El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 12 de septiembre de 2015

La separación


Continuación de “El Viaje del alma” (2)
            ¿Qué es la separación? La separación es ese sentimiento de independencia que cada ser humano tiene con relación al resto de seres humanos que pueblan el planeta. Los seres humanos creemos, y como tal actuamos, que somos independientes de todos los demás y que sólo tenemos vínculo con los que nosotros decidimos, a los que denominamos nuestra familia, y lógicamente, con nuestra familia por antonomasia como son nuestros hijos. Este sentimiento de separación hace que veamos a los demás como potenciales enemigos, potenciales rivales o potenciales invasores de nuestro espacio, lo que nos va a mantener permanentemente a la defensiva para preservar “lo nuestro”, bien sean bienes materiales, bienes emocionales o bienes personales como es nuestra familia y amigos.
            Todos tenemos claro lo que son bienes materiales y personales, pero no parece sin embargo tan claro que sepamos lo que son bienes emocionales. Podemos considerar como bienes emocionales el cariño, el amor, el sexo, la amistad, la ternura o la imagen que tenemos ante los demás, por citar algunos, es decir todas nuestras emociones y percepciones, digamos que positivas. Y ¿Por qué pueden peligrar? Pueden peligrar por varias razones: Porque alguien se inmiscuya en nuestra vida y haga que varíen nuestros sentimientos, porque se inmiscuya en la vida de alguna persona de nuestro entorno haciendo que varíen los sentimientos de esa persona hacia nosotros, puede ser que nos difamen, con lo cual nuestra imagen puede deteriorarse, puede ser que no seamos aceptados haciendo que nos infravaloremos a nosotros mismos, etc., etc.



            Pero no solamente existen los bienes emocionales, también llevamos a nuestras espaldas algo que podíamos denominar “cargas emocionales” y que no son más que nuestras emociones negativas: el miedo, el orgullo, la ira, la soberbia, la rabia, el odio, la envidia, etc., etc. Estas no tenemos ningún miedo de que nos las arrebaten, y ni tan siquiera somos conscientes de que cuando perdemos algún bien emocional lo hacemos arrastrados por alguna de las cargas emocionales que nos hacen reaccionar dejándonos llevar por los instintos y no por los dictados del corazón.
            Sin embargo, la hermosa realidad que no entendemos, es que todos los seres, los que estamos encarnados, los que están al otro lado de la vida, y aquellos a los que admiramos, a los que adoramos, e incluso a los que pedimos ayuda, somos hermanos. Todos con un objetivo común. Ninguno con objetivos individuales.
            Imaginar que pasaría en nuestro cuerpo físico si cada célula decidiera que los 80 billones de células restantes son potenciales enemigos. Nuestro cuerpo sería un caos lo que nos acarrearía la muerte de manera instantánea. Sin embargo todas las células de nuestro cuerpo trabajan en sintonía para un bien común, mantener con vida a ese amasijo de carne, huesos y músculos que es el ser humano. Pues los seres humanos, al igual que las células del cuerpo tienen un fin común: La Unión con Dios.
            No trabajar unidos para la consecución de nuestro fin común, es no conseguirlo ni como grupo ni de manera independiente, porque el requisito único e imprescindible es el Amor, y es claro que no demuestra Amor quien no trata al resto de la humanidad como si de él mismo se tratara. Por lo tanto, mientras exista esa separación entre los seres humanos va a existir la separación con Dios, lo que equivale a mantenernos en esa espiral “casi” interminable de nacimientos y muertes, de dolor y sufrimiento, de soledad y miedo hasta que un buen día descubramos nuestra hermandad.
Ante esto podemos aplicar la máxima “Si tú ganas gano yo” y “Si tú pierdes pierdo yo”. Pero no, esta máxima no nos sirve desde el momento en que no alcanzamos a entender que Todos somos Uno, y lo único que hacemos es tratar al resto de seres como si de animales dañinos se tratara: protegiéndonos para que no nos hagan daño, atacándoles para exterminarles, separándoles en guetos, ciudades o continentes, explotándoles y engañándoles para obtener beneficio, condenándoles a la miseria, a la enfermedad y a la muerte, y pisoteando sus derechos sin ningún tipo de remordimiento.
La meditación de Kundalini-Yoga que aparecerá en la próxima entrada, (Meditación para aceptarte como eres), te ayudará en este trabajo.
Continuará…………….

viernes, 11 de septiembre de 2015

El viaje del alma (1)


              Un día, sin saber muy bien por qué ni para qué, aparecemos en la vida. Ninguno de los que nos reciben saben absolutamente nada de nosotros, no saben quiénes somos, no saben de dónde venimos, no saben cuál es nuestra misión, no saben cuál es nuestro pasado, no saben cuál es la mochila kármica que traemos a la vida, no van a saber, por lo tanto, como tratarnos aparte de los cuidados físicos, y tampoco van a saber el porqué de nuestros miedos. No saben nada de nosotros, y ¿Cómo van a saberlo?, si tampoco saben de ellos mismos. Sólo saben que son felices, (lo que ellos consideran que es la felicidad, muy lejos de la auténtica felicidad), porque han sido bendecidos con un nuevo miembro en la familia.
            A partir de ahí, comienza para el recién nacido un nuevo periplo en la materia, una nueva andadura entre los mortales, una caminata por la vida, una más, en la que con un poco de suerte es posible que logre avanzar un paso en el kilométrico recorrido que le separa de Dios, que es su única meta. De hecho es su única misión: Llegar a Él. Y para realizar esa travesía necesitará de un vehículo que aunque conocido no es de uso frecuente, es el Amor.

