Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Cuando se forme una pareja tiene que cambiar el objetivo actual:
Que lo único que desee cada miembro de la pareja
sea conseguir la felicidad del otro, no la propia
Dos personas se
conocen, se enamoran hasta el extremo de creerse almas gemelas, comprueban que
tienen gustos afines, que tienen las mismas aficiones, que les apasionan los
mismos temas y que le temen a lo mismo. Y por supuesto que, si en algo puede
ser que no sean coincidentes, entonces dicen que son complementarios. El caso
es que ven la vida de color de rosa, viven con una sonrisa permanente en su
cara, y asumen, sin ningún género de duda, que todo está bien y todo es
perfecto en su otra mitad.
Posiblemente
sea, si no el mejor, si uno de los mejores estados emocionales de los seres
humanos en su deambular por la materia.
Ante tal cúmulo
de coincidencias en sus sentimientos, y teniendo claro lo difícil que les es
vivir separados, deciden dar uno de los pasos más importantes que se pueden dar
en la vida, se van a vivir juntos, con o sin papeles, no importa. Lo importante
es estar juntos, verse cada día, amarse en la distancia corta.
Hasta aquí todo
es perfecto. Solo están cumpliendo uno de los apartados de su Plan de Vida.
¡Es una lástima que solo sea un pensamiento el
que genera esa emoción!, ¡Es una lástima que no se mantenga en el tiempo ese
pensamiento!, porque al cabo de cierto tiempo aparecen aspectos que en la vorágine
del enamoramiento inicial habían pasado por alto y ahora empiezan a hacer
mella, hasta el punto de que el pensamiento de amor comienza a ser sustituido
por otros pensamientos que ya no generan la misma emoción de amor, sino que generan
una sensación de fastidio, que se va tornando en molestia, para convertirse
finalmente en hartazgo, en cansancio, en aburrimiento, y en casos más dramáticos en odio.
La pareja, que
es una gran escuela para aprender realmente a Amar, para aprender a desarrollar
la paciencia, la tolerancia, la generosidad y el respeto, se convierte en un
campo de batalla, en el que se utilizan toda clase de armas arrojadizas,
incluso a veces, desgraciadamente, los propios hijos.
¿Qué pasó con el
alma gemela?, ¿Se equivocaron en su apreciación o no era tal?, ¿Dónde quedaron
los gustos y las aficiones afines?, ¿Adónde se fue el ser complementarios?
Es posible que
en ese “desamor humano” también se esté manifestando su Plan de Vida, es
posible que su unión sea temporal para aprender algo que la otra parte puede
enseñar, o para pagar alguna deuda Kármica, o para recibir algo que le deben. Pero,
(uno o los dos miembros de la pareja), lo están interpretando mal, porque les
está faltando algo que nunca sintieron: Amor. Porque practicaron el amor, pero
no practicaron el respeto. Porque se unieron para recibir el uno del otro, pero
no para ser generosos y darse el uno al otro.
Todo esto unido
a la sinrazón de la sociedad o al engaño de las religiones, que son coincidentes
en que dos personas que forman una pareja han de permanecer unidos mientras
dure la vida.
¡Que locura!, así
le va al género humano!
Habrá parejas
que hayan establecido, antes de venir a la vida, que si van a permanecer unidas
de por vida, pero las habrá que no. Y como eso no se sabe de antemano, sería
bueno que en el desamor cada parte de la pareja se colocara en los zapatos de
la otra parte, para explicar lo que necesitan escuchar, para tratarla como la
gustaría ser tratada, para darse en el desamor con la misma intensidad que en
el amor.
Del amor al odio
no hay un paso. Lo que pasa es que nunca existió el amor.
El fallo radica
en que los seres humanos se creen incompletos y por lo tanto piensan que
necesitan esa otra mitad para ser felices, para ser completos. Pero no. Los
seres humanos ya son “completos”, ya son perfectos tal como son, ni les sobra
ni les falta nada, por lo que buscar complementarse con otro ser humano es abocarse
al fracaso.
Primero hay que
aprender a Amar para poder dar Amor, hay que practicar el respeto para
respetar, hay que ser generoso con uno mismo para poder serlo con los demás, hay
que valorarse uno mismo para poder valorar al otro, hay que ser feliz para poder
hacer feliz a la otra parte.
Y cuando se
forme una pareja tiene que cambiar el objetivo actual: Que lo único que desee
cada miembro de la pareja sea conseguir la felicidad del otro, no la propia. Se
supone que la propia ya la tiene, ya que sino la tiene es posible que la relación se convierta en una relación
complicada.
