Querido hijo:
Empieza por amarte a
ti mismo con intensidad, sin límites ni reservas. Comprende que nunca haces
nada mal a sabiendas, que nunca dañas intencionalmente. Y cuando te das cuenta
de que tus acciones, aunque no malintencionadas, han causado dolor a alguien
más, tu corazón lo siente profundamente. Cargas con el peso de la culpa, y a
veces sufres tanto como aquellos a quienes, sin querer, has lastimado. Ese
sufrimiento, hijo mío, es prueba de tu humanidad y de la nobleza de tu
espíritu.
Reflexiona, hijo mío.
¿Por qué eres tan severo contigo mismo? ¿Por qué te cuesta tanto perdonarte tus
errores, cuando ser indulgente contigo mismo es el primer paso hacia un amor
más grande y más puro? Si puedes aceptar tus defectos y reconciliarte con tus
caídas, estarás construyendo la base para amar sin condiciones. No se trata de
excusar tus errores, sino de aprender de ellos sin martirizarte. Porque el amor
incondicional hacia los demás empieza con ese acto de autocompasión y
comprensión.
Recuerda que la
perfección no es el objetivo ni el destino. Tu humanidad reside precisamente en
tus imperfecciones, en tu capacidad de tropezar y levantarte. Cuando logres
mirarte al espejo con ternura, reconociendo tus errores, pero también tus
virtudes, estarás más cerca de ese ideal que buscas: amar plenamente y sin
condiciones.
Date permiso, hijo
mío. Date permiso para ser indulgente contigo mismo, para darte el mismo
cuidado y atención que ofreces a quienes amas. Este no es un acto de egoísmo,
sino un reconocimiento de que tú también eres digno de amor y compasión. Si
puedes aprender a tratarte con la misma amabilidad con la que tratas a tu hijo,
si puedes hablarte con la misma dulzura y paciencia que le dedicas a él,
entonces estarás dando los primeros pasos hacia el verdadero amor
incondicional.
Con esa base sólida,
el amor que ofrezcas será más auténtico, más libre, más universal. Podrás
extenderlo a todas las personas, sin distinción ni condición, porque sabrás lo
que significa amar desde un lugar de plenitud y no de carencia.
Estoy contigo en este
proceso de aprendizaje. Escucha mis palabras y recuerda que el amor más
verdadero nace dentro de ti. Cada tropiezo, cada desafío, cada reflexión son
oportunidades para avanzar en este camino. No te desesperes si el progreso
parece lento. A veces, las transformaciones más profundas ocurren de manera
imperceptible, como un río que erosiona las rocas con el tiempo.
Hijo mío, sé paciente
contigo mismo. Confía en que cada paso que das, por pequeño que parezca, te
acerca a ese amor universal que tanto anhelas. No estás solo en este viaje.
Estoy aquí para guiarte, para recordarte que el amor comienza en tu propio
corazón.
Con amor
infinito.
Siempre estoy contigo.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario