Sabemos que
cada pensamiento es energía, cada pensamiento es una forma de energía. Cuando
un pensamiento es repetitivo, es tanta la energía que se va generando que esa
forma de energía crece tanto que se genera lo que se denomina una entidad de
pensamiento. La entidad de pensamiento llega a tener conciencia propia, es
decir, que quiere vivir, descargándose en el cerebro de la persona para
expresarse, casi de manera permanente. Cuando dos, tres, cien, mil, un millón o
mil millones de personas tienen los mismos pensamientos, se genera lo que
podríamos denominar el pensamiento social. Es decir, un pensamiento que es
común a casi la totalidad de los miembros que componen dicha sociedad, porque
no hemos de olvidar que cada sociedad esta formada por los miembros que
conviven en dicha sociedad, que puede ser una comunidad, un pueblo, una ciudad,
un país o, incluso un continente.
De tal manera
que cada sociedad, tiene sus “tics” determinados, sus costumbres, sus
comportamientos y su idiosincrasia. Sin embargo, aunque cada sociedad tiene
unas particularidades que la definen, hay algo que caracteriza, hoy día, a
todas las sociedades, sean del norte o del sur, sean de oriente u occidente,
sean ricas o pobres, sean del primer o del tercer mundo; y es su carencia de
valores y su materialismo. No hay
ninguna sociedad en la que prime la igualdad, el amor, la ayuda o el servicio.
Pues esa es
la sociedad que dejamos cada vez que nos vamos de la vida. Pero,
desgraciadamente, es también la sociedad que nos encontramos en nuestro retorno
a la Tierra.
No ayuda para
nada la sociedad al ser humano en cada retorno de este a la materia, Antes bien,
es un hándicap, ya que el ser humano que se separa del pensamiento social, y
obviando los valores de la sociedad se dedica a buscar en su interior y se
dedica al servicio, o está loco, o ha sido engañado, o le han hecho un lavado
de cerebro.
Con este
panorama, hay que estar un poco loco para querer encarnar de nuevo, ya que el
trabajo a realizar en la materia parece que se vuelve cada vez más difícil.
Las personas
que olvidándose de la sociedad, comienzan un camino distinto, a pesar del qué
dirán, no parecen suficientes para que se realice el cambio de pensamiento
social. La salvación serían los niños.
Si todos los
que buscamos algo distinto, los que buscamos el amor en nuestro interior, y la
alegría, y la paz, y la felicidad, no permitiéramos que contaminaran a nuestros
niños, o al menos a los niños con lo que tuviéramos un cierto ascendente, como
hijos, sobrinos, nietos, alumnos, estos crecerían con un pensamiento distinto,
con unas creencias distintas, con unos valores diferentes. Así, poco a poco, iría
cambiando el pensamiento social, y es posible que al cabo de unas cuantas
generaciones, en la venida a la Tierra, ya no sería considerado una locura
buscar en nuestro interior, la propia sociedad lo propiciaría, y el trabajo de
nuestro crecimiento, para alcanzar la tan deseada Iluminación, ya no sería un
camino de espinas, sino que sería un camino sembrado de pétalos de flores.
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