El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Páginas
Entradas importantes
Lecturas en línea
domingo, 30 de noviembre de 2025
Libertad estoica
- Dime eso
que no debes decir.
- No lo
diré, porque eso sí depende de mí.
- Entonces
te encadenaré.
- Hombre, pero
¿qué dices? ¿A mí? Encadenarás mi pierna, que mi elección ni Zeus puede
someterla.
EPICTETO
Mudra del intestino
MUDRA DEL INTESTINO
MUDRA para
perfeccionistas
Cómo
se hace:
Rodea el meñique
izquierdo con los dedos de la mano derecha. Apoya el pulgar derecho sobre la
palma izquierda y el pulgar izquierdo sobre el borde externo de la uña del dedo
índice.
Después repite la
postura, durante el mismo tiempo, con el meñique derecho.
Coloca el mudra
delante del ombligo.
Respiración
Respira de manera
suave y lentamente, con una ligera retención entre la inhalación y la
exhalación.
Lleva la concentración
al chakra base.
Sirve
para:
Aliviar los calambres
de estómago.
Estimula el intestino
grueso y el intestino delgado.
Duración:
20 minutos repartiendo
el tiempo con uno y otro meñique.
sábado, 29 de noviembre de 2025
Luz en la oscuridad
“Cuando todo parece perdido, el amor aun sabe el camino”
Querido Dios:
Hoy me
siento impulsado a escribirte desde lo más profundo de mi alma. No sé si es una
súplica, una confesión o simplemente el desahogo de un corazón que se siente
desbordado por la contradicción entre lo que cree y lo que vive. Me entristece
comprobar que, a pesar de los años dedicados a la espiritualidad, a la
meditación, al estudio interior y a enseñar a otros el camino hacia la luz,
sigo sintiéndome lejos del nivel de conciencia que se supone debería haber
alcanzado. Es como si, a pesar de haber recorrido tanto, aún me faltara comprender
lo esencial.
¡Qué paradoja tan dolorosa! Enseñar a
otros a aceptar lo que la vida les presenta, a fluir con los acontecimientos, a
encontrar paz en medio del caos, y yo, sin embargo, me siento como una hoja
arrastrada por el viento, golpeada por los vaivenes de la existencia, sin rumbo
claro ante los acontecimientos que se desarrollan en el mundo. Me doy cuenta de
que no siempre practico lo que predico, y eso me duele. Me duele porque no es
hipocresía lo que hay en mí, sino una profunda vulnerabilidad que no sé cómo
gestionar.
Asomarme a la ventana del mundo, para
mí, es comenzar a sufrir. No es una metáfora, es una experiencia real. Cada vez
que enciendo la televisión, cada vez que leo las noticias, cada vez que escucho
los relatos de quienes viven en carne propia el horror, siento que algo dentro
de mí se rompe. Me invade una tristeza que no sé cómo transformar. Me siento
impotente, pequeño, incapaz de comprender cómo puede existir tanto dolor, tanta
injusticia, tanta crueldad.
Me pasa cuando veo la masacre que se
está llevando a cabo contra el pueblo palestino. Me duele el alma al ver cómo
se extermina a una población civil, cómo se utiliza el hambre como arma de
guerra, cómo se asesina a miles de niños inocentes que no han hecho más que
nacer en el lugar equivocado, (si, ya sé que todos nacemos donde decidimos
nacer). Y lo más paradójico, lo más desconcertante, es que este horror lo
perpetra el pueblo judío, que no hace tantas décadas fue víctima de uno de los
genocidios más atroces de la historia. ¿Cómo puede repetirse el ciclo del odio?
¿Cómo puede alguien que ha sufrido tanto convertirse en verdugo?
Me pasa también cuando contemplo las
consecuencias de otra guerra injusta, (aunque, en realidad, todas las guerras
lo son), como la que se libra en Ucrania. ¿Cuánto daño puede causar la
ambición, el ego desmedido, la locura de un solo hombre? ¿Cuánto dolor puede
generar una decisión tomada desde el poder, sin tener en cuenta las vidas que
se destruyen, los hogares que se pierden, los sueños que se desvanecen? Me
cuesta entenderlo, Señor. Me cuesta aceptar que el sufrimiento humano pueda ser
tan fácilmente ignorado por quienes ostentan el control.
Y me pasa cuando observo lo que ocurre
en mi propio país, España. Me duele ver cómo un grupo político, que se presenta
como defensor de ciertos valores, promueve la discriminación por raza, por
religión, por origen. Me duele aún más saber que millones de personas les
votan, que millones de almas consideran legítimo ese discurso de odio, de
intolerancia, de exclusión. ¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Dónde quedó
la empatía, la compasión, el respeto por la diversidad?
Sé, en lo más profundo de mí, que todo
es parte de un proceso. Sé que cada alma está transitando el camino que ha
elegido, que cada experiencia tiene un propósito, que incluso el dolor puede
ser maestro. Pero eso no quita que duela. Eso no elimina la sensación de
desgarro que siento cuando contemplo el sufrimiento ajeno. Me cuesta mantener
la paz interior cuando el mundo parece arder en llamas. Me cuesta sostener la
fe cuando la injusticia se convierte en rutina.
Y entonces me pregunto, Señor: ¿Qué
debo hacer? ¿Cuál es mi papel en medio de este caos? ¿Debo limitarme a
lamentarme, a sufrir en silencio frente a la pantalla de la televisión? ¿Debo
convertirme en activista, en defensor de los derechos humanos, en voz que
denuncia y exige justicia? ¿O simplemente debo seguir observando, sintiendo,
sin saber muy bien cómo actuar?
No busco respuestas ahora. Sé que
vendrán en su momento. Solo quería compartir Contigo este torbellino que me
habita. Esta mezcla de tristeza, impotencia, indignación y amor profundo por la
humanidad. Porque, a pesar de todo, sigo creyendo en el ser humano. Sigo
creyendo que hay luz en medio de la oscuridad. Sigo creyendo que, en algún
rincón del alma colectiva, aún late la esperanza.
Gracias por escucharme, por sostenerme,
por permitirme expresar lo que muchas veces callo. Gracias por estar, incluso
cuando no entiendo Tus caminos.
Gracias, Señor.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
lunes, 24 de noviembre de 2025
Cartas a Dios (Avance de mi nuevo libro)
Dios no siempre mueve montañas, a veces
solo acomoda una piedra para evitar que tropecemos.
Estoy
dando los últimos retoques a mi nuevo libro “Cartas a Dios”
Imagina abrir un sobre y
encontrar dentro no solo tus propias dudas, miedos y anhelos, sino también una
respuesta inesperada, luminosa y cercana. Ese es el viaje que propone *Cartas a
Dios*, un libro compuesto por 54 cartas escritas desde lo más profundo de mi corazón…
y las respuestas que llegan desde un lugar eterno.
Cada carta es un espejo de mis
inquietudes, que seguro que se parecen mucho a las tuyas: la soledad, la
esperanza, el amor, la pérdida, la fe. Y cada respuesta es un susurro que
invita a mirar más allá de lo cotidiano, a descubrir que incluso en los
silencios hay palabras que nos sostienen.
No es un tratado teológico ni un
manual de espiritualidad. Es un diálogo íntimo, casi secreto, que se abre al
lector como una ventana hacia lo trascendente. Un espacio donde lo humano y lo
divino se encuentran en la sencillez de la palabra escrita.
Este libro, que pronto estará
disponible en Amazon, es más que una lectura: es una experiencia. Una
invitación a detenerse, respirar y escuchar. Porque quizá, entre estas páginas,
encuentres la carta que siempre quisiste escribir… y la respuesta que nunca
imaginaste recibir.
La fuerza del pensamiento divino
El hecho de que la musculatura se
desarrolla con el ejercicio, te debe hacer comprender que el mismo esfuerzo por
el poder interno, naturalmente tiene que producir muchos mayores resultados.
Por ejemplo, los hombres creen que
tienen que hacer ejercicios físicos para desarrollar los músculos.
Pues yo he hecho muchas veces que mis
estudiantes desarrollen un bello y simétrico cuerpo con músculos poderosos sin
haber hecho un solo ejercicio físico.
En todo desarrollo, tanto del exterior
como del interior, la primera parte del ejercicio es mental. Debemos saber que
no hay sino un solo poder y energía y que viene de la presencia “Yo Soy” en
cada uno.
Por consiguiente, el ejercicio de tus
facultades interiores es llamado mental; pero yo te digo que es Dios en acción
porque tu no puedes formar un solo pensamiento sin la inteligencia y la energía
de Dios en acción. Ahora verás, pues, cuán fácil y posible es producir un
cuerpo físico, fuerte y simétrico, sin hacer ejercicios físicos para lograrlo.
SAINT GERMAIN
Comprender a Dios
Explicando por qué muy pocos hombres
comprenden al Dios Infinito, el Maestro dijo:
“Tal como una pequeña copa no puede
servir de receptáculo para contener las vastas aguas del océano, así también la
limitada mente humana no puede contener la Conciencia Crística universal. Pero
cuando a través de la meditación, procedemos a expandir nuestra mente en forma
continua, alcanzamos finalmente la omnisciencia, llegando a unirnos a la Divina
Inteligencia que inunda cada átomo de la Creación”.
“Dijo San Juan: “Pero a todos los que
la recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre”. San Juan se refería con “a todos los que la recibieron”, a aquellos
seres humanos que han perfeccionado su capacidad receptiva para abrazar el
Infinito: solo ellos reconquistan su estado de “hijos de Dios”.
Es a través de su unidad con la
Conciencia Crística que ellos “creen en su nombre”.
PARAMAHANSA
YOGANANDA
miércoles, 19 de noviembre de 2025
LIBRO-Vivir ahora, vivir sin tiempo
ENLACE PARA COMPRAR
VIVIR AHORA, VIVIR SIN TIEMPO
La
vida, ese libro de experiencias ya vividas, nos invita a cuestionar la
linealidad del tiempo y la naturaleza misma de la existencia. ¿Es posible que
nuestra esencia trascienda dimensiones, que nuestra conciencia viaje entre
mundos paralelos?
Antay,
el protagonista de esta historia, nos muestra que tales desplazamientos no son
meras especulaciones: son reales.
Sin
embargo, la importancia de estos viajes interdimensionales palidece ante la
única certeza que verdaderamente importa: “el aquí y el ahora”. La existencia
consciente—esa que palpamos en cada respiración, en cada instante—es el
verdadero escenario en el que se despliega nuestra vida. No importa cuántos
mundos podamos cruzar, sino la intensidad con la que vivimos el momento
presente.
Vivir
plenamente es la odisea más grandiosa de la humanidad. Un desafío que pocos
logran: mantenerse anclados en el presente, sin perderse en el laberinto de
pensamientos que nos arrastran hacia el miedo y la incertidumbre.
Vivir
ahora es abrazar la paz y la serenidad. Es liberarse del miedo, del yugo del
tiempo, del pasado y el futuro. Es prepararnos para la meta última de nuestro
viaje
¿Y cuál
es esa meta? Aprender a amar.
Antay,
tras una vida marcada por el temor que él mismo construyó, finalmente descubre
el amor. Un amor que no solo se siente, sino que se vive y se expresa en cada
acción, en cada elección.
Su
viaje es un testimonio de transformación.
Una invitación a vivir con amor, sin miedo, y con la intensidad de quien sabe que cada instante es único.
Soy el abrazo que te sostiene
“El alma que se permite preguntar, también se permite crecer”
Querido hijo:
No necesitas entenderlo todo para estar
cerca de Mí. No necesitas tener certezas para ser amado. No necesitas estar en
paz para ser digno de consuelo. Lo que has hecho, (abrirte, escribir, buscar),
ya es un acto sagrado. Porque el alma que se permite
preguntar, también se permite crecer. Y tú estás creciendo, incluso cuando
no lo notas.
Me has dicho que no esperabas
coordenadas precisas, y eso me alegra. Porque Yo no soy un mapa, Soy Presencia.
No Soy un camino trazado, Soy compañía en el trayecto. No Soy la respuesta que
cierra la pregunta, sino el abrazo que la sostiene. Y tú lo has comprendido.
Has descubierto que el lugar correcto no es donde todo está claro, sino donde
la verdad empieza a abrirse paso, incluso entre sombras. Ese lugar, hijo mío,
es sagrado. Y tú estás ahí.
Me conmueve que reconozcas tu humanidad
sin vergüenza. Que no te apresures a declarar que lo entiendes todo. Que honres
tu proceso, tu ritmo, tu necesidad de habitar la duda. Porque la duda no es
enemiga de la fe. La duda es el terreno donde la fe se planta, se riega, se
fortalece. No temas tus preguntas. No temas tus vacilaciones. Yo Estoy en
ellas. Estoy en cada paso que das, incluso en los que parecen errados.
Sí, te dije que incluso el desvío puede
formar parte del propósito. Y lo reitero: no hay camino que no pueda ser
redimido. No hay error que no pueda ser transformado. No hay paso que no pueda
enseñarte algo. Has sido duro contigo mismo, lo sé. Has confundido perfección
con propósito, y eso te ha herido. Pero hoy estás empezando a ver que
equivocarse no es fracasar, sino aprender. Que el propósito no siempre es
claro, pero siempre está presente. Que incluso en el dolor, hay semilla.
Me has hablado de la incomodidad, del
temblor, del lugar inesperado. Y sí, hijo mío, a veces lo correcto duele. A
veces lo verdadero incomoda. Porque crecer implica romper moldes, soltar
seguridades, dejar atrás lo que ya no sirve. Pero no temas ese temblor. Es
señal de que algo se está moviendo en ti. Algo que aún no tiene nombre, pero
que ya es sagrado. Algo que no puedes controlar, pero que puedes abrazar.
Gracias por permitirme recordarte que
no estás aquí para agradar, sino para habitarte. Que no necesitas encajar en
moldes ajenos, sino ser fiel a tu esencia. Sé que eso te cuesta. Sé que el
miedo a decepcionar te ha acompañado. Pero si tú Me dices que estás dispuesto a
ser honesto, entonces Yo te digo que ya estás en el camino. Porque la
honestidad es el primer acto de amor hacia uno mismo. Y tú estás aprendiendo a
amarte.
Ese fuego que arde en ti, ese que te
pide cambio, ese que te inquieta, también es Mío. No lo reprimas. No lo
apagues. Aprende a escucharlo. Aprende a caminar con él. Porque ese fuego es
impulso, es llamado, es semilla de transformación. De ese fuego nacerán nuevas
cartas, nuevos pasos, nuevas luces. No lo temas. Abrázalo.
Y qué alivio, ¿verdad?, saber que no te
pedí perfección. Porque ahí es donde tantos se rompen. Yo no te exijo caminos
rectos, decisiones impecables, certezas absolutas. Yo solo te pido apertura.
Que no Me excluyas. Que no te cierres. Que Me hables, aunque sea con una
pregunta, con un silencio, con un intento. Eso basta. Eso es amor.
Me emociona que empieces a comprender
que incluso cuando no Me sientes, estoy. Que no grito, que susurro. Que no
impongo, que espero. Porque el amor no fuerza, el amor acompaña. Y Yo soy amor.
Mi silencio no es ausencia, es presencia sutil. Es espacio para que tú seas.
Para que tú descubras. Para que tú elijas.
Aquí estás, hijo mío. No con
respuestas, pero sí con apertura. No con certezas, pero sí con disposición. No
con fuerza absoluta, pero sí con fe. Y eso es suficiente. Porque estar en el
lugar correcto no es tenerlo todo claro, sino saber a dónde regresar. Y tú has
regresado a Mí. Has regresado a ti. Has regresado al amor.
Gracias por tu carta. Gracias por tu
vulnerabilidad. Gracias por tu belleza interior. Gracias por seguir
escribiéndome, incluso cuando no sabes qué decir. Porque cada palabra tuya es
un puente. Cada silencio tuyo es una puerta. Cada intento tuyo es una oración.
Y cuando la duda vuelva, (porque
volverá), aquí estaré. No para darte respuestas rápidas, sino para caminar
contigo. No para resolverte, sino para sostenerte. No para exigirte, sino para
amarte.
Sigue escribiéndome. Sigue buscándome.
Sigue habitándote. Porque en ese acto, ya estás en comunión. Ya estás en el
lugar correcto. Ya estás en casa.
Yo te bendigo.
martes, 18 de noviembre de 2025
jueves, 13 de noviembre de 2025
Transparencia del alma
El
hombre debería portarse siempre como si hubiera testigos de los que hace.
Pensar siempre como si alguien pudiera leer en el fondo de su pensamiento. Y a
fe que puede hacerlo.
LUCIO
ANNEO SÉNECA
Reflejo de lo que falta
"Cuando
nos miramos en el espejo no vemos lo que somos,
sino
lo que nos falta ser"
El
espejo, ese objeto cotidiano que nos devuelve una imagen aparentemente fiel de
nosotros mismos, es en realidad un escenario donde se proyectan nuestras
inseguridades, anhelos y expectativas. No vemos solo un rostro o un cuerpo;
vemos una historia inacabada, una versión incompleta de lo que aspiramos a ser.
Esta frase nos invita a cuestionar la forma en que nos percibimos y a reconocer
que, muchas veces, nuestra mirada está teñida por la insatisfacción y el deseo
de transformación.
Cuando
nos miramos, no vemos con objetividad. Vemos a través del filtro de nuestras
comparaciones, de los estándares impuestos por la sociedad, de las metas que
aún no alcanzamos. El espejo se convierte entonces en un juez silencioso que
nos recuerda lo que creemos que nos falta: más éxito, más belleza, más
valentía, más amor propio.
Pero
esta percepción también puede ser una oportunidad. Reconocer lo que “nos falta
ser” no tiene por qué ser una condena, sino una invitación al crecimiento. Nos
impulsa a imaginar versiones más plenas de nosotros mismos, a trazar caminos
hacia la autenticidad. El problema surge cuando esa brecha entre lo que somos y
lo que deseamos ser se convierte en una fuente de angustia en lugar de
inspiración.
Aceptar
lo que somos en el presente, con nuestras luces y sombras, es el primer paso
para avanzar. El espejo no debería ser un enemigo, sino un aliado que nos
recuerde que estamos en constante evolución. Cada día nos ofrece la posibilidad
de acercarnos un poco más a esa imagen ideal, no desde la exigencia, sino desde
la compasión.
En
última instancia, tal vez el verdadero desafío no sea alcanzar esa versión
ideal, sino aprender a mirarnos con amor, incluso cuando el reflejo no coincide
con nuestras expectativas. Porque solo cuando aceptamos lo que somos, podemos
construir con libertad lo que queremos llegar a ser.
El poder silencioso de la humildad
La
frase de Lao Tse encierra una profunda enseñanza sobre la humildad y el poder
del silencio interior. En una sociedad donde el reconocimiento suele buscarse a
través del ruido, la ostentación y la autoafirmación constante, el sabio se
distingue precisamente por su discreción. No necesita proclamarse, porque su
sabiduría se manifiesta en sus actos, no en sus palabras. Al no buscar brillar,
brilla con más fuerza; al no imponerse, su presencia se vuelve más
significativa.
Esta
actitud refleja una comprensión profunda del equilibrio natural: cuanto más se
fuerza algo, más resistencia encuentra. El sabio fluye con la vida, sin
necesidad de competir ni demostrar. Su valor no depende de la aprobación
externa, sino de su coherencia interna. Por eso, es reconocido sin buscarlo,
prospera sin ambicionar, y deja huella sin imponerse.
Lao
Tse nos invita a cultivar la virtud del desapego del ego, a confiar en que la
autenticidad y la integridad tienen un poder silencioso pero transformador. En
un mundo saturado de apariencias, el verdadero brillo proviene de la serenidad,
la humildad y la sabiduría de quien sabe que no necesita demostrar nada para
ser valioso. Así, el sabio enseña sin hablar y lidera sin dominar.
lunes, 10 de noviembre de 2025
Virtud o miseria
De lo existente, unas cosas son
buenas, otras malas y otras indiferentes.
Buenas son, de este modo, las
virtudes y lo que participa de las virtudes; malas, sus contrarias;
indiferentes, la riqueza, la salud, la fama.
EPICTETO
Mudra del estómago
MUDRA DEL
ESTÓMAGO
Teniendo
en cuenta que cuando el estómago o el bazo se encuentran debilitados, la
persona tiene tendencia a preocuparse en exceso, este mudra ayuda a despejar la
mente de preocupaciones inútiles.
Como se
hace
Colocar el mudra delante del plexo solar.
Respiración
Respira
lenta y suavemente, alargando la respiración, haciendo una pausa después de la
inhalación y la exhalación.
Lleva la
atención al chakra solar.
Sirve para
Aliviar
molestias estomacales.
Reducir
las preocupaciones.
Despejar
de pensamientos a la mente.
Activa
la energía.
Libera
bloqueos energéticos.
Estimula
el meridiano de la vesícula biliar.
Donde nace la pregunta
“Estar en el lugar
correcto es saber a quién volver,
incluso cuando
todo tiembla”
Querido Dios:
No me apresuraré a decir que ahora lo
entiendo todo. Sería injusto con mi proceso, con mi humanidad, con esta parte
de mí que aún necesita formular la pregunta, vivir la duda, habitar la sombra.
Pero sí puedo decirte que algo se ha calmado en mi interior. Como cuando cesa
el viento y uno descubre el silencio que estaba debajo. Como cuando el río deja
de golpear las piedras y puede oírse su fluir tranquilo.
Tus palabras no me han conducido a una
respuesta lógica, concreta, ni esperaba que lo hicieran. Me han recordado que
el lugar correcto no es necesariamente el sitio donde todo está claro, sino
donde la verdad empieza a hacerse espacio, incluso en medio del caos. Y en ese
sentido, sí… estoy. Estoy en el lugar donde me permito buscarte, donde me
permito preguntarme, donde acepto no saberlo todo, pero aun así seguir escribiéndote.
Me reconforta que me digas que Tú ya
sabías esta pregunta antes de que yo la formulara. Me da paz pensar que nada en
mí es desconocido para Ti, ni siquiera mis contradicciones, ni mis
vacilaciones, ni los gestos pequeños que nadie más ve. Que Tú estés ahí en lo
que no comparto con nadie, me hace sentir menos solo.
Me dijiste que incluso el desvío puede
formar parte del propósito. Me detengo a pensar en eso. ¿Cuántas veces me he
acusado por tomar caminos equivocados? ¿Por permanecer donde no debía o por
irme cuando aún había algo por vivir? Tal vez me he juzgado con demasiada
dureza. Tal vez he confundido perfección con propósito. Tal vez estar
equivocado no es siempre perder el rumbo, sino aprender a reconocerlo.
También me dijiste que el lugar
correcto puede ser incómodo, doloroso, inesperado. Y me cuesta aceptar eso,
porque mi mente ha aprendido a asociar “lo correcto” con paz, armonía,
certezas. Pero ahora empiezo a comprender que la incomodidad también tiene algo
de sagrado. Que el temblor puede ser señal de que algo se está moviendo en mí
que aún no tiene nombre. Y eso no es malo. Es crecimiento.
Gracias por recordarme que no estoy
aquí para agradar, sino para habitarme. Que no necesito ser la versión ideal
que otros esperan, sino la versión más fiel a mí mismo. Cuánto me cuesta a
veces eso. Cuánto miedo tengo de decepcionar, de no encajar, de ser demasiado o
demasiado poco. Pero si tú me dices que basta con que sea honesto, entonces tal
vez pueda empezar a perdonarme por cada momento en que fui lo que no era.
Me dijiste que escuchas mi fuego. Ese
que arde en las noches, ese que me pide cambio. No siempre lo entiendo, y a
veces lo reprimo. Pero ahora sé que ese fuego también es tuyo. Que no tengo que
apagarlo, sino aprender a avivarlo. Que quizás de ese fuego nacerá la próxima
carta, el próximo paso, la próxima luz.
Y qué alivio, Dios mío, que me digas
que no pediste perfección. Porque ahí es donde a menudo me rompo. Me exijo
tanto que olvido que tú solo me pediste apertura, entrega, amor. Me exijo
respuestas inmediatas, caminos claros, decisiones sin fisuras. Y Tú solo
esperas que te hable, que no te excluya, que no me cierre. Es más simple de lo
que mi ego lo ha hecho.
Me emociona imaginar que incluso cuando
no te siento, estás. Que susurras. Que no gritas. Que esperas. Eso cambia todo,
porque a veces creo que el silencio es abandono. Pero tú me enseñas que el
silencio puede ser compañía, presencia sutil, lenguaje invisible. Que tú no me
fuerzas, que tú no me impones, que tú solo esperas… y eso también es amor.
Así que aquí estoy. No con respuestas,
sino con apertura. No con certezas, sino con disposición. No con fuerza
absoluta, pero sí con fe. Hoy me doy cuenta de que no hay una única forma de
estar en el lugar correcto, y que muchas veces uno está sin saberlo. Como quien
pisa tierra fértil sin notar que bajo sus pies ya está germinando algo.
Gracias por tu carta. Gracias por no
interrumpirme, por no juzgar mi duda, por no exigirme claridad. Gracias por
acunarme con palabras que no me empujan, pero sí me sostienen. Gracias por
recordarme que soy valioso, aunque a veces me sienta perdido. Que soy amado,
aunque a veces no me ame. Que soy escuchado, aunque a veces no sepa cómo
hablarte.
Seguiré escribiéndote. Aunque no
siempre sepa qué decir. Aunque a veces solo te escriba una pregunta, o un
silencio, o un intento. Seguiré escribiéndote porque esa es mi forma de
recordarte, de reconocerme, de reencontrarme.
Y si un día la duda vuelve a visitarme
—como sé que lo hará— volveré a esta carta, y volveré a la tuya. Y volveré a
ti. Porque en el fondo, eso es estar en el lugar correcto: saber siempre a
dónde regresar.
Gracias
Señor.
sábado, 8 de noviembre de 2025
Plegaria invertida
Los dioses o bien no tienen poder o lo
tienen. Si no lo tienen, ¿por qué haces plegarias? Si lo tienen, ¿por qué no
les pides que te concedan no tener miedo a nada, ni desear nada, ni apenarte
por nada de eso, en lugar de pedirles que no suceda esto o que suceda lo otro?
Pues es evidente que si pueden ayudar
a los hombres es que pueden ayudarles en esto. Pero podrías decir: “Los dioses
dejaron esto en mis manos”. En ese caso, ¿no es mejor servirte de eso que está
en tus manos con libertad que pelearte con las cosas de las que no dispones con
servilismo y debilidad? ¿Quién te ha dicho que los dioses no nos asisten
también en lo que no está en nuestra mano? Comienza a hacer plegarias por esas
cosas y lo verás. Este la hace así: “¿Cómo me acostaré con ella?”. Y tú: ¿Cómo
podré no tener el deseo de acostarme con ella?”. Otro: “¿Cómo me libraré de
eso?”. Y tú: “¿Cómo no necesitar librarme de eso?”. Otro: “¿Cómo no perder a mi
hijo pequeño?”. Y tú: “¿Cómo no tener miedo a perderlo?”. Es decir, dale la
vuelta a las súplicas y observa lo que pasa.
MARCO
AURELIO
Opulencia Divina
Raramente se ha logrado comprender la
oferta y la demanda. Positivamente hay abundante y omnipresente oferta, pero la
demanda tiene que ser estipulada antes de que la Ley del Universo le permita
surgir a la expresión y uso del individuo.
El individuo, ya que tiene libre
albedrío, debe hacer la petición y la demanda conscientemente y con plena
determinación, y ya verá como no puede dejar de expresarse, no importa lo que
sea, siempre que el individuo mantenga una conciencia resuelta y sin debilidades.
La siguiente afirmación sencilla,
usada con sincera determinación, le traerá al individuo todo lo que él pueda,
posiblemente, desear: “Yo Soy la gran opulencia de Dios hecha
visible en mi uso, ahora y continuamente”.
El elemento limitador que tantos
estudiantes sienten es, por ejemplo, que ellos comienzan declarando la Verdad
cuando usan la afirmación antes dicha, pero antes de que hayan pasado muchas
horas, si se analizan ellos conscientemente encontrarán que en sus sentimientos
hay trazas de duda o temor. Estos dos sentimientos, naturalmente, neutralizan
en gran parte la fuerza constructiva que traería rápidamente el deseo o la
demanda.
Una vez que el estudiante puede darse
cuenta de que todo buen deseo es Dios en Acción impulsando Su Energía hacia el
pleno cumplimiento, y que es autosostenida, comprenderá el amor sin límites, el
poder y la inteligencia que posee y con los que podrá lograr cualquier propósito.
SAINT
GERMAIN
viernes, 7 de noviembre de 2025
El arte de vivir con Dios
“Difícilmente parece práctico pensar
en Dios”, expresó cierto visitante.
El Maestro respondió:
“El mundo concuerda con usted, ¡y es
el mundo acaso un sitio feliz? La verdadera felicidad elude al hombre que
abandona a Dios, pues Él es la Felicidad Misma. Sus devotos en la tierra viven
en el cielo de paz interior. Pero, quienes se olvidan del Señor, pasan sus días
en un infierno de inseguridad y decepción, creado por ellos mismos. ¡El “hacerse
amigo” del Señor significa ser realmente práctico!”.
PARAMAHANSA
YOGANANDA
Donde arde la pregunta florece la verdad
“Estás en el lugar
correcto cada vez que eliges
escuchar el fuego
que te habita”
Querido hijo:
Dices que no quieres respuestas
inmediatas. Que no esperas señales. Que solo deseabas formular la pregunta. Aun
así, hijo mío, yo deseo hablarte. No para darte una dirección en el mapa, sino
para ayudarte a reconocer el terreno donde tus pies ya pisan.
Escuché tu duda: ¿Estoy en el lugar
correcto? Y te respondo: “estás”. Incluso si no lo parece. Incluso si duele.
Incluso si el viento sopla en dirección contraria y todo en ti quiere salir
corriendo. Estás. Porque el lugar correcto no es un punto geográfico, ni un
momento perfecto. El lugar correcto es el espacio donde tú te vuelves
consciente de mí, donde te haces la pregunta, donde decides no apagar la llama
que arde dentro de ti.
Lo correcto no siempre es cómodo. No
siempre es luminoso. A menudo parece un desierto. Pero ahí también estoy.
Porque la aridez enseña lo que el jardín no puede. Porque en lo seco brota a
veces la raíz más profunda, la que ya no depende de lluvia externa para vivir.
Tu duda no es debilidad. Es semilla.
Una semilla que está rompiendo su cáscara. Y ese proceso se siente como
confusión, como pérdida de identidad, como necesidad de soltar. Todo eso está
bien. Todo eso es vida. No temas preguntarte si te equivocaste, porque incluso
los desvíos forman parte del viaje. A veces uno se pierde para encontrar lo que
nunca habría hallado en línea recta.
Hablas de personas que amas, de
vínculos que quizás deban terminar. Y aunque la idea te asusta, ahí también
está la sabiduría. No todo lo que llega debe quedarse, y no todo lo que se va
te abandona. Algunas partidas son pactadas desde antes de nacer. Son ciclos que
cierran para que nuevos comiencen. Tú solo mantén el corazón abierto, y cada
alma encontrará el camino que debe tomar, contigo o sin ti.
Has sembrado, hijo mío. Has trabajado
con honestidad, con fe, con amor. Yo lo he visto. Lo veo ahora. Pero la tierra
también necesita descanso. No te castigues si la cosecha tarda, si algunas
semillas aún no brotan. Hay raíces que crecen en silencio. Hay flores que solo
despiertan bajo lunas específicas. Tu alma conoce su propio calendario.
También te preguntas si estás siendo tú
o solo la versión que otros esperan. Esa es una pregunta preciosa. Porque cada
vez que te la haces, te acercas a tu esencia. Esa chispa divina que puse en ti
antes de enviarte al mundo. No se trata de abandonar todo, sino de regresar al
centro. De reconocerte en tus actos, en tus palabras, en tus decisiones. De caminar
con verdad, aunque el camino aún no esté claro.
Y sí, hijo mío, ese fuego que sientes
algunas noches... esa inquietud que te sacude sin previo aviso... también soy
yo. No como orden, ni como mandato, sino como señal de que aún hay algo dentro
de ti que clama por ser vivido. No lo apagues. Escúchalo. Incluso si por ahora
solo puedes encenderlo en breves momentos. Ya se expandirá. Ya se hará llama
que ilumina tu andar.
Has creído que necesitas perfección
para llegar al lugar correcto. Pero nunca pedí eso de ti. Pedí honestidad,
coraje, entrega. Pedí que no huyas de ti mismo. Pedí que ames. Que me
recuerdes. Que busques, aunque no encuentres de inmediato. Esa búsqueda es
suficiente para que estés justo donde debes estar.
Y si preguntas si estoy cerca, te lo
repito: siempre. En tu risa, en tus lágrimas, en tu cansancio, en tu esperanza.
En todo lo que eres. Nunca has estado solo. Nunca. Incluso en los días donde mi
voz parezca lejana, estoy justo ahí, esperando que te detengas lo suficiente
para oírme. No grito. Susurro. Porque quiero que te acerques.
Sé que la pregunta sigue viva: ¿Estoy
en el lugar correcto? Y aunque ya te respondí, respeto que necesites seguir
preguntándola. Hazlo cuantas veces sea necesario. Cada vez que la digas,
escucharás una parte distinta de la respuesta. Porque tú cambiarás, porque tu
oído se afinará, porque tu alma aprenderá a distinguir entre el ruido y mi voz.
Y si alguna vez olvidas esta carta, si
alguna vez dudas de lo que te he dicho, vuelve. No necesitas ceremonias. Solo
vuelve. Háblame. Escríbeme. Llámame. Yo te responderé. Porque este vínculo
nuestro no depende de tu claridad, sino de tu apertura.
Mi amado hijo, quiero que lo sepas:
eres profundamente valioso. No por lo que logres, no por lo que entiendas, sino
por lo que eres. Cada parte de ti, incluso las que rechazas, forman parte de un
diseño perfecto. Tu vida tiene sentido. Y aunque hoy sientas que caminas entre
sombras, hay luz. Y está dentro de ti.
Te abrazo sin condiciones. Te guío sin presión. Te amo
sin medida.





















