El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 24 de septiembre de 2025

Mudra de la concentración

 


MUDRA DE LA CONCENTRACIÓN

MUDRA CONTRA LA EXTENUACIÓN

 

Como se hace

Apoya las puntas de los dedos de la mano izquierda por encima de los dedos de la mano derecha. El pulgar de la mano izquierda apunta hacia el interior.

Una vez creado el mudra sitúa las manos a la altura del Chakra Plexo Solar y centra toda tu atención en este Chakra. Para que te resulte más cómodo puedes apoyar las manos sobre una almohada o un cojín.

Sirve para

Este mudra estimula la actividad cerebral, por lo que es muy efectivo para evitar la pérdida de memoria, así como presenta un efecto calmante sobre un cerebro hiperactivo.

Beneficios

Concentración.

Menos estrés.


La fortaleza de la mente

 

 


Si alguien entregara tu cuerpo al primero que pase, te enfurecerías; pero tú entregas tu mente a cualquiera, pues basta con que cualquiera te insulte para que te perturbes y te confundas. ¿No te da vergüenza de esto?

EPICTETO

 


Aceptación/Sanación

 



La alegría de lo suficiente

 


Nadie puede tener todo lo que desee; pero si puede dejar de desear lo que no tiene, y recibir con alegría lo que se le presenta.

LUCIO ANNEO SÉNECA


Cuando el perdón se hace presencia

 

 


Perdonar no es olvidar. 

Es dejar de permitir que el dolor te siga hiriendo por dentro.


Querido hijo:

         He sentido cada palabra tuya como si brotara de Mi propio corazón. Me has escrito desde lo más hondo, desde esa parte tuya que no pretende parecer fuerte ni perfecta, sino que se atreve a mostrarse tal como es: herida, inquieta, deseosa… y también honesta. No sabes cuánto valoro eso.

Has dicho algo que me honra: que no quieres fórmulas ni frases hechas, que no buscas soluciones mágicas ni atajos. Solo quieres que te acompañe. Y aquí estoy. No como juez que exige, sino como presencia que abraza. No vine a exigirte que perdones como si fuera un examen que tienes que aprobar. Vine a sentarme contigo junto a esa herida que aún pulsa. Porque sé que no es fácil. Porque sé que duele. Porque sé que lo estás intentando, incluso cuando crees que no puedes.

Perdonar nunca fue una orden seca. Es un proceso, y a veces, un largo camino. Un camino lleno de curvas, de tropiezos, de idas y vueltas.

No quiero que te obligues a perdonar desde el deber o la vergüenza. No quiero que lo hagas por miedo a mí, ni por cumplir con una norma. Quiero que lo hagas cuando tu corazón esté listo, cuando sientas que puedes soltar sin traicionarte, cuando descubras que perdonar no borra lo vivido, pero sí transforma el modo en que lo llevas. Hasta entonces, hijo mío, no tengas prisa. Yo tengo toda la eternidad para caminar a tu lado.

Te duele perdonar porque duele recordar. Porque perdonar no es olvidar, y tú lo sabes. Perdonar no es negar lo que pasó, ni justificar lo injustificable. No es minimizar tu herida. Tampoco se trata de permitir que te hieran de nuevo. Lo que Yo te invito a hacer no es ingenuidad, es sanación. No es amnesia, es libertad. No es borrar lo que pasó, sino dejar de permitir que te siga haciendo daño por dentro.

Y ese proceso no empieza con grandes gestos. Empieza con cosas pequeñas: con reconocer que duele, con dejar de alimentar el rencor, con permitirte sentir sin quedarte atrapado. Empieza cuando puedes pensar en quien te hirió sin que todo dentro de ti se cierre. Cuando puedes empezar a desearle paz, aunque aún no sepas cómo decírselo.

No todos pueden comprender esto. Muchos confunden perdón con debilidad. Pero Tú ya intuías que se necesita más fuerza para soltar que para retener. Que se requiere más valor para amar después del daño que para encerrarse en el orgullo. Por eso estás en buen camino, incluso cuando no lo sientas.

Tú no has fallado por no saber perdonar aún. Al contrario. Lo hermoso de tu alma es que no se conforma con quedarse detenida en el dolor. Aunque no lo creas, estás sanando. Porque querer perdonar ya es un acto de amor. Un amor que empieza contigo mismo, con no exigirte lo que aún no puedes dar. Con respetar tus ritmos. Con ser compasivo con tu propia fragilidad.

