“Creer
no es poseer la verdad, sino sostener el deseo de no perderla”
Querido Dios:
Hoy me acerco a Ti sin certezas,
pero con el deseo intacto de comprender. No vengo a hablar de la fe como algo
que poseo con firmeza, sino como algo que a veces se me escapa entre los dedos.
¿Es la fe una luz que permanece, o una llama que se tambalea con el viento?
Hay días en que creo sin dudar,
en los que Tu presencia me sostiene sin pedir pruebas. Pero también hay días, y
no son pocos, en que me cuesta seguir creyendo. En que el silencio pesa, en que
las palabras de otros ya no me bastan. ¿Por qué hay momentos en los que Tu
nombre me llena de paz, y otros en los que me resulta lejano, abstracto, como
un eco perdido?
He escuchado que la fe no
depende de sentir, pero ¿cómo no preguntarme si sigo creyendo cuando no siento
nada? ¿Sigue siendo fe cuando se viste de rutina, cuando me esfuerzo en confiar,
aunque todo en mí quiera rendirse?
¿Acaso tú esperas que mi fe no
sea perfecta, sino verdadera? ¿Es suficiente este deseo de no alejarme, incluso
cuando dudo? ¿Te basta con que no cierre del todo la puerta, aunque no siempre
tenga fuerzas para abrirla del todo?
Miro al mundo, veo su dolor, su
caos, su belleza escondida también… y me pregunto: ¿Cómo sigues obrando en este
misterio sin que muchos lo noten? ¿Cómo actúas sin imponerte, sin hacer alarde,
sin forzar? ¿La fe es, entonces, aprender a reconocerte en lo mínimo, en lo
oculto, en lo pequeño?
A veces no busco respuestas, solo
presencia. No necesito certezas absolutas, sino señales de que mi búsqueda no
es en vano. ¿Las preguntas que guardo en el corazón también son oración? ¿O Tú
solo escuchas las que están bien formuladas?
Si me pierdo, ¿seguirás
saliéndome al encuentro? Si callo, ¿aún oirás lo que no digo? Si dejo de
buscarte por un tiempo, ¿me esperarás sin reproche?
No pretendo comprenderlo todo,
Dios, solo quiero aprender a caminar contigo incluso cuando no vea el camino
con claridad. Si esto es fe —esta mezcla de amor, deseo, duda y esperanza—,
entonces tal vez aún estoy creyendo.
Solo te pido que no me sueltes…
incluso cuando yo no sepa cómo aferrarme.
Gracias Señor.
CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo
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