Las causas
de la enfermedad parecen múltiples y variadas, sin embargo, cuando se trata con
ellas, tratando de llegar a la causa, para sanar esta en lugar de trabajar con
los efectos, se descubre que ni son tantas las causas, ni, por supuesto, tan
variadas.
En el caso
de un problema físico, parece normal que una persona enferma no se encuentre en
su mejor momento emocional, y eso es lo que aparece en la consulta
inmediatamente después de conocer el problema por el que la persona acude a
terapia. Pero no debe terminar aquí la primera entrevista. Después de conocer
el problema físico, y las secuelas emocionales que ese problema está generando,
si se empiezan a desgranar un “porqué” tras otro, para tratar de descubrir la
causa inicial del problema, se llega, casi siempre, a una causa emocional, que
parece primera, pero que tampoco lo es.
En el caso
de problemas emocionales, hay un paso menos que dar, nos ahorramos el salto
desde el problema físico, pero también deben existir los “porqués”, para llegar
a eso que puede parecer una primera causa.
Eso que
parecen primeras causas, son casi todas cortadas por el mismo patrón:
Infelicidad y miedos, o lo que es lo mismo falta de amor.
Los seres
humanos vivimos de pensamientos. Aunque algunas personas crean que esa es la
única y más acertada manera de vivir. A mí me han llegado a decir que lo
verdaderamente importante en la vida es mantener vivo el pensamiento porque es
una demostración de que estamos vivos. Ante este razonamiento, me calle discretamente,
pero casi dando la extremaunción a esa persona, porque para mí, su creencia es
la demostración de estar muerto, de vivir un sueño, de vivir una fantasía.
No solemos
vivir la realidad, vivimos la realidad generada por nuestros pensamientos. Y
esa realidad que generan los pensamientos es como un agujero que hay que
llenar, ya que los pensamientos hacen que cada día necesitemos más: más amor,
más dinero, más poder, más de todo. La mente nunca se conforma con lo que
tiene.
Y ¿Dónde
buscamos todo eso?, en el exterior, Y ¿Qué pasa si no lo conseguimos?, no hace
falta que lo explique, cada uno de los que os asomáis a esta ventana sabéis el
estado de frustración que genera la no consecución de los deseos. Ya sabemos
que cada pensamiento, que cada sentimiento y que cada emoción es energía. ¿Qué
clase de energía generamos en el estado de preocupación, de frustración, de
carencia, de infelicidad o de miedos, solo por citar algunos? Basura. Generamos
basura. Basura con la que estamos alimentando a nuestros chakras y a nuestro
cuerpo físico. Y nosotros somos la energía de nuestros chakras.
Todo lo que
buscamos en el exterior, todo el vacio que queremos llenar solo es debido al
ansia del alma por lo Divino, al ansia del alma por la unión con Dios. La
auténtica carencia es vivir separados de Dios, pero nadie en nuestras miles de
vidas nos lo ha hecho saber, y tratamos de paliar ese vacío con lo que la
sociedad con la que nos encontramos al nacer nos enseña.
Curiosamente,
la sociedad que nos encontramos es prácticamente la misma que dejamos en
nuestra vida anterior, y en la otra, y en la otra. ¿Qué pasaría si obviáramos
lo que nos enseña la sociedad, papas, maestros y guías religiosos incluidos?
Pues que buscaríamos a Dios en lugar de buscar sucedáneos, buscaríamos a Dios
en lugar de buscar poder, o fama, o gloria, o dinero.
Reencontrarnos
con Dios es reencontrar la paz, es vivir el amor, es disfrutar la felicidad, es
sentir la salud plena.
Bien
podríamos decir que la primera causa de la enfermedad no es un gen pernicioso
que se ha expresado, ni la basura generada por nuestros estados emocionales, ni
tan siquiera los pensamientos o las causas kármicas que devienen de vidas
anteriores. La separación de Dios es, en buena parte, responsable de nuestras
enfermedades, por no decir la única.
Ya sé que
con este razonamiento, los santos deberían de haber gozado de buena salud,
cuando son muchos los casos de santos que han vivido vidas de postración debido
a la enfermedad. Este sería material para otro post. A muchos santos se les ha olvidado
que vivían en un cuerpo. Hemos de tener el corazón y la cabeza con Dios, pero
los pies han de estar bien arraigados a la Tierra. Todo el trabajo que hemos de
hacer lo hemos de hacer en el cuerpo.
Por cierto,
para encontrar a Dios no hay que viajar muy lejos, solo hay que vivir desde el corazón.
Y para acercarte a tu corazón medita. Medita con la misma asiduidad que
desayunas, o almuerzas o cenas. Haz de la meditación una rutina diaria.
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