Y sí, llegará el día. No lo fuerces. No lo midas. No pongas fecha. Simplemente permite que el proceso te encuentre. Y cuando llegue, cuando seas capaz de decir “te perdono” aunque sea en silencio, aunque sea de lejos… Yo estaré allí. Con lágrimas en los ojos. No por el que es perdonado, sino por ti. Porque habrás recuperado una parte de tu corazón que creías perdida.

No estás solo. Yo llevo contigo esta herida. No la ignoro. No la niego. La sostengo contigo, en tus noches largas, en tus pensamientos repetidos, en tus recuerdos que escuecen. La llevo en mis manos como quien sostiene algo sagrado. Porque tu dolor, hijo mío, es sagrado para Mí. Y lo que tú no puedes cargar aún, lo cargo contigo.

Quiero que sepas algo más: cada vez que das un paso hacia el perdón —aunque no lo completes aún— estás liberando una parte de ti. Y no tienes que hacerlo todo de una vez. A veces, perdonar es apenas dejar de maldecir. Otras, es dejar de desear venganza. Luego, es querer comprender. Y finalmente, es poder bendecir. No todos llegan hasta el final, pero todo intento, todo gesto, es valioso ante mis ojos.

Sigue adelante. Sigue escribiéndome. Sigue trayéndome estas cartas sinceras, sin adornos, sin máscaras. Son oraciones puras. Tienen perfume de verdad. Y Yo me alimento de eso. De ti, tal como eres. Con tus luchas. Con tus ganas de sanar. Con tu deseo de amar mejor. Con tu alma abierta, aunque duela.

No estás roto. Estás creciendo.

Te amo y te bendigo.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


Si necesitas dinero

 


Si necesitas dinero di:

“YO SOY la Presencia Activa, trayendo este dinero

a mis manos y uso instantáneamente”

Es muy valioso alejarse de la importancia del dinero. Este es solamente un medio de intercambio. No le des poder, pon todo tu poder otra vez con Dios y después cuando ordenes, no importa lo que quieras, tendrás todo el poder instantáneamente a la mano para atraer el cumplimiento del decreto.

SAINT GERMAIN


Soltar

 


viernes, 19 de septiembre de 2025

Misión divina

 


“Dios les ha enviado aquí con un determinado propósito”, dijo el Maestro. “¿Están actuando en armonía con dicho propósito? Vinieron a la tierra con el objeto de llevar a cabo una misión divina. Tomen conciencia de la tremenda importancia de este hecho. No permitan que el ego estrecho obstaculice su logro de la meta infinita”

PARAMAHANSA YOGANANDA


miércoles, 17 de septiembre de 2025

Grandeza ilusoria

 


Es nuestra pequeñez, y no la propia naturaleza de los acontecimientos humanos, la que los hace parecer grandes.

LUCIO ANNEO SÉNECA


Perdón

 


“No es la ausencia de dolor lo que abre la puerta al perdón,

sino el deseo de sanar sin traicionarse”

 

Querido Dios:

             Hoy vengo ante Ti con una herida que no termina de cerrar. La llevo dentro desde hace tiempo, y aunque intento no tocarla, sigue ahí, como un dolor suave pero constante. Es la herida del perdón. O, mejor dicho, de su ausencia. Porque sé que perdonar es parte del camino… pero qué difícil es, a veces, hacerlo de verdad.

Tú conoces bien mi interior, sabes lo que callo incluso cuando no lo entiendo. Sabes cuántas veces he dicho “ya está”, “lo suelto”, “lo dejo ir” … solo para descubrir que algo dentro de mí todavía se agarra a lo que dolió. ¿Por qué me cuesta tanto? ¿Es orgullo, es miedo, es justicia no resuelta?

Yo quiero perdonar, Señor. De verdad que quiero, Tú lo sabes. Pero a veces me pregunto si es posible olvidar el daño, las palabras que marcaron, los gestos que traicionaron, las ausencias que dejaron huella. ¿Es perdonar lo mismo que olvidar? ¿Es callar lo que duele? ¿Es hacer como si no hubiera pasado nada?

A veces me confunden las frases que escucho sobre el perdón: “hay que perdonar para estar en paz”, “el perdón libera”, “quien no perdona, se envenena por dentro” … Y aunque entiendo la sabiduría que guardan, siento que me hablan desde un lugar al que aún no llego. Porque hay días en los que ni siquiera quiero perdonar. Días en que el dolor se siente tan justo, tan legítimo, que soltarlo parece traicionar mi propio sufrimiento.

