Capítulo XIV. Parte 4. Novela "Ocurrió en Lima"
Desde
que Indhira llegó a su casa mantuvo una lucha incruenta consigo misma. Todo su
ser, excepto su mente, quería llamar a Antay. Sin embargo, su mente la estaba
boicoteando presentándola las más escabrosas situaciones según se iba acercando
a la decisión de llamarle:
- Ten en
cuenta que tiene terror a comenzar una relación. -era el argumento de su mente.
- Y ella
misma le iba rebatiendo las razones a su mente- Sí, pero hay que tener en
cuenta que él lo pasó muy mal.
- Y,
¿tú?, -seguía su mente- ¿no lo pasaste mal?
- Pero es
diferente, -se defendía Indhira- yo estaba más preparada.
- Ante
una ruptura pocas personas están preparadas. Lo importante es como se recupera
y, este pobre chico aún no se ha recuperado. Y si no se ha recuperado, con el
tiempo que ha pasado, no se va a recuperar nunca. No va a ser feliz porque
siempre va a estar esperando que termines con él, –son terribles las mentes
presagiando desgracias.
Pensaba
que llevaba en la misma situación dos semanas porque, aunque habían ocurrido
muchos acontecimientos, la realidad era que solo habían pasado quince días
desde el maravilloso sábado que pasaron juntos Antay y ella. Estaba decidido,
le iba a llamar, a pesar de lo que pronosticaba la agorera de su mente, e iba a
ser ahora.
Eran
casi las 8 de la noche. Antay acababa de despedir a Diana y a sus compañeros
cuando sonó su celular. En la pantalla apareció el nombre de Indhira.
- Sin
pensarlo dos veces respondió a la llamada- Hola Indhira, ¿cómo estás?
- Hola
Antay, -escuchó la voz de Indhira que sonaba tranquila y tan alegre como la
recordaba- estoy bien, creo que tengo que felicitarte, o ¿no?
- Supongo
que lo dices por el trabajo en la empresa de tu papá, -algo tenía que decir,
porque no había otra razón de la que ella tuviera conocimiento. Y, tampoco
podía saber de otra razón, porque no la había.
- Sí, lo
digo por eso, -y continuó Indhira- hoy, como cada domingo he comido con mis
papás y mi papá nos ha contado los cambios en la empresa, en la que tú pareces
ser la estrella.
- Bueno,
más que la estrella, yo diría que el nuevo, -contestó Antay.
- Siempre
tan modesto, ¿cómo te sientes?
- Estoy
muy contento. Si me hubieran dicho que eligiera un lugar para trabajar y un
trabajo dentro de esa empresa habría elegido algo así, sin dudarlo. En
realidad, más que contento estoy exultante.
>>
Ahora mismo, acaban de salir de mi casa mis antiguos compañeros, a los que les
he explicado como es el nuevo departamento, para ver si les interesaría
acompañarme en una aventura tan apasionante y todos han aceptado.
- Me
alegro infinito. Mi papá está encantado y alucinando porque ya has trabajado
tres días, incluido ayer que era feriado.
- No
tiene mérito. Ya sabes que no tengo mucho que hacer. Trabajar, para mí, es un
buen entretenimiento, -ya estaba bien de hablar de mí, pensó Antay, y cambió el
tema de conversación- y a ti, ¿cómo te va?
- Cómo
siempre. Haciendo terapias y masajes, -le contestó Indhira- Tenemos que vernos,
un día, para tomar un café y me cuentas las impresiones de tu nuevo trabajo con
más tranquilidad.
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