Supongo que
no es ningún secreto que el bienestar, la serenidad interior, la paz, la
alegría y la felicidad solo son el resultado de una cierta actitud ante la
vida, una actitud que podríamos plasmar como la actitud del “Todo está bien”.
Cuando todo
está bien en cada célula del cuerpo y en cada átomo de nuestra energía, se han
terminado para nosotros los enfados, los reproches, los miedos, las
inseguridades, los celos, las tristezas por deseos incumplidos o las
decepciones por no lograr las expectativas.
Cuando todo está bien no hay razón
para enojarse con el hermano, con la pareja, con los amigos o los desconocidos
por algo que hayan hecho o dicho, porque todo está bien. En las condiciones
actuales el enojo llega porque otros hacen o dicen algo que nosotros
consideramos que no es correcto, pero ¿Tenemos en cuenta lo que ellos
consideran correcto?, ¿Estamos en su mismo momento emocional para entender la
razón de sus palabras o de su actitud?, ¿Estamos en su mismo nivel de
crecimiento para entender sus motivos? Si nos colocáramos en sus zapatos
podríamos entender el porqué. Pero ¿De qué nos valdría entender la razón?,
¿Para justificarla?, ¿Para no enfadarnos?, ¡Que importa!, lo hecho, hecho está.
¿Para qué perder un tiempo precioso en tratar de entender las razones de otra
mente, o de otra alma? Lo mejor es aceptarlo, “Todo está bien”, y si parece
fuera de toda lógica, de nuestra lógica por supuesto, podemos desde el punto de
serenidad en que nos coloca el aceptar todo como bueno, tratar de explicar, con
amor, que es lo que no nos ha gustado y porque.
En el “Todo está bien”, no se trata
de comulgar con ruedas de molino, se trata de no atragantarnos con nuestra
propia indignación, con nuestra propia tristeza, con nuestra propia
intolerancia o con nuestra propia rabia.
En condiciones normales, ¿Qué ganamos
con un arrebato de cólera, de desesperación o tristeza? Si lo que nosotros
consideramos incorrecto, por llamarlo de una manera suave, ya está hecho, ¿Cuál
es nuestro beneficio con ese comportamiento animal e instintivo? Ninguno, no
obtenemos ningún beneficio, antes al contrario, todo son desventajas, todo son perdidas.
Nos desestabilizamos emocionalmente, ocupamos la mente con un discurso de
rabia: “Pero ¿Cómo puede ser que me haga eso a mí?, y si nuestro carácter aun
es algo inmaduro y esa situación se repite con otras personas y se mantiene en
el tiempo, es posible que comience a afectar a nuestra salud, y por supuesto a
la vida, ya que la persona que se encuentra en una situación de ese tipo, está
muy lejos de atisbar, ni aunque sea por un instante, lo que es la felicidad.
Si sucede una vez cada mucho tiempo,
bueno, es algo que hay que trabajar, pero no es tan grave como si la persona se
encuentras permanentemente ofendida con el mundo. En este caso es muy posible
que no esté equivocado el mundo y que sea la persona la que deba de recapacitar
y buscar ayuda para trabajar ese aspecto de su carácter que ronda la
intolerancia.
Recuerda que somos energía. Cada
pensamiento es energía, cada palabra es energía, cada acción es energía, y que
energías iguales se atraen. Con la intolerancia estás atrayendo a tu vida a los
intolerantes, con tu tristeza atraes a los tristes, con tus mentiras atraes a
los mentirosos, con tu rabia a los iracundos, con tu agresividad a los matones.
Si lo que quieres es amor, amaté; si
quieres ser feliz, haz felices a los demás; si quieres que te respeten,
respeta; porque vas a recibir ciento por uno de lo que entregas.
Para esto, la mejor fórmula es “Todo
está bien”. Y si alguien te pregunta ¿Y si realmente no está bien”, pues sigue
aplicando la máxima, “Lo que no está bien, también está bien”.
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