            Si, el Amor, y es el Amor porque para avanzar por los intrincados caminos de la mente, para sortear los obstáculos que el propio ego va sembrando en la vida es necesario algo que sea capaz de disolver y limpiar los malos hábitos, los bloqueos y las negatividades que vamos acumulando vida tras vida, para dejar sin mácula cada rincón de los diferentes cuerpos del ser humano. Eso no lo consigue ningún detergente ni ninguna crema limpiadora, solo es posible tal limpieza con una energía poderosa, tan poderosa como lo es nuestra propia esencia. El Amor.
            El que viene tampoco sabe nada de esto. Y como en los primeros meses y años de vida aun vive entre dos mundos, con las memorias del otro lado intactas, es muy posible que en un primer momento ni tan siquiera le apetezca vivir. Se encontraba muy bien y muy cómodo allá, al otro lado, en su casa, y aunque su alma esta de completo acuerdo, el encontrarse constreñido en un cuerpo, sin previo aviso, para el ego es aterrador.
             ¿Qué se supone que va a ocurrir, a partir de ahora, con el nuevo ser que ha llegado a la vida?
            Pues no va a ocurrir nada que no sepamos. Crecerá y se hará una persona exitosa o no, feliz o no. Pero sea lo que sea, siempre estará disconforme con lo que tiene, y sea lo que sea siempre será criticado él y él mismo también se encargará de criticar, y se encargará de juzgar y se encargará de temer, en suma se encargará de todo lo contrario de lo que tendría que hacer: Se va a ocupar en gran medida para ser infeliz, cuando, paradojas de la vida, él querría ser feliz.
            Que ocurra esto, es normal, es lo conocido, y por ende lo esperado. Todos deseamos la felicidad para nosotros y para los más cercanos a nosotros. A los demás, son muchas las personas que piensan “que les parta un rayo, es su problema, no el nuestro”, y los que no piensan así, tampoco mueven un dedo para conseguir que los otros también sean felices. ¡Qué inmenso error! Si tuviéramos que elaborar una lista de errores de porque las personas no son felices, esta de “la separación” podría ocupar el primer lugar, incluso por delante del dominio de la mente.
Continuará………………
 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Acabo de morir


            De pronto, sin tener en absoluto conciencia de que había pasado antes de este momento, me vi sentado en la cama. Me sentía increíblemente bien. Ni tan siquiera trate de recordar otros momentos en los que me había sentido tan bien, no lo necesitaba, sabía, sin lugar a dudas, que este era el mejor momento de mi vida. Y ¡Que curioso!, no estaba asociado a ninguna de las cosas por las que me he pasado la vida deseando y suspirando: No me había tocado la lotería, no me habían ascendido en el trabajo triplicándome el sueldo, no me habían presentado a la actriz de mis sueños, la vida de mi familia ya era buena y no había variado para excepcional, ¿Por qué estaría tan bien?
            Tampoco me cuestionaba como había llegado a sentarme en la cama, ni que había estado haciendo con anterioridad. Me sentía pleno, me sentía luminoso, me sentía expandido, como si ocupara toda la habitación, por alguna razón que no sabía explicar, tenía conciencia de que lo sabía todo y de que podía aprobar cualquier examen, sin importar la materia, pero tampoco me importaba saber que sabía, y por supuesto no me iba a presentar a ningún examen.
            ¡Que curioso!, no sentía ninguna molestia en mi cuerpo, no sentía pesadez, me sentía ingrávido como una pluma con la agradable sensación de poder volar o flotar, aunque por el momento no pensaba probarlo. También sabía que podía verlo todo sin necesidad de colocarme los lentes que tenía en la mesilla de noche y que había recuperado la audición que había perdido en mi oído derecho. Pero más curioso todavía era que eso lo sabía porque sí, no me importaba saberlo, y yo, que he sido toda mi vida un escéptico y que como Santo Tomás tenía que ver para creer, lo sabía sin cuestionarme nada y sin importarme nada en absoluto tanta ciencia acumulada en mí.
            Estaba tan ensimismado con los descubrimientos que iba haciendo sobre mí, que no me habían llamado la atención los sollozos contenidos que llevaba rato escuchando, a decir verdad desde que me encontré sentado en la cama. Enseguida supe quienes eran los responsables de los sollozos, era mi gente, era mi familia. Pero, ¿Por qué lloraban?, los veía llorar y no sentía ni un ápice de tristeza, solo amor. ¿Por qué lloraban?
            No había terminado de pensar la pregunta cuando aparecieron ante mí un grupo de personas, entre ellas estaban mi padre que había muerto hace veinte años y mi abuela que había muerto hace más de cuarenta. El resto debían ser ángeles o alguien más importante porque estaban rodeados de una luz intensa y casi cegadora. Si mi familia no tuviera los ojos ocupados por el llanto seguro que también los hubieran visto. Los miré sin asombro y sin cuestionarme que era lo que hacían allí, los mire sintiendo por ellos el mismo amor que sentía por mi esposa y mis hijos que lloraban en otro lado de la sala.
 