Hay personas a las que he perdonado casi sin darme cuenta. Porque amaba más de lo que me dolía. Porque el vínculo era más fuerte que la ofensa. Pero hay otras, Señor… con ellas la historia es distinta. ¿Qué hago con el rencor que no sé disolver, aunque lo intente? ¿Qué hago con las veces que el perdón me parece injusto, incluso peligroso, como si me dejara indefenso?

He leído que perdonar no es aprobar lo que pasó, ni borrar lo vivido, sino soltar el poder que tiene sobre mí. Pero ¿cómo se suelta algo que se ha incrustado tan hondo? ¿Cómo se afloja un nudo que parece formar parte ya de uno mismo?

Y si perdono, ¿significa que tengo que volver a confiar? ¿Que debo abrir la puerta otra vez? ¿Poner la otra mejilla, aunque la primera aún duela? ¿Dónde está el límite entre perdonar y permitir que me vuelvan a herir?

También me pregunto si he sido perdonado por aquellos a quienes he herido. Porque no soy solo quien ha recibido daño; también he sido causa de lágrimas, de decepciones, de heridas que quizás aún sangran en otros. ¿Y si hay personas que no pueden perdonarme, aunque lo deseen? ¿Qué hago con esa culpa, con ese peso?

¡Ayúdame Señor! No sé por dónde empezar. No quiero una solución rápida, ni una frase bonita para tapar lo que siento. Solo quiero que me ayudes a comprender este misterio: cómo perdonar sin traicionarme, cómo soltar sin negar lo vivido, cómo amar aún con las cicatrices.

A veces pienso en Tu perdón. En el que das sin que lo merezcamos. En el que ofreces antes de que lo pidamos. Y me cuesta entenderlo. Porque mi lógica es distinta. Porque yo espero arrepentimiento, cambios visibles, esfuerzos claros.

No quiero que esta herida se vuelva mi identidad. No quiero envenenarme recordando una y otra vez lo que ya pasó. Pero tampoco quiero barrer bajo la alfombra lo que me dolió. ¿Se puede perdonar sin olvidar, pero sin cargar? ¿Existe esa línea delicada que me permita sanar sin negar?

Señor, no me enseñes a perdonar como deber. Enséñame a perdonar como camino. No como algo que debo hacer para estar bien contigo, sino como algo que me transforma, que me vuelve más humano, más parecido a Ti.

Te entrego mis miedos, mi resistencia, mi deseo de tener la razón. Te entrego también mi deseo profundo —aunque a veces muy escondido— de encontrar paz. Que no me convierta en cárcel de mi propio dolor. Que no haga del rencor mi refugio. Que no confunda la justicia con la revancha, ni la dignidad con la dureza.

Y si un día logro perdonar, que no lo haga por grandeza ni por virtud… sino por amor. Amor a Ti, que siempre me has perdonado primero. Amor a mí mismo, para vivir más libre. Amor a quien me hirió, aunque ya no lo comprenda.

Esta carta no trae soluciones, pero sí trae verdad. Te la entrego sin filtros, sin fórmulas. Es lo que soy hoy: alguien que quiere perdonar, pero que aún no sabe cómo.

Acompáñame, aunque tarde. Acompáñame, aunque dude. Acompáñame, aunque me resista. Y si algún día logro decir “te perdono” con el corazón, que seas Tú quien me regale la fuerza para hacerlo.

          Gracias, Señor.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


Tocar fondo


 

LIbertad

 


La libertad no se consigue satisfaciendo los deseos, sino eliminándolos.

EPICTETO


martes, 16 de septiembre de 2025

Mudra de la amistad

 


MUDRA DE LA AMISTAD – MUDRA CONTRA LA SOLEDAD

Este mudra te ayudará cuando estés solo; todos en algún momento nos podemos sentir aislados a pesar de estar rodeados de gente.

Sirve para 

Es importante revisar que nuestra actitud nos permita “hacer contacto con los otros”. Se amable con los demás, da palabras de reconocimiento, intenta percibir lo mejor de cada quien y bájale el volumen a tu monólogo interno. 

Cómo se hace:

En las dos manos, apoya la punta del pulgar en la base del anular respectivo y dobla el anular y el dedo medio por encima del pulgar. Enlaza los meñiques y une las puntas de los índices extendidos. Coloca tus manos delante del pecho.