El ayer ya no
existe, el mañana tampoco y, si me apuran, tampoco existe el presente. Existe
un continuo de tiempo, un continuo de conciencia. Sin embargo, los hombres son
incapaces de vivir ese continuo, ese mágico momento, siempre nuevo, que se va
desgranando ante su conciencia. Pero no lo ven, no lo perciben, no lo sienten
porque se quedan anclados en su pasado maniatando a su conciencia. Dan un salto
para intentar instalarse en el presente, pero tampoco lo consiguen, porque se vuelven
a anclar en otro pasado o, a veces, se pasan en el salto y aparecen en el
futuro.
Con lo cual
viven de recuerdos que solamente existen en su mente y de programaciones de
futuro que solo existen en sus deseos. Y la vida pasa y pasa sin que sean conscientes
de la belleza, de las sincronicidades y de las oportunidades que la vida, en su
eterno discurrir, les presenta una y otra vez.
Ese anclaje al
pasado o ese suspirar por sus deseos de futuro solo es apego. Se apegan a
situaciones, es igual que hayan sido agradables o no, ya no existen, y
enganchados a la situación pasada no pueden ver el ahora, no pueden vivir
porque tienen la vida ocupada, no pueden sentir porque tienen prisioneros a los
sentimientos, no pueden ver porque no miran, no pueden resolver porque tienen congestionada
y llena de ruido su mente.
Viviendo el "ahora" se desapega el hombre del ayer y se olvida del mañana, ¿Quién sabe si
existirá para él un mañana?, y en todo caso, serán sus acciones de hoy las que
determinen cómo será su mañana.
Viviendo
el “ahora” el hombre no solo se responsabiliza de sí mismo, sino que acepta
todo lo que la vida le presenta, que no es, ni más ni menos, que lo que el
mismo hombre había programado para su existencia.
Creen los hombres que necesitan un líder
que les conduzca por la senda adecuada, un gurú que les enseñe, un maestro que
les indique el camino, un jefe que les controle, un modelo al que imitar, un
ídolo al que admirar, una pareja para amar, un amigo con quien hablar, un
profesional que les comprenda, un sacerdote que les perdone, un alguien sobre
el que arrojar su dolor, un santo al que adorar, un dios en quien creer, un
enemigo al que culpar, un grupo para meditar, una cuenta corriente que les de
seguridad, un libro para aprender y una pastilla para dormir.
Y, si ellos así lo creen, así es.
Porque cada hombre sólo es el reflejo de su propio pensamiento y de su propia
creencia. Y así seguirá siendo hasta que el hombre entienda que no necesita
nada, que no necesita a nadie. Y no lo necesita porque el ser humano es un ser completo. Tiene todo lo que necesita para realizar
con éxito su Plan de Vida.
Puede, que en algún momento de su
existencia necesite de alguien, de manera puntual, para que le ayude a abrir
alguna puerta, pero, como seguro que ha leído u oído en multitud de ocasiones,
la puerta ha de franquearla él sólo, porque todo el trabajo importante a
realizar en la vida física es un trabajo en soledad, es un trabajo de introspección,
de comprensión y de aceptación.
Lo único que necesita el ser humano es tener
conciencia de lo que es, y aceptarlo, y eso lo podrá escuchar de sus modelos y lo
podrá leer en libros, pero no le va a servir para nada hasta que no lo integre
en cada célula de su cuerpo.
El ser humano es una parte de Dios. Dios
es su origen y Dios es su destino. Y todo el equipaje que necesita el hombre
para volver a Dios es el Amor.
el
dinero o la fama no eran tan importantes como respirar.
Lo
esencial sucede y lo demás es prescindible.”
―
Angus Young
La respiración es la vida.
Antes de relacionar las emociones y la
respiración, veamos primero que es la respiración.
Lo
primero que hace un bebé al tomar contacto con la vida física fuera del útero
de su madre es tomar una inhalación, y lo último que él mismo realiza cuando
abandona la vida es completar esa respiración con una exhalación.
Y ese ser humano, mientras dura su vida,
va a respirar, de manera autónoma, sin ser en absoluto consciente de su
respiración, entre 12 y 16 veces por minuto.
La
respiración es el proceso mediante el cual el aire entra en el cuerpo inspirado
a través de la nariz, (mejor que por la boca), y es conducido por la tráquea a
los pulmones, o mejor dicho a través de bronquios y bronquiolos hasta los
alveolos. A los alveolos es donde llega la sangre cargada de anhídrido
carbónico, (CO2), procedente de la combustión celular donde se cambia por el
oxígeno del aire, (inversamente a lo que realizan las plantas en la
fotosíntesis).