            “Has muerto”, dijo mi padre. “Pero papa”, respondí, “como voy a haber muerto si estoy aquí hablando contigo, si soy consciente de que lo estoy haciendo, estoy viendo y oyendo como lloran los míos, supongo que debe ser un sueño”.
            “No hijo mío, es la realidad, has muerto, lloran porque te has muerto, mira tu cuerpo ahí, inmóvil, tendido en la cama”, concluyó mi padre. Miré el cuerpo, sin ningún tipo de lástima ni de temor, y pregunté dubitativo: “Y ¿Ahora qué?”. “También lo sabes, igual que sabes muchísimas más cosas. Sigues siendo libre de hacer, de sentir y de pensar. Puedes venir con nosotros ya o puedes esperar, tu decides”, dijo el ser más luminoso, el que parecía ser el de mayor rango del grupo. “Podéis iros, esperaré. Si, sé el camino de vuelta”, concluí. Y desparecieron de la misma forma en que habían llegado.
            Me acerqué a mi esposa y a mis hijos, los abracé con ternura. Si mi amor por ellos ya era infinito en vida, ahora, sin el estorbo del cuerpo podía expresar en ese abrazo una ternura increíble. No lo sintieron, seguían llorando. Me gustaría que supieran que estoy bien, que jamás lo había estado tanto. “Bueno, no pasará mucho y ellos también podrán disfrutar de esta sensación”. Y sabía cuánto, porque en ese momento pude ver la vida de cada uno de ellos hasta la apoteosis final, lo que denominamos muerte. Sus vidas pasaron por delante de mis ojos en un instante.
            Fui consciente de  que se había acabado el tiempo tal como lo conocía. Ahora todo era presente. Era presente el pasado, era presente el ahora, era presente el futuro. De hecho no había tiempo, todo era presente y podía viajar por ese eterno presente solo con mi pensamiento. Tantas veces como llegué a preguntarme cuando vivía en el cuerpo, que habría sido en otras vidas o como habría sido este o aquel otro acontecimiento, y ahora lo sabía, y lo más gracioso, es que no me importaba, porque es algo que sé desde siempre, pero que se me había olvidado el ratito de la vida en el cuerpo.
            Pasé el tiempo abrazando amigos y familiares. “Caray cuanto lloraban”. A algunos les gritaba: “Estoy bien, estoy estupendo”. Pero era en vano, no me oían por mucho que gritara. Creo que los únicos que eran conscientes de que estaba allí eran el gato que trataba de frotarse con mi pierna y mi nieto de casi dos años, que me miraba y tendía su manita. Al día siguiente quemaron el que fue mi cuerpo, y cuando todos llegaron a casa y pudieron descansar después de tanto ajetreo, les di mi último abrazo y decidí volver a casa.
            Si algún día me lo permiten les contaré las maravillas de vivir la vida real después del lapsus de sueño de la vida en la materia.
 

