Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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Mi
hijo acaba de caer rendido en su cama. Hoy ha sido su fiesta de cumpleaños. Ya
tiene seis años.
Hasta
hace seis años, mi vida era tranquila, ordenada, previsible, con un control
absoluto sobre mis tiempos. Casi podría decir que hasta era un poco aburrida.
Hoy, sin embargo, mi vida no tiene nada de tranquila, es totalmente
imprevisible, desordenada en grado sumo, y tratando de aprovechar los tiempos
cuando él está en el colegio, desarrollando sus múltiples actividades, (hoy los
padres les dejamos poco espacio a nuestros hijos para que jueguen), o
descansando como ahora mismo.
Pero
hoy ha sido un día especial. Acabábamos de cantar el cumpleaños feliz, había
soplado sus velas, y los animadores de la fiesta nos ofrecieron a su madre y a
mí el micrófono para decir algo, y él, en medio de nosotros, pidió el micro. Se
lo dimos con un poco de miedo, tengo que reconocerlo, por si soltaba alguna de
las suyas. (Los niños son auténticos y dicen lo que piensan sin ningún
problema, y él suele hacerlo con frecuencia). Lo cogió y lo sostuvo en su mano
con una soltura que a veces no tiene para sostener sus golosinas, y comenzó a
hablar, dejando a todos los que le escuchábamos con la boca abierta y el
corazón henchido de emoción.
Fue
un discurso serio, ordenado y coherente. Comenzó dando las gracias a todos por
haber asistido a “su fiesta”, siguió explicándonos lo feliz que se sentía por
estar con todos sus amigos en un día tan especial, y finalizó anunciando que
después de la torta había preparado una sorpresa para sus amigos.
Después
de él hablé yo. No se ni lo que dije, no era importante, ya que después de su
discurso habría hecho falta ser un magnífico orador para desviar la atención
que él había atraído hacia sí de manera magnética.
Hoy
supe que su discurso solo era el primero de muchos, cientos o miles con los que
va a deleitar a sus audiencias. Hoy supe que soy el padre de un Maestro.
Gracias
por haberme elegido hijo mío. Te quiero. Estoy loco por ti.
Señor, no sé si he
avanzado algo, y cuánto me falta todavía para llegar, no sé …, Tú, mejor que yo lo sabes. Pero
para llegar a ese no sé dónde, yo creo que aún me falta un buen trecho.
Casi sé de dónde
vengo. Es seguro que vengo del miedo, de la tristeza, de la impaciencia, de la
intolerancia, de la vanidad y del orgullo. Es posible que haya dejado atrás
alguna otra estación, no soy muy consciente, pero sí sé de dos estaciones que
aún tengo muy lejos para alcanzar: El Amor y a Ti.
Sé que eres la última
estación, y la ansío, porque cuando llegue a Ti, se habrá acabado el
sufrimiento, en cualquiera de sus formas. También sé que el vehículo para
llegar a Ti sólo es el Amor. ¡Y me falta tanto!
Vivo con toda la
atención posible, para en los casos en que no llegue con el amor, llegar al
menos con el respeto, pero supongo que sabes, que a veces, pierdo la atención,
y entonces, ni respeto ni amor. Es cierto, que cada vez soy más consciente,
pero me pregunto: ¿Por qué no siento lo mismo por todas las personas?
Amo a mi madre, amo a
mi esposa, amo a mis hijos, amo a mis nietos, amo a mis amigos. Por todos daría
la vida, pero creo que, mientras por unos la daría por obligación, por otros la
daría por puro placer.
¿Sabes cómo lo sé?
Bueno ya sé que lo sabes, pero me apetece contártelo. Con frecuencia, pienso en
el amor tan inmenso que siento por mi esposa o por mis hijos, y siento cómo mi
pecho se expande, es como si se desbordara un mar de energía por todo mi
cuerpo, a la vez que mis ojos se llenan de lágrimas. Es amor, es puro amor.
Entonces pienso que
eso es lo mismo que debería de sentir por todos los seres, y me entristece
pensar que no lo siento.
Por eso, sé que me falta
mucho Señor. Y aun siento que me falta mucho más cuando pienso en Ti. Porque
tendría que amarte sobre todas las cosas y siento y pienso que no es así. ¡Me
falta mucho todavía Señor!
Cada vez siento con
más intensidad que tengo que utilizar mi experiencia de vida para enseñar a
otros el camino para llegar a Ti. Pero si yo no he llegado, ¿cómo puedo enseñar
a otros?, ¿no seré un farsante?, ¿no confundiré mis sensaciones con mis
pensamientos o con mis deseos?, ¿estaré en el camino correcto?
Yo sé que me hablas,
pero no te oigo Señor. Me gustaría tanto sentir Tu Palabra, o sentir a los
Maestros. Aunque solo fuera una vez.
Me cansa la vida, me
aburren las personas. No tienen voluntad. No saben que tienen que llegar a Ti,
pero si lo supieran querrían hacerlo con una gragea antes de cada comida. Son
incapaces de buscarte, y yo no sé cómo explicárselo, sé que no se lo creen.
Quieren saber cómo
atraer dinero y poder, quieren tener la certeza de que son eternos, pero en la
forma que tienen. Quieren saber si en otra reencarnación su mamá va a volver a
ser su mamá, y si su hija va a volver a ser su hija.
No tienen tiempo de
entrar en sí mismos, pero sí lo tienen para salir afuera. Miran al diferente
con miedo o por encima del hombro. Envidian el éxito y como no lo consiguen lo
critican sin piedad.
Estoy cansado Señor.
No voy a llegar, no sé muy bien adónde, pero no voy a llegar. Me siento como el
corredor de la maratón al que le fallan completamente las fuerzas a veinte
metros de la llegada.
Es un deporte mundial
vivir anclados en el pasado. Lamentándose por lo que se hizo, por cómo se hizo,
o por no haber hecho. Tenga presente que todo lo que se hace se hace de la
mejor manera que la persona puede. Nadie hace nada mal a conciencia, sobre
todo, si es algo de lo que luego puede arrepentirse.
No se juzguen, no se
critiquen. Todo lo que hacen, por lo menos, para ustedes mismos, lo hacen con
la mejor intención, con la intención de conseguir alcanzar alguna meta. Si no
lo consiguen varíen algún aspecto del camino para conseguir resultados
diferentes, pero no lo conseguirán, seguro, menospreciándose a sí mismos.
Recuerden: energías iguales se atraen. Si piensan que son unos burros, al final
rebuznarán.
Hay
un refrán que dice: “A lo hecho pecho”, que significa que, si lo hecho es
irremediable, y malo, hay que tener fortaleza y valor para aceptarlo.
Que
sirva de lección para rectificar en el futuro, para que no vuelva a suceder.
Pero lamentarse y flagelarse eternamente no cambia el hecho. ¡Para que sufrir!
De
la misma manera, aunque estemos tratando de cuestiones hacia uno mismo, podemos
desviarnos unas décimas, para entender que los otros, también han hecho las
cosas lo mejor que sabían, por lo tanto, eviten cualquier tipo de crítica.
Cada
vez que se rememora un hecho del pasado, la mente siempre lo interpreta como
presente, ya que para ella no existe pasado, siempre existe en presente lo que la
ocupa en cada momento. Por lo tanto, cada vez que rememora un suceso es como si
lo estuviera viviendo en ese momento, generando la misma energía que se generó
entonces, el mismo dolor, el mismo sufrimiento. ¿Merece la pena sufrir
permanentemente por un mismo suceso?
Lo
mejor es aceptarlo.
Si fue por algo que
hicieron y se arrepienten por los resultados, ya no pueden hacer nada más que
extraer la enseñanza, y procurar que no se vuelva a repetir para evitar el
sufrimiento.
Si fue por la pérdida
de un ser querido, tampoco le van a traer de vuelta con su dolor permanente.
Así que acepten el hecho, y si les apetece recordar algo, recuerden los buenos
momentos vividos con esa persona.
Si fue por algo que
les hicieron, pongan los medios para que no vuelva a suceder, como puede ser,
no frecuentar a esa persona.
Sea
cual sea la razón de su viaje al pasado, no consigue más que avivar la llama
del dolor. En sus manos está vivir el dolor o alejarlo de usted.
concédeme la
serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar
aquellas que puedo,
y sabiduría para reconocer la diferencia.
San Francisco
de Asís
Teniendo
en cuenta que el cuerpo ha sido elegido por cada alma como la mejor opción para
el trabajo a realizar, rechazar el propio cuerpo, o alguna de sus partes,
significa renunciar a aquello que el alma ha preparado con esmero.