Es importante inspirar
y expirar por la nariz, ya que así el aire se filtra, se
calienta y se humedece, recuperando la humedad cuando se exhala.
Tipos
de respiración: Aun cuando anatómicamente no sea muy
correcto, se pueden dividir los pulmones en tres partes: superior, media e
inferior.
Por lo que, en función
de la zona pulmonar que se utilice la respirar, se puede hablar de tres tipos
de respiración: - Superior o clavicular.
- Media o costal. - Inferior o abdominal.
A
estas tres se puede añadir una más, la respiración completa, que engloba a las
tres.
Respiración
clavicular o superior: Es la que ofrece menor volumen para
el intercambio, haciendo intervenir los músculos de la zona superior, que no
son músculos de la respiración, acumulando tensión en cuello y hombros.
Se
produce un menor intercambio gaseoso porque se hace trabajar la parte superior
de los pulmones, que es, justamente, la parte más pequeña, con menor número de
vasos sanguíneos, por lo que existe un menor flujo sanguíneo en la zona.
Respiración media o
costal: Normalmente se da asociada a la superior o a la
inferior.
Respiración
abdominal o inferior: Es la más recomendada. A menor
gasto energético, ya que moviliza menos músculos y muy poco las costillas
flotantes, mayor intercambio gaseoso.
Se utiliza el
diafragma, que es el músculo de la respiración, y el desplazamiento de este
músculo hacia el abdomen es lo que produce la expansión y el estiramiento de
los pulmones con lo que el aire entra en ellos por succión.
Al haber un mayor intercambio
gaseoso, por ser mayor la superficie de los pulmones que intervienen en este
tipo de respiración, hace que sea necesario respirar menos veces que si se
realiza una respiración clavicular o superior.
De tal manera, que mientras una persona
que respira con la parte superior realiza tres respiraciones, otra que hace una
respiración abdominal respira solamente dos.
Respiración
completa: Es la respiración compuesta de los tres tipos anteriores. Se
comienza bajando el diafragma y llenando primero la zona inferior,
posteriormente la media y por último la superior.
La
respiración ideal es la respiración abdominal, ya que además de utilizar el
diafragma, que es el músculo específico de la respiración, tiene otros efectos: - Produce un rítmico masaje visceral que
ayuda a la digestión, a la circulación en el hígado y a las venas de la zona. - Sitúa el mayor intercambio en la zona
inferior de los pulmones, donde tiende a transitar un mayor volumen sanguíneo. - Es una respiración más vertical que
horizontal, ya que lleva el abdomen hacia delante y las vértebras lumbares
ligeramente hacia atrás; lo cual resulta importante a la hora de evitar el
agarrotamiento y la rigidez.
Existe
una profunda conexión entre el pensamiento y la respiración.
El ritmo de los movimientos respiratorios corresponde en una forma notable al
ritmo de los pensamientos.
Por lo tanto, si se
realiza una respiración clavicular, se respira más veces por minuto, con lo
cual, los pensamientos van a presentarse con más rapidez, y el trabajo para
controlarlos ha de ser mucho más intenso, mientras que, con una respiración
abdominal, los pensamientos aparecerán más lentamente, y serán más fáciles de
controlar.
La respiración
clavicular es la respiración que realiza un alto porcentaje de la población,
con lo cual, es fácil entender la razón por la que son esclavos de sus
pensamientos, de sus preocupaciones y de sus emociones.
Tan
profundo es el lenguaje de nuestra respiración, que se comporta de acuerdo, no
solo a como estamos, sino también a como somos.
Las
emociones tienen una incidencia muy importante en la respiración: El
miedo inhibe y bloquea la respiración, el estrés hace que se respire de manera
entrecortada, la ansiedad, la ira y la angustia, aceleran la respiración,
mientras que la tristeza la ralentiza.
La
respiración es un proceso inconsciente, pero a diferencia de otros procesos,
circulatorio, digestivo, etc., también se puede controlar de manera consciente,
porque no sólo está regida por el sistema nervioso vegetativo, sino también por
el sistema nervioso central.
Por lo tanto, de la misma manera que la emoción modifica
la respiración, se puede utilizar la respiración para modificar la emoción.
Al controlar voluntariamente la respiración, se tiene la posibilidad de
recuperar el equilibrio y gestionar la emoción.
Y
la mejor respiración para recuperar el control emocional es la respiración
abdominal. Es la respiración natural, es la que tienen los bebés cuando nacen.
Practicar esta
respiración es beneficioso para el organismo ya que ayuda a mejorar la
circulación y a oxigenar órganos vitales como el corazón y el hígado. En lo
emocional favorece la relajación, la concentración, elimina la tensión muscular
y combate la fatiga, la ansiedad y la depresión.
Practicar la respiración
abdominal de forma habitual favorece que se pueda ejercitar de forma natural en
los momentos en que es necesario tomar el control de la emoción.
Sin embargo, a pesar de
que la respiración utilizada habitualmente sea la respiración superior o
clavicular, se puede, en momentos de emociones desbordadas realizar una
respiración abdominal lenta, de manera consciente.
Para ello, puedes
sentarte o acostarte. En la posición de acostado es más fácil manejar la
respiración abdominal, así que, si tienes problemas para realizar ese tipo de
respiración, acuéstate:
- Coloca una mano en el
punto del ombligo para comprobar que sube y baja, y comienza a ser consciente
de la respiración.
- Inhala suave y
lentamente por la nariz.
- Realiza una pequeña
retención antes de expulsar el aire.
- Exhala lentamente
también por la nariz.
- Vuelve a realizar una
pequeña retención antes de volver a tomar aire.
En cinco minutos se comenzará a
estabilizar la emoción desbocada, pero puedes seguir el tiempo que consideres
oportuno.
Se pueden realizar respiraciones
específicas dependiendo de qué es lo que se quiere logar:
Cuando
la persona se siente estresada, enfadada, inquieta o ansiosa,
respirar por la fosa nasal izquierda.
Esta técnica es ideal para quienes tienen problemas para dormir o necesitan
relajarse.
- Sentados con la columna recta y los pies
apoyados en el piso.
- Tapar la fosa nasal derecha con el
pulgar derecho y mantener el resto de los dedos juntos y apuntando hacia
arriba.
- Respirar lenta y profundamente 26 veces
por la fosa nasal izquierda y la persona se sentirá totalmente tranquila y en
paz.
- Si se respira por la por la fosa nasal
izquierda durante 5 minutos, se calmará completamente.
Por lo tanto, para
activarse, respirar por la fosa nasal derecha. Esta
respiración resulta magnífica cuando la persona, pese a estar exhausta, no se
puede permitir parar. Va bien practicarla, por ejemplo, cuando a la persona le
entra el sopor a media tarde. Se practica como la anterior, tapando el orificio
izquierdo y respirando 26 veces por la derecha.
Normalmente
siempre tenemos una fosa nasal más abierta que la otra. Aproximadamente cada
dos horas cambia la fosa dominante, con lo que se equilibra la polaridad
energética.
En
situaciones de actividad debería dominar la fosa derecha y en otras más
tranquilas o inactivas, la izquierda. Por eso, es recomendable dormir con la
cabeza apoyada sobre el lado derecho, así se usa el izquierdo, más apropiado para
el sueño y el descanso.
Para controlar la ira
expulsar con fuerza el aire, y hacer una retención antes de tomar una nueva
inhalación cuando lo pida el cuerpo. Esa inhalación será de forma pasiva, sin
intervenir ni en alargar ni en acortar. Sola se controla la exhalación. Se
puede repetir hasta notar que llega la calma.
Para
refrescar el cuerpo, bajar la fiebre, e incluso como ayuda para dejar de fumar,
practica Sitali Pranayama. - Esta respiración consiste en inspirar
por la boca con la lengua rizada y ligeramente salida y expirar por la nariz,
sin meter la lengua. - Ayuda a dejar de fumar. Se puede
practicar siempre que se sientan deseos de fumar, ya que disminuirá el impulso
adictivo y desaparecerá la urgencia. - Es recomendable su práctica diaria para
mantener una buena salud. Puede que después de cada sesión se note un sabor a
cobre o metal en la lengua; son las toxinas que elimina el cuerpo. - Se puede realizar durante un mínimo de 3
minutos y un máximo de 31.
La
respiración lenta reduce las sensaciones de dolor.
Cuanta
más lenta es la respiración, la calma y la tranquilidad serán su reflejo
inmediato. Si se consigue reducir el número de respiraciones de 16 a 8 la
serenidad será la tónica habitual, y si se consigue llegar a 4 respiraciones
por minuto, la vida será un estado de meditación.