martes, 8 de septiembre de 2015

Enseñame a meditar


            Los conceptos sanación y crecimiento, sanación y expansión de la conciencia, o sanación y construcción del carácter, no suelen ir habitualmente unidos. Es posible, en algunas ocasiones, que algunos terapeutas y sanadores, los unan, de alguna manera, cuando recomiendan a la persona que ha de realizar algún tipo de trabajo interior para recuperar su salud, al menos, su salud emocional.
            Pero cuantas enfermedades, cuantos sufrimientos, cuanta infelicidad, cuantos desequilibrios emocionales y cuantos problemas mentales, se podría ahorrar el género humano si nos enseñaran a buscar nuestro equilibrio interior antes, o a la vez que aprendemos a leer y a escribir.
            Nacer, crecer, envejecer y morir, es un ritmo continuo, y aunque para cada persona es una experiencia nueva, única e irrepetible, estamos en el mundo tan acostumbrados a ese fluir, que no suele afectarnos mucho al paso por cada una de estas estaciones hasta que nos toca transitarla personalmente. Y en este fluir continuo de la vida casi nadie se plantea que exista otra manera de vivir distinta a como se viene aprendiendo hace miles o millones de vidas. Vivimos para subsistir, ignorantes de nuestra procedencia, ignorantes de nuestro destino, ignorantes del camino a transitar e ignorantes del vehículo necesario para dicho transito.
            En cada uno de los ritmos de la vida, se intercala con frecuencia otro concepto, que es la enfermedad, y en el mismo aprendizaje nos enseñan que las enfermedades  se sanan, normalmente ingiriendo diversos productos, unos abogan por productos químicos y otros por productos naturales, pero en casi todos los casos hay que ingerir algo para contrarrestar la enfermedad, muy pocos hablan de equilibrio interior como remedio sanador, y mucho menos como remedio inhibidor de la enfermedad.
            Son pocos los que se han planteado que en vez de atacar la enfermedad se podría prevenir. Y aunque parezca que en la actualidad hay más seguidores de esta teoría, solo es un espejismo y palabrería que se utiliza como fachada de evolución en las redes sociales.
            Sin embargo la búsqueda y la consecución del equilibrio interior es la mejor medicina para atacar la enfermedad y, aun más, es el mejor inhibidor de enfermedades. 
            El amor, la felicidad, la paz, la serenidad, la alegría son estados que el ser humano busca afanosamente en el exterior, como todo. Para el ser humano no existe un interior, y ni tan siquiera comprende que el amor, por ejemplo, sea una energía y no sea una emoción generada por el contacto con otra persona. Como no comprende que el primer ser objeto de esa energía de amor ha de ser él mismo. Cree que esto, tal como se lo han enseñado es egoísmo. Es este planteamiento erróneo la base que va a sustentar la enfermedad. No sabe que el amor es energía, no sabe que se encuentra en su interior, no sabe que ha de amarse a sí mismo, y valorarse, y respetarse. No sabe que cualquier cosa que se encuentra en el exterior tiene fecha de caducidad. Por lo tanto, se “enamora”, hasta que un día dice que se acaba el amor, (El Amor, el auténtico Amor no se acaba nunca. Si alguien dice que se acabó el amor es que nunca ha amado), y ha de finalizar su relación. Eso le causa un dolor intenso, que no es más que energía, y como nadie le ha enseñado a manejar las emociones y vivir en el presente, recuerda el hecho de su separación un minuto tras otro, generando una energía que emponzoña todo su cuerpo energético. Esa mugre energética es la que va a ir alimentando su cuerpo y poco a poco enfermándolo. A partir de aquí le recetarán pastillas para que se olvide del hecho, pastillas para la ansiedad, pastillas para dormir y así una pastilla tras otra.
            Con lo fácil que hubiera sido si de pequeñito le hubieran explicado que es un alma, que tiene que activar su centro del amor por él mismo, que ha venido justamente a aprender a realizar esa activación para amar a toda la humanidad. Que en su aprendizaje se encontrará con otras personas con las que formará pareja una temporada para realizar una tarea determinada y que normalmente esa relación finalizará un día, y que gracias a su amor, a su respeto y a su generosidad, será una separación no traumática en la que se mantendrá el amor, sin dolor y sin sufrimiento.
            Ya que no nos han enseñado esto de pequeños, podemos intentar aprenderlo ahora. Podemos comenzar a realizar ese viaje a nuestro interior, y ese viaje comienza con el silencio. Con el silencio mental. Tienes que empezar a dominar tus pensamientos, tienes que aprender a vivir el “ahora”. Es difícil, es muy difícil, es dificilísimo. Te digo esto para que no pienses que te vas a sentar a silenciar la mente y lo vas a conseguir en un minuto. No. Es una tarea que no se consigue en mucho, en muchísimo tiempo, e incluso no se si se llega a conseguir alguna vez completamente.
            Pero mejor empezar. Cuanto más tarde se empiece más tiempo seremos infelices.
            Empieza por hacer algo muy sencillito. Se consciente de tu respiración:
  • Siéntate. Con los pies bien apoyados en el piso.
  • Deja las manos encima de los muslos con las palmas mirando arriba. (Déjate de mudras, solo vamos a aprender a respirar).
  • Cierra los ojos o déjalos una décima parte abiertos, para que entre un poco de luz y enfoca la mirada en la punta de la nariz.
  • Coloca la punta de la lengua tocando el paladar.
  • Trata de respirar por la nariz, tanto la inhalación como la exhalación.
  • Trata de hacer una respiración abdominal. El abdomen se infla cuando inhalas y de desinfla cuando exhalas. (Así respirarás menos veces que si haces una respiración clavicular. Y al respirar más lento se reducirá tu metabolismo y eso hará que los pensamientos parezcan también más lentamente).
  • Como a la segunda o tercera respiración ya vas a estar enganchado a algún pensamiento, para que eso no pase cuenta las respiraciones: Inhala 1, exhala 2, inhala 3, exhala 4, y así sucesivamente.
  • Cuando te des cuenta de que estás pensando vuelve a comenzar por uno.
  • A ver hasta cuanto llegas.
  • Con quince minutos cada día, de momento, tienes suficiente.
Muy bien. Estás meditando.


           

sábado, 5 de septiembre de 2015

Tolerancia


Perlas para el alma

 

Tolerancia es respetar al otro, aunque también podríamos decir que es aceptar,  es comprender o soportar dignamente, sin enojo, a otros que tienen unas creencias, unas normas, unas actitudes, unas maneras de entender la vida o unos valores distintos a los tuyos.
Por lo tanto, toleramos a quien consideramos distinto, por cualquier causa: distinta creencia religiosa, distinta forma de vivir, distinta raza, distinta tendencia sexual, distinta cultura, etc.
Así que parece claro: “Ante aquello que nos parece distinto, hay que aplicar la tolerancia”.
Pero te propongo una actividad diferente: ¿Y si en vez de trabajar para soportar, para aceptar, para respetar, para conocer, en suma para tolerar; trabajas para que no haya distinción, trabajas para que exista la igualdad? Si empiezas a ver al distinto como un igual, ya no tienes que tolerar al otro más que a ti, sois iguales.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Prana Mudra - Mudra de la Vida


PRANA MUDRA – MUDRA DE LA VIDA

Cómo se hace:
El dedo anular y el dedo meñique se doblan y tocan la punta del pulgar, manteniendo los dedos índice y corazón juntos y extendidos.
Sirve para:
Como es el mudra de la vida mejora el poder de la vida.
Personas débiles se vuelven fuertes.
Reduce pinzamientos en los vasos sanguíneos.
Si practicamos con regularidad nos convertiremos en personas activas.
Duración:
No hay un tiempo particular de duración para este mudra. Puede practicarse el tiempo que se quiera.
Beneficios:
Mejora el sistema inmunitario.
Mejora el poder de los ojos y reduce las enfermedades oculares.
Elimina la deficiencia de vitaminas y la fatiga.

jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Derechos humanos?