Por
lo tanto, si cree que ha venido para realizar una misión, y que para ello el
instrumento que se ha dado es el cuerpo, tiene que aceptar, valorar, respetar,
cuidar y amar su cuerpo.
Si
no cree que ha de realizar un trabajo determinado, es igual, tiene que pasar la
vida con su cuerpo, con cualquiera que sea su creencia. Por lo tanto, acéptelo
también, ya que sufrirá inútilmente si no lo hace.
Así
que, tanto si cree que ha elegido su cuerpo, como si cree que usted es el
resultado del azar, tiene el cuerpo que tiene. Acéptelo, no lo puede cambiar,
salvo los pequeños, o grandes matices de la cirugía.
Aliméntelo
de manera sana, ejercítelo, que no se atrofie antes de tiempo, dele el descanso
que le corresponde. Potencie sus fortalezas y trabaje para mejorar sus
debilidades.
Escuchen
su cuerpo. El cuerpo es sabio y sabe realmente que necesitan, cuando lo
necesitan y como lo necesitan. No maltraten a su cuerpo. Si maltratan a su
cuerpo, no se sorprenda si otros les maltratan, porque es la energía que
desprenden.
Recuerde
que energías iguales se atraen, por lo tanto, si usted no está satisfecho de su
cuerpo, esa energía le rodeará como un anuncio de neón, y todos aquellos que se
crucen en su camino, serán atraídos por su “luz de neón”, y opinarán, (deporte
mundial el de opinar de cuestiones ajenas), que no les gusta el cuerpo que
usted tiene, con lo cual añaden sufrimiento al suyo propio.
Tenga
en cuenta, además, que usted es un ser único. No existe otro igual en todo el
Universo. Y las piezas únicas siempre han sido muy bien valoradas.
No
se lamente de su cuerpo, no le critique. Con los lamentos y con la crítica no
va a conseguir cambiarlo.
Cuando aparece la enfermedad, los seres humanos
suelen preguntar, llevando la mirada al cielo: “¿Por qué a mí Señor?”, pero
casi ninguno lleva la mirada a su interior y se pregunta: ¿Por qué y para qué esta
enfermedad?
Casi
nadie duda, a estas alturas de nuestra evolución, de la conexión entre los
problemas emocionales y las enfermedades físicas, es normal que, si le comentas
a alguien que te duele la rodilla, te diga que busques la razón por la que no
quieres avanzar, o que a las contracturas en los hombros se las asocien con un
exceso de carga emocional. Pero todavía nadie, o muy pocas personas, asocian la
enfermedad física y el problema emocional con el alma, o con la programación de
esa alma para la vida, o con la misión de vida, o con el aprendizaje espiritual
pendiente.
Y
es, justamente el alma la que programa la vida, incluidas las enfermedades del
cuerpo que ocupa, que para el alma solo es un instrumento.
Es muy difícil la vida del ser
humano cuando deja de vivir en la periferia de la conciencia y comienza a darse
cuenta de que la vida no es lo que está viviendo, ni él, ni sus contemporáneos.
Ese espacio y ese tiempo, en el que los hombres creen que están para satisfacer
los caprichos del ego, para sufrir por sus preocupaciones, para luchar por sus
falsas creencias, para llorar por la desaparición de sus seres queridos, para
batallar con las enfermedades, para alargar, lo más posible, la vida.
Y así, hasta que un día, toma
conciencia de que la vida, es más, porque vislumbra, de alguna manera, que las
opciones para satisfacer los sentidos, que antes llenaban su vida, no le garantizan
la felicidad esperada; que sus luchas para cumplir lo que cree que son sus
prioridades no le satisfacen, aunque tengan un éxito efímero; que con sus
enfrentamientos en materias terrenales, como pueden ser las cuestiones políticas,
religiosas, deportivas, no consigue más que añadir dolor, ansiedad, incomodidad
o miedo.
¡Tiene que haber algo más! Y es en
ese momento de duda y de reflexión cuando, realmente, se ve abocado a un sufrimiento
mayor, originado por la impotencia ante la imposibilidad, aparente, para
cambiar la vida que conoce, la vida que vive, la vida que le exigen y que
esperan los demás.
Es entonces cuando sabe que tiene
que vivir la vida del alma, pero no sabe cómo.