Meditaciones sobre la
respiración:
Respiración
cuadrada:
·Sentados con la espalda recta y los pies
apoyados en el piso.
·Inhala suave y lentamente por la nariz,
contando 6.
·Realiza una pequeña retención antes de
expulsar el aire, contando 6.
·Exhala lentamente también por la nariz,
contando 6.
·Vuelve a realizar una pequeña retención
antes de volver a tomar aire, contando 6.
Meditación
So Hung:
• INHALA pensando “So”
• EXHALA pensando “Hung”
Meditación
sencilla para mejorar la atención
• Siéntate cómodamente en una silla con
las plantas de los pies bien apoyadas en el suelo. Las manos apoyadas en los
muslos con las palmas mirando hacia arriba.
• Cierra los ojos y coloca la punta de la
lengua tocando el paladar.
• Lleva la atención a tu respiración.
• Siente como entra el aire por tus fosas
nasales (observa dónde roza y cuál es la temperatura del aire).
• Siente cómo expiras. Hazlo por la nariz.
(Observa también dónde roza y la diferencia de la temperatura con el aire que
entraba).
• Permanece atento a tu respiración.
•Cuando seas consciente de que aparece
algún pensamiento (porque seguramente aparecerán y puede que no seas consciente
hasta mucho tiempo después), vuelve suavemente a tu respiración.
• La mejor técnica para que desaparezca un
pensamiento es quitarle la energía, y eso se hace quitándole la atención. Es
decir, lleva tu atención a otro sitio, y como estás meditando en la
respiración, vuelve la atención a la respiración.
• Hazlo de 10 a 15 minutos en la mañana y
otros 10 a 15 minutos en la tarde.
Fijarse en la sensación
que se produce en los agujeros de la nariz al entrar y salir el aire de la
respiración.
Mantener la atención en
esa percepción sutil y observar la total duración de cada inspiración y de cada exhalación.
Si es difícil, se
pueden contar las respiraciones, o la respiración completa o contando la
inhalación y la exhalación; empezando de nuevo cada vez que se pierda la
cuenta.
Cuando
pienso en mi vida, en la cantidad de vida transcurrida, me parece muchísima y,
sin embargo, qué rápida ha pasado, cuánto tiempo perdido, cuántos pensamientos
desperdiciados, cuánto sufrimiento inútil, cuánta lucha, cuantos desengaños,
cuantos desencuentros, ¿O no? Porque realmente el tiempo perdido, los
pensamientos desperdiciados, el sufrimiento y la lucha, los desengaños y los
desencuentros son justamente mi vida. Es eso lo que me ha traído hasta aquí,
hasta este momento, y no otra cosa. Es eso lo que ha construido mi carácter, mi
manera de ser, de pensar y de sentir en este momento, hasta sentarme delante de
la computadora para empezar, con todo respeto, la escritura de este libro. Es
seguro que otros tiempos, otros pensamientos, otros sufrimientos, otras luchas,
otros desengaños y otros desencuentros no me habrían puesto en este lugar
ahora. ¿Mejor?, ¿Peor? No sé. Ni mejor ni peor. Sería distinto.
Hace
mucho tiempo me transportaba con el pensamiento a mi edad actual, soy un
jubilado, y me veía paseando nietos, viendo televisión y esperando
pacientemente el momento de la muerte. Sin embargo, estoy iniciando la
escritura de un nuevo libro, y en lugar de estar paseando nietos, mi esposa y
yo estamos criando a nuestro hijo que hoy tiene tres años y medio. Veo media hora de
dibujos animados, que es lo que ve mi hijo, y la muerte la contemplo como algo
imprescindible, y en muchos momentos deseada, de la misma manera que contemplo
el comer o el respirar de cada día.
Aunque he iniciado el libro escribiendo
sobre mí, no es un libro autobiográfico. Aunque en algunos pasajes sí relataré
mi propia experiencia, ya que es la más cercana que tengo y la que mejor
conozco.
Plasmaré, de la manera más clara
posible, cómo crecer espiritualmente, cómo saber qué hacemos aquí, en la
Tierra, y trataré de marcar las coordenadas que nos devuelvan al camino de
retorno a casa, al camino de retorno a Dios.
He
dedicado los últimos quince años de mi vida a la sanación, a la meditación, a
la búsqueda de los maestros, a la búsqueda de Dios. Los anteriores también,
pero yo no sabía que buscaba a Dios, yo buscaba la “iluminación”, con
minúscula, porque era algo que veía más como un logro personal que como un
encuentro con Dios. Era la culminación de mi orgullo, era la apoteosis de mi soberbia.