            El mero hecho de estar vivo no significa que se sepa vivir. De la misma manera que no se sabe nadar, si nadie te ha enseñado, solo por estar sumergido en el agua.
            El problema con la vida es que nadie nos enseña realmente lo que significa vivir y cuál es la razón de la vida. La enseñanza que recibimos de la vida es justo lo contrario de lo que es, no solo necesario, sino imprescindible para vivir una vida digna y feliz.
            La culminación de la enseñanza que recibimos  es la situación en la que hemos puesto a millones de personas en el mundo, despojados de su dignidad, expulsados de sus casas, empujados a la muerte, tal como nos muestran las imágenes de los niños que han muerto ahogados a las costas de la riqueza y del despilfarro, mientras los dirigentes con la panza llena discuten si tu te llevas cinco y yo me llevo seis, mientras sus policías les impiden, como si de animales apestosos se tratara, el paso hacia algún lugar, cualquier lugar, en el que al menos puedan dormir sin la amenaza de las bombas aunque sea teniendo como único techo las estrellas.
 
            Y digo que hemos puesto, porque todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad por colocar con nuestro voto en la dirección de nuestros países a corruptos y medradores sin entrañas, que se pelean entre ellos por un centímetro de tierra o una estrella de más en un trapo, de la misma manera que somos responsables al entrar en las iglesias dirigidas por hampones del miedo, que en lugar de aterrorizar a sus fieles deberían colocar sus edificios y sus riquezas al servicio de toda esta pobre gente.
            Y mientras tanto, los únicos que demuestran un poco de humanidad que son los movimientos ciudadanos, que están tratando de ofrecer inútilmente sus domicilios para acoger a algunos de ellos. Pero también es imposible porque no pueden llegar a ellos, y seguro que antes tienen que inventarse un impuesto para seguir engordando las barrigas de los dirigentes.
            ¡Basta ya!, ¡Hasta cuándo vamos a permitir que los delincuentes con hábitos y con corbata nos maltraten con nuestra aquiescencia! 
La primera de todas nuestras asignaturas, antes incluso que aprender a leer y a escribir, tendría que ser aprender a amar. Con esta asignatura aprobada se acababan las guerras y los delincuentes que las provocan.
Aunque parezca que podemos hacer poco, es mucho lo que podemos hacer. Ni un solo voto más a todos los que hoy día en vez de estar trabajando para acabar con las guerras las están defendiendo o financiando, ni un solo voto más a los que colocan una alambrada o un policía delante de esta pobre gente, ni un solo voto más a los que están tratando de mantener su poltrona en lugar de sentar en ella a los miles de niños que duermen en la calle, ni un solo voto más a los que luchan por defender un trapo que llaman bandera en lugar de arropar con ella a los que caminan descalzos y desarrapados, ni un solo voto más a los que se pelean por un centímetro de tierra en lugar de construir en ella viviendas para tanto desplazado.
El niño muerto en la playa es tu hermano, imaginate que es tu hijo; el padre desesperado que no tiene con que alimentar a sus hijos es tu hermano, imaginate a tí; las personas enterradas debajo de los escombros son tus hermanos, imaginate a tu familia.
Ellos con su muerte están dejando en evidencia al mundo capitalista, al mundo democrático, al primer mundo, al mundo que se llena la boca hablando de derechos humanos, ¿Qué derechos?, ¿De qué humanos hablan?
 
 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Meditación de Kundalini-Yoga (Para hacerte sentir cómodo y satisfecho)




Sólo yo soy dueño de mis pensamientos


Perlas para el alma

 
 
Todo nuestro mundo, toda nuestra vida, todo lo que experimentamos está hecho de pensamientos.
            Tenemos pensamientos buenos y pensamientos malos. Nuestra mente está en un dialogo permanente, unas veces cuestionándolo todo, juzgándolo todo, culpabilizándote a ti y a tu entorno, atemorizándote, y otras alabándote, viendo la bondad en los demás, expresando compasión y ternura. Por lo tanto nuestra mente, y de rebote nuestra vida está llena de claroscuros, nada es solo luminoso, ni nada es todo negrura.
            Si aceptamos que somos lo que pensamos, y que tenemos la vida que pensamos, está claro que tenemos una poderosísima herramienta para ser felices, para estar alegres, para demostrar ternura y para ser compasivos. Sólo hay que permitir los pensamientos buenos.
            Si aceptamos, también, que sólo uno mismo es responsable de sus pensamientos, y que ninguna otra persona te obliga a pensar de determinada manera, si uno mismo no elige los pensamientos buenos para ser feliz, que no se queje del vecino, porque su dolor o su desdicha solo es su responsabilidad.

Yo creo que......


            “Yo creo que…”, es el inicio de una frase que utilizamos con frecuencia, porque todos y cada uno de nosotros tenemos nuestras propias creencias. Creencias que normalmente defendemos, a veces hasta levantando la voz, otros se enfadan y dejan de dirigir la palabra a otros que proclaman creencias diferentes, los hay que hasta llegan a matar por defender sus creencias, y a algunos de estos hasta les homenajean por su heroicidad.
            Antes de seguir quiero dar una sucinta pincelada de lo que es Dios. Dios Es, Dios es Todo, Dios es Uno, Dios es Unidad. Nosotros los seres humanos nos proclamamos y nos proclaman como Hijos de Dios, por lo tanto tener el mismo Padre nos hacer hermanos, nos hace Uno, nos une en Dios.
            Si Dios es Uno, la Verdad solo puede ser una, única. No puede haber dos verdades, ni medias verdades, ni verdades parciales, ni medias mentiras, ni verdades rosas, ni verdades amarillas, hay una Verdad y punto.
 
            Los seres humanos somos muy importantes, mucho más incluso que los que se “creen” el ombligo del mundo. Pero hay una gran diferencia entre la importancia real y la importancia “creída”.
Los que se saben importantes, muy pocos, posiblemente se puedan contar con los dedos de una mano, no tienen creencias, saben. Saben que son hijos de Dios, saben que todos somos lo mismo, saben que solo hay una Verdad y no creen otras verdades, saben que todos somos hermanos y respetan sus verdades y sus creencias, saben de la mutabilidad de todo lo que coexiste en la materia y esperan pacientes, porque el tiempo no importa para ellos, que regrese su hermano de su propia creencia.
Los que se “creen” importantes no se sienten unidos a nada, defienden su espacio y su creencia hasta con la vida, reniegan del resto de creencias, reniegan de su hermano, que es lo mismo que renegar de Dios.
Las creencias separan, y son creencias las religiones y las opciones políticas, que son las dos grandes tendencias que arrastran tras de sí a todo el género humano.
Los seres humanos solo estamos en este lado de la vida para expandir la conciencia, para respetar, para amar, para actuar con generosidad, para actuar con dignidad, para volver a Dios, y seguir las creencias es juzgar, es discriminar, es separar, es dividir, es temer, es odiar, y todo eso no expande la conciencia, la constriñe.
Piensa en cuantas son tus creencias, pues ten por seguro de que te estás separando de tus hermanos que tienen creencias distintas.
Cree en Dios, cree en tu hermano, actúa como si tu hermano fueras tu mismo, y así acabaras con el hambre en el mundo, acabarás con las guerras, acabarás con la discriminación, acabarás con las injusticias, acabarás con el dolor y con el sufrimiento, acabarás con la muerte.  
  

lunes, 31 de agosto de 2015

Shunya Mudra - Mudra del Vacío


SHUNYA MUDRA – MUDRA DEL VACÍO

Cómo se hace:
Mantener el dedo medio doblado, tocando el Monte de Venus y presionarlo con el dedo pulgar. Mantener rectos los otros tres dedos. Realizarlo con las dos manos.
Sirve para:
Reduce el embotamiento en nuestro cuerpo. Especialmente indicado para paliar problemas de oído y de audición.
Puede curar con rapidez dolores de oído y, si se practica durante cierto tiempo, casi todas las afecciones de este órgano.
Es un mudra muy interesante que nos pone en contacto con esa parte de nosotros mismos a la que pocas veces prestamos verdadera atención: nuestra voz interior.
Está directamente relacionado con el quinto chakra y el sexto chakra.
Duración:
Puede practicarse de 40 a 60 minutos, todos los días, hasta que la enfermedad desaparezca.
Beneficios:
Alivia un dolor de oídos en 5 minutos.
Es útil para las personas sordas, pero no para los que lo son de nacimiento.
Beneficioso para personas con problemas mentales.

sábado, 29 de agosto de 2015

Por supuesto que toda la culpa es tuya


            Todos los seres humanos estamos plenamente convencidos de que todos nuestros males tienen como origen causas externas, las mismas circunstancias de la vida y por supuesto, la actuación, la mala fe y la manera de ser del resto de seres humanos. Con una excepción, la enfermedad física, de la que no solemos habitualmente culpar a otros, de hecho no culpabilizamos casi nunca a nadie de nuestra mala salud, aunque a veces nos dan tentaciones de culpabilizar a Dios, y si no le culpabilizamos abiertamente, si caemos de la tentación de increparle por dicha enfermedad con la frase: “¿Por qué a mi Señor?, si no hago mal a nadie”.
            Es más que posible que tú también te encuentres entre las personas que culpabilizan de todos sus problemas al resto del mundo. Lo que no se si has pensado alguna vez es que los demás te están culpabilizando también a ti de sus desgracias.
            En fin, que de todo lo que nos ocurre, ya sea física, mental o emocionalmente, la culpa la tienen otros: o la tiene Dios o la tiene el resto del mundo. ¡Qué lejos estamos de la realidad!, medio mundo culpabilizando al otro medio, cuando nadie, absolutamente nadie es responsable de lo que le ocurre a otra persona. Sólo uno mismo es responsable de sus sufrimientos y de sus alegrías, de su salud y de su enfermedad.
            El único problema de casi todos los seres humanos es dejar que la mente campe a su antojo, en unos casos por desconocimiento, y en otros, conocedores del maravilloso poder de la mente, por la falta de voluntad para dominarla y utilizarla en beneficio propio.
            La espoleta de todos nuestros problemas es la mente, hemos de tener en cuenta que la mente siempre está elucubrando, siempre maquinando, siempre imaginando, siempre recordando, siempre comparando, siempre juzgando; la mente no descansa, siempre hay pensamientos: Pensamos en lo que paso ayer, o anteayer, o hace una semana, o el verano pasado, pensamos en lo que dijimos, en cómo lo hicimos, en que lo podíamos haber hecho de otra manera, pero claro después de cómo se comportaron no quedó más remedio que decir eso y de esa manera. Pensamos en lo que nos hicieron, o en lo que nos dijeron, o en aquello que nos contaron que dijeron de nosotros, o que no hicieron aquello que esperábamos que hicieran, o que no fueron agradecidos después del sacrificio que habíamos hecho, etc., etc., etc. Pensamos en lo raro que está fulanito, “¿Será que le habré hecho algo?, yo no merezco un trato así.” Pensamos en mañana, en pasado mañana, en el próximo verano, en lo que haremos, en como lo haremos, en lo que esperamos conseguir, en cómo nos vamos a comportar, en cómo esperamos que se comporten con nosotros. Pensamos, en fin, en un millón de simplezas como estas un minuto tras otro, y así casi eternamente.
 
            Y mientras ocurre todo eso, la vida sigue pasando, pero estamos tan ocupados en nuestro ruido interior que no somos conscientes de casi nada de lo que pasa por delante de nuestras propias narices.
            Todos estos pensamientos producen un determinado tipo de energía en función del tipo de pensamiento. Cada pensamiento genera su característica energía según sea de rabia, de odio, de culpa, de miedo, de ira, de desconfianza, etc. Y es esta energía la que nos hace estar con un determinado sentimiento y con una determinada situación emocional. Justamente esa que achacamos a los demás solo es debido a nuestro pensamiento sobre cada asunto.
            Pero hay más, con esa energía que estamos generando estamos alimentando a nuestro cuerpo físico, y de tanto alimentarlo con energía sucia, se ensucia el cuerpo físico y aparece la enfermedad, de la que podemos culpabilizar al propio Dios, si nos apetece, pero solo nosotros somos responsables.
            Es bien cierto que se puede pensar: “Si no me hubieran hecho tal cosa, o dicho tal otra, yo no le daría vueltas en la cabeza, y así no habría generado ni ese sentimiento ni esa situación emocional, por lo tanto la culpa es del que me hizo tal cosa o me dijo tal otra. Y no es culpa mía por lo tanto el que no salga de mi cabeza”.
            Si alguien piensa esto, lamento decirle, con todo respeto, y siempre desde mi creencia y mi propia experiencia, que se equivoca. Cualquier cosa que nos hagan o nos digan, por muy mala que sea, ocurre en un momento. La persona que nos ha ofendido, se va a quedar tan feliz, o no, pero a nosotros nos da lo mismo. Por más vueltas que le demos en la cabeza a la misma situación, no vamos a solucionar nada, ya no se puede volver atrás en el tiempo, no se puede borra el hecho o las palabras dichas, ¿Para qué recordar siempre lo mismo, sabiendo que nada va a cambiar y sabiendo que además nos afecta negativamente tanto emocional como físicamente?
            Podemos realizar una serie de acciones, como denunciar a la persona, o dejar de hablarla, o separarnos de ella, o etc., pero una acción que no debemos llevar a cabo bajo ningún concepto es pensar en el hecho una y otra vez, señalando en nuestro pensamiento a la persona por ser la culpable de los males que nos aquejan o van a empezar a aquejarnos. Solo nosotros somos responsables de nuestros pensamientos y de todo lo que estos generan, por lo tanto lo único efectivo es tomar las acciones que la situación aconseje, y no volver al mismo pensamiento de manera reiterada.
            De las cuatrocientas y pico entradas que hay en este blog, más del cincuenta por ciento hablan de lo mismo, De los infinitos post que se cuelgan en las redes sociales, más de la mitad hablan de lo mismo. De los miles y miles de libros de ayuda y autoayuda más de la mitad hablan de lo mismo.
            ¿Será que tienen razón?, pues entonces, ¿A qué esperas para dejar de dar pábulo a las simplezas del resto del mundo y centrarte en conseguir la felicidad en tu vida? Si no lo consigues no culpabilices a los demás, es tu responsabilidad.

jueves, 27 de agosto de 2015

Gyan Mudra - Mudra del Conocimiento


GYAN MUDRA – MUDRA DEL CONOCIMIENTO
 
Cómo se hace:
Tocar la punta del dedo pulgar con la punta del dedo índice. Mantener juntos y rectos los otros tres dedos. Hacerlo con las dos manos.
Sirve para:
Como es el mudra del conocimiento mejora el conocimiento. La punta del dedo pulgar es el centro de la pituitaria y de las glándulas endocrinas. Cuando pulsamos esos centros con el dedo índice, las dos glándulas trabajan activamente.
Duración:
No hay un tiempo particular de duración para este mudra. Puedes practicarlo de pie, sentado o acostado en la cama. Hazlo cuando tengas tiempo.
Beneficios:
Aumenta la capacidad de la memoria y agudiza el cerebro.
Mejora la concentración y evita el insomnio.
Si se practica con regularidad puede curar los desordenes psicológicos como la histeria, la ira y la depresión.

 

miércoles, 26 de agosto de 2015

Cantos de sirena


            Las sirenas eran unas ninfas marinas que, en la mitología, atraían con sus cantos dulces e insinuantes a los marinos hacia los escollos de la costa, donde, tras hacerles naufragar, los devoraban, no dejando de ellos más que los huesos amontonados.     
Advertido por la diosa Circe de lo peligroso que era el canto de las sirenas, Ulises ordeno taponar con cera los oídos de sus remeros y se hizo atar al mástil del navío. Si por el hechizo musical pedía que lo liberasen, debían apretar aun más fuerte sus ataduras. Gracias a esta estratagema Ulises fue el único ser humano que oyó el canto y sobrevivió a las sirenas, que devoraban a los incautos que se dejaban seducir.
 
Empleamos esta expresión para advertir del peligro de dejarse seducir o llevar a la perdición por falsas promesas o incitaciones ilusorias. Pero tendríamos que utilizar muchísimo más esta expresión, porque todos y cada uno de nosotros convivimos con una sirena, que sabe entonar todo tipo de melodías, que nos incita con sus falsas promesas, que nos seduce con su dulce música y nos arrastra en pos de sueños que se convierten en humo al acercarnos a ellos.
Nuestra sirena particular no es una dulce e insinuante ninfa, es nuestra mente, que por todo lo que maquina y promete más parece una bruja terrorífica y tenebrosa. Todos tendríamos que tener, como Ulises, un mástil al que poder atarnos y unos remeros que nos ataran para no seguir los dictados de la mente perversa, que cuando nos atrapa en sus redes deja amontonados no nuestros huesos, ya les gustaría a muchos que así fuera, sino que amontona sobre nuestra vida nuestras más lúgubres emociones.
No es dura la vida, no nos lleva la vida ni al sufrimiento, ni al dolor, no es la vida la culpable de nuestros miedos, ni de nuestros fracasos, no lo es de nuestra rabia, ni de nuestra tristeza, no es la vida la responsable de los infinitos males con los que convive el ser humano. Es nuestra mente, y más concretamente los cantos de sirena de nuestra mente.
La mente no tiene ningún reparo en culpar a los demás de desgracias propias, y de hacernos culpables de las desgracias ajenas. La mente, cual sirena, nos arrastra con su canto una y otra vez a recordar lo más tenebroso de nuestro pasado, nos impulsa a dudar sin compasión sobre qué hacer en el futuro, pero es incapaz de mantenerse en silencio para vivir, escuchar y disfrutar el presente.
No existe manera de taponarse la conciencia para no escuchar a la mente, este es nuestro sino, escuchar permanentemente las simplezas de una mente que vaga a la deriva, como las hojas movidas por el viento, amontonando emociones en recovecos resguardados del aire. Y aquí nace nuestro trabajo, dejar salir del corazón nuestra grandeza para dominar con un acto de la voluntad al huracán de la mente, limpiar el amasijo de emociones acumuladas, para conseguir así la gloria del silencio.

martes, 25 de agosto de 2015

Una hora más de vida


            Si ahora te dieran la noticia de que solo te queda una hora más de vida, ¿Qué harías?, ¿Llorar?, ¿Lamentarte?, ¿Sufrir por lo que dejas aquí?, ¿Pensar que pasará con los tuyos?, ¿Tratar de negociar un poco más de tiempo?, ¿Rezar?, ¿Confesarte rápidamente?, ¿Despedirte de los más allegados?, ¿Pedir perdón por todo lo malo que has hecho?, ¿Perdonar las ofensas?, ¿Restituir cosas materiales o dignidades sustraídas?, ¿Buscar la póliza de tu seguro de vida?, ¿Qué harías?
            Piénsalo, porque es algo que puede pasar, y además sin el aviso previo. Para morirse la única condición necesaria es estar vivo. No importa si se tienen uno o cien años, no importa si se tiene una salud de hierro o una salud quebradiza, no importa si eres rey o lacayo, no importa si eres el papa o un monaguillo, no importa si eres un maestro o un alumno, no importa si eres un santo o un asesino, lo único que importa es estar vivo.

            En esta hora que te queda hasta la partida final, porqué no dedicas los cinco primeros minutos para hacer un examen de conciencia de cómo has estado viviendo hasta ahora, piensa en qué has invertido tu vida, piensa en cómo has vivido, piensa en tus amigos y en tus enemigos, piensa en si tus amigos y conocidos te van a extrañar o a respirar de alivio. Sé honesto en la hora que te queda de vida, ¿Puedes esperar con la conciencia tranquila o existen matices que te hacen sentir el ahogo de la culpabilidad?
            Bueno, parece ser que vas a vivir más de una hora, pero como nunca se sabe haz, por si acaso, ese examen de conciencia, para estar preparado para la apoteosis final. ¿Cuántas obras buenas has hecho?, ¿Cuántas malas? Recuerda la Ley del Karma, la ley de la causa y el efecto, ¿Por cuántas de tus acciones vas a tener que pagar?, ¿Por cuantas te tienen que pagar a ti?, ¿Cuántas acciones has realizado porque si, por amor?
            Aunque ahora parece que vas a tener un plazo mayor de una hora, como el desenlace final de la obra de tu vida puede suceder en cualquier momento, ¿Por qué no te preparas?, ¿Por qué no intentas reparar el mal que has hecho para que la bolsa de tu Karma sea exigua?, ¿Por qué no vives desde ahora como si efectivamente solamente te quedara una hora de vida?, ¿Por qué no arreglas los desaguisados que has ido descomponiendo durante tu vida?
            Perdona donde quiera que creas que existe la ofensa, perdona al ofensor, pide perdón por el daño que hayas podido hacer, restituye aquello que has sustraído, ya sea material, emocional o espiritual; desenreda los engaños, las medias verdades y las mentiras a medias; los abrazos y los besos, los “te quiero” y los silencios que darías durante tu ultima hora dalos cada día. No importa si tienes a punto tu póliza de vida, pero si importa si tienes a punto tu vida, tu corazón y tu alma.
           

Varuna Mudra - Mudra del Agua


VARUNA MUDRA – MUDRA DEL AGUA



Cómo se hace:
La punta del dedo meñique toca la punta del dedo pulgar. Mantener juntos y rectos los otros tres dedos. Se puede hacer con las dos manos, o se puede hacer con la mano derecha, manteniendo la izquierda debajo sujetando la derecha.
Sirve para:
Equilibra la cantidad de agua en el cuerpo y evita las enfermedades que tienen como origen la falta de agua.
Debería practicarse siempre que se acumula un exceso de mucosidad en el estómago o en los pulmones.
Duración:
No tiene un tiempo especificado, se puede practicar de acuerdo al tiempo del que dispone la persona.
Beneficios:
Conserva la claridad de la sangre mediante el equilibrio del contenido de agua en el cuerpo.
Previene los dolores de la gastroenteritis.