Querido
Dios:
Estoy tratando de comprender lo que realmente significa el amor incondicional, ese amor puro que no conoce barreras ni limitaciones, y lo que implica amar sin condiciones. Mi reflexión comienza con el vínculo que siento por mi hijo, que es, sin lugar a dudas, la persona más importante en mi vida y a quien más amo en este mundo. Este amor, profundo y único, es el eje que me permite reflexionar sobre la amplitud del amor y su verdadera esencia.
A la luz de estas
reflexiones, me resulta evidente que estoy lejos, quizás a años luz, del amor
incondicional. Si estuviera más cerca de alcanzarlo, no tendría la necesidad de
decir que amo a alguien más que a otras personas. Y, aún más significativo, no
tendría motivos para enfadarme o perder la paciencia con mi hijo, a pesar de
ser la persona por la que siento el amor más puro. Este hecho demuestra la
distancia que aún me separa del ideal de amar sin condiciones.
La relación con mi
hijo, aunque es la que más se aproxima al amor incondicional, aún está limitada
por mis propios defectos humanos. Aunque siento que está cerca de serlo porque
estaría dispuesto a dar mi vida por él, y no en un sentido metafórico, sino
literal y real. Daría mi vida, sin dudarlo, por su bienestar y felicidad. Este
sentimiento me reafirma en el tipo de amor profundo que siento hacia él.
Sin embargo, reconozco
que este acto, por más generoso que parezca, no es una prueba absoluta de amor
incondicional. Alguien podría argumentar que mi disposición a dar mi vida por
él se debe, en parte, a mi falta de miedo a la muerte. Desde que tengo uso de
razón espiritual, siempre me ha intrigado lo que hay más allá de esta vida. No
temo la muerte y, de hecho, no me preocuparía si llegara mañana. Pero incluso
bajo esta premisa, no puedo imaginarme sacrificándome de esa manera por nadie
más que por mi hijo. Esto demuestra la singularidad de mi amor hacia él.
Por otro lado, el amor
incondicional trasciende el amor exclusivo por una persona. Si verdaderamente
aspirara a ese tipo de amor, debería ser capaz de amar a todos los seres
humanos con la misma intensidad y sacrificio. Si estoy dispuesto a privarme de
un bocado para alimentar a mi hijo, también debería ser capaz de hacerlo por
cualquier otra persona que lo necesite. Si dedico tiempo a mi hijo, también
debería ser capaz de dedicarlo, desinteresadamente, a quien necesite ese apoyo.
Este razonamiento me lleva a la conclusión inevitable de lo lejos que aún estoy
del verdadero amor incondicional.
¡Cuánto camino queda
por recorrer, Señor! Pero, estoy trabajando en ello. Soy consciente de mis
limitaciones y también del hecho de que el tiempo en esta vida es finito.
Reflexiono sobre mi pasado y veo cómo, a pesar de mis esfuerzos, no he sido
capaz de avanzar significativamente hacia este ideal. Aun así, no pierdo la
esperanza, aunque reconozco que quizás no tenga el tiempo suficiente para
alcanzar este objetivo.
Gracias, Señor, por
escucharme. Gracias por estar ahí, siempre presente, con una paciencia infinita
hacia mis fallas y mis tropiezos. En mi búsqueda constante de amor y
comprensión, quisiera añadir algo más. Tus enseñanzas me invitan a mirar hacia
adentro, a explorar el amor hacia mí mismo. Quizás, en esta introspección,
encuentre el camino hacia un amor más profundo y verdadero.
Señor, no pido milagros
ni que elimines mis defectos de inmediato. Solo te pido paciencia y guía para
seguir recorriendo este camino, mientras intento avanzar con pequeños pasos
hacia ese amor infinito que me inspira. Sé que será difícil y que probablemente
nunca llegue a alcanzarlo por completo. Pero el intento, la búsqueda y el
esfuerzo continuo son, en sí mismos, muestras de mi amor hacia ti y hacia este
ideal.
Gracias Señor.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

No hay comentarios:
Publicar un comentario