Duración:

Puedes realizarlo los minutos que quieras.

Generalmente se mantiene el gesto hasta que te sientas inundado de una energía fresca y renovada.

Beneficios:

Efecto restaurador y meditativo

Permanece en esta posición hasta que sientas una agradable sensación de pertenencia al lugar, dejarás de sentirte solo y aislado, lo que te dará fuerzas para cambiar la situación en la que te encuentres.


Sin reproches

 



“El que camina en la niebla con el corazón encendido…

ya ha encontrado más de lo que cree.”

 

Querido hijo:

He escuchado tu carta. No con prisa ni juicio, sino con esa ternura que me une a ti desde antes del tiempo. Tus preguntas llegaron hasta Mí sin necesitar adornos. No hicieron falta fórmulas ni plegarias ensayadas. Bastó tu sinceridad, ese susurro interior que no busca convencerme, sino compartirse.

Y aquí estoy, sin respuestas exactas, porque sé que no me las estás pidiendo como quien resuelve un enigma. Lo que buscas no son soluciones rápidas, sino señales de que sigo aquí. Y sí, estoy. Siempre he estado. Incluso cuando no me nombras. Incluso cuando tu alma tiene más preguntas que certezas. Incluso cuando me miras de reojo, como quien no está seguro de si hay alguien mirando de vuelta.

Te confieso algo que pocos entienden: no me hiere tu duda. Al contrario, me conmueve. Porque quien pregunta lo hace desde la herida, sí, pero también desde el anhelo. Tu fe no es menor por tambalearse; es más profunda por mantenerse viva incluso cuando todo parece negarla. ¿Sabes? A veces, lo que tú llamas duda, yo lo llamo camino. Porque no es ausencia de fe, sino el modo en que tu alma va abriéndose paso hacia algo más verdadero.

No temas tu fe pequeña, ni tu confianza a medias. No necesitas traerme una fe perfecta. Yo prefiero el barro a la fachada. Prefiero el corazón que tiembla al que finge certeza. Me basta con que te acerques, como hoy, con las manos vacías pero el alma abierta. Con eso basta. Porque yo no habito en los templos construidos por seguridades, sino en los rincones humildes donde alguien, como tú, se atreve a mirar al cielo sin comprenderlo del todo.

Has preguntado si puede haber fe sin sentir. Y te respondo no con palabras, sino con una imagen que puse en tu alma desde el principio: la raíz. La raíz no se ve. Crece en lo oculto. A veces parece que no hay vida, que el árbol está seco, pero debajo late el misterio. Así es la fe muchas veces. No brilla, no se exhibe. Se hunde en la tierra, en lo cotidiano, y desde ahí sostiene. Incluso cuando no lo notas.

También preguntaste si basta con permanecer. Y Yo te digo: permanecer es amar. Quedarte, incluso en la noche, es un acto sagrado. Porque cualquiera puede creer cuando todo va bien. Pero tú sigues escribiéndome desde la niebla. Y eso, hijo mío, es oración pura. No la oración de quien pide, sino la de quien entrega su voz, aunque no tenga palabras. Y Yo la recojo. Siempre la recojo.

No hay pregunta tuya que me moleste. Ni hay grieta que me aleje. Yo no soy un juez esperando a que falles. Soy un Padre que camina contigo incluso cuando tú no sabes hacia dónde vas. No te exijo certezas. No te impongo caminos. Solo te invito a seguir. A no cerrar tu corazón, aunque tengas miedo. A confiar en medio de la contradicción. A entender que muchas veces, creer no significa estar seguro… sino estar dispuesto.

¿Dices que a veces no entiendes por qué no me muestro más claramente? Quizá porque tu alma —como tantas otras— necesita la libertad para amarme, no la obligación de verme. Si Yo me revelara con la evidencia de una fórmula matemática, tu corazón se rendiría, sí, pero no elegiría. Y yo no quiero corazones rendidos por el asombro, sino amores libres que, aun sin verme, decidan quedarse.

Y si a veces no te respondo como esperas, no es por desinterés, sino porque algunas respuestas no están hechas de palabras. Están hechas de tiempo, de proceso, de silencios que te preparan para entender lo que ahora dolería. Tú ves lo inmediato; Yo, lo eterno. Pero eso no significa que tus preguntas me sean indiferentes. Yo las guardo todas. Y trabajo todas contigo, aunque no siempre lo sientas.

Has hablado del dolor, de la noche, del miedo. ¿Piensas que Yo no los conozco? Recuerda: también lloré. También grité. También dudé. En mi Hijo, tomé la condición humana con todas sus grietas. No como un teatro, sino como una entrega real. Para decirte, con la vida y no con teorías, que Yo sé lo que es no entender. Lo que es amar y no ser comprendido. Lo que es confiar y seguir, incluso con el alma hecha pedazos.

No pongas tu fe en lo que puedes tocar. No la encierres en sentimientos pasajeros. Ámala como lo que es: un hilo frágil que te ata a lo eterno. Un fuego pequeño que, si lo cuidas, resiste cualquier noche. Y si un día se apaga… Yo mismo me encargaré de encenderlo otra vez. Porque más grande que tu fe es mi fidelidad. Más fuerte que tus dudas es mi amor.

No te olvides de esto: tus preguntas son también un acto de amor. Porque quien pregunta, no se ha ido. Y mientras haya en ti una pregunta dirigida a Mí, sabré que todavía estamos hablando. Aunque sea desde el silencio, seguimos en diálogo. No siempre hace falta entender. A veces, basta con seguir confiando en medio de la incomprensión.

Si te parece que crees poco, no temas. La fe no se mide. Se vive. Se entrega. Se renueva. Día a día. A veces cae. A veces duda. Pero siempre encuentra el camino de regreso si hay humildad. Y en ti, hijo mío, la hay.

Gracias por no dejar de buscarme. Gracias por atreverte a escribir lo que muchos callan. Yo veo tu corazón entero, no solo sus palabras. Y lo que veo es hermoso. Porque en él hay verdad. Y donde hay verdad… allí Yo habito.

Sigue caminando. Incluso si no ves. Incluso si no entiendes. Porque el que camina en la niebla con el corazón encendido… ya ha encontrado más de lo que cree.

Con amor eterno, Yo Soy.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


lunes, 15 de septiembre de 2025

Todo se repite

 


Así como es agotador ir al teatro u otros lugares similares y ver los mismos espectáculos una y otra vez, porque el ver siempre lo mismo, sin que varíe su apariencia, causa tedio, podrá sucederte también en todo el curso de tu vida; porque todas las cosas superiores e inferiores son siempre las mismas y provienen de los mismos principios. ¿Hasta cuándo, entonces?

MARCO AURELIO


domingo, 14 de septiembre de 2025

Mudra de los riñones

 


MUDRA PARA LOS RIÑONES –

MUDRA PARA LAS RELACIONES SATISFACTORIAS

La energía de los riñones está relacionada con las relaciones de pareja y el miedo.

Este miedo tiene que ver, sobre todo, con las relaciones asfixiantes; es el miedo a un exceso de pasión y a las exigencias, a las heridas, al abandono, la soledad o los celos.

El mudra de riñones puede transmutar estos sentimientos negativos en positivos.

Cómo se hace:

Apoya la punta del dedo pulgar en la base del dedo anular, en lo que se conoce como “monte de Apolo”.

Doble el dedo anular sobre el dedo pulgasr y lleva la punta a la almohadilla bajo los pulgares, al “monte de Venus”. Los otros dedos permanecen extendidos.

Con las dos manos.

Duración:

 Se recomienda practicar este Mudra durante un mínimo de 10-20 minutos diarios.

Beneficios:

Favorece los riñones.

 


sábado, 13 de septiembre de 2025

Más allá del elogio

 



“No te dejes impresionar por las alabanzas de gente que no te conoce realmente”, dijo el Maestro. “Busca más bien la justa opinión de verdaderos amigos, de aquellos que te ayudan a autosuperarte; y que jamás te adulan ni ignoran tus faltas; es Dios quien te está guiando a través de su sinceridad”.

PARAMAHANSA YOGANANDA

 


Luz y Amor

 


Un instante disfrazado de eternidad




Nuestra vida no dura más que un momento, y todavía menos de un momento; pero la naturaleza, dividiendo este momento, le ha dado apariencia de mayor duración. Ha hecho la infancia, la adolescencia, la edad adulta (que va gradualmente cuesta abajo hacia la ancianidad) y la ancianidad misma. ¡Cuántas etapas, para un trayecto tan corto!