Soberbia y orgullo en las que hoy sigo trabajando, o al menos eso creo.
Dios
era ajeno a mi trabajo (eso era lo que yo pensaba), incluso en algunas fases de
ese trabajo de búsqueda llegué a plantearme si realmente existía Dios, cuando
es Él quien me permite no solo hacer mi trabajo de sanador, sino que es Él
quien sana y mantiene mi vida.
Trabajar
en un Centro de Sanación al que acuden innumerables personas abre un abanico de posibilidades
increíble para conocer realmente sus estados mentales y emocionales, para
conocer cómo condiciona la sociedad en la vida, en la salud, en el carácter y
en la conciencia de sus miembros, para conocer la escasa voluntad de los seres
humanos para trabajar en su propia recuperación, en su propia evolución, en su
propio crecimiento, y sobre todo, para saber cómo y cuánto están de separados
de Dios.
Sí,
voy a hablar de Dios, es el tema central de este libro: Cómo crecer
espiritualmente para acercarnos a Dios. Pero voy a hacerlo desde una
perspectiva espiritual, en absoluto religiosa, porque espíritu y religión son
conceptos distintos. Mientras que la religión se refiere al conjunto de
creencias, normas de comportamiento y ceremonias de oración y sacrificio, que
son propias de un determinado grupo humano y con las que el ser humano reconoce
una relación con la divinidad, el espíritu es la parte divina del ser humano.
No
necesitamos, por lo tanto, intermediarios para tratar con Dios. Mejor hacerlo
directamente desde el interior, desde la parte divina, que hacerlo con una pandereta,
de cara a la galería y dirigidos por otros que dicen que representan a Dios.
Las distintas religiones se han apropiado de Dios, pero lo han hecho con malas
artes, lo han hecho a través del miedo, de la manipulación, de la
discriminación y de la crítica. Y Dios es Amor, y nadie que utilice el miedo,
la manipulación, la discriminación o la crítica puede hablar en nombre de Dios,
sencillamente porque no Ama. Voy a hablar de Dios desde la perspectiva del
humano espiritual, no del religioso, voy a hablar de Dios desde la perspectiva
de hijo Suyo.
Estamos acostumbrados a intentar
curarlo todo con pastillas, pero aún no se han inventado las píldoras que sanen
el miedo, la rabia o la falta de amor, que son los verdaderos orígenes de
muchas de las enfermedades que se intentan curar, pero que no se sanan con
pastillas. Pues la auténtica causa del problema no se sanará con ningún método
que no suponga la introspección en nuestro propio interior, para encontrar, de
manera honesta, la verdadera razón del mal que nos aqueja y trabajar después
con voluntad en nuestra propia sanación. La sanación, la auténtica y real
sanación pasa por saber realmente quiénes somos, por cambiar los hábitos de
vida, por hacernos conscientes de nuestra unicidad y por encontrar a Dios en la
mirada del otro.
Cada persona que acude a consulta viene
con los mismos síntomas que traía consigo la persona de la visita anterior, y
son los mismos que traerá la siguiente persona: infelicidad, ansiedad, miedo,
estrés, tristeza, sensación de soledad. En casos más extremos, todas esas
emociones desbocadas ya han hecho mella en el cuerpo físico, siempre atacando
en sus partes más débiles.
Cuando el mal ya se ha apoderado del
cuerpo, cuando existe un dolor o una molestia física, la persona es más consciente
y más constante, y es capaz de seguir con más interés las indicaciones del
sanador, tanto más, cuanto mayor es el mal en el cuerpo. Pero si el problema es
solamente emocional, preferirá no seguir con la terapia, ni mucho menos seguir
las indicaciones.
No le parece importante la infelicidad
o la ansiedad, y si con un poco de suerte pasa algo a mitad de semana, que hace
que su ánimo se eleve un poquito, y que se encuentre mejor, para qué perder el
tiempo en meditar, en observarse o en ser honesto consigo mismo para ver qué es
lo que realmente tiene en su interior. Puede estar meses y hasta años
lamentándose del sufrimiento, arrojando sobre los demás su dolor, siendo
incapaz de bucear un cuarto de hora cada día en su interior para descubrir la
causa de su verdadero sufrimiento y poder así remediarlo.
He pensado que sería fabuloso instalar
en el cerebro de las personas una especie de memoria que le indicara cuáles son
los pensamientos que la hacen sufrir y ser infeliz, y cuáles la pueden ayudar a
alcanzar aquello que busca desesperadamente: la felicidad. Y por extensión a
Dios. Pero por ahora, eso no es posible.
