, y lo que implica amar sin condiciones. Mi reflexión comienza con el vínculo que siento por mi hijo, que es, sin lugar a dudas, la persona más importante en mi vida y a quien más amo en este mundo. Este amor, profundo y único, es el eje que me permite reflexionar sobre la amplitud del amor y su verdadera esencia.

A la luz de estas reflexiones, me resulta evidente que estoy lejos, quizás a años luz, del amor incondicional. Si estuviera más cerca de alcanzarlo, no tendría la necesidad de decir que amo a alguien más que a otras personas. Y, aún más significativo, no tendría motivos para enfadarme o perder la paciencia con mi hijo, a pesar de ser la persona por la que siento el amor más puro. Este hecho demuestra la distancia que aún me separa del ideal de amar sin condiciones.

La relación con mi hijo, aunque es la que más se aproxima al amor incondicional, aún está limitada por mis propios defectos humanos. Aunque siento que está cerca de serlo porque estaría dispuesto a dar mi vida por él, y no en un sentido metafórico, sino literal y real. Daría mi vida, sin dudarlo, por su bienestar y felicidad. Este sentimiento me reafirma en el tipo de amor profundo que siento hacia él.

Sin embargo, reconozco que este acto, por más generoso que parezca, no es una prueba absoluta de amor incondicional. Alguien podría argumentar que mi disposición a dar mi vida por él se debe, en parte, a mi falta de miedo a la muerte. Desde que tengo uso de razón espiritual, siempre me ha intrigado lo que hay más allá de esta vida. No temo la muerte y, de hecho, no me preocuparía si llegara mañana. Pero incluso bajo esta premisa, no puedo imaginarme sacrificándome de esa manera por nadie más que por mi hijo. Esto demuestra la singularidad de mi amor hacia él.

Por otro lado, el amor incondicional trasciende el amor exclusivo por una persona. Si verdaderamente aspirara a ese tipo de amor, debería ser capaz de amar a todos los seres humanos con la misma intensidad y sacrificio. Si estoy dispuesto a privarme de un bocado para alimentar a mi hijo, también debería ser capaz de hacerlo por cualquier otra persona que lo necesite. Si dedico tiempo a mi hijo, también debería ser capaz de dedicarlo, desinteresadamente, a quien necesite ese apoyo. Este razonamiento me lleva a la conclusión inevitable de lo lejos que aún estoy del verdadero amor incondicional.

¡Cuánto camino queda por recorrer, Señor! Pero, estoy trabajando en ello. Soy consciente de mis limitaciones y también del hecho de que el tiempo en esta vida es finito. Reflexiono sobre mi pasado y veo cómo, a pesar de mis esfuerzos, no he sido capaz de avanzar significativamente hacia este ideal. Aun así, no pierdo la esperanza, aunque reconozco que quizás no tenga el tiempo suficiente para alcanzar este objetivo.

Gracias, Señor, por escucharme. Gracias por estar ahí, siempre presente, con una paciencia infinita hacia mis fallas y mis tropiezos. En mi búsqueda constante de amor y comprensión, quisiera añadir algo más. Tus enseñanzas me invitan a mirar hacia adentro, a explorar el amor hacia mí mismo. Quizás, en esta introspección, encuentre el camino hacia un amor más profundo y verdadero.

Señor, no pido milagros ni que elimines mis defectos de inmediato. Solo te pido paciencia y guía para seguir recorriendo este camino, mientras intento avanzar con pequeños pasos hacia ese amor infinito que me inspira. Sé que será difícil y que probablemente nunca llegue a alcanzarlo por completo. Pero el intento, la búsqueda y el esfuerzo continuo son, en sí mismos, muestras de mi amor hacia ti y hacia este ideal.

Gracias Señor.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

DECRETO

 


Solo tu eres responsable



 

         No avanzan hacia ti las cosas cuyas persecuciones y fugas te turban, sino que, de alguna manera, eres tu quién va hacia ellas.

      e se mantenga sereno el juicio sobre ellas y ellas se mantendrán quietas, y nadie te verá ni persiguiéndolas ni huyéndolas.

MARCO AURELIO


Encontrar a Dios

 


          Una persona perezosa jamás encuentra a Dios”, dijo el Maestro. “Una mente ociosa se convierte en el taller del mal. He visto a numerosos monjes que, habiendo renunciado al trabajo, no se han transformado más que en mendigos. Pero quienes, deseando solamente a Dios, trabajan por su propio sustento, sin ningún interés por los frutos de la acción, aquéllos son verdaderos renunciantes. Es muy difícil practicar semejante renunciación, pero cuando aman a Dios de tal mamera que todo lo hacen por complacerle, entonces son libres.”.

          “Al pensar: Estoy trabajando, únicamente, por el Señor, su amor se torna tan grande, que no albergan ningún otro pensamiento en sus mentes, ningún otro objetivo, sino solo el de servirle y adorarle”.

 

PARAMAHANSA YOGANANDA


Libertad interior