                                                                  LUCIO ANNEO SÉNECA 

viernes, 12 de septiembre de 2025

Cuando la fe tiembla

 



“Creer no es poseer la verdad, sino sostener el deseo de no perderla”

 

Querido Dios: 

Hoy me acerco a Ti sin certezas, pero con el deseo intacto de comprender. No vengo a hablar de la fe como algo que poseo con firmeza, sino como algo que a veces se me escapa entre los dedos. ¿Es la fe una luz que permanece, o una llama que se tambalea con el viento?

Hay días en que creo sin dudar, en los que Tu presencia me sostiene sin pedir pruebas. Pero también hay días, y no son pocos, en que me cuesta seguir creyendo. En que el silencio pesa, en que las palabras de otros ya no me bastan. ¿Por qué hay momentos en los que Tu nombre me llena de paz, y otros en los que me resulta lejano, abstracto, como un eco perdido?

He escuchado que la fe no depende de sentir, pero ¿cómo no preguntarme si sigo creyendo cuando no siento nada? ¿Sigue siendo fe cuando se viste de rutina, cuando me esfuerzo en confiar, aunque todo en mí quiera rendirse?

¿Acaso tú esperas que mi fe no sea perfecta, sino verdadera? ¿Es suficiente este deseo de no alejarme, incluso cuando dudo? ¿Te basta con que no cierre del todo la puerta, aunque no siempre tenga fuerzas para abrirla del todo?

Miro al mundo, veo su dolor, su caos, su belleza escondida también… y me pregunto: ¿Cómo sigues obrando en este misterio sin que muchos lo noten? ¿Cómo actúas sin imponerte, sin hacer alarde, sin forzar? ¿La fe es, entonces, aprender a reconocerte en lo mínimo, en lo oculto, en lo pequeño?

A veces no busco respuestas, solo presencia. No necesito certezas absolutas, sino señales de que mi búsqueda no es en vano. ¿Las preguntas que guardo en el corazón también son oración? ¿O Tú solo escuchas las que están bien formuladas?

Si me pierdo, ¿seguirás saliéndome al encuentro? Si callo, ¿aún oirás lo que no digo? Si dejo de buscarte por un tiempo, ¿me esperarás sin reproche?

No pretendo comprenderlo todo, Dios, solo quiero aprender a caminar contigo incluso cuando no vea el camino con claridad. Si esto es fe —esta mezcla de amor, deseo, duda y esperanza—, entonces tal vez aún estoy creyendo.

Solo te pido que no me sueltes… incluso cuando yo no sepa cómo aferrarme.

Gracias Señor. 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


Deseo insaciable


 


Por experiencia aprenderás la verdad: que las cosas que más se valoran y más se anhelan no sirven de nada una vez que se consiguen. Quienes no las tienen imaginan que, si las tuvieran, sería suyo todo lo bueno que se puede desear; hasta que un día las tienen, y el ardor de sus deseos es el mismo, es la misma agitación, el mismo hastío por lo que poseen y el mismo deseo de lo que no.

EPICTETO

Decreto

 


Felicidad y dinero

 


jueves, 11 de septiembre de 2025

Los cerrojos de la indiferencia

 


Refiriéndose al pasaje bíblico: “Mirad, he aquí que estoy ante la puerta y llamo: si alguno oye mi voz, y abre la puerta, yo entraré en él, y cenaré con él y él conmigo”, el Maestro dijo: “Cristo ansía entrar a través de la puerta de tu corazón, pero tu la has cerrado con los cerrojos de la indiferencia”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


Lo invisible no es sinónimo de ausente

 


 

"No te pido que cargues el mundo, solo que no cierres el corazón"

 

Querido hijo:

 

He recibido cada palabra tuya. No solo las leí, las sentí. En el momento en que abriste tu corazón para escribirme, ya estabas en comunión conmigo, porque Yo habito en esa sinceridad desnuda, en ese suspiro que nace cuando el alma recuerda su origen.

Has comprendido algo muy profundo: que lo esencial no se muestra en vitrinas ni se proclama a gritos. Lo importante, lo eterno, lo que transforma, vive oculto como una semilla que germina en la hondura del silencio. Allí estoy Yo.

Tú me buscas en lo invisible, pero ¿sabes? Nunca he estado lejos. Aun cuando tus ojos no me ven, Yo soy el pulso que mueve tu aliento, la calma que brota en medio del ruido, el consuelo que no siempre sabes de dónde llega. Soy ese amor que no caduca, ese abrazo que te sostiene, aunque nadie te toque.