Sé que leer no sirve de mucho, porque
son muchas las personas que leen con avidez un libro tras otro, sin que jamás
pongan en práctica nada de lo leído, pero siento la necesidad de intentarlo.
Por un libro más, tampoco pasa nada.
En las redes sociales corren
pensamientos deliciosos, y leía uno que decía: “Tener un hijo, plantar un árbol
y escribir un libro, es fácil. Lo difícil es criar al hijo, regar el árbol y
que alguien lea el libro”. En el caso del libro, no es tan fácil escribirlo,
aunque, una vez editado, si una sola persona puede sacar provecho de este, en
mi caso, me doy por satisfecho. Y si nadie obtuviera de él ni un solo
beneficio, bueno, también está bien, ya que, en el proceso de escribirlo, entro
en contacto con la parte más íntima, y yo, al menos, sí que estoy activando el
recuerdo de que no soy el cuerpo que está delante de la computadora, de que soy
algo mucho más grande y con mucho más poder de lo que el conjunto de la
sociedad está haciéndome creer desde que tengo uso de razón.
Ya he pasado por las fases en las que
he tenido que escuchar que soy raro, que soy un loco o que me han sorbido el
cerebro. Ya hace tiempo que no me importa, en absoluto, lo que los demás puedan
pensar de mí. Hace tiempo que tampoco existen para mí los compromisos sociales.
Hace tiempo que mi único trabajo es la búsqueda de la felicidad, de mi
felicidad, para hacerla extensible a los que me rodean. Hace tiempo que mi
único trabajo es encontrarme con Dios.
No hace mucho escribía en el blog
“El inca vuelve a casa”, en el que de vez en cuando pongo algún pensamiento:
“Soy feliz en mi trabajo, pero no por mi trabajo. Soy feliz en mi matrimonio,
pero no por mi esposa. Soy feliz con mi vida, pero no por mi vida”.
Sencillamente soy feliz. Felicidad que ya he encontrado dentro de mí, no sé en
qué medida, porque en la felicidad, como casi todo en la vida, hay grados. Sé
que una vez conseguida la felicidad plena, ya no será necesario seguir dentro
de un cuerpo, porque la felicidad plena supone vivir el Amor, supone sentir la
conexión con todo lo creado, supone haber integrado en el cuerpo físico la
grandeza de nuestra divinidad, supone haber encontrado a Dios. Y estoy contento
por haber iniciado el camino de regreso.
Guerrear o discutir por un trapo, por un trozo de tierra o por cualquier causa que los
humanos crean justa en su corto conocimiento, solo les separa de Dios. En lugar
de discutir, en lugar de pelear, en lugar de separar, han de aunar esfuerzos,
porque la vida que hay en uno es la vida que hay en todos, porque hoy pueden
pelear por quitar una bandera en un lugar y en la próxima vida pueden pelear
por volver a colocarla de donde la quitaron ellos mismos.
No
hay diferencia entre un punto de Luz y otro. Por lo tanto, todas las almas son
iguales. Todos los hombres también.
El
hombre es el alma recubierto de materia. Dios habita en el interior del hombre.
El
hombre es finito, porque la materia más pronto que tarde se convierte en polvo.
El alma es inmortal porque sigue siendo Luz.
El
hombre es un reflejo de la Luz. Es un reflejo de Dios.
A
veces la Luz se opaca porque el mismo hombre la recubre con sus tristes
pensamientos, con sus pensamientos de dolor, con su idea de separación de Dios,
por el desconocimiento de que es alma, de que es Luz, de que es inmortal.
Cuando
la Luz se opaca el hombre duerme y entonces sueña que está viviendo una vida
separada de Dios. Sueña que es un ser independiente y que tiene que defenderse
de los otros hombres, que normalmente también han opacado su Luz y también
duermen. No saben en su sueño que todos son lo mismo.
Los
hombres en sus sueños se engañan, se roban, se ofenden, se matan, se critican,
se juzgan, se discriminan. ¡No es fácil despertar!, pero para eso vivimos,
¡para nada más!
Para
despertar no hay que abrir los ojos, hay que abrir el corazón.
El
despertar es lento, es paulatino, pero una vez que se abre el corazón el hombre
cambia, el hombre, por fin, vive. Los otros hombres, dormidos, no pueden
soportar a nadie despierto, le atacarán con saña: Estás loco, estás en una
secta, te han engañado, y le retirarán la palabra.