En algún momento, después de ser
consciente el ser humano, de que la vida es algo más, tiene que atravesar una línea
de separación, tiene que existir un punto de inflexión, en el que el hombre se
desprenda del ego, y viva, sin ambages desde el alma.
La historia narra estos puntos de
inflexión que existieron en la vida de grandes Maestros y grandes hombres y
mujeres: Jesús se dirigió al desierto, estando cuarenta días y cuarenta noches,
antes de iniciar su vida espiritual. Mikao Usui (monje zen japonés) afirmó
haber redescubierto la técnica de sanación de imposición de manos, (Reiki),
tras alcanzar satori, (estado máximo
de iluminación
y plenitud), durante un retiro espiritual en el monte Kurama de Kioto. Sakhiamuni
Gautama se sentó debajo de una higuera durante semanas, hasta alcanzar la
iluminación. Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a hacer
penitencia, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados, (que todavía hoy
es posible apreciar), practicando un severísimo ascetismo, con corona de
espinas bajo el velo, cabellos clavados a la pared para no quedarse dormida,
hiel como bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes.
Pero nosotros, hombres y mujeres del
siglo XXI, no necesitamos tanto sacrifico. O ¿sí? Posiblemente lo necesite
alguno, pero serán contados. ¡Bastante tenemos con nuestro dolor! Lo que sí que tiene que existir s ese punto de
inflexión, o esa línea de separación, en la que el ego se retire de sus lindes,
sin ruido, sin lucha, para dejar el camino expedito a los dictados del alma. Ese
punto, ese momento de la vida, en el que el hombre entregue sus miedos, sus
dudas, su dolor y su sufrimiento a Dios.
Ese momento puede ser una enfermedad, la partida
de un ser querido, o cualquier otro acontecimiento que le permita al ser humano
descubrir, en algún resquicio de su dolor, que él no es lo que creía ser, sino
algo mucho más grande. Descubrir e integrar ese conocimiento, hace que se
acaben las preocupaciones, los malentendidos, los sufrimientos.
Esa
es la muerte del ego. Ese es el final del sufrimiento. Esa es la resurrección
del alma.
Para
llevar y recoger a mi hijo del colegio tengo que pasar, (bueno, hay otros caminos,
pero no son tan agradables), por un parque que hay en San Isidro, que es un
distrito de Lima, que se denomina “El bosque del Olivar”, que cuenta con 1.600
olivos, algunos con 400 años de antigüedad.
Cada
vez que paso por “El Olivar”, que pueden ser cuatro veces al día, sobre todo
cuando voy solo, me da la sensación de que bajo algún olivo centenario me voy a
encontrar con Jesús, apoyado en el retorcido tronco del árbol, hablando a sus
discípulos.
Y,
a veces, es tal la sensación, que trato de agudizar el oído para escuchar sus
palabras. Incluso, algunos días, creo sentir Su palabra. Hoy ha sido uno de
esos días.
Hoy
el niño, (tiene cinco años), que no calle ni debajo de agua, tenía un día sorprendentemente
callado, con lo que los dos caminábamos de la mano en silencio, enfrascados
cada uno en sus propios pensamientos. Supongo que los suyos girarían en torno a
“Scrat”, la ardilla de la película “La era de hielo”, porque desde el fin de
semana anterior, que vio una de las películas de la saga, y desde que tiene una
“Scrat” de peluche, es su tema favorito.
Mis
pensamientos eran otros. Estaba dándole vueltas a mis propias miserias,
pensando: “no estoy preparado”, “no tengo suficiente información” para enseñar
a nadie. La verdad es que últimamente es un pensamiento recurrente.
Supongo
que los Maestros, al otro lado de la vida, deben estar un poco aburridos de mis
monotemáticos lamentos y decidieron darme la respuesta en forma de regalo, permitiendo
que escuchara la plática con la que en ese momento el Maestro instruía a sus
discípulos bajo el olivo más antiguo del parque.
Y
esto fue lo que me permitieron escuchar:
“Ya lo sabéis todo”,
pero más importante que saber es creer. Tenéis que creer en vosotros, porque si
no creéis en vosotros mismos, no podréis ayudar a otros. Por más que estudiéis,
por más que escuchéis, si no creéis en vosotros, no desarrollareis nada.