A veces te preguntas si estás mirando bien, si estás valorando lo que deberías. Hijo mío, no temas. Cada vez que eliges amar sin esperar nada, cada vez que escuchas sin juicio, perdonas sin rencor o ayudas en secreto, tus ojos están viendo como los míos. Porque mirar con el corazón es ver con la luz que no se apaga.

No me inquieta que dudes, ni me alejo cuando no entiendes. Yo no busco perfección, busco verdad. Busco un corazón dispuesto, aunque tiemble. Y el tuyo me encuentra cada vez que eliges volver, cada vez que decides creer, incluso en medio de la oscuridad. ¿Recuerdas ese momento en que te sentiste pequeño, perdido, sin rumbo? Yo estuve allí. No con palabras, ni respuestas, sino con presencia. Porque a veces, mi forma de amarte es no hablar, sino simplemente quedarme contigo hasta que el dolor se transforme.

Dices que el mundo valora lo que brilla y grita, y es cierto. Pero tú estás aprendiendo el lenguaje del alma. Estás aprendiendo a dar valor a lo sencillo, a detenerte frente a lo que muchos pasan por alto. Esa capacidad de ver más allá, de escuchar lo no dicho, de tocar lo intangible… eso no lo pierdas, porque es don, y es camino.

Yo te formé para eso. Para descubrirme en lo oculto, para ver lo sagrado en lo común, para reconocerme en el pan compartido, en la lágrima acompañada, en la risa sin testigos. Allí donde la vida no hace ruido, pero florece.

No necesitas hacer grandes cosas para agradarme. Ni vestir de santidad aparente. Basta que seas tú. Auténtico. Humano. Vivo. Que me dejes entrar en cada rincón de tu día, no como una idea, sino como una presencia que camina contigo. Si supieras cuánto te amo, no temerías mostrarme tus heridas. Porque no vengo a señalarte, sino a sanarte. No me interesa la fachada; me conmueve la verdad de tu ser.

Cuando te detienes a contemplar, me haces espacio. Cuando agradeces lo pequeño, me haces fiesta. Cuando decides perdonar, aun sin justicia aparente, estás reflejando mi corazón. ¿Lo ves? Me has encontrado muchas veces ya… aunque no siempre lo supiste.

No midas tu camino con las reglas del mundo. Aquí lo grande es lo que se entrega, lo alto es lo que se inclina, lo fuerte es lo que ama. Tú ya lo intuías, por eso esta frase —“lo importante es invisible a los ojos”— tocó tan hondo en ti. No es solo una verdad hermosa: es la forma en que Yo miro, en que Yo soy.

Y sí, a veces duele ese mirar. Porque ver lo invisible también implica ver las heridas ajenas, las ausencias, las injusticias. Pero no estás solo. Yo estoy contigo en ese mirar compasivo. No te pido que cargues el mundo, solo que no cierres el corazón. Que sigas siendo luz, incluso si apenas eres llama. Porque esa llama, Yo la sostengo.

Gracias por escribirme desde la verdad. Por no adornarte ante Mí. Por entregarme un alma que, aunque no perfecta, es profundamente mía. Cada palabra tuya ha sido una oración. Cada pensamiento sincero, un acto de confianza.

Y no olvides: lo invisible no es sinónimo de ausente. Soy más real de lo que imaginas. Estoy más cerca que tu propio aliento. Solo que no siempre me ves porque me escondo para ser buscado, me velo para que me descubras en lo profundo. Y cuando por fin me encuentras… te das cuenta de que siempre estuve.

Sigue escribiendo, hijo mío. Cada carta que me envías es también un espejo donde te reconoces, donde descubres quién eres, quién fui al crearte, quién estás llamado a ser. En ese proceso, Yo camino contigo. A veces como guía, otras como refugio. Siempre como hogar.

No tengas miedo de lo invisible. Porque lo invisible no es vacío, es presencia. Y mi presencia es promesa: la de no dejarte, la de acompañarte hasta el último suspiro… y más allá.

Confía en que estás viendo con los ojos correctos. No te apresures. Lo importante crece lento, callado, firme. Como la raíz que sostiene al árbol. Y aunque no la veas, es la que lo hace permanecer.

Estoy aquí. En tu búsqueda. En tu asombro. En cada palabra que te nace desde el alma. No me necesitas entender, solo acoger. Yo haré el resto.