Cuando
el hombre despierto aguanta el vendaval comenzará a tener seguidores: Dirán de
él ¡es un maestro!, ¡es un guía! También se equivocan porque solo está
despertando, el auténtico maestro habita en el interior del hombre: Es Dios.
El hombre vive inmerso en un ruido infernal. Ese ruido son sus pensamientos producidos por su mente en el sueño.
Se
acaba el ruido cuando el hombre despierta. Se detiene el carrusel de su mente,
¡Todo es silencio!, y en el silencio todo está bien, todo es perfecto: las
críticas y los halagos.
El
hombre en el silencio vuelve a vivir desde el alma, vuelve a vivir en la Luz,
vuelve a sentir a Dios.
Es
en el silencio donde se produce el esperado encuentro: El encuentro con Dios.
Y por fin el hombre es libre. Es feliz. Por fin ha vuelto a acariciar su divinidad.
Existe
una expresión que dice: “Todos los caminos conducen a Roma". Aunque no
importe mucho para esta entrada, dicha expresión proviene de la época del imperio
romano, donde se construyeron más de 400 vías, unos 70.000 kilómetros, para
comunicar la capital, Roma, considerada el centro donde convergía el poder del
imperio, con las provincias más alejadas.
Cambiemos
a la ciudad de Roma por nuestro propio origen: “Dios”. Con lo cual la expresión
quedaría “Todos los caminos llevan a Dios”, que además es utilizada también con
cierta frecuencia. Aunque en muchos escritos explican que no es, en absoluto,
cierta.
Pues
es totalmente cierta. El origen del hombre es Dios, y su meta también es Dios.
Todos los hombres van a llegar a la meta, unos tardarán más porque irán dando
rodeos kilométricos y otros llegarán más rápido al avanzar por el camino recto,
pero todos, absolutamente todos, volverán al origen, volverán a Dios. Unos de
manera rápida como la liebre, y otros más lentos como la tortuga.
Se
puede afirmar, por lo tanto, que todos los caminos conducen a Dios. Sabemos,
también, que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Así que,
parece claro, que, de todos los caminos, sólo uno va a llevar al hombre
directamente a Dios, sin rodeos. Los caminos restantes pueden dar muchas
vueltas, pasando muchas veces por el mismo lugar, avanzando un paso y
rodeándolo varios kilómetros, que, traducido a la existencia del ser humano,
significa vivir en la materia una y otra vez, sin avanzar ni un solo metro en
cada una de esas vidas.
Algunos
de los vehículos que encaminan al hombre a ese punto que le coloca en el camino
más corto para alcanzar a Dios bien podría ser la práctica de la oración en
cualquiera de las formas que enseñan las diferentes religiones, como rezar el Santo
Rosario, los rezos del Salât, Ardas el rezo de los Sikhs o los tres rezos del judaísmo,
solo por nombrar algunos de los más importantes. Son también vehículos, la meditación,
la práctica del yoga, el servicio en cualquiera de sus formas, hacer el diezmo
de manera desinteresada, o practicar alguna de las infinitas formas que enseña
la sociedad en la actualidad, de silencio, de visualización, de contemplación o
de perdón.
Pero
la herramienta más importante es el Amor. Y ¡nadie enseña a Amar! Cuando el ser
humano Ame a todos y a todo, porque comprende que todo es una Creación de Dios,
se habrá colocado en el centro de ese camino que le va a conducir en línea recta,
sin rodeos y sin demoras a Dios. Sin necesidad de nada más. Sin necesidad de religiones,
ni de rezos, ni de lecturas, ni de técnicas de ningún tipo.
La
mejor manera para aprender a Amar es tratar a todos aquellos que la persona
tenga a su alrededor como si fuera el mismo Dios. Es bien cierto que a Dios le
agradan los rezos y la ayuda al prójimo, pero más le agrada que los hombres,
Sus hijos, se amen de manera incondicional. En el Amor ya está incluida la oración,
el servicio, la compasión, la misericordia, la alegría, la ternura y la
felicidad. Y no Aman cuando juzgan, cuando critican, cuando engañan, cuando
roban, cuando no cumplen la palabra, cuando…
Sin
embargo, el hombre es ¡tan vulnerable!, ¡tan mental!, ¡tan apegado al sueño!,
que necesita de una zanahoria, como los pollinos, para avanzar lentamente en su
camino.
Es
bueno que el ser humano mantenga la zanahoria delante hasta que la llama del
Amor prenda en su corazón, pero sin confundir el estímulo con el objetivo.