Ni siquiera es
importante si os equivocaos o no. Lo importante es que creáis en vosotros. ¿Has
oído Pedro?, tienes que creer en ti, porque vas a ayudar a personas mientras
creas en ti mismo.
Las personas a quienes
la gente cree, son las que hablan con seguridad de sí mismas. Y hablan con
seguridad porque se lo creen.
Solamente podréis ayudar
a la gente si creéis en lo que hacéis, si creéis en lo que decís.
No importa si más
adelante cambiáis de opinión. Si cambiáis de creencia también lo comunicareis,
contareis vuestra evolución de como habéis llegado a esa nueva creencia,
mientras tanto confiar en lo que creéis hoy y transmitir lo que creéis hoy.
Estáis de sobra
preparados para enseñar a los que se acerquen a vosotros. Los que necesiten
saber otras cosas ya buscarán a los maestros en esas materias.
Como
decía Marcos, (4:9): Si alguien tiene oídos para oír, que oiga.
Quiero
hacer una reflexión sobre el amor, referido, sobre todo, al amor a la familia,
al amor a los amigos.
Todo
es energía. El amor también lo es y, no es cualquier energía, es la energía más
poderosa que existe.
El
amor es la única razón para volver a la vida una y otra vez. Podemos pensar
que, si estamos volviendo una y otra vez a la vida para aprender a amar, es
porque no estamos aprendiendo, y eso que en cada vida tenemos padres, hijos,
parejas, hermanos, a los que se supone que amamos. ¿Quiere eso decir que no
amamos a los nuestros, a nuestra familia y a nuestros amigos?, ¿quiere esto
decir que los seres humanos no sabemos amar?
Por
supuesto que sabemos amar. La pregunta es ¿en qué medida?, o ¿cómo es la
calidad de nuestro amor?, porque el aprendizaje consiste en aprender a amar
como Dios nos ama, y si estamos naciendo y muriendo, decenas, cientos, o miles
de veces, es porque no lo conseguimos.
El
problema es que la calidad del amor que profesamos los seres humanos tiene un
porcentaje de energía y otro porcentaje de sentimiento. Y todo el amor ha de
ser 100 por 100 energía.
El
porcentaje de energía es amor, el auténtico amor, mientras que el porcentaje de
sentimiento es apego.
La
manifestación del amor es libertad, afecto, comprensión, dialogo, respeto,
compañía, tolerancia, solo por citar algunas de las virtudes que acompañan al amor.
Mientras que el apego no manifiesta ninguna virtud, todo son defectos, que son
precisamente los antónimos del amor, es decir, atadura, cautiverio, dominio,
esclavitud, opresión, represión, tiranía, celos, envidia, intolerancia,
crítica.
Mientras
en nosotros haya más sentimiento que energía, seguiremos buscando compañía y la
confundiremos con amor, buscaremos comprensión y la confundiremos con amor,
creeremos que la pasión y el deseo son amor, y confundiremos con amor la
dependencia del otro. Todo eso es apego.
El
amor es algo diferente. Es algo que se da porque sí, sin más, y no se espera
recibir nada a cambio. Quien ama, solo desea la felicidad de la persona amada,
ya sea pareja, padres, hijos, hermanos o amigos.
Permítanse
un momento de reflexión: Hagan un recuento de las personas a las que aman, y
piensen que es lo que están haciendo para su felicidad. Piensen si hay un solo
instante en el día, un solo instante, el que esa persona amada pueda no ser
completamente feliz por alguna palabra suya, por alguna acción, por alguna
omisión.
Si
eso es así, posiblemente tendrían que hacer una nueva reflexión sobre la
calidad de su amor.
Y
no importa lo que ellos hagan o digan, estamos hablando de usted, de su amor
por esa persona. Recuerden que amar es desear la felicidad de la persona amada,
por encima de todo. Una infelicidad por algún comportamiento suyo no es amor.
Es un extraño amor, teñido de apego.
Ya
sabemos que la razón de la vida es poder experimentar el amor en todas sus
formas y aprender a amar de manera incondicional.
Y
para eso no existe un tiempo ya determinado. Pero de lo que si estamos seguros
es de que con una sola vida no tenemos suficiente, necesitamos alguna vida más.
¿Cuántas?,
no lo sabemos, y además no existe una regla que permita definir un rango de
vidas, ni grande, ni pequeño. Pero todo parece indicar que necesitamos cientos,
y algunas almas, miles de vidas.
Es
por eso que estamos naciendo y muriendo, con más frecuencia de la que nos
gustaría. Porque no nos gusta nacer cuando estamos al otro lado, y no queremos
morir cuando estamos en el lado de la vida física.
Si
siguiéramos al pie de la letra el Plan de Vida establecido por el alma, es
posible que no necesitáramos más allá de 10 vidas, pero del Plan de Vida no
solemos cumplirlo al 100%, ni al 50%, seguramente ni al 20%.
Claro
que también podemos pensar que ¡Como vamos a cumplir algo que no se conoce!,
porque el Plan de Vida es algo que conoce el alma, pero no lo conocemos de
manera consciente.
Nuestro
problema no es solamente el desconocimiento de nuestro Plan de Vida, tenemos
otro grave problema, y es que nos identificamos con el cuerpo, creemos que
somos seres independientes, creemos que somos diferentes, creemos que somos
superiores o inferiores a otros seres humanos y no es así, TODOS SOMOS LO
MISMO. No importa la edad, no importa el sexo, no importa la opción religiosa,
ni la opción política, no importa el color de la piel, ni cuantos ceros tiene la
cuenta corriente, no importa el coeficiente de inteligencia, TODOS SOMOS LO
MISMO.
Todos
somos una gota de energía desprendida de Dios. Y para comenzar a solucionar
estos problemas, lo mejor es aplicar la REGLA DE ORO EN LA VIDA. Trata a los
demás como te gusta que te traten a ti. No juzgues, no critiques, no engañes,
no discrimines, ayuda, respeta, valora, acepta y tolera al otro, PORQUE TÚ ERES
EL OTRO.
Y
eso con independencia de cómo se comporte, con independencia de su trato hacia
ti. Porque a ti te da igual, ya que el que está haciendo el trabajo de
acercamiento al alma y EL TRABAJO de acercamiento a Dios eres tú.
Aplicar
la REGLA DE ORO te va a llevar a conectarte con tu Plan de Vida, aunque lo
desconozcas, te va a llevar EN VOLANDAS a vivir desde el alma, que es lo que
estamos buscando, te va a llevar a vivir en paz, a la felicidad y a
experimentar el amor.
Imagina el océano. Es un día de viento y las olas son
fuertes. El viento soplando en la cresta de la ola hace que de esta se
desprendan cientos de gotas de agua. Durante un lapso de tiempo, que puede
durar uno o dos segundos, cada gota de agua tiene vida propia, hasta que vuelve
a caer, para ser nuevamente Océano.
Pues
el ser humano es como esa gota de agua, solo que en vez de ser agua es energía,
por haberse desprendido de un Océano de Energía. A mí a ese Océano de Energía
me gusta llamarle Dios.
Por
lo tanto, los seres humanos somos una parte de Dios, somos un punto de Luz, somos
una chispa de Energía.
Y
de la misma manera que,en uno o dos segundos, la gota de agua
vuelve al océano, la chispa de energía ha de volver al Origen, ha de volver a
Dios. ¿En cuánto tiempo?, no se sabe, esa es una potestad del ser humano, es su
libre albedrío.
La
gota de agua se desprende de la ola por efecto del aire, pero ¿por qué se
desprende una chispa de Energía de Dios?
No
sabemos el porqué de la Creación, pero podemos pensar que es un acto de Amor de
Dios, que quiere que cada una de sus partes experimenten el amor en todas las
formas posibles.
Y
cuando esa Chispa de energía haya experimentado el Amor y aprenda, por sí sola,
a amar de manera incondicional, volverá a la Fuente, de la misma manera que la
gota de agua vuelve al Océano.
El
mejor escenario para experimentar el amor en todas sus formas es la vida
física. Para eso venimos a la vida. Cualquiera otra cosa, de los miles de
millones de cosas que podemos hacer los seres humanos solo son un
entretenimiento, porque nuestra única y real misión es aprender a amar.
Para
poder realizar ese aprendizaje, la parte divina, que es el alma, se disfraza
con un cuerpo, que podemos decir que es el vestuario que se da el alma para
representar su papel en la obra de la vida.
Nuestro
problema, el de los seres humanos es que creemos que el protagonista de la vida
es el vestuario, es decir el cuerpo, cuando el verdadero protagonista es el
alma, que además es quien organiza esa vida que el cuerpo cree como suya.