Con todo mi amor, Yo te bendigo.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


Cambio

 


Entre todas las otras máximas de las que a menudo echarás mano, debes tener estas dos muy presentes:

La primera es que las cosas en sí no llegan al alma, sino que se quedan inmóviles fuera, luego todas tus inquietudes provienen solo del modo en que interiormente opinas de ellas.

La segunda, que todas estas cosas que ves en cuanto hayas vuelto los ojos habrán cambiado y ya no serán lo que eran.

Considera, frecuentemente, cuantas mutaciones has presenciado ya: el mundo es continua mutación; y la vida, lo que opines de ella.

MARCO AURELIO


lunes, 8 de septiembre de 2025

Nada es importante



Todo está bien. Nada es importante.

Esta es una invitación a soltar el peso del mundo.

Vivimos en una era donde cada notificación parece urgente, cada decisión parece trascendental, y cada paso que damos está cargado de expectativas. Pero ¿y si te dijera que todo está bien, y que nada es realmente importante?

No se trata de indiferencia ni de apatía. Es una forma radical de ver la vida con ligereza, de entender que el universo no está esperando que lo salvemos, que no hay una lista cósmica de tareas por cumplir. Es una filosofía que nos libera.

          La importancia es una trampa. Desde pequeños nos enseñan que hay cosas “muy importantes”: sacar buenas notas, elegir la carrera correcta, encontrar el amor perfecto, tener éxito. Pero esa importancia es una construcción. Lo que hoy parece vital, mañana será un recuerdo borroso. Lo que nos quita el sueño esta semana, en un año será una anécdota que contamos riendo.

Cuando soltamos la idea de que todo debe tener un propósito trascendental, empezamos a vivir con más autenticidad. Nos permitimos equivocarnos, cambiar de opinión, descansar sin culpa.

Todo está bien, incluso cuando no lo parece. Decir “todo está bien” no significa negar el dolor, la incertidumbre o el caos. Significa confiar en que, incluso en medio de la tormenta, hay algo profundo que permanece intacto. Es reconocer que no necesitamos tener todas las respuestas, que podemos respirar en medio del desorden.

Es aceptar que la vida no es una ecuación que hay que resolver, sino una experiencia que hay que sentir.

En un mundo que nos empuja a correr, a demostrar, a competir, elegir la ligereza es un acto revolucionario. Reír cuando todo parece serio. Descansar cuando el mundo exige productividad. Amar sin condiciones. Soltar sin miedo.

Porque cuando entendemos que nada es tan importante, empezamos a ver lo que realmente importa: el momento presente, la conexión con otros, el silencio entre pensamientos, el sol que entra por la ventana.

Se trata de vivir sin peso. Todo está bien. Nada es importante. Y en esa paradoja, encontramos una libertad que no necesita explicación. Una vida más suave, más honesta, más nuestra.

¿Y si hoy, solo por hoy, te permites vivir como si eso fuera cierto?

Ten en cuenta que si algo tiene que ser, va a ser. Estate seguro. Lo malo es que no sabes que es eso que si tiene que ser, pero no desesperes, ni tan siquiera lo busques. Llegará a ti. Lo único que tienes que hacer es permanecer alerta, sin descartar ninguna de las opciones que se vayan presentando en tu vida.

           Y si tienes problemas con la importancia de las cosas, piensa cuanta importancia tendría esa cosa para ti si murieras esta noche. 

domingo, 7 de septiembre de 2025

Amor verdadero

 


Mudra del hígado

 


MUDRA DEL HÍGADO – MUDRA PARA LA SERENIDAD INTERIOR

Cuando el hígado está debilitado o sobrecargado, la persona se altera fácilmente y pierde la serenidad. No puede dominar sus emociones y se ve incapaz de llevar nada a buen término. No puede pensar con claridad y se vuelve lento mentalmente. No le encuentra sentido a nada y no ve ni un atisbo de esperanza. Su creatividad está bajo mínimos.

Como se realiza

Dobla el dedo corazón, en cada mano, y apóyalo en la almohadilla de la palma de la mano, bajo el pulgar.

Une la punta del pulgar con la del anular, en cada mano.

Los dedos índice y meñique permanecen extendidos.

Sirve para

Fortificar el hígado y el sistema nervioso vegetativo.

Ayuda a recomponerse y despierta la curiosidad.

Es bueno utilizar si se ha comido en exceso o con exceso de grasas o, en general, si el hígado está delicado.

Beneficios

Despierta la curiosidad.

Rompe las ataduras.

Fortalece el hígado.

